1 Os damos a conocer, hermanos,
la gracia que Dios ha otorgado a las Iglesias de Macedonia.
2 Pues, aunque
probados por muchas tribulaciones, su rebosante alegría y su extrema pobreza
han desbordado en tesoros de generosidad.
3 Porque atestiguo que según sus
posibilidades, y aun sobre sus posibilidades, espontáneamente 4 nos pedían con mucha insistencia la gracia de participar
en el servicio en bien de los santos.
5 Y superando nuestras esperanzas,
se entregaron a sí mismos, primero al Señor, y luego a nosotros, por voluntad
de Dios, 6 de forma que
rogamos a Tito llevara a buen término entre vosotros esta generosidad, tal
como la había comenzado.
7 Y del mismo modo que sobresalís en
todo: en fe, en palabra, en ciencia, en todo interés y en la caridad que os
hemos comunicado, sobresalid también en esta
generosidad.
8 No es una orden; sólo quiero, mediante el
interés por los demás, probar la sinceridad de vuestra caridad.
9 Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual,
siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su
pobreza.
10 Os doy un consejo sobre el
particular: que es lo que os conviene a vosotros, ya que desde el año pasado
habéis sido los primeros no sólo en hacer la colecta, sino también en tomar
la iniciativa.
11 Ahora llevadla también a cabo, de
forma que a vuestra prontitud en la iniciativa corresponda la realización conforme a vuestras posibilidades.
12 Pues si
hay prontitud de voluntad es bien acogida con lo que se tenga, y no importa
si nada se tiene.
13 No que paséis apuros para que
otros tengan abundancia, sino con igualdad.
14 Al presente, vuestra abundancia remedia su necesidad, para que la
abundancia de ellos pueda remediar también vuestra necesidad y reine la
igualdad, 15 como dice
la Escritura: El que mucho recogió, no tuvo de
más; y el que poco, no tuvo de menos.
16 ¡Gracias sean dadas a Dios, que
pone en el corazón de Tito el mismo interés por vosotros!, 17 pues aceptó mi ruego y, más solícito que nunca, por propia
iniciativa fue donde vosotros.
18 Con él enviamos al hermano, cuyo
renombre a causa del Evangelio se ha extendido por todas las Iglesias.
19 Y no sólo eso, sino que fue
designado por elección de todas las Iglesias como compañero
nuestro de viaje en esta generosidad, en que servimos nosotros para la gloria
del mismo Señor, por iniciativa nuestra.
20 Así evitaremos todo motivo de
reproche por esta abundante suma que administramos; 21 pues procuramos el bien no
sólo ante el Señor sino también ante los hombres.
22 Con ellos os enviamos también al hermano
nuestro, cuya solicitud tenemos ya comprobada muchas veces y de muchas
maneras; solicitud aún mayor ahora por la gran confianza que tiene en
vosotros.
23 En cuanto a Tito, es compañero y
colaborador mío cerca de vosotros; en cuanto a los demás hermanos, son los
delegados de las Iglesias: la gloria de Cristo.
24 Mostrad, pues, ante la faz de las
Iglesias, vuestra caridad y la razón de nuestro orgullo respecto de vosotros.
Capítulo 1: 2 Corintios 1
1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la
voluntad de Dios, y Timoteo, el hermano, a la Iglesia de Dios que está en
Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya; 2 a vosotros gracia y paz de parte de
Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo.
3 ¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios
de toda consolación, 4 que nos consuela en toda tribulación
nuestra para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación,
mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios!
5 Pues, así como abundan en nosotros los
sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también
por Cristo nuestra consolación.
6 Si somos atribulados, lo somos para
consuelo y salvación vuestra; si somos consolados, lo somos para el consuelo
vuestro, que os hace soportar con paciencia los
mismos sufrimientos que también nosotros soportamos.
7 Es firme nuestra esperanza respecto de
vosotros; pues sabemos que, como sois solidarios con nosotros en los sufrimientos,
así lo seréis también en la consolación.
8 Pues no queremos que lo ignoréis, hermanos:
la tribulación sufrida en Asia nos abrumó hasta el
extremo, por encima de nuestras fuerzas, hasta tal punto que perdimos la
esperanza de conservar la vida.
9 Pues hemos tenido sobre nosotros mismos la
sentencia de muerte, para que no pongamos nuestra
confianza en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos.
10 El nos libró de tan mortal peligro, y nos
librará; en él esperamos que nos seguirá librando, 11 si colaboráis también vosotros con la
oración en favor nuestro, para que la gracia obtenida por intervención
de muchos sea por muchos agradecida en nuestro nombre.
12 El motivo de nuestro orgullo es el
testimonio de nuestra conciencia, de que nos hemos
conducido en el mundo, y sobre todo respecto de vosotros, con la santidad y la sinceridad que vienen de Dios,
y no con la sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios.
13 Pues no os escribimos otra cosa que lo que
leéis y comprendéis, y espero comprenderéis plenamente, 14 como ya nos habéis comprendido en parte, que somos nosotros el
motivo de vuestro orgullo, lo mismo que vosotros seréis el nuestro en el Día de
nuestro Señor Jesús.
15 Con este convencimiento quería yo ir
primero donde vosotros a fin de procuraros una segunda gracia, 16 y pasando por vosotros ir a Macedonia y volver nuevamente de
Macedonia donde vosotros, y ser encaminado por vosotros hacia Judea.
17 Al proponerme esto ¿obré con ligereza? O
¿se inspiraban mis proyectos en la carne, de forma que se daban en mí el sí y
el no?
18 ¡Por la fidelidad de Dios!, que la palabra
que os dirigimos no es sí y no.
19 Porque el Hijo
de Dios, Cristo Jesús, a quien os predicamos Silvano, Timoteo y yo, no
fue sí y no; en él no hubo más que sí.
20 Pues todas las
promesas hechas por Dios han tenido su sí en él; y por eso decimos por
él "Amén" a la gloria de Dios.
21 Y es Dios el que nos conforta juntamente
con vosotros en Cristo y el que nos ungió, 22 y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en
nuestros corazones.
23 ¡Por mi vida!, testigo me es Dios de que,
si todavía no he ido a Corinto, ha sido por miramiento a vosotros.
24 No es que pretendamos dominar sobre
vuestra fe, sino que contribuimos a vuestro gozo, pues os mantenéis firmes en
la fe.
Capítulo 2: 2 Corintios 2
1 En mi interior tomé la decisión de no ir
otra vez con tristeza donde vosotros.
2 Porque si yo os
entristezco ¿quién podría alegrarme sino el que se ha entristecido por
mi causa?
3 Y si os escribí aquello, fue para no
entristecerme a mi ida, a causa de los mismos que deberían procurarme alegría, convencido respecto de todos vosotros de que mi alegría es la alegría de todos vosotros.
4 Efectivamente, os
escribí en una gran aflicción y angustia de corazón, con muchas lágrimas,
no para entristeceros, sino para que conocierais el amor desbordante que sobre
todo a vosotros os tengo.
5 Pues si alguien
ha causado tristeza, no es a mí quien se la ha causado; sino en cierto
sentido para no exagerar a todos vosotros.
6 Bastante es para ese tal el castigo
infligido por la comunidad, 7 por lo
que es mejor, por el contrario, que le perdonéis y
le animéis no sea que se vea ése hundido en una excesiva tristeza.
8 Os suplico, pues, que reavivéis la caridad para con él.
9 Pues también os escribí con la intención de
probaros y ver si vuestra obediencia era perfecta.
10 Y a quien vosotros perdonéis, también yo
le perdono. Pues lo que yo perdoné, si algo he
perdonado fue por vosotros en presencia de Cristo, 11 para que no seamos engañados por Satanás, pues no
ignoramos sus propósitos.
12 Llegué, pues, a Tróada para predicar el
Evangelio de Cristo, y aun cuando se me había abierto una gran puerta en el
Señor, 13 mi espíritu no tuvo punto de
reposo, pues no encontré a mi hermano Tito, y despidiéndome de ellos, salí para
Macedonia.
14 ¡Gracias sean dadas a Dios, que nos lleva siempre en su
triunfo, en Cristo, y por nuestro medio difunde en todas partes el olor
de su conocimiento!
15 Pues nosotros somos para Dios el buen olor
de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden: 16 para los unos, olor que de la muerte lleva a la muerte; para los
otros, olor que de la vida lleva a la vida. Y ¿quién es capaz para esto?
17 Ciertamente no somos nosotros como la
mayoría que negocian con la Palabra de Dios. ¡No!, antes bien, con sinceridad y
como de parte de Dios y delante de Dios hablamos en
Cristo.
Capítulo 3: 2 Corintios 3
1 ¿Comenzamos de nuevo a recomendarnos? ¿O es
que, como algunos, necesitamos presentaros cartas de recomendación o
pedíroslas?
2 Vosotros sois nuestra carta, escrita en
nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres.
3 Evidentemente sois
una carta de Cristo, redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo;
no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones.
4 Esta es la confianza que tenemos delante de
Dios por Cristo.
5 No que por nosotros mismos seamos capaces
de atribuirnos cosa alguna, como propia nuestra, sino que nuestra capacidad
viene de Dios, 6 el cual nos capacitó
para ser ministros de una nueva Alianza, no de la
letra, sino del Espíritu. Pues la letra mata mas el Espíritu da vida.
7 Que si el ministerio de la muerte, grabado
con letras sobre tablas de piedra, resultó glorioso hasta el punto de no poder
los hijos de Israel fijar su vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria
de su rostro, aunque pasajera, 8 ¡cuánto más glorioso no será el ministerio del Espíritu!
9 Efectivamente, si el ministerio de la condenación
fue glorioso, con mucha más razón lo será el
ministerio de la justicia.
10 Pues en este aspecto, no era gloria
aquella glorificación en comparación de esta gloria sobreeminente.
11 Porque si
aquello, que era pasajero, fue glorioso, ¡cuánto más glorioso será lo
permanente!
12 Teniendo, pues, esta esperanza, hablamos
con toda valentía, 13 y no como
Moisés, que se ponía un velo sobre su rostro para impedir que los israelitas
vieran el fin de lo que era pasajero.
14 Pero se embotaron sus inteligencias. En
efecto, hasta el día de hoy perdura ese mismo velo en la lectura del Antiguo
Testamento. El velo no se ha levantado, pues sólo
en Cristo desaparece.
15 Hasta el día de hoy, siempre que se lee a
Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones.
16 Y cuando se convierte al Señor, se arranca
el velo.
17 Porque el
Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la
libertad.
18 Mas todos nosotros, que con el rostro
descubierto reflejamos como en un espejo la gloria
del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más
gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu.
Capítulo 4: 2 Corintios 4
1 Por esto, misericordiosamente investidos de este ministerio, no desfallecemos.
2 Antes bien, hemos repudiado el silencio
vergonzoso no procediendo con astucia, ni falseando la Palabra de Dios; al
contrario, mediante la manifestación de la verdad nos recomendamos a nosotros
mismos a toda conciencia humana delante de Dios.
3 Y si todavía nuestro Evangelio está velado,
lo está para los que se pierden, 4
para los incrédulos, cuyo entendimiento cegó el dios de este mundo para impedir
que vean brillar el resplandor del Evangelio de la
gloria de Cristo, que es imagen de Dios.
5 No nos
predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a
nosotros como siervos vuestros por Jesús.
6 Pues el mismo Dios que dijo: De las
tinieblas brille la luz, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones,
para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios
que está en la faz de Cristo.
7 Pero llevamos
este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros.
8 Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas
no desesperados; 9 perseguidos, mas no abandonados; derribados,
mas no aniquilados.
10 Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el
morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro
cuerpo.
11 Pues, aunque vivimos, nos vemos
continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también
la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.
12 De modo que la muerte actúa en nosotros,
mas en vosotros la vida.
13 Pero teniendo aquel espíritu de fe
conforme a lo que está escrito: Creí, por eso hablé, también
nosotros creemos, y por eso hablamos, 14 sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará
con Jesús y nos presentará ante él juntamente con vosotros.
15 Y todo esto, para vuestro bien a fin de
que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de
Dios.
16 Por eso no desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre exterior se
va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día.
17 En efecto, la leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un
pesado caudal de gloria eterna, 18 a
cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas
visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas
las invisibles son eternas.
Capítulo 5: 2 Corintios 5
1 Porque sabemos que si esta tienda, que es
nuestra morada terrestre, se desmorona, tenemos un
edificio que es de Dios: una morada eterna, no hecha por mano humana,
que está en los cielos.
2 Y así gemimos en este estado, deseando ardientemente ser revestidos de nuestra
habitación celeste, 3 si es que
nos encontramos vestidos, y no desnudos.
4 ¡Sí!, los que estamos en esta tienda
gemimos abrumados. No es que queramos ser desvestidos, sino más bien
sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por
la vida.
5 Y el que nos ha destinado a eso es Dios, el cual nos ha dado en arras el Espíritu.
6 Así pues, siempre llenos de buen ánimo,
sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, vivimos lejos del Señor, 7 pues caminamos en la fe y no en la
visión.
8 Estamos, pues, llenos de buen ánimo y
preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor.
9 Por eso, bien en nuestro cuerpo, bien fuera
de él, nos afanamos por agradarle.
10 Porque es necesario que todos nosotros
seamos puestos al descubierto ante el tribunal de
Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida
mortal, el bien o el mal.
11 Por tanto, conociendo el temor del Señor,
tratamos de persuadir a los hombres, pues ante Dios
estamos al descubierto, como espero que ante vuestras conciencias
también estemos al descubierto.
12 No volvemos a recomendarnos ante vosotros;
solamente queremos daros ocasión para gloriaros de nosotros y así tengáis cómo responder a los que se glorían de lo
exterior, y no de lo que está en el corazón.
13 En efecto, si
hemos perdido el juicio, ha sido por Dios; y si somos sensatos, lo es
por vosotros.
14 Porque el amor de Cristo nos apremia al
pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron.
15 Y murió por todos, para que ya no vivan para sí los que
viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
16 Así que, en adelante, ya no conocemos a
nadie según la carne. Y si conocimos a Cristo según la carne, ya no le
conocemos así.
17 Por tanto, el
que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo.
18 Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo
por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación.
19 Porque en
Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las
transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de
la reconciliación.
20 Somos, pues, embajadores
de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de
Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!
21 A quien no conoció pecado, le hizo pecado
por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él.
Capítulo 6: 2 Corintios 6
1 Y como cooperadores suyos que somos, os
exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios.
2 Pues dice él: En el tiempo favorable te
escuché y en el día de salvación te ayudé. Mirad ahora el momento favorable;
mirad ahora el día de salvación.
3 A nadie damos ocasión alguna de tropiezo, para
que no se haga mofa del ministerio, 4
antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios: con mucha constancia en tribulaciones, necesidades,
angustias; 5 en azotes, cárceles, sediciones; en
fatigas, desvelos, ayunos; 6 en pureza, ciencia, paciencia, bondad;
en el Espíritu Santo, en caridad sincera, 7 en la palabra de verdad, en el poder de Dios; mediante
las armas de la justicia: las de la derecha y las de la izquierda; 8
en gloria e ignominia, en calumnia y en buena fama;
tenidos por impostores, siendo veraces; 9 como desconocidos, aunque bien conocidos; como quienes están a la
muerte, pero vivos; como castigados, aunque no condenados a muerte; 10 como tristes, pero siempre alegres; como
pobres, aunque enriquecemos a muchos; como quienes nada tienen, aunque todo lo
poseemos.
11 ¡Corintios!, os hemos hablado con toda
franqueza; nuestro corazón se ha abierto de par en par.
12 No está cerrado nuestro corazón para vosotros;
los vuestros sí que lo están para nosotros.
13 Correspondednos; os
hablo como a hijos; abríos también vosotros.
14 ¡No unciros en yugo desigual con los infieles! Pues ¿qué
relación hay entre la justicia y la iniquidad? ¿Qué unión entre la luz y
las tinieblas?
15 ¿Qué armonía entre Cristo y Beliar? ¿Qué
participación entre el fiel y el infiel?
16 ¿Qué conformidad entre el santuario de
Dios y el de los ídolos? Porque nosotros somos
santuario de Dios vivo, como dijo Dios: Habitaré en medio de ellos
y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
17 Por tanto, salid de entre ellos y
apartaos, dice el Señor. No toquéis cosa impura, y yo os acogeré.
18 Yo seré para vosotros padre, y vosotros seréis para mí
hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso.
Capítulo 7: 2 Corintios 7
1 Teniendo, pues, estas promesas, queridos
míos, purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu, consumando la santificación en el temor de Dios.
2 Dadnos lugar en vuestros corazones. A nadie hemos
ofendido; a nadie hemos arruinado; a nadie hemos explotado.
3 No os digo esto con ánimo de condenaros.
Pues acabo de deciros que en vida y muerte estáis
unidos en mi corazón.
4 Tengo plena confianza en hablaros; estoy
muy orgulloso de vosotros. Estoy lleno de consuelo
y sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones.
5 Efectivamente, en llegando a Macedonia, no
tuvo sosiego nuestra carne, sino, toda suerte de tribulaciones: por fuera, luchas; por dentro, temores.
6 Pero el Dios
que consuela a los humillados, nos consoló con la llegada de Tito, 7 y no sólo con su llegada, sino también con el consuelo que le
habíais proporcionado, comunicándonos vuestra añoranza, vuestro pesar, vuestro
celo por mí hasta el punto de colmarme de alegría.
8 Porque si os entristecí con mi carta, no me
pesa. Y si me pesó pues veo que aquella carta os entristeció, aunque no fuera
más que por un momento 9 ahora me
alegro. No por haberos entristecido, sino porque aquella
tristeza os movió a arrepentimiento. Pues os entristecisteis según Dios,
de manera que de nuestra parte no habéis sufrido perjuicio alguno.
10 En efecto, la tristeza según Dios produce
firme arrepentimiento para la salvación; mas la tristeza del mundo produce la
muerte.
11 Mirad qué ha producido entre vosotros esa
tristeza según Dios: ¡qué interés y qué disculpas, qué enojo, qué temor, qué
añoranza, qué celo, qué castigo! En todo habéis mostrado que erais inocentes en
este asunto.
12 Así pues, si os escribí no fue a causa del
que injurió, ni del que recibió la injuria. Fue para que se pusiera de
manifiesto entre vosotros ante Dios vuestro interés por nosotros.
13 Eso es lo que nos ha consolado. Y mucho
más que por este consuelo, nos hemos alegrado por el
gozo de Tito, cuyo espíritu fue tranquilizado por todos vosotros.
14 Y si en algo me he gloriado de vosotros
ante él, no he quedado avergonzado. Antes bien, así como os hemos dicho siempre
la verdad, así también el motivo de nuestra gloria ante Tito ha resultado
verdadero.
15 Y su corazón se inclina todavía más hacia vosotros al
recordar la obediencia de todos vosotros y cómo le acogisteis con temor
y temblor.
16 Me alegro de poder confiar totalmente en vosotros.
Capítulo 8: 2 Corintios 8
1 Os damos a conocer, hermanos,
la gracia que Dios ha otorgado a las Iglesias de Macedonia.
2 Pues, aunque
probados por muchas tribulaciones, su rebosante alegría y su extrema pobreza
han desbordado en tesoros de generosidad.
3 Porque atestiguo que según sus
posibilidades, y aun sobre sus posibilidades, espontáneamente 4 nos pedían con mucha insistencia la gracia de participar
en el servicio en bien de los santos.
5 Y superando nuestras esperanzas,
se entregaron a sí mismos, primero al Señor, y luego a nosotros, por voluntad
de Dios, 6 de forma que
rogamos a Tito llevara a buen término entre vosotros esta generosidad, tal
como la había comenzado.
7 Y del mismo modo que sobresalís en
todo: en fe, en palabra, en ciencia, en todo interés y en la caridad que os
hemos comunicado, sobresalid también en esta
generosidad.
8 No es una orden; sólo quiero, mediante el
interés por los demás, probar la sinceridad de vuestra caridad.
9 Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual,
siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su
pobreza.
10 Os doy un consejo sobre el
particular: que es lo que os conviene a vosotros, ya que desde el año pasado
habéis sido los primeros no sólo en hacer la colecta, sino también en tomar
la iniciativa.
11 Ahora llevadla también a cabo, de
forma que a vuestra prontitud en la iniciativa corresponda la realización conforme a vuestras posibilidades.
12 Pues si
hay prontitud de voluntad es bien acogida con lo que se tenga, y no importa
si nada se tiene.
13 No que paséis apuros para que
otros tengan abundancia, sino con igualdad.
14 Al presente, vuestra abundancia remedia su necesidad, para que la
abundancia de ellos pueda remediar también vuestra necesidad y reine la
igualdad, 15 como dice
la Escritura: El que mucho recogió, no tuvo de
más; y el que poco, no tuvo de menos.
16 ¡Gracias sean dadas a Dios, que
pone en el corazón de Tito el mismo interés por vosotros!, 17 pues aceptó mi ruego y, más solícito que nunca, por propia
iniciativa fue donde vosotros.
18 Con él enviamos al hermano, cuyo
renombre a causa del Evangelio se ha extendido por todas las Iglesias.
19 Y no sólo eso, sino que fue
designado por elección de todas las Iglesias como compañero
nuestro de viaje en esta generosidad, en que servimos nosotros para la gloria
del mismo Señor, por iniciativa nuestra.
20 Así evitaremos todo motivo de
reproche por esta abundante suma que administramos; 21 pues procuramos el bien no
sólo ante el Señor sino también ante los hombres.
22 Con ellos os enviamos también al hermano
nuestro, cuya solicitud tenemos ya comprobada muchas veces y de muchas
maneras; solicitud aún mayor ahora por la gran confianza que tiene en
vosotros.
23 En cuanto a Tito, es compañero y
colaborador mío cerca de vosotros; en cuanto a los demás hermanos, son los
delegados de las Iglesias: la gloria de Cristo.
24 Mostrad, pues, ante la faz de las
Iglesias, vuestra caridad y la razón de nuestro orgullo respecto de vosotros. |
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Capítulo 9: 2 Corintios 9
1 En cuanto a este servicio en favor de los
santos, me es superfluo escribiros.
2 Conozco, en efecto, vuestra prontitud de ánimo, de la que me glorío
ante los macedonios diciéndoles que Acaya está preparada desde el año pasado.
Y vuestro celo ha estimulado a muchísimos.
3 No obstante, os envío a los hermanos para
que nuestro motivo de gloria respecto de vosotros no se desvanezca en este
particular y estéis preparados como os decía.
4 No sea que vayan los macedonios conmigo y
os encuentren sin prepararos, y nuestra gran confianza se torne en confusión
nuestra, por no decir vuestra.
5 Por tanto, he creído necesario rogar a
los hermanos que vayan antes donde vosotros y preparen de antemano vuestros
ya anunciados generosos dones, a fin de que sean preparados como dones generosos y no como una tacañería.
6 Mirad: el que
siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en
abundancia, cosechará también en abundancia.
7 Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana
ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría.
8 Y poderoso es Dios para colmaros de toda gracia a fin
de que teniendo, siempre y en todo, todo lo necesario, tengáis aún sobrante para toda obra buena.
9 Como está escrito: Repartió
a manos llenas; dio a los pobres; su justicia
permanece eternamente.
10 Aquel que provee de simiente al sembrador
y de pan para su alimento, proveerá y multiplicará vuestra sementera y aumentará los frutos de vuestra justicia.
11 Sois ricos en todo para toda largueza,
la cual provocará por nuestro medio acciones de gracias a Dios.
12 Porque el servicio de esta ofrenda no
sólo provee a las necesidades de los santos, sino que redunda también en abundantes acciones de gracias a Dios.
13 Experimentando este servicio, glorifican
a Dios por vuestra obediencia en la profesión del Evangelio de Cristo y por
la generosidad de vuestra comunión con ellos
y con todos.
14 Y con su oración por vosotros,
manifiestan su gran afecto hacia vosotros a causa de la
gracia sobreabundante que en vosotros ha derramado Dios.
15 ¡Gracias sean dadas a Dios por su don inefable!
Capítulo 10: 2 Corintios 10
1 Soy yo, Pablo en persona, quien os suplica por la mansedumbre y la benignidad de Cristo,
yo tan humilde cara a cara entre vosotros, y tan
atrevido con vosotros desde lejos.
2 Os ruego que no tenga que mostrarme
atrevido en presencia vuestra, con esa audacia con que pienso atreverme
contra algunos que consideran procedemos según la carne.
3 Pues aunque vivimos en la carne no combatimos según la carne.
4 ¡No!, las
armas de nuestro combate no son carnales, antes bien, para la causa de
Dios, son capaces de arrasar fortalezas. Deshacemos sofismas 5
y toda altanería que se subleva contra el
conocimiento de Dios y reducimos a cautiverio todo entendimiento para obediencia de Cristo.
6 Y estamos dispuestos a castigar toda
desobediencia cuando vuestra obediencia sea perfecta.
7 ¡Mirad cara a cara! Si alguien cree ser
de Cristo, considere una vez más dentro de sí mismo esto: si él es de Cristo,
también lo somos nosotros.
8 Y aun cuando me gloriara excediéndome
algo, respecto de ese poder nuestro que el Señor
nos dio para edificación vuestra y no para ruina, no me avergonzaría.
9 Pues no quiero aparecer como que os
atemorizo con mis cartas.
10 Porque se dice que las cartas son
severas y fuertes, mientras que la presencia del cuerpo es pobre y la palabra
despreciable.
11 Piense ese tal que lo que somos a
distancia y de palabra por carta, lo seremos también de cerca y de obra.
12 Ciertamente no
osamos igualarnos ni compararnos a algunos que se recomiendan a sí mismos.
Midiéndose a sí mismos según su opinión y comparándose consigo mismos,
obran sin sentido.
13 Nosotros, en cambio, no nos gloriaremos
desmesuradamente; antes bien, nos mediremos a
nosotros mismos por la norma que Dios mismo nos ha asignado como medida
al hacernos llegar también hasta vosotros.
14 Porque no traspasamos los límites
debidos, como sería si no hubiéramos llegado hasta vosotros; hasta vosotros
hemos llegado con el Evangelio de Cristo.
15 No nos gloriamos desmesuradamente a costa de los
trabajos de los demás; sino que esperamos,
mediante el progreso de vuestra fe, engrandecernos cada vez más en vosotros conforme
a nuestra norma, 16 extendiendo el
Evangelio más allá de vosotros en lugar de gloriarnos en territorio ajeno por
trabajos ya realizados.
17 El que se gloríe, gloríese en el Señor.
18 Que no es hombre de probada virtud el
que a sí mismo se recomienda, sino aquel a
quien el Señor recomienda.
Capítulo 11: 2 Corintios 11
1 ¡Ojalá pudierais soportar un poco mi
necedad! ¡Sí que me la soportáis!
2 Celoso estoy de vosotros con celos de
Dios. Pues os tengo desposados con un solo esposo
para presentaros cual casta virgen a Cristo.
3 Pero temo que, al igual que la serpiente
engañó a Eva con su astucia, se perviertan vuestras mentes apartándose de la
sinceridad con Cristo.
4 Pues, cualquiera que se presenta
predicando otro Jesús del que os prediqué, y os proponga recibir un Espíritu
diferente del que recibisteis, y un Evangelio diferente del que abrazasteis
¡lo toleráis tan bien!
5 Sin embargo, no me juzgo en nada inferior
a esos "superapóstoles".
6 Pues si
carezco de elocuencia, no así de ciencia; que en todo y en presencia
de todos os lo hemos demostrado.
7 ¿Acaso tendré yo culpa porque me abajé a mí mismo para ensalzaros a vosotros
anunciándoos gratuitamente el Evangelio de Dios?
8 A otras Iglesias despojé, recibiendo de
ellas con qué vivir para serviros.
9 Y estando entre vosotros y necesitado, no
fui gravoso a nadie; fueron los hermanos llegados
de Macedonia los que remediaron mi necesidad. En todo evité el seros
gravoso, y lo seguiré evitando.
10 ¡Por la verdad de Cristo que está en mí!, que esta
gloria no me será arrebatada en las regiones de Acaya.
11 ¿Por qué? ¿Porque no os amo? ¡Dios lo
sabe!
12 Y lo que hago, continuaré haciéndolo
para quitar todo pretexto a los que lo buscan con el fin de ser iguales a
nosotros en lo que se glorían.
13 Porque esos tales son unos falsos apóstoles, unos trabajadores engañosos, que se
disfrazan de apóstoles de Cristo.
14 Y nada tiene de extraño: que el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz.
15 Por tanto, no es mucho que sus ministros
se disfracen también de ministros de justicia.
Pero su fin será conforme a sus obras.
16 Digo una vez más que nadie me tome por
fatuo; pero, aunque sea como fatuo, permitidme que también me gloríe yo un
poco.
17 Lo que os voy a decir, no lo diré según
el Señor, sino como en un acceso de locura, en la seguridad de tener algo de
qué gloriarme.
18 Ya que tantos otros se glorían según la
carne, también yo me voy a gloriar.
19 Gustosos soportáis a los fatuos,
¡vosotros que sois sensatos!
20 Soportáis que os esclavicen, que os
devoren, que os roben, que se engrían, que os abofeteen.
21 Para vergüenza vuestra lo digo; ¡como si
nos hubiéramos mostrado débiles! En cualquier cosa en que alguien presumiere
es una locura lo que digo también presumo yo.
22 ¿Que son hebreos? También yo lo soy. ¿Que son
israelitas? ¡También yo! ¿Son descendencia de Abraham? ¡También yo!
23 ¿Ministros de Cristo? ¡Digo una locura!
¡Yo más que ellos! Más en trabajos; más en cárceles; muchísimo más en azotes;
en peligros de muerte, muchas veces.
24 Cinco veces recibí de los judíos
cuarenta azotes menos uno.
25 Tres veces fui azotado con varas; una
vez apedreado; tres veces naufragué; un día y una noche pasé en el abismo.
26 Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de
salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros
en ciudad; peligros en despoblado; peligros por mar; peligros entre falsos
hermanos; 27 trabajo y fatiga; noches sin dormir,
muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez.
28 Y aparte de otras cosas, mi
responsabilidad diaria: la preocupación por todas las Iglesias.
29 ¿Quién desfallece sin que desfallezca
yo? ¿Quién sufre escándalo sin que yo me abrase?
30 Si hay que gloriarse, en mi
flaqueza me gloriaré.
31 El Dios y Padre del Señor Jesús, ¡bendito sea por
todos los siglos!, sabe que no miento.
32 En Damasco, el etnarca del rey Aretas tenía puesta
guardia en la ciudad de los damascenos con el fin de prenderme.
33 Por una ventana y en una espuerta fui
descolgado muro abajo. Así escapé de sus manos.
Capítulo 12: 2 Corintios 12
1 ¿Que hay que gloriarse? aunque no trae
ninguna utilidad; pues vendré a las visiones y revelaciones del Señor.
2 Sé de un
hombre en Cristo, el cual hace catorce años si en el cuerpo o fuera
del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe fue arrebatado
hasta el tercer cielo.
3 Y sé que este hombre en el cuerpo o fuera
del cuerpo del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe 4 fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre
no puede pronunciar.
5 De ese tal me gloriaré; pero en cuanto a mí, sólo me
gloriaré en mis flaquezas.
6 Si pretendiera gloriarme no haría el
fatuo, diría la verdad. Pero me abstengo de ello. No sea que alguien se forme
de mí una idea superior a lo que en mí ve u oye de mí.
7 Y por eso, para
que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que
me abofetea para que no me engría.
8 Por este motivo tres veces rogué al Señor
que se alejase de mí.
9 Pero él me dijo: "Mi
gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza". Por tanto, con sumo
gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí
la fuerza de Cristo.
10 Por eso me complazco en mis
flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las
angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy
débil, entonces es cuando soy fuerte.
11 ¡Vedme aquí hecho un loco! Vosotros me
habéis obligado. Pues vosotros debíais recomendarme, porque en nada he sido
inferior a esos "superapóstoles", aunque nada soy.
12 Las características del apóstol se
vieron cumplidas entre vosotros: paciencia
perfecta en los sufrimientos y también señales, prodigios y milagros.
13 Pues ¿en qué habéis sido inferiores a
las demás Iglesias, excepto en no haberos sido yo gravoso? ¡Perdonadme este
agravio!
14 Mirad, es la tercera vez que estoy a
punto de ir a vosotros, y no os seré gravoso, pues no busco vuestras cosas
sino a vosotros. Efectivamente, no corresponde a los hijos atesorar para los
padres, sino a los padres atesorar para los
hijos.
15 Por mi parte, muy gustosamente gastaré y
me desgastaré totalmente por vuestras almas. Amándoos más ¿seré yo menos amado?
16 Es verdad, en nada os fui gravoso; pero
en mi astucia, os capturé con dolo.
17 ¿Acaso os exploté por alguno de los que
os envié?
18 Invité a Tito y mandé con él al hermano.
¿Os ha explotado acaso Tito? ¿No hemos obrado
según el mismo espíritu? ¿No hemos seguido las mismas huellas?
19 Hace tiempo, pensáis, que nos estamos
justificando delante de vosotros. Delante de Dios, en Cristo, estamos
hablando. Y todo esto, queridos míos, para edificación vuestra.
20 En efecto, temo
que a mi llegada no os encuentre como yo querría; ni me encontréis
como querríais: que haya discordias,
envidias, iras, disputas, calumnias, murmuraciones, insolencias, desórdenes.
21 Temo que en mi próxima visita el Señor
me humille por causa vuestra y tenga que llorar por muchos que anteriormente
pecaron y no se convirtieron de sus actos de impureza, fornicación y
libertinaje.
Capítulo 13: 2 Corintios 13
1 Por tercera vez voy a vosotros. Por la
palabra de dos o tres testigos se zanjará todo asunto.
2 Ya lo tengo dicho a los que anteriormente
pecaron y a todos los demás, y vuelvo a decirlo de antemano ahora que estoy
ausente, lo mismo que la segunda vez estando presente: Si vuelvo otra vez,
obraré sin miramientos, 3 ya que
queréis una prueba de que habla en mí Cristo, el
cual no es débil para con vosotros, sino poderoso entre vosotros.
4 Pues, ciertamente, fue crucificado en razón de su flaqueza, pero está vivo
por la fuerza de Dios. Así también nosotros: somos débiles en él, pero
viviremos con él por la fuerza de Dios sobre vosotros.
5 Examinaos vosotros mismos si estáis en la
fe. Probaos a vosotros mismos. ¿No reconocéis que
Jesucristo está en vosotros? ¡A no ser que os encontréis ya
reprobados!
6 Espero que reconoceréis que nosotros no estamos
reprobados.
7 Rogamos a Dios que no hagáis mal alguno. No
para que nosotros aparezcamos probados, sino para
que obréis el bien, aun cuando quedáramos nosotros reprobados.
8 Pues nada podemos
contra la verdad, sino sólo a favor de la verdad.
9 Ciertamente, nos alegramos cuando somos
nosotros débiles y vosotros fuertes. Lo que pedimos es vuestro
perfeccionamiento.
10 Por eso os
escribo esto ausente, para que, presente, no tenga que obrar con severidad
conforme al poder que me otorgó el Señor para edificar y no para destruir.
11 Por lo demás, hermanos, alegraos; sed perfectos; animaos; tened un mismo sentir; vivid en
paz, y el Dios de la caridad y de la paz estará con vosotros.
12 Saludaos mutuamente con el beso santo. Todos los santos os saludan.
13 La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la
comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros.
d) A LOS GÁLATAS:
Capítulo 1: Gálatas 1
1 Pablo, apóstol, no de parte de los
hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y Dios Padre,
que le resucitó de entre los muertos, 2 y todos los hermanos que conmigo están, a las Iglesias de
Galacia.
3 Gracia a
vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo, 4 que se entregó a sí mismo por nuestros pecados, para
librarnos de este mundo perverso, según la voluntad de nuestro Dios y Padre, 5 a quien sea la gloria por los siglos de los siglos.
Amén.
6 Me maravillo de que abandonando al que os
llamó por la gracia de Cristo, os paséis tan pronto a otro evangelio 7 no que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren
deformar el Evangelio de Cristo.
8 Pero aun cuando nosotros mismos o un
ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos
anunciado, ¡sea anatema!
9 Como lo tenemos dicho, también ahora lo
repito: Si alguno os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido,
¡sea anatema!
10 Porque ¿busco
yo ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O es que intento
agradar a los hombres? Si todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería
siervo de Cristo.
11 Porque os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí, no es de orden humano, 12 pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno,
sino por revelación de Jesucristo.
13 Pues ya estáis enterados de mi conducta anterior en el Judaísmo, cuán
encarnizadamente perseguía a la Iglesia de Dios y
la devastaba, 14 y cómo
sobrepasaba en el Judaísmo a muchos de mis compatriotas contemporáneos, superándoles en el
celo por las tradiciones de mis padres.
15 Mas, cuando Aquel
que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia,
tuvo a bien 16 revelar en mí a su
Hijo, para que le anunciase entre los gentiles, al punto, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre, 17 sin subir a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a
mí, me fui a Arabia, de donde nuevamente volví a Damasco.
18 Luego, de allí a tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y permanecí
quince días en su compañía.
19 Y no vi a ningún otro apóstol, y sí a
Santiago, el hermano del Señor.
20 Y en lo que os escribo, Dios me es
testigo de que no miento.
21 Luego me fui a las regiones de Siria y
Cilicia; 22 pero personalmente no me
conocían las Iglesias de Judea que están en Cristo.
23 Solamente habían oído decir: "El que antes nos perseguía ahora anuncia la buena
nueva de la fe que entonces quería destruir".
24 Y glorificaban a Dios a causa de mí.
Capítulo 2: Gálatas 2
1 Luego, al cabo de catorce
años, subí nuevamente a Jerusalén con
Bernabé, llevando conmigo también a Tito.
2 Subí movido
por una revelación y les expuse el Evangelio que proclamo entre los
gentiles tomando aparte a los notables para saber si corría o había corrido
en vano.
3 Pues bien, ni siquiera Tito que
estaba conmigo, con ser griego, fue obligado a circuncidarse.
4 Pero, a causa de los intrusos,
los falsos hermanos que solapadamente se infiltraron para espiar la
libertad que tenemos en Cristo Jesús, con el fin de reducirnos a
esclavitud, 5 a quienes ni
por un instante cedimos, sometiéndonos, a fin de salvaguardar para vosotros
la verdad del Evangelio.
6 Y de parte de los que eran
tenidos por notables ¡qué me importa lo que fuesen!: en Dios no hay acepción de personas en todo caso,
los notables nada nuevo me impusieron.
7 Antes al contrario, viendo que
me había sido confiada la evangelización de los incircuncisos, al igual que
a Pedro la de los circuncisos, 8 pues el que actuó en Pedro para hacer de él un apóstol
de los circuncisos, actuó también en mí para hacerme apóstol de los
gentiles 9 y reconociendo la gracia que me había sido concedida,
Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron
la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: nosotros nos iríamos a los
gentiles y ellos a los circuncisos; 10 sólo que nosotros debíamos tener presentes a los pobres,
cosa que he procurado cumplir con todo esmero.
11 Mas, cuando vino Cefas a
Antioquía, me enfrenté con él cara a cara, porque era digno de reprensión.
12 Pues antes que llegaran algunos
del grupo de Santiago, comía en compañía de los gentiles; pero una vez que
aquéllos llegaron, se le vio recatarse y separarse por temor de los
circuncisos.
13 Y los demás judíos le imitaron
en su simulación, hasta el punto de que el
mismo Bernabé se vio arrastrado por la simulación de ellos.
14 Pero en cuanto vi que no
procedían con rectitud, según la verdad del Evangelio, dije a Cefas en
presencia de todos: "Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como
judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?"
15 Nosotros somos judíos de
nacimiento y no gentiles pecadores; a pesar de todo, 16 conscientes de que el hombre no se justifica por las
obras de la ley sino sólo por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos
creído en Cristo Jesús a fin de conseguir
la justificación por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley, pues
por las obras de la ley nadie será justificado.
17 Ahora bien, si buscando nuestra
justificación en Cristo, resulta que también nosotros somos pecadores,
¿estará Cristo al servicio del pecado? ¡De ningún modo!
18 Pues si vuelvo a edificar lo
que una vez destruí, a mí mismo me declaro transgresor.
19 En efecto, yo por la ley he
muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con
Cristo estoy crucificado: 20 y no vivo yo, sino que es
Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo
en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí.
21 No tengo por inútil la gracia
de Dios, pues si por la ley se obtuviera la
justificación, entonces hubiese muerto Cristo en vano. |
Capítulo 3: Gálatas 3
1 ¡Oh insensatos gálatas! ¿Quién os fascinó
a vosotros, a cuyos ojos fue presentado Jesucristo crucificado?
2 Quiero saber de vosotros una sola cosa:
¿recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por la fe en la
predicación?
3 ¿Tan insensatos sois? Comenzando por
espíritu, ¿termináis ahora en carne?
4 ¿Habéis pasado en vano por tales
experiencias? ¡Pues bien en vano sería!
5 El que os otorga, pues, el Espíritu y
obra milagros entre vosotros, ¿lo hace porque observáis la ley o porque tenéis
fe en la predicación?
6 Así Abraham creyó en Dios y le fue
reputado como justicia.
7 Tened, pues, entendido que los que viven
de la fe, ésos son los hijos de Abraham.
8 La Escritura, previendo que Dios
justificaría a los gentiles por la fe, anunció con antelación a Abraham esta
buena nueva: En ti serán bendecidas todas
las naciones.
9 Así pues, los que viven de la fe son
bendecidos con Abraham el creyente.
10 Porque todos los que viven de las obras
de la ley incurren en maldición. Pues dice la Escritura: Maldito todo
el que no se mantenga en la práctica de todos los preceptos escritos en el
libro de la Ley.
11 Y que la ley
no justifica a nadie ante Dios es cosa evidente, pues el justo vivirá
por la fe; 12 pero la ley no procede de la fe,
sino que quien practique sus preceptos, vivirá por ellos.
13 Cristo nos rescató de la maldición de la
ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura:
Maldito todo el que está colgado de un madero, 14 a fin de que llegara a los gentiles, en Cristo Jesús, la
bendición de Abraham, y por la fe recibiéramos el
Espíritu de la Promesa.
15 Hermanos, voy a explicarme al modo
humano: aun entre los hombres, nadie anula ni añade nada a un testamento
hecho en regla.
16 Pues bien, las promesas fueron dirigidas
a Abraham y a su descendencia. No dice: "y a los
descendientes", como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu
descendencia, es decir, a Cristo.
17 Y digo yo: Un testamento ya hecho por
Dios en debida forma, no puede ser anulado por la ley, que llega 430 años más
tarde, de tal modo que la promesa quede anulada.
18 Pues si la herencia dependiera de la
ley, ya no procedería de la promesa, y sin embargo, Dios otorgó a Abraham su
favor en forma de promesa.
19 Entonces, ¿para qué la ley? Fue añadida
en razón de las transgresiones hasta que llegase la descendencia, a quien iba
destinada la promesa, ley que fue promulgada por
los ángeles y con la intervención de un mediador.
20 Ahora bien, cuando hay uno solo no hay
mediador, y Dios es uno solo.
21 Según eso, ¿la ley se opone a las
promesas de Dios? ¡De ningún modo! Si de hecho se
nos hubiera otorgado una ley capaz de vivificar, en ese caso la justicia
vendría realmente de la ley.
22 Pero, de hecho, la Escritura encerró
todo bajo el pecado, a fin de que la Promesa fuera otorgada a los creyentes
mediante la fe en Jesucristo.
23 Y así, antes de que llegara la fe,
estábamos encerrados bajo la vigilancia de la ley, en espera de la fe que
debía manifestarse.
24 De manera que la
ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo, para ser justificados por
la fe.
25 Mas, una vez llegada la fe, ya no
estamos bajo el pedagogo.
26 Pues todos
sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
27 En efecto, todos los bautizados en
Cristo os habéis revestido de Cristo: 28 ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre;
ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois
uno en Cristo Jesús.
29 Y si sois de Cristo, ya sois
descendencia de Abraham, herederos según la
Promesa.
Capítulo 4: Gálatas 4
1 Pues yo digo: Mientras el heredero es
menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo, con ser dueño de todo; 2 sino que está bajo tutores y administradores hasta el tiempo
fijado por el padre.
3 De igual manera, también nosotros, cuando
éramos menores de edad, vivíamos como esclavos bajo los elementos del mundo.
4 Pero, al llegar la plenitud de los
tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de
mujer, nacido bajo la ley, 5 para rescatar a los que se hallaban bajo la ley,
y para que recibiéramos la filiación adoptiva.
6 La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su
Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!
7 De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo,
también heredero por voluntad de Dios.
8 Pero en otro tiempo, cuando no
conocíais a Dios, servíais a los que en realidad
no son dioses.
9 Mas, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor,
que él os ha conocido, ¿cómo retornáis a esos
elementos sin fuerza ni valor, a los cuales queréis volver a servir de nuevo?
10 Andáis observando los días, los meses,
las estaciones, los años.
11 Me hacéis temer no haya sido en vano
todo mi afán por vosotros.
12 Os ruego que os hagáis como yo, pues yo
me hice como vosotros. Ningún agravio me hicisteis.
13 Pero bien sabéis que una enfermedad me dio ocasión para evangelizaros
por primera vez; 14 y, no obstante
la prueba que suponía para vosotros mi cuerpo, no me mostrasteis desprecio ni
repulsa, sino que me recibisteis como a un ángel
de Dios: como a Cristo Jesús.
15 ¿Dónde están ahora los parabienes que os
dabais? Pues yo mismo puedo atestiguaros que os
hubierais arrancado los ojos, de haber sido posible, para dármelos.
16 ¿Es que me he vuelto enemigo vuestro diciéndoos la
verdad?
17 El celo que ésos muestran por
vosotros no es bueno; quieren alejaros de mí para que mostréis celo por
ellos.
18 Bien está procurarse el celo de otros
para el bien, siempre, y no sólo cuando yo estoy entre vosotros, 19 ¡hijos míos!, por quienes sufro de
nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros.
20 Quisiera hallarme ahora en medio de
vosotros para poder acomodar el tono de mi voz, pues no sé cómo habérmelas
con vosotros.
21 Decidme vosotros, los que queréis estar
sometidos a la ley: ¿No oís la ley?.
22 Pues dice la Escritura que Abraham tuvo
dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre.
23 Pero el de la esclava nació según la
naturaleza; el de la libre, en virtud de la Promesa.
24 Hay en ello una alegoría: estas mujeres
representan dos alianzas; la primera, la del monte Sinaí, madre de los
esclavos, es Agar, 25 (pues el monte
Sinaí está en Arabia) y corresponde a la Jerusalén actual, que es esclava, y
lo mismo sus hijos.
26 Pero la Jerusalén de arriba es libre;
ésa es nuestra madre, 27 pues dice
la Escritura: Regocíjate estéril, la que no
das hijos; rompe en gritos de júbilo, la que no conoces los dolores de parto,
que más son los hijos de la abandonada que los de la casada.
28 Y vosotros, hermanos, a la manera de
Isaac, sois hijos de la Promesa.
29 Pero, así como entonces el nacido según
la naturaleza perseguía al nacido según el espíritu, así también ahora.
30 Pero ¿qué dice la Escritura?
Despide a la esclava y a su hijo, pues no ha de heredar el hijo de la esclava
juntamente con el hijo de la libre.
31 Así que, hermanos, no somos hijos de la
esclava, sino de la libre.
Capítulo 5: Gálatas 5
1 Para ser libres nos
libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir
nuevamente bajo el yugo de la esclavitud.
2 Soy yo, Pablo, quien os lo dice:
Si os dejáis circuncidar, Cristo no os aprovechará nada.
3 De nuevo declaro a todo hombre
que se circuncida que queda obligado a practicar toda la ley.
4 Habéis roto con Cristo todos
cuantos buscáis la justicia en la ley. Os habéis apartado de la gracia.
5 Pues a nosotros nos mueve el
Espíritu a aguardar por la fe los bienes esperados por la justicia.
6 Porque en Cristo Jesús ni la
circuncisión ni la incircuncisión tienen valor, sino solamente la fe que
actúa por la caridad.
7 Comenzasteis bien vuestra
carrera, ¿quién os puso obstáculo para no seguir a la verdad?
8 Semejante persuasión no proviene
de Aquel que os llama.
9 Un poco de levadura fermenta
toda la masa.
10 Por mi parte, confío en
el Señor que vosotros no pensaréis de otra manera; pero el que os perturba
llevará su castigo, quienquiera que sea.
11 En cuanto a mí, hermanos, si
aún predico la circuncisión, ¿por qué soy todavía perseguido? ¡Pues se
acabó ya el escándalo de la cruz!
12 ¡Ojalá que se mutilaran los que
os perturban!
13 Porque, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; sólo que
no toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos por amor los unos a los otros.
14 Pues toda la ley alcanza su
plenitud en este solo precepto: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo.
15 Pero si os mordéis y os
devoráis mutuamente, ¡mirad no vayáis mutuamente a destruiros!
16 Por mi parte os digo: Si vivís
según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne.
17 Pues la carne tiene apetencias
contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son
entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais.
18 Pero, si sois conducidos por el
Espíritu, no estáis bajo la ley.
19 Ahora bien, las obras de la
carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, 20 idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras,
rencillas, divisiones, disensiones, 21 envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre
las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas
no heredarán el Reino de Dios.
22 En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz,
paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, 23 mansedumbre, dominio de sí; contra tales
cosas no hay ley.
24 Pues los que son de Cristo
Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias.
25 Si vivimos según el Espíritu,
obremos también según el Espíritu.
26 No busquemos la gloria vana
provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente. |
Capítulo 6: Gálatas 6
1 Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta,
vosotros, los espirituales, corregidle con
espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú
puedes ser tentado.
2 Ayudaos mutuamente a llevar
vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo.
3 Porque si
alguno se imagina ser algo, no siendo nada, se engaña a sí mismo.
4 Examine cada cual su propia
conducta y entonces tendrá en sí solo, y no en otros, motivo para
glorificarse, 5 pues cada
uno tiene que llevar su propia carga.
6 Que el discípulo haga partícipe
en toda suerte de bienes al que le instruye en la Palabra.
7 No os engañéis; de Dios nadie se
burla. Pues lo que uno siembre, eso cosechará:
8 el que siembre en su
carne, de la carne cosechará corrupción; el que
siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna.
9 No nos cansemos de obrar el
bien; que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos.
10 Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a
todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe.
11 Mirad con qué letras tan
grandes os escribo de mi propio puño.
12 Los que quieren ser bien vistos
en lo humano, ésos os fuerzan a circuncidaros, con el único fin de evitar
la persecución por la cruz de Cristo.
13 Pues ni siquiera esos mismos que
se circuncidan cumplen la ley; sólo desean veros circuncidados para
gloriarse en vuestra carne.
14 En cuanto a mí ¡Dios me libre gloriarme si nos es en la cruz de
nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y
yo un crucificado para el mundo!
15 Porque nada cuenta ni la
circuncisión, ni la incircuncisión, sino la creación nueva.
16 Y para todos los que se sometan
a esta regla, paz y misericordia, lo mismo que para el Israel de Dios.
17 En adelante nadie me moleste,
pues llevo sobre mi cuerpo las señales de Jesús.
18 Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con
vuestro espíritu. Amén.
|
A LOS EFESIOS
Capítulo 1: Efesios 1
1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad
de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús.
2 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios,
nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los
cielos, en Cristo; 4 por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor;
5 eligiéndonos de antemano para ser
sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su
voluntad, 6 para alabanza de la gloria
de su gracia con la que nos agració en el Amado.
7 En él tenemos por medio de su sangre la
redención, el perdón de los delitos, según la
riqueza de su gracia 8 que ha prodigado sobre nosotros
en toda sabiduría e inteligencia, 9
dándonos a conocer el Misterio de su voluntad según el benévolo designio que en él se propuso de antemano, 10 para realizarlo en la plenitud de los
tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y
lo que está en la tierra.
11 A él, por quien entramos en
herencia, elegidos de antemano según el previo designio del que realiza todo
conforme a la decisión de su voluntad, 12 para ser nosotros alabanza de su gloria,
los que ya antes esperábamos en Cristo.
13 En él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, el
Evangelio de vuestra salvación, y creído también en
él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la Promesa, 14 que es prenda de nuestra herencia, para
redención del Pueblo de su posesión, para alabanza de su gloria.
15 Por eso, también yo, al tener noticia de
vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestra caridad para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros
recordándoos en mis oraciones, 17 para que el Dios de nuestro Señor
Jesucristo, el Padre de la gloria, os
conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle
perfectamente; 18 iluminando los ojos de vuestro corazón
para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por
él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en
herencia a los santos, 19 y
cuál la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes,
conforme a la eficacia de su fuerza poderosa, 20 que desplegó en Cristo, resucitándole de entre
los muertos y sentándole a su diestra en los
cielos, 21 por encima de todo Principado,
Potestad, Virtud, Dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo en
este mundo sino también en el venidero.
22 Bajo sus pies sometió todas la cosas y le
constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, 23 que es su Cuerpo, la Plenitud del que
lo llena todo en todo.
Capítulo 2: Efesios 2
1 Y a vosotros que estabais muertos en
vuestros delitos y pecados,
2 en los cuales vivisteis en otro tiempo
según el proceder de este mundo, según el Príncipe del imperio del aire, el
Espíritu que actúa en los rebeldes, 3
entre ellos vivíamos también todos nosotros en otro tiempo en medio de las
concupiscencias de nuestra carne, siguiendo las apetencias de la carne y de los
malos pensamientos, destinados por naturaleza, como los demás, a la Cólera, 4 Pero Dios, rico en misericordia, por el
grande amor con que nos amo, 5
estando muertos a
causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo, por gracia
habéis sido salvados, 6 y con él nos resucitó y nos hizo sentar
en los cielos en Cristo Jesús, 7 a fin de mostrar en los siglos
venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con
nosotros en Cristo Jesús.
8 Pues habéis
sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros,
sino que es un don de Dios; 9 tampoco
viene de las obras, para que nadie se gloríe.
10 En efecto, hechura suya somos: creados en
Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que
practicáramos.
11 Así que, recordad cómo en otro tiempo
vosotros, los gentiles según la carne, llamados incircuncisos por la que se
llama circuncisión, por una operación practicada en la carne, 12 estabais a la sazón lejos de Cristo, excluidos de
la ciudadanía de Israel y extraños a las alianzas
de la Promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
13 Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los
que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a
estar cerca por la sangre de Cristo.
14 Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno,
derribando el muro que los separaba, la enemistad, 15 anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus
preceptos, para crear en sí mismo, de los
dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz, 16 y reconciliar con Dios a ambos en un
solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad.
17 Vino a anunciar la paz: paz a vosotros que estabais
lejos, y paz a los que estaban cerca.
18 Pues por él, unos y otros tenemos libre acceso al Padre
en un mismo Espíritu.
19 Así pues, ya
no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y
familiares de Dios, 20 edificados
sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la
piedra angular Cristo mismo, 21 en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un
templo santo en el Señor, 22 en quien también vosotros estáis siendo juntamente edificados,
hasta ser morada de Dios en el Espíritu.
Capítulo 3: Efesios 3
1 Por lo cual yo, Pablo, el prisionero de
Cristo por vosotros los gentiles, 2 si
es que conocéis la misión de la gracia que Dios me concedió en orden a
vosotros: 3 cómo me fue comunicado por
una revelación el conocimiento del Misterio, tal como brevemente acabo de
exponeros.
4 Según esto, leyéndolo podéis entender mi
conocimiento del Misterio de Cristo; 5 Misterio que en generaciones pasadas no fue dado a conocer a los
hombres, como ha sido ahora revelado a sus santos apóstoles y profetas por el
Espíritu: 6 que
los gentiles sois coherederos, miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la
misma Promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio, 7 del cual he llegado a ser ministro, conforme al don de la gracia de
Dios a mí concedida por la fuerza de su poder.
8 A mí, el menor de todos los santos, me fue concedida esta
gracia: la de anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de Cristo, 9 y esclarecer cómo se ha dispensado el Misterio escondido desde siglos
en Dios, Creador de todas las cosas, 10 para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora manifestada a
los Principados y a las Potestades en los cielos, mediante la Iglesia, 11 conforme al previo designio eterno que
realizó en Cristo Jesús, Señor nuestro, 12 quien, mediante la fe en él, nos da valor para llegarnos
confiadamente a Dios.
13 Por lo cual os ruego no os desaniméis a causa de las tribulaciones que
por vosotros padezco, pues ellas son vuestra gloria.
14 Por eso doblo mis rodillas ante el Padre, 15
de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, 16 para que os conceda, según la riqueza de
su gloria, que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre
interior, 17 que Cristo
habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el
amor, 18 podáis
comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y
la profundidad, 19 y conocer el
amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando
hasta la total Plenitud de Dios.
20 A Aquel que tiene poder para realizar
todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar,
conforme al poder que actúa en nosotros, 21 a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones y todos los
tiempos. Amén.
Capítulo 4: Efesios 4
1 Os exhorto, pues, yo, preso
por el Señor, a que viváis de una manera digna de
la vocación con que habéis sido llamados, 2 con toda humildad, mansedumbre y paciencia,
soportándoos unos a otros por amor, 3 poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu
con el vínculo de la paz.
4 Un solo Cuerpo y un solo Espíritu,
como una es la esperanza a que habéis sido
llamados.
5 Un solo Señor, una sola fe, un
solo bautismo, 6 un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos,
por todos y en todos.
7 A cada uno de nosotros le ha sido
concedido el favor divino a la medida de los
dones de Cristo.
8 Por eso dice: Subiendo a la
altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres.
9 ¿Qué quiere decir
"subió" sino que también bajó a las
regiones inferiores de la tierra?
10 Este que bajó es el mismo que
subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo.
11 El mismo "dio" a unos el ser apóstoles; a otros, profetas;
a otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros, 12 para el recto ordenamiento de
los santos en orden a las funciones del ministerio, para edificación del Cuerpo de Cristo, 13 hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del
conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la
madurez de la plenitud de Cristo.
14 Para que no seamos ya niños,
llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y de la astucia que conduce engañosamente al error, 15 antes bien, siendo sinceros en
el amor, crezcamos en todo hasta Aquel que es la Cabeza, Cristo, 16 de quien todo el Cuerpo recibe trabazón y cohesión por
medio de toda clase de junturas que llevan la nutrición según la actividad
propia de cada una de las partes, realizando así el crecimiento del cuerpo para su edificación en el amor.
17 Os digo, pues, esto y os conjuro
en el Señor, que no viváis ya como viven los
gentiles, según la vaciedad de su mente, 18 sumergido su pensamiento en las tinieblas y excluidos
de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, por la dureza
de su cabeza 19 los cuales,
habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al libertinaje, hasta
practicar con desenfreno toda suerte de impurezas.
20 Pero no es éste el Cristo que
vosotros habéis aprendido, 21
si es que habéis oído hablar de él y en él habéis sido enseñados conforme a
la verdad de Jesús 22 a despojaros, en cuanto a vuestra vida anterior, del
hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias, 23 a renovar el espíritu de vuestra mente, 24 y a revestiros del Hombre Nuevo, creado según Dios, en
la justicia y santidad de la verdad.
25 Por tanto, desechando la
mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los
unos de los otros.
26 Si os airáis, no pequéis; no se ponga el sol mientras estéis
airados, 27 ni deis ocasión al Diablo.
28 El que robaba, que ya no robe,
sino que trabaje con sus manos, haciendo algo útil para que pueda hacer
partícipe al que se halle en necesidad.
29 No salga de vuestra boca palabra dañosa, sino la que
sea conveniente para edificar según la
necesidad y hacer el bien a los que os escuchen.
30 No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para
el día de la redención.
31 Toda acritud, ira,
cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros.
32 Sed más bien buenos entre
vosotros, entrañables, perdonándos mutuamente
como os perdonó Dios en Cristo. |
Capítulo 5: Efesios 5
1 Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos
queridos, 2 y vivid
en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y
víctima de suave aroma.
3 La fornicación, y toda impureza o codicia,
ni siquiera se mencione entre vosotros, como conviene a los santos.
4 Lo mismo de la grosería, las necedades o
las chocarrerías, cosas que no están bien; sino más bien, acciones de gracias.
5 Porque tened entendido que ningún
fornicario o impuro o codicioso que es ser idólatra participará en la herencia
del Reino de Cristo y de Dios.
6 Que nadie os engañe con vanas razones, pues por
eso viene le cólera de Dios sobre los rebeldes.
7 No tengáis parte con ellos.
8 Porque en otro
tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de
la luz; 9 pues el fruto de la luz consiste en toda
bondad, justicia y verdad.
10 Examinad qué es lo que agrada al
Señor, 11 y no participéis en las
obras infructuosas de las tinieblas, antes bien, denunciadlas.
12 Cierto que ya sólo el mencionar las cosas
que hacen ocultamente da vergüenza; 13
pero, al ser denunciadas, se manifiestan a la luz.
14 Pues todo lo que queda manifiesto es luz.
Por eso se dice: Despierta tú que duermes, y
levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo.
15 Así pues, mirad atentamente cómo vivís;
que no sea como imprudentes, sino como prudentes; 16 aprovechando bien el tiempo presente, porque los días son malos.
17 Por tanto, no seáis insensatos, sino comprended cuál es la voluntad de Señor.
18 No os embriaguéis con vino, que es
causa de libertinaje; llenaos más bien del
Espíritu.
19 Recitad entre vosotros salmos, himnos y
cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro
corazón al Señor, 20 dando gracias continuamente y
por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
21 Sed sumisos los unos a los otros en el
temor de Cristo.
22 Las mujeres a sus maridos, como al Señor, 23 porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo.
24 Así como la
Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a
sus maridos en todo.
25 Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la
Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla, purificándola mediante el baño
del agua, en virtud de la palabra, 27 y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni
arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e
inmaculada.
28 Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus
propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo.
29 Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que
Cristo a la Iglesia, 30 pues somos
miembros de su Cuerpo.
31 Por eso dejará el hombre a su padre y a su
madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne.
32 Gran misterio es éste, lo digo respecto a
Cristo y la Iglesia.
33 En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer, que
respete al marido.
Capítulo 6: Efesios 6
1 Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor;
porque esto es justo.
2 Honra a tu padre y a tu madre, tal es el primer
mandamiento que lleva consigo una promesa: 3 Para que seas feliz y se
prolongue tu vida sobre la tierra.
4 Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos
más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor.
5 Esclavos, obedeced a vuestros amos
de este mundo con respeto y temor, con sencillez de
corazón, como a Cristo, 6 no
por ser vistos, como quien busca agradar a los hombres, sino como esclavos de
Cristo que cumplen de corazón la voluntad de Dios; 7 de buena gana, como quien sirve al Señor y no a los hombres; 8 conscientes de que cada cual será
recompensado por el Señor según el bien que hiciere: sea esclavo, sea
libre.
9 Amos, obrad de la misma manera con ellos,
dejando las amenazas; teniendo presente que está en
los cielos el Amo vuestro y de ellos, y que en
él no hay acepción de personas.
10 Por lo demás, fortaleceos
en el Señor y en la fuerza de su poder.
11 Revestíos de las armas de Dios para poder resistir
a las acechanzas del Diablo.
12 Porque nuestra lucha no es contra la carne
y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los
Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en
las alturas.
13 Por eso, tomad
las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber
vencido todo, manteneros firmes.
14 ¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y
revestidos de la Justicia como coraza, 15 calzados los pies con el Celo por el Evangelio de la
paz, 16 embrazando siempre el escudo de la Fe,
para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno.
17 Tomad,
también, el yelmo de la salvación y la espada
del Espíritu, que es la Palabra de Dios; 18 siempre en oración y súplica, orando en toda
ocasión en el Espíritu, velando juntos con
perseverancia e intercediendo por todos los santos, 19 y también por mí, para que me sea dada
la Palabra al abrir mi boca y pueda dar a conocer con valentía el Misterio del
Evangelio, 20 del cual soy embajador entre
cadenas, y pueda hablar de él valientemente como conviene.
21 Para que también vosotros sepáis cómo me
va y qué hago, os informará de todo Tíquico, el
hermano querido y fiel ministro en el Señor, 22 a quien envío donde vosotros expresamente para que sepáis de nosotros
y consuele vuestros corazones.
23 Paz a los hermanos, y caridad con fe de
parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo.
24 La gracia sea con todos los que aman a
nuestro Señor Jesucristo en la vida incorruptible.
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A LOS FILIPENSES
Capítulo 1: Filipenses 1
1 Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús, que están en
Filipos, con los epíscopos y diáconos.
2 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios
nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
3 Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de
vosotros, 4 rogando siempre y en todas mis
oraciones con alegría por todos vosotros 5 a causa de la colaboración que habéis prestado al Evangelio, desde
el primer día hasta hoy; 6 firmemente convencido de que, quien inició en vosotros la buena
obra, la irá consumando hasta el Día de Cristo Jesús.
7 Y es justo que yo sienta así de todos vosotros,
pues os llevo en mi corazón, partícipes como sois
todos de mi gracia, tanto en mis cadenas como en la defensa y
consolidación del Evangelio.
8 Pues testigo me es Dios de cuánto os quiero
a todos vosotros en el corazón de Cristo Jesús.
9 Y lo que pido
en mi oración es que vuestro amor siga creciendo cada vez más en
conocimiento perfecto y todo discernimiento, 10 con que podáis aquilatar lo mejor para ser puros
y sin tacha para el Día de Cristo, 11 llenos de los frutos de justicia que vienen por Jesucristo, para gloria y alabanza
de Dios.
12 Quiero que sepáis, hermanos, que lo que me ha sucedido ha contribuido más bien al progreso
del Evangelio; 13 de tal forma que se ha hecho público
en todo el Pretorio y entre todos los demás, que me
hallo en cadenas por Cristo.
14 Y la mayor parte de los hermanos,
alentados en el Señor por mis cadenas, tienen mayor intrepidez en anunciar sin
temor la Palabra.
15 Es cierto que algunos predican a Cristo
por envidia y rivalidad; mas hay también otros que lo hacen con buena
intención; 16 éstos, por amor,
conscientes de que yo estoy puesto para defender el
Evangelio; 17 aquellos, por
rivalidad, no con puras intenciones, creyendo que aumentan la tribulación de
mis cadenas.
18 Pero ¿y qué? Al fin y al cabo, hipócrita o sinceramente, Cristo es anunciado, y esto me
alegra y seguirá alegrándome.
19 Pues yo sé que esto servirá para mi
salvación gracias a vuestras oraciones y a la ayuda prestada por el
Espíritu de Jesucristo, 20 conforme a
lo que aguardo y espero, que en modo alguno seré confundido; antes bien, que
con plena seguridad, ahora como siempre, Cristo
será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte, 21 pues para mí la vida es Cristo, y la muerte, una
ganancia.
22 Pero si el vivir en la carne significa
para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger.
23 Me siento apremiado por las dos partes:
por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con
mucho lo mejor; 24 mas, por otra
parte, quedarme en la carne es más necesario para vosotros.
25 Y, persuadido de esto, sé que me quedaré y
permaneceré con todos vosotros para progreso y gozo
de vuestra fe, 26 a fin de que tengáis por mi causa un
nuevo motivo de orgullo en Cristo Jesús cuando yo vuelva a estar entre
vosotros.
27 Lo que importa es que
vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo, para que tanto
si voy a veros como si estoy ausente, oiga de vosotros que
os mantenéis firmes en un mismo espíritu y lucháis acordes por la fe del
Evangelio, 28 sin dejaros intimidar en
nada por los adversarios, lo cual es para ellos señal de perdición, y para
vosotros de salvación. Todo esto viene de Dios.
29 Pues a vosotros se os ha concedido la gracia de que por Cristo, no sólo que creáis en él,
sino también que padezcáis por él, 30 sosteniendo el mismo combate en que antes me visteis y en el que
ahora sabéis que me encuentro.
Capítulo 2: Filipenses 2
1 Así, pues, os conjuro en virtud de toda
exhortación en Cristo, de toda persuasión de amor, de toda comunión en el
Espíritu, de toda entrañable compasión, 2 que colméis mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos
sentimientos.
3 Nada hagáis por rivalidad, ni por
vanagloria, sino con humildad, considerando
cada cual a los demás como superiores a sí mismo, 4 buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás.
5 Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo:
6 El cual, siendo de condición divina, no retuvo
ávidamente el ser igual a Dios.
7 Sino que se
despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a
los hombres y apareciendo en su porte como hombre;
8 y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.
9 Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que
está sobre todo nombre.
10 Para que al nombre de Jesús toda
rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, 11 y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria
de Dios Padre.
12 Así pues, queridos míos, de la misma
manera que habéis obedecido siempre, no sólo cuando estaba presente sino mucho
más ahora que estoy ausente, trabajad con temor y temblor por vuestra
salvación, 13 pues Dios es quien obra
en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece.
14 Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones 15 para que seáis irreprochables e
inocentes, hijos de Dios sin tacha en medio
de una generación tortuosa y perversa, en
medio de la cual brilláis como antorchas en el mundo, 16 presentándole la Palabra de vida para orgullo mío en el
Día de Cristo, ya que no habré corrido ni me habré fatigado en vano.
17 Y aun cuando mi sangre fuera derramada
como libación sobre el sacrificio y la ofrenda de vuestra fe, me alegraría y
congratularía con vosotros.
18 De igual manera también vosotros alegraos y congratulaos
conmigo.
19 Espero en el Señor Jesús poder enviaros
pronto a Timoteo, para quedar también yo
animado con vuestras noticias.
20 Pues a nadie tengo de tan iguales
sentimientos que se preocupe sinceramente de vuestros intereses, 21 ya que todos buscan sus propios intereses y no los de Cristo Jesús.
22 Pero vosotros conocéis su probada virtud,
pues como un hijo junto a su padre ha servido
conmigo en favor del Evangelio.
23 A él, pues, espero enviaros tan pronto
como vea clara mi situación.
24 Y aun confío en el Señor que yo mismo
podré ir pronto.
25 Entretanto, he juzgado necesario
devolveros a Epafrodito, mi hermano, colaborador
y compañero de armas, enviado por vosotros con el encargo de servirme en mi
necesidad, 26 porque os está añorando
a todos vosotros y anda angustiado porque sabe que ha llegado a vosotros la
noticia de su enfermedad.
27 Es cierto que estuvo enfermo y a punto de
morir. Pero Dios se compadeció de él; y no sólo de él, sino también de mí, para
que no tuviese yo tristeza sobre tristeza.
28 Así pues, me
apresuro a enviarle para que viéndole de nuevo os llenéis de alegría y
yo quede aliviado en mi tristeza.
29 Recibidle, pues, en el Señor con toda alegría, y tened
en estima a los hombres como él, 30 ya que por la obra de Cristo ha estado
a punto de morir, arriesgando su vida para supliros en el servicio que
no podíais prestarme vosotros mismos.
Capítulo 3: Filipenses 3
1 Por lo demás, hermanos míos, alegraos en el
Señor. Volver a escribiros las mismas cosas, a mí no me es molestia, y a
vosotros os da seguridad.
2 Atención a los perros; atención a los
obreros malos; atención a los falsos circuncisos.
3 Pues los verdaderos circuncisos somos
nosotros, los que damos culto según el Espíritu de Dios y nos gloriamos en
Cristo Jesús sin poner nuestra confianza en la carne, 4 aunque yo tengo motivos para confiar también en la carne. Si algún
otro cree poder confiar en la carne, más yo.
5 Circuncidado el octavo día; del linaje de
Israel; de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos; en cuanto a la Ley,
fariseo; 6 en cuanto al celo,
perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la Ley, intachable.
7 Pero lo que era para mí ganancia, lo he
juzgado una pérdida a causa de Cristo.
8 Y más aún: juzgo
que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi
Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a
Cristo, 9 y ser hallado en él, no con la justicia
mía, la que viene de la Ley, sino la que
viene por la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe, 10 y conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante
a él en su muerte, 11 tratando
de llegar a la resurrección de entre los muertos.
12 No que lo tenga ya conseguido o que sea ya
perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido
yo mismo alcanzado por Cristo Jesús.
13 Yo, hermanos, no creo haberlo alcanzado
todavía. Pero una cosa hago: olvido lo que dejé
atrás y me lanzo a lo que está por delante, 14 corriendo hacia la meta, para alcanzar
el premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús.
15 Así pues, todos los perfectos tengamos
estos sentimientos, y si en algo sentís de otra manera, también eso os lo
declarará Dios.
16 Por lo demás, desde
el punto a donde hayamos llegado, sigamos adelante.
17 Hermanos, sed imitadores míos, y fijaos en
los que viven según el modelo que tenéis en nosotros.
18 Porque muchos viven según os dije tantas
veces, y ahora os lo repito con lágrimas, como enemigos de la cruz de Cristo, 19 cuyo final es la perdición, cuyo Dios es el vientre, y cuya gloria
está en su vergüenza, que no piensan más que en las cosas de la tierra.
20 Pero nosotros
somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al Señor
Jesucristo, 21 el cual transfigurará este
miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como
el suyo, en virtud del poder que tiene de someter a
sí todas las cosas.
Capítulo 4: Filipenses 4
1 Por tanto, hermanos míos queridos y añorados, mi gozo y mi corona,
manteneos así firmes en el Señor, queridos.
2 Ruego a Evodia, lo mismo que a
Síntique, tengan un mismo sentir en el Señor.
3 También te ruego a ti, Sícigo,
verdadero "compañero", que las ayudes, ya que lucharon por el Evangelio a mi lado, lo mismo
que Clemente y demás colaboradores míos, cuyos
nombres están en el libro de la vida.
4 Estad
siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres.
5 Que vuestra mesura sea conocida de
todos los hombres. El Señor está cerca.
6 No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda
ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y
la súplica, acompañadas de la acción de gracias.
7 Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento,
custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
8 Por lo demás, hermanos, todo
cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de
honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en
cuenta.
9 Todo cuanto habéis aprendido y recibido y oído
y visto en mí, ponedlo por obra y el Dios de la
paz estará con vosotros.
10 Me alegré mucho en el Señor de
que ya al fin hayan florecido vuestros
buenos sentimientos para conmigo. Ya los teníais, sólo que os faltaba ocasión de manifestarlos.
11 No lo digo movido por la
necesidad, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo.
12 Sé andar escaso y sobrado.
Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre; a la abundancia y
a la privación.
13 Todo lo puedo en Aquel que me
conforta.
14 En todo caso, hicisteis bien en
compartir mi tribulación.
15 Y sabéis también vosotros,
filipenses, que en el comienzo de la evangelización, cuando salí de
Macedonia, ninguna Iglesia me abrió cuentas de
"haber y debe", sino vosotros solos.
16 Pues incluso cuando estaba yo en
Tesalónica enviasteis por dos veces con que atender a mi necesidad.
17 No es que yo busque el don; sino
que busco que aumenten los intereses en vuestra
cuenta.
18 Tengo cuanto necesito, y me
sobra; nado en la abundancia después de haber recibido de Epafrodito lo que
me habéis enviado, suave aroma, sacrificio que Dios acepta con agrado.
19 Y mi
Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza, en Cristo Jesús.
20 Y a Dios, nuestro Padre, la
gloria por los siglos de los siglos. Amén.
21 Saludad a todos los santos en
Cristo Jesús. Os saludan los hermanos que están conmigo.
22 Os saludan todos los Santos,
especialmente los de la Casa del César.
23 La gracia del Señor Jesucristo
sea con vuestro espíritu. |
A LOS COLOSENSES:
Capítulo 1: Colosenses 1
1 Pablo, apóstol de Cristo
Jesús por voluntad de Dios, y Timoteo el hermano, 2 a los santos de Colosas, hermanos fieles en Cristo.
Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre.
3 Damos gracias sin cesar a Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo, por vosotros en nuestras oraciones, 4 al tener noticia de vuestra fe en Cristo Jesús y de la
caridad que tenéis con todos los santos, 5 a causa de la esperanza que os
está reservada en los cielos y acerca de la cual fuisteis ya
instruidos por la Palabra de la verdad, el Evangelio, 6 que llegó hasta vosotros, y fructifica
y crece entre vosotros lo mismo que en todo el mundo, desde el día en
que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en la
verdad: 7 tal como os
la enseñó Epafras, nuestro querido consiervo
y fiel ministro de Cristo, en lugar nuestro, 8 el cual nos informó también de vuestro
amor en el Espíritu.
9 Por eso, tampoco nosotros dejamos
de rogar por vosotros desde el día que lo oímos, y de pedir que lleguéis al pleno conocimiento de su voluntad con toda
sabiduría e inteligencia espiritual, 10 para que viváis de una manera digna del Señor,
agradándole en todo, fructificando en toda obra buena y creciendo en el
conocimiento de Dios; 11 confortados con toda fortaleza
por el poder de su gloria, para toda constancia en el sufrimiento y
paciencia; dando con alegría 12 gracias al Padre que os ha hecho
aptos para participar en la herencia de los santos en la luz.
13 El nos libró del poder de las
tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su
amor, 14 en quien tenemos la redención:
el perdón de los pecados.
15 El es Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, 16 porque en él fueron
creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las
invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades:
todo fue creado por él y para él, 17 él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su
consistencia.
18 El es también la Cabeza del
Cuerpo, de la Iglesia: El es el Principio, el Primogénito
de entre los muertos, para que sea él el primero en todo, 19 pues Dios tuvo a bien hacer
residir en él toda la Plenitud, 20 y
reconciliar por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre
de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos.
21 Y a vosotros, que en otro tiempo fuisteis extraños
y enemigos, por vuestros pensamientos y malas obras, 22 os ha reconciliado ahora, por
medio de la muerte en su cuerpo de carne, para presentaros santos,
inmaculados e irreprensibles delante de El; 23 con tal que permanezcáis sólidamente cimentados en la fe,
firmes e inconmovibles en la esperanza del Evangelio
que oísteis, que ha sido proclamado a toda criatura bajo el cielo y
del que yo, Pablo, he llegado a ser ministro.
24 Ahora me alegro por los
padecimientos que soporto por vosotros, y completo
en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su
Cuerpo, que es la Iglesia, 25 de la cual he llegado a ser
ministro, conforme a la misión que Dios me concedió en orden a vosotros para
dar cumplimiento a la Palabra de Dios, 26 al Misterio
escondido desde siglos y generaciones, y manifestado
ahora a sus santos, 27
a quienes Dios quiso dar a conocer cuál es la
riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo entre vosotros, la esperanza de la gloria,
28 al cual nosotros
anunciamos, amonestando e instruyendo a todos los hombres con toda sabiduría,
a fin de presentarlos a todos perfectos en Cristo.
29 Por esto precisamente me afano, luchando con la fuerza de
Cristo que actúa poderosamente en mí. |
Capítulo 2: Colosenses 2
1 Quiero que sepáis qué dura lucha estoy
sosteniendo por vosotros y por los de Laodicea, y por todos los que no me han
visto personalmente, 2 para que sus corazones reciban ánimo y, unidos íntimamente en el amor,
alcancen en toda su riqueza la plena inteligencia y perfecto conocimiento del Misterio de Dios, 3 en el cual están ocultos todos los tesoros de la sabiduría
y de la ciencia.
4 Os digo esto para que nadie os seduzca con
discursos capciosos.
5 Pues, si bien estoy corporalmente ausente, en espíritu me hallo con vosotros, alegrándome de ver
vuestra armonía y la firmeza de vuestra fe en Cristo.
6 Vivid, pues, según Cristo Jesús, el Señor, tal como
le habéis recibido; 7 enraizados y edificados en él; apoyados en la fe, tal
como se os enseñó, rebosando en acción de gracias.
8 Mirad que nadie os
esclavice mediante la vana falacia de una filosofía, fundada en
tradiciones humanas, según los elementos del mundo
y no según Cristo.
9 Porque en él
reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente,
10 y vosotros alcanzáis la plenitud en él, que es la Cabeza de todo Principado y de toda Potestad; 11 en él también fuisteis circuncidados con la circuncisión no
quirúrgica, sino mediante el despojo de vuestro cuerpo mortal, por la circuncisión
en Cristo.
12 Sepultados con él en el bautismo, con él también habéis resucitado por la fe en la acción de
Dios, que resucitó de entre los muertos.
13 Y a vosotros, que estabais muertos en
vuestros delitos y en vuestra carne incircuncisa, os
vivificó juntamente con él y nos perdonó todos nuestros delitos.
14 Canceló la nota
de cargo que había contra nosotros, la de las prescripciones con sus
cláusulas desfavorables, y la suprimió clavándola en
la cruz.
15 Y, una vez
despojados los Principados y las Potestades, los exhibió públicamente,
incorporándolos a su cortejo triunfal.
16 Por tanto, que nadie os critique por
cuestiones de comida o bebida, o a propósito de fiestas, de novilunios o
sábados.
17 Todo esto es sombra de lo venidero; pero la realidad es el cuerpo de Cristo.
18 Que nadie os
prive del premio a causa del gusto por ruines prácticas, del culto de los ángeles, obsesionado por lo que vio,
vanamente hinchado por su mente carnal, 19 en lugar de mantenerse unido a la Cabeza,
de la cual todo el Cuerpo, por medio de junturas y ligamentos, recibe nutrición
y cohesión, para realizar su crecimiento en Dios.
20 Una vez que habéis muerto con Cristo a los elementos del
mundo ¿por qué sujetaros, como si aún
vivierais en el mundo, a preceptos como 21 "no tomes", "no gustes", "no toques",
22 cosas todas destinadas a perecer con el uso y debidas a preceptos y doctrinas puramente humanos?
23 Tales cosas tienen una apariencia de sabiduría por
su piedad afectada, sus mortificaciones y su rigor con el cuerpo; pero sin
valor alguno contra la insolencia de la carne.
Capítulo 3: Colosenses 3
1 Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas
de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
2 Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la
tierra.
3 Porque habéis muerto, y vuestra vida está
oculta con Cristo en Dios.
4 Cuando aparezca Cristo, vida vuestra,
entonces también vosotros apareceréis gloriosos con
él.
5 Por tanto, mortificad vuestros
miembros terrenos: fornicación, impureza, pasiones, malos deseos y la codicia, que es una idolatría, 6
todo lo cual atrae la cólera de Dios sobre los rebeldes, 7 y que también vosotros practicasteis en otro tiempo, cuando vivíais
entre ellas.
8 Mas ahora, desechad
también vosotros todo esto: cólera, ira, maldad,
maledicencia y palabras groseras, lejos de vuestra boca.
9 No os mintáis unos a otros. Despojaos del hombre viejo con sus obras, 10
y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un
conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador,
11 donde
no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo,
libre, sino que Cristo es todo y en todos.
12 Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de
entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, 13
soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene
queja contra otro. Como el Señor os perdonó,
perdonaos también vosotros.
14 Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección.
15 Y que la paz
de Cristo presida vuestros corazones, pues a
ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos.
16 La palabra de
Cristo habite en vosotros con toda su riqueza; instruíos y amonestaos
con toda sabiduría, cantad agradecidos, himnos
y cánticos inspirados, 17 y todo
cuanto hagáis, de palabra y de boca, hacedlo todo en
el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre.
18 Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos,
como conviene en el Señor.
19 Maridos, amad a
vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.
20 Hijos, obedeced en todo a vuestros padres,
porque esto es grato a Dios en el Señor.
21 Padres, no
exasperéis a vuestros hijos, no sea que se vuelvan apocados.
22 Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos
de este mundo, no porque os vean, como quien busca agradar a los hombres; sino con sencillez de corazón, en el temor del Señor.
23 Todo cuanto
hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres,
24 conscientes de que el Señor os dará
la herencia en recompensa. El Amo a quien servís es Cristo.
25 El que obre la injusticia, recibirá
conforme a esa injusticia; que no hay acepción de
personas.
Capítulo 4: Colosenses 4
1 Amos, dad a vuestros esclavos lo que es
justo y equitativo, teniendo presente que también vosotros tenéis un Amo en el cielo.
2 Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción
de gracias; 3
orad al mismo tiempo también por nosotros para
que Dios nos abra una puerta a la Palabra, y podamos anunciar el Misterio de
Cristo, por cuya causa estoy yo encarcelado, 4 para darlo a conocer anunciándolo como debo hacerlo.
5 Portaos
prudentemente con los de fuera, aprovechando bien el tiempo presente.
6 Que vuestra conversación sea siempre amena,
sazonada con sal, sabiendo responder a cada cual como conviene.
7 En cuanto a mí, de todo os informará Tíquico, el hermano querido, fiel ministro y
consiervo en el Señor, 8 a quien os
envío expresamente para que sepáis de nosotros y consuele vuestros corazones.
9 Y con él a Onésimo,
el hermano fiel y querido compatriota vuestro. Ellos os informarán de todo
cuanto aquí sucede.
10 Os saludan Aristarco,
mi compañero de cautiverio, y Marcos, primo de Bernabé,
acerca del cual recibisteis ya instrucciones. Si va a vosotros, dadle buena
acogida.
11 Os saluda también Jesús, llamado Justo; son los únicos de la circuncisión que colaboran conmigo por el Reino de Dios y que han sido para mí un consuelo.
12 Os saluda Epafras,
vuestro compatriota, siervo de Cristo Jesús, que se
esfuerza siempre a favor vuestro en sus oraciones, para que os
mantengáis perfectos cumplidores de toda voluntad divina.
13 Yo soy testigo de lo mucho que se afana
por vosotros, por los de Laodicea y por los de Hierápolis.
14 Os saluda Lucas,
el médico querido, y Demás.
15 Saludad a los hermanos de Laodicea, a Ninfas y la Iglesia de su casa.
16 Una vez que hayáis leído esta carta entre
vosotros, procurad que sea también leída en la Iglesia
de Laodicea. Y por vuestra parte leed vosotros la que os venga de
Laodicea.
17 Decid a Arquipo: "Considera el ministerio que
recibiste en el Señor, para que lo cumplas".
18 El saludo va de mi mano, Pablo. Acordaos
de mis cadenas. La gracia sea con vosotros.
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A LOS TESALONICENSES (1ª carta)
Capítulo 1: 1 Tesalonicences 1
1 Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de
los Tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros gracia y
paz.
2 En todo momento damos gracia a Dios por
todos vosotros, recordándoos sin cesar en nuestras oraciones.
3 Tenemos presente ante nuestro Dios y Padre la obra de vuestra fe, los trabajos de vuestra caridad, y
la tenacidad de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor.
4 Conocemos, hermanos queridos de Dios,
vuestra elección; 5 ya que os fue
predicado nuestro Evangelio no sólo con palabras sino también con poder y con
el Espíritu Santo, con plena persuasión. Sabéis cómo nos portamos entre
vosotros en atención a vosotros.
6 Por vuestra parte, os hicisteis imitadores
nuestros y del Señor, abrazando la Palabra con gozo
del Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones.
7 De esta manera os habéis convertido en
modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya.
8 Partiendo de vosotros, en efecto, ha
resonado la Palabra del Señor y vuestra fe en Dios se ha difundido no sólo en
Macedonia y en Acaya, sino por todas partes, de manera que nada nos queda por
decir.
9 Ellos mismos cuentan de nosotros cuál fue
nuestra entrada a vosotros, y cómo os convertisteis
a Dios, tras haber abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero,
10 y esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien
resucitó de entre los muertos y que nos salva de la
Cólera venidera.
Capítulo 2: 1 Tesalonicences 2
1 Bien sabéis vosotros, hermanos, que nuestra ida a vosotros no fue estéril, 2 sino que, después de haber padecido sufrimientos e injurias en Filipos,
como sabéis, confiados en nuestro Dios, tuvimos la
valentía de predicaros el Evangelio de Dios entre frecuentes luchas.
3 Nuestra exhortación no procede del error,
ni de la impureza ni con engaño, 4
sino que así como hemos sido juzgados aptos por Dios para confiarnos el
Evangelio, así lo predicamos, no buscando agradar a
los hombres, sino a Dios que examina nuestros corazones.
5 Nunca nos presentamos, bien lo sabéis, con
palabras aduladoras, ni con pretextos de codicia, Dios es testigo, 6 ni buscando gloria humana, ni de
vosotros ni de nadie.
7 Aunque pudimos imponer nuestra autoridad
por ser apóstoles de Cristo, nos mostramos amables con vosotros, como una madre
cuida con cariño de sus hijos.
8 De esta manera, amándoos a vosotros,
queríamos daros no sólo el Evangelio de Dios, sino incluso nuestro propio ser,
porque habíais llegado a sernos muy queridos.
9 Pues recordáis, hermanos, nuestros trabajos
y fatigas. Trabajando día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros,
os proclamamos el Evangelio de Dios.
10 Vosotros sois testigos, y Dios también, de
cuán santa, justa e irreprochablemente nos comportamos con vosotros, los creyentes.
11 Como un padre a sus hijos, lo sabéis bien,
a cada uno de vosotros 12 os
exhortábamos y alentábamos, conjurándoos a que vivieseis
de una manera digna de Dios, que os ha llamado a su Reino y gloria.
13 De ahí que también por nuestra parte no cesemos de dar gracias a Dios porque, al recibir la Palabra de Dios que os predicamos, la
acogisteis, no como palabra de hombre, sino cual es en verdad, como
Palabra de Dios, que permanece operante en vosotros, los creyentes.
14 Porque vosotros, hermanos, habéis seguido
el ejemplo de las Iglesias de Dios que están en Judea, en Cristo Jesús,
pues también vosotros habéis sufrido de vuestros compatriotas las mismas cosas
que ellos de parte de los judíos; 15
éstos son los que dieron muerte al Señor y a los profetas y los que nos han
perseguido a nosotros; no agradan a Dios y son enemigos de todos los hombres, 16
impidiéndonos predicar a los gentiles para que se salven; así van
colmando constantemente la medida de sus pecados; pero la Cólera irrumpe sobre ellos con vehemencia.
17 Mas nosotros, hermanos, separados de
vosotros por breve tiempo físicamente, mas no con el corazón
ansiábamos con ardiente deseo ver vuestro rostro.
18 Por eso quisimos ir a vosotros yo
mismo, Pablo, lo intenté una y otra vez pero Satanás nos lo impidió.
19 Pues ¿cuál es
nuestra esperanza, nuestro gozo, la corona de la que nos
sentiremos orgullosos, ante nuestro Señor Jesús en su Venida, sino vosotros?
20 Sí, vosotros sois nuestra gloria y nuestro
gozo.
Capítulo 3: 1 Tesalonicences 3
1 Por lo cual, no pudiendo soportar más,
decidimos quedarnos solos en Atenas 2 y os enviamos a Timoteo, hermano
nuestro y colaborador de Dios en el Evangelio de Cristo, para afianzaros y daros ánimos en vuestra fe, 3 para que nadie vacile en esas tribulaciones. Bien sabéis que
este es nuestro destino: 4 ya cuando
estábamos con vosotros os predecíamos que íbamos a
sufrir tribulaciones, y es lo que ha sucedido, como sabéis.
5 Por lo cual también yo, no pudiendo
soportar ya más, le envié para tener noticias de
vuestra fe, no fuera que el Tentador os hubiera tentado y que nuestro
trabajo quedara reducido a nada.
6 Nos acaba de llegar de ahí Timoteo y nos ha
traído buenas noticias de vuestra fe y vuestra caridad; y dice que conserváis siempre buen recuerdo de nosotros y que
deseáis vernos, así como nosotros a vosotros.
7 Así pues, hermanos, hemos recibido de vosotros un gran consuelo, motivado por
vuestra fe, en medio de todas nuestras congojas y tribulaciones.
8 Ahora sí que vivimos, pues permanecéis firmes en el Señor.
9 Y ¿cómo podremos agradecer
a Dios por vosotros, por todo el gozo que, por causa vuestra, experimentamos
ante nuestro Dios?
10 Noche y día le pedimos insistentemente
poder ver vuestro rostro y completar lo que falta a vuestra fe.
11 Que Dios mismo, nuestro Padre y nuestro Señor Jesús
orienten nuestros pasos hacia vosotros.
12 En cuanto a vosotros, que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos, como es nuestro amor para con vosotros,
13 para que se consoliden vuestros corazones con santidad
irreprochable ante Dios, nuestro Padre, en la Venida de nuestro Señor
Jesucristo, con todos sus santos.
Capítulo 4: 1 Tesalonicences 4
1 Por lo demás, hermanos, os rogamos y
exhortamos en el Señor Jesús a que viváis como
conviene que viváis para agradar a Dios, según aprendisteis de nosotros,
y a que progreséis más.
2 Sabéis, en efecto, las instrucciones que os
dimos de parte del Señor Jesús.
3 Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os alejéis de la
fornicación, 4 que cada uno de
vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad y honor,
5 y no dominado por la pasión, como hacen los
gentiles que no conocen a Dios.
6 Que nadie falte a su hermano ni se
aproveche de él en este punto, pues el Señor se vengará de todo
esto, como os lo dijimos ya y lo atestiguamos, 7 pues no nos llamó Dios a la
impureza, sino a la santidad.
8 Así pues, el que esto deprecia, no desprecia a un hombre, sino a Dios, que os hace
don de su Espíritu Santo.
9 En cuanto al amor mutuo, no necesitáis que
os escriba, ya que vosotros habéis sido instruidos por Dios para amaros
mutuamente.
10 Y lo practicáis bien con los hermanos de
toda Macedonia. Pero os exhortamos, hermanos, a que continuéis practicándolo
más y más, 11 y a que ambicionéis vivir en tranquilidad, ocupándoos en vuestros asuntos, y
trabajando con vuestras manos, como os lo tenemos ordenado, 12 a fin de que viváis dignamente ante los de fuera, y no necesitéis
de nadie.
13 Hermanos, no queremos que estéis en la
ignorancia respecto de los muertos, para que no os entristezcáis como los
demás, que no tienen esperanza.
14 Porque si
creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo
a quienes murieron en Jesús.
15 Os decimos eso como Palabra del Señor:
Nosotros, los que vivamos, los que quedemos hasta la Venida del Señor no nos
adelantaremos a los que murieron.
16 El Señor mismo, a la orden dada por la voz
de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer
lugar.
17 Después nosotros, los que vivamos, los que
quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con
ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con
el Señor.
18 Consolaos, pues, mutuamente con estas
palabras.
Capítulo 5: 1 Tesalonicences 5
1 En lo que se refiere al tiempo y al
momento, hermanos, no tenéis necesidad que os escriba.
2 Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche.
3 Cuando digan: "Paz y seguridad",
entonces mismo, de repente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de
parto a la que está encinta; y no escaparán.
4 Pero vosotros, hermanos, no vivís en la
oscuridad, para que ese Día os sorprenda como ladrón, 5 pues todos vosotros sois hijos de la
luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas.
6 Así pues, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.
7 Pues los que duermen, de noche duermen, y
los que se embriagan, de noche se embriagan.
8 Nosotros, por el contrario, que somos del
día, seamos sobrios; revistamos la coraza de
la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de
salvación.
9 Dios no nos ha destinado para la cólera, sino para
obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, 10 que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos
juntos con él.
11 Por esto, confortaos mutuamente y edificaos los unos a los otros, como ya lo hacéis.
12 Os pedimos, hermanos, que tengáis en consideración a los que trabajan entre
vosotros, os presiden en el Señor y os amonestan.
13 Tenedles en la
mayor estima con amor por su labor. Vivid en paz unos con otros.
14 Os exhortamos, asimismo, hermanos, a que
amonestéis a los que viven desconcertados, animéis a los pusilánimes, sostengáis a los débiles y seáis pacientes con todos.
15 Mirad que
nadie devuelva a otro mal por mal, antes bien, procurad
siempre el bien mutuo y el de todos.
16 Estad siempre alegres.
17 Orad constantemente.
18 En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros.
19 No extingáis el Espíritu; 20 no despreciéis las profecías; 21 examinadlo todo y quedaos con lo bueno.
22 Absteneos de todo genero de mal.
23 Que El, el Dios de la paz, os santifique plenamente, y
que todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha
hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo.
24 Fiel es el que os llama y es él quien lo hará.
25 Hermanos, orad también por nosotros.
26 Saludad a todos los hermanos con el beso
santo.
27 Os conjuro por el Señor que esta carta sea
leída a todos los hermanos.
28 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea
con vosotros.
A LOS TESALONICENSES (2ª carta)
Capítulo 1: 2 Tesalonicences 1
1 Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de
los Tesalonicenses, en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo.
2 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios
Padre y del Señor Jesucristo.
3 Tenemos que dar en todo tiempo gracias a
Dios por vosotros, hermanos, como es justo, porque vuestra fe está progresando
mucho y se acrecienta la mutua caridad de todos y cada uno de vosotros, 4 hasta tal punto que nosotros mismos nos
gloriamos de vosotros en las Iglesias de Dios por la tenacidad y la fe en todas
las persecuciones y tribulaciones que estáis pasando.
5 Esto es señal del justo juicio de Dios, en
el que seréis declarados dignos del Reino de Dios,
por cuya causa padecéis.
6 Porque es propio de la justicia de Dios el
pagar con tribulación a los que os atribulan, 7 y a vosotros, los atribulados, con el descanso junto con nosotros,
cuando el Señor Jesús se revele desde el cielo con
sus poderosos ángeles, 8 en
medio de una llama de fuego, y tome venganza de los que no
conocen a Dios y de los que no obedecen al Evangelio de
nuestro Señor Jesús.
9 Estos sufrirán la pena de una ruina eterna,
alejados de la presencia del Señor y de la
gloria de su poder, 10 cuando venga en aquel Día a
ser glorificado en sus santos y admirado en todos los que hayan
creído pues nuestro testimonio ha sido creído por vosotros.
11 Con este objeto rogamos en todo tiempo por
vosotros: que nuestro Dios os haga dignos de la
vocación y lleve a término con su poder todo vuestro deseo de hacer el bien y
la actividad de la fe, 12 para
que así el nombre de nuestro
Señor Jesús sea glorificado en vosotros, y vosotros en
él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.
Capítulo 2: 2 Tesalonicences 2
1 Por lo que respecta a la
Venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, os rogamos,
hermanos, 2 que no os dejéis alterar tan fácilmente en vuestro ánimo,
ni os alarméis por alguna manifestación del Espíritu, por algunas palabras o
por alguna carta presentada como nuestra, que os haga suponer que está
inminente el Día del Señor.
3 Que nadie os engañe de ninguna
manera. Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío,
el Hijo de perdición, 4 el
Adversario que se eleva sobre todo lo
que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto, hasta el extremo de sentarse él mismo en el
Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios.
5 ¿No os acordáis que ya os dije
esto cuando estuve entre vosotros?
6 Vosotros sabéis qué es lo que
ahora le retiene, para que se manifieste en su momento oportuno.
7 Porque el ministerio de la
impiedad ya está actuando. Tan sólo con que sea quitado de en medio el que
ahora le retiene, 8 entonces
se manifestará el Impío, a quien el Señor
destruirá con el soplo de su boca, y aniquilará con la
Manifestación de su Venida.
9 La venida del Impío estará
señalada por el influjo de Satanás, con toda clase de milagros, señales,
prodigios engañosos, 10 y
todo tipo de maldades que seducirán a los que se han de condenar por no haber aceptado el amor de la verdad que
les hubiera salvado.
11 Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la mentira,
12 para que sean condenados
todos cuantos no creyeron en la verdad y prefirieron la iniquidad.
13 Nosotros, en cambio, debemos dar gracias en todo tiempo a Dios por
vosotros, hermanos, amados del Señor, porque Dios
os ha escogido desde el principio para la salvación mediante la acción santificadora del Espíritu y la fe
en la verdad.
14 Para esto os ha llamado por medio
de nuestro Evangelio, para que consigáis la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
15 Así pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que
habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta.
16 Que el mismo Señor nuestro
Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos ha
amado y que nos ha dado gratuitamente una consolación eterna y una esperanza
dichosa, 17 consuele vuestros corazones
y los afiance en toda obra y palabra buena.
|
Capítulo 3: 2 Tesalonicences 3
1 Finalmente, hermanos, orad por nosotros para que la Palabra del Señor siga
propagándose y adquiriendo gloria, como entre vosotros, 2 y para que nos veamos
libres de los hombres perversos y malignos; porque la fe no es de
todos.
3 Fiel es el Señor; él os afianzará y os guardará
del Maligno.
4 En cuanto a vosotros tenemos plena
confianza en el Señor de que cumplís y cumpliréis cuanto os mandamos.
5 Que el Señor guíe vuestros corazones hacia el amor de
Dios y la tenacidad de Cristo.
6 Hermanos, os mandamos en nombre
del Señor Jesucristo que os apartéis de todo hermano que viva
desordenadamente y no según la tradición que de nosotros recibisteis.
7 Ya sabéis vosotros cómo debéis
imitarnos, pues estando entre vosotros no vivimos desordenadamente, 8 ni comimos de balde el pan de nadie, sino que día y noche
con fatiga y cansancio trabajamos para no ser una carga a ninguno de
vosotros.
9 No porque no tengamos derecho,
sino por daros en nosotros un modelo que imitar.
10 Además, cuando estábamos entre
vosotros os mandábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma.
11 Porque nos hemos enterado que hay
entre vosotros algunos que viven desordenadamente, sin trabajar nada, pero
metiéndose en todo.
12 A ésos les mandamos y les
exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen con sosiego para comer su
propio pan.
13 Vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien.
14 Si alguno no obedece a lo que os
decimos en esta carta, a ése señaladle y no tratéis con él, para que se
avergüence.
15 Pero no
lo miréis como a enemigo, sino amonestadle como a hermano.
16 Que El, el
Señor de la paz, os conceda la paz siempre y en todos los órdenes. El
Señor sea con todos vosotros.
17 El saludo va de mi mano, Pablo.
Esta es la firma en todas mis cartas; así escribo.
18 La gracia de nuestro Señor
Jesucristo sea con todos vosotros. |
A TIMOTEO (1ª carta):
Capítulo 1: 1 Timoteo 1
1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús, por mandato
de Dios nuestro Salvador y de Cristo Jesús nuestra
esperanza, 2 a Timoteo, verdadero hijo mío en la fe. Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre
y de Cristo Jesús, Señor nuestro.
3 Al partir yo para Macedonia te rogué que
permanecieras en Éfeso para que mandaras a algunos que no enseñasen doctrinas extrañas, 4 ni dedicasen su atención a fábulas y genealogías interminables, que
son más a propósito para promover disputas que para realizar el plan de Dios, fundado en la fe.
5 El fin de este mandato es la caridad que procede de un corazón limpio, de una
conciencia recta y de una fe sincera.
6 Algunos, desviados
de esta línea de conducta, han venido a caer en una vana palabrería; 7 pretenden ser maestros de la Ley sin entender lo que dicen ni
lo que tan rotundamente afirman.
8 Sí, ya sabemos que la Ley es buena, con tal
que se la tome como ley, 9 teniendo
bien presente que la ley no ha sido instituida para
el justo, sino para los prevaricadores y rebeldes, para los impíos y
pecadores, para los irreligiosos y profanadores, para los parricidas y
matricidas, para los asesinos, 10
adúlteros, homosexuales, traficantes de seres humanos, mentirosos, perjuros y
para todo lo que se opone a la sana doctrina, 11 según el Evangelio de la gloria de Dios bienaventurado, que se me
ha confiado.
12 Doy gracias a aquel que me revistió de fortaleza, a
Cristo Jesús, Señor nuestro, que me consideró digno de confianza al colocarme
en el ministerio, 13 a mí, que antes fui un blasfemo, un
perseguidor y un insolente. Pero encontré misericordia porque obré por
ignorancia en mi infidelidad.
14 Y la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí,
juntamente con la fe y la caridad en Cristo Jesús.
15 Es cierta y digna de ser aceptada por
todos esta afirmación: Cristo Jesús vino al mundo a
salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo.
16 Y si encontré misericordia fue para que en mí
primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a
los que habían de creer en él para obtener vida eterna.
17 Al Rey de los siglos, al Dios inmortal, invisible y
único, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.
18 Esta es la recomendación, hijo mío
Timoteo, que yo te hago, de acuerdo con las profecías pronunciadas sobre ti
anteriormente. Combate, penetrado de ellas, el buen
combate, 19 conservando la fe y la conciencia recta;
algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe; 20 entre éstos están Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás
para que aprendiesen a no blasfemar.
Capítulo 2: 1 Timoteo 2
1 Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de
gracias por todos los hombres; 2 por los reyes y por todos los constituidos en autoridad,
para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y
dignidad.
3 Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, 4 que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento pleno de la verdad.
5 Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús,
hombre también, 6 que se entregó a sí
mismo como rescate por todos. Este es el testimonio dado en el tiempo oportuno,
7 y de este testimonio digo la verdad,
no miento yo he sido constituido heraldo y apóstol,
maestro de los gentiles en la fe y en la verdad.
8 Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar
elevando hacia el cielo unas manos piadosas, sin ira ni discusiones.
9 Así mismo que las mujeres, vestidas
decorosamente, se adornen con pudor y
modestia, no con trenzas ni con oro o perlas
o vestidos costosos, 10 sino con buenas obras, como conviene a mujeres que
hacen profesión de piedad.
11 La mujer oiga la instrucción en silencio,
con toda sumisión.
12 No permito que la mujer enseñe ni que
domine al hombre. Que se mantenga en silencio.
13 Porque Adán fue formado primero y Eva en
segundo lugar.
14 Y el engañado no fue Adán, sino la mujer
que, seducida, incurrió en la transgresión.
15 Con todo, se salvará por su maternidad
mientras persevere con modestia en la fe, en la caridad y en la santidad.
Capítulo 3: 1 Timoteo 3
1 Es cierta esta afirmación: Si alguno aspira
al cargo de epíscopo, desea una noble función.
2 Es, pues, necesario que el epíscopo sea
irreprensible, casado una sola vez, sobrio, sensato, educado, hospitalario,
apto para enseñar, 3 ni bebedor ni
violento, sino moderado, enemigo de pendencias,
desprendido del dinero, 4 que gobierne
bien su propia casa y mantenga sumisos a sus hijos con toda dignidad;
5 pues si alguno no es capaz de gobernar su propia
casa, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios?
6 Que no sea neófito, no sea que, llevado por
la soberbia, caiga en la misma condenación del Diablo.
7 Es necesario también que tenga buena fama
entre los de fuera, para que no caiga en descrédito y en las redes del Diablo.
8 También los diáconos deben ser dignos, sin
doblez, no dados a beber mucho vino ni a negocios sucios; 9 que guarden el Misterio de la fe con
una conciencia pura.
10 Primero se les someterá a prueba y
después, si fuesen irreprensibles, serán diáconos.
11 Las mujeres igualmente deben ser dignas,
no calumniadoras, sobrias, fieles en todo.
12 Los diáconos sean casados una sola vez y
gobiernen bien a sus hijos y su propia casa.
13 Porque los que ejercen bien el diaconado
alcanzan un puesto honroso y grande entereza en la
fe de Cristo Jesús.
14 Te escribo estas cosas con la esperanza de
ir pronto donde ti; 15 pero si tardo,
para que sepas cómo hay que portarse en la casa de Dios, que es la Iglesia de
Dios vivo, columna y fundamento de la verdad.
16 Y sin duda alguna, grande es el Misterio de la piedad: El ha sido manifestado en
la carne, justificado en el Espíritu, visto
de los Ángeles, proclamado a los gentiles, creído en el mundo, levantado a la gloria.
Capítulo 4: 1 Timoteo 4
1 El Espíritu dice claramente que en los
últimos tiempos algunos apostatarán de la fe entregándose a espíritus
engañadores y a doctrinas diabólicas, 2 por la hipocresía de embaucadores que
tienen marcada a fuego su propia conciencia; 3 éstos prohíben el matrimonio y el uso de alimentos que Dios creó
para que fueran comidos con acción de gracias por los creyentes y por los que
han conocido la verdad.
4 Porque todo lo que Dios ha creado es bueno
y no se ha de rechazar ningún alimento que se coma
con acción de gracias; 5 pues
queda santificado por la Palabra de Dios y por la oración.
6 Si tú enseñas estas cosas a los hermanos,
serás un buen ministro de Cristo Jesús, alimentado
con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido
fielmente.
7 Rechaza, en cambio, las fábulas profanas y
los cuentos de viejas. Ejercítate en la piedad.
8 Los ejercicios corporales sirven para poco;
en cambio la piedad es provechosa para todo, pues
tiene la promesa de la vida, de la presente y de la futura.
9 Es cierta y digna de ser aceptada por todos
esta afirmación:
10 Si nos fatigamos y luchamos es porque tenemos puesta la
esperanza en Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres,
principalmente de los creyentes.
11 Predica y enseña estas cosas.
12 Que nadie menosprecie tu juventud. Procura, en
cambio, ser para los creyentes modelo en la palabra,
en el comportamiento, en la caridad, en la fe, en la pureza.
13 Hasta que yo llegue, dedícate a la
lectura, a la exhortación, a la enseñanza.
14 No descuides el carisma que hay en ti, que se te
comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del
colegio de presbíteros.
15 Ocúpate en estas cosas; vive entregado a
ellas para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos.
16 Vela por ti mismo y por la enseñanza; persevera
en estas disposiciones, pues obrando así te salvarás a ti mismo y a los que te
escuchen.
Capítulo 5: 1 Timoteo 5
1 Al anciano no le reprendas con dureza, sino exhórtale como a un padre; a los jóvenes, como a hermanos;
2 a las ancianas, como a madres; a las
jóvenes, como a hermanas, con toda pureza.
3 Honra a las viudas, a las que son
verdaderamente viudas.
4 Si una viuda tiene hijos o nietos, que
aprendan éstos primero a practicar los deberes de
piedad para con los de su propia familia y a corresponder a sus progenitores,
porque esto es agradable a Dios.
5 Pero la que de verdad es viuda y ha quedado
enteramente sola, tiene puesta su esperanza en el
Señor y persevera en sus plegarias y oraciones noche y día.
6 La que, en cambio, está entregada a los
placeres aunque viva, está muerta.
7 Todo esto incúlcalo también, para que sean
irreprensibles.
8 Si alguien no tiene cuidado de los suyos, principalmente de sus familiares, ha
renegado de la fe y es peor que un infiel.
9 Que la viuda que sea inscrita en el catálogo de las viudas no tenga menos de sesenta
años, haya estado casada una sola vez, 10 y tenga el testimonio de sus buenas
obras: haber educado bien a los hijos,
practicado la hospitalidad, lavado los pies de los santos, socorrido a los
atribulados, y haberse ejercitado en toda clase de buenas obras.
11 Descarta, en cambio, a las viudas jóvenes,
porque cuando les asaltan los placeres contrarios a Cristo, quieren casarse 12 e incurren así en condenación por haber faltado a su compromiso
anterior.
13 Y además, estando ociosas, aprenden a ir
de casa en casa; y no sólo están ociosas, sino que se vuelven también
charlatanas y entrometidas, hablando de lo que no deben.
14 Quiero, pues, que las jóvenes se casen,
que tengan hijos y que gobiernen la propia casa y no den al adversario ningún
motivo de hablar mal; 15 pues ya
algunas se han extraviado yendo en pos de Satanás.
16 Si alguna creyente tiene viudas, atiéndalas ella misma y no las cargue a la Iglesia, a fin
de que ésta pueda atender a las que sean verdaderamente viudas.
17 Los presbíteros que ejercen bien su cargo
merecen doble remuneración, principalmente los que se afanan en la predicación
y en la enseñanza.
18 La Escritura, en efecto, dice: No pondrás bozal al buey que trilla, y
también: El obrero tiene derecho a su
salario.
19 No admitas ninguna acusación contra un
presbítero si no viene con el testimonio de dos o tres.
20 A los culpables, repréndeles delante de
todos, para que los demás cobren temor.
21 Yo te conjuro en presencia de Dios, de
Cristo Jesús y de los ángeles escogidos, que observes estas recomendaciones sin
dejarte llevar de prejuicios ni favoritismos.
22 No te precipites en imponer a nadie las
manos, no te hagas partícipe de los pecados ajenos. Consérvate puro.
23 No bebas ya agua sola. Toma un poco de
vino a causa de tu estómago y de tus frecuentes indisposiciones.
24 Los pecados de algunas personas son
notorios aun antes de que sean investigados; en cambio los de otras, lo son
solamente después.
25 Del mismo modo las
obras buenas son manifiestas; y las que no lo son, no pueden quedar
ocultas.
capítulo 6: 1 Timoteo 6
1 Todos los que estén como esclavos bajo el
yugo de la servidumbre consideren a sus dueños como dignos de todo respeto,
para que no se blasfeme del nombre de Dios y de la doctrina.
2 Los que tengan dueños creyentes no les
falten al respeto por ser hermanos, sino al contrario, que les sirvan todavía
mejor por ser creyentes y amigos de Dios los que reciben sus servicios. Esto
debes enseñar y recomendar.
3 Si alguno enseña otra cosa y no se atiene a las sanas
palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que es conforme a la
piedad, 4 está cegado por el orgullo y no
sabe nada; sino que padece la enfermedad de las
disputas y contiendas de palabras, de donde proceden las envidias,
discordias, maledicencias, sospechas malignas, 5 discusiones sin fin propias de gentes que tienen la inteligencia
corrompida, que están privados de la verdad
y que piensan que la piedad es un negocio.
6 Y ciertamente es un gran negocio la piedad,
con tal de que se contente con lo que tiene.
7 Porque nosotros no
hemos traído nada al mundo y nada podemos llevarnos de él.
8 Mientras tengamos comida y vestido, estemos
contentos con eso.
9 Los que quieren enriquecerse caen en la tentación, en el
lazo y en muchas codicias insensatas y perniciosas que hunden a los
hombres en la ruina y en la perdición.
10 Porque la raíz
de todos los males es el afán de dinero, y algunos, por dejarse llevar de él,
se extraviaron en la fe y se atormentaron con muchos dolores.
11 Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de
estas cosas; corre al alcance de la justicia, de la
piedad, de la fe, de la caridad, de la paciencia en el sufrimiento, de la
dulzura.
12 Combate el
buen combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado y de
la que hiciste aquella solemne profesión delante de muchos testigos.
13 Te recomiendo en la presencia de Dios que
da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que ante Poncio Pilato rindió tan
solemne testimonio, 14 que conserves el mandato sin tacha ni culpa hasta la
Manifestación de nuestro Señor Jesucristo, 15 Manifestación que a su debido tiempo hará ostensible el Bienaventurado y único Soberano, el Rey de los reyes
y el Señor de los señores, 16 el único que posee Inmortalidad, que habita en una luz
inaccesible, a quien no ha visto ningún ser humano ni le puede ver. A él
el honor y el poder por siempre. Amén.
17 A los ricos
de este mundo recomiéndales que no sean altaneros
ni pongan su esperanza en lo inseguro de las riquezas sino en Dios, que
nos provee espléndidamente de todo para que lo disfrutemos; 18 que practiquen el bien, que se
enriquezcan de buenas obras, que den con
generosidad y con liberalidad; 19 de esta forma irán atesorando para el
futuro un excelente fondo con el que podrán adquirir la vida verdadera.
20 Timoteo, guarda el depósito. Evita las
palabrerías profanas, y también las objeciones de la falsa ciencia; 21 algunos que la profesaban se han apartado de la fe. La gracia sea
con vosotros.
A TIMOTEO (2ª carta):
Capítulo 1: 2
Timoteo 1
1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad
de Dios para anunciar la Promesa de vida que está en Cristo Jesús, 2 a Timoteo, hijo querido. Gracia,
misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús Señor nuestro.
3 Doy gracias a Dios, a quien, como mis
antepasados, rindo culto con una conciencia pura, cuando continuamente, noche y
día, me acuerdo de ti en mis oraciones.
4 Tengo vivos deseos de verte, al acordarme
de tus lágrimas, para llenarme de alegría.
5 Pues evoco el recuerdo de la fe sincera que
tú tienes, fe que arraigó primero en tu abuela Loida
y en tu madre Eunice, y sé que también ha arraigado en ti.
6 Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la
imposición de mis manos.
7 Porque no nos
dio el Señor a nosotros un espíritu de
timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza.
8 No te avergüences, pues, ni del testimonio
que has de dar de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; sino, al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio,
ayudado por la fuerza de Dios, 9 que nos ha salvado y nos ha llamado con
una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia
determinación y por su gracia que nos dio desde
toda la eternidad en Cristo Jesús, 10 y que se ha manifestado ahora con la Manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar vida e
inmortalidad por medio del Evangelio
11 para cuyo servicio he sido yo constituido
heraldo, apóstol y maestro.
12 Por este motivo estoy soportando estos
sufrimientos; pero no me avergüenzo, porque yo sé
bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso
para guardar mi depósito hasta aquel Día.
13 Ten por norma las palabras sanas que oíste
de mí en la fe y en la caridad de Cristo Jesús.
14 Conserva el buen depósito mediante el Espíritu Santo que
habita en nosotros.
15 Ya sabes tú que todos los de Asia
me han abandonado, y entre ellos Figelo y Hermógenes.
16 Que el Señor conceda misericordia a la familia de
Onesíforo, pues me alivió muchas veces y no se avergonzó de mis cadenas, 17 sino que, en cuanto llegó a Roma, me buscó solícitamente
y me encontró.
18 Concédale el Señor encontrar misericordia
ante el Señor aquel Día. Además, cuántos buenos servicios me prestó en Éfeso,
tú lo sabes mejor.
Capítulo 2: 2 Timoteo 2
1 Tú, pues, hijo mío, manténte fuerte en la gracia de Cristo Jesús; 2 y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a
hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros.
3 Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de
Cristo Jesús.
4 Nadie que se dedica a la milicia se enreda en los
negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado.
5 Y lo mismo el atleta;
no recibe la corona si no ha competido según el reglamento.
6 Y el labrador que trabaja es el primero que
tiene derecho a percibir los frutos.
7 Entiende lo que quiero decirte, pues el
Señor te dará la inteligencia de todo.
8 Acuérdate de Jesucristo, resucitado de
entre los muertos, descendiente de David, según mi Evangelio; 9 por él estoy sufriendo hasta llevar
cadenas como un malhechor; pero la Palabra de Dios no está encadenada.
10 Por esto todo lo soporto por los elegidos,
para que también ellos alcancen la salvación que
está en Cristo Jesús con la gloria eterna.
11 Es cierta esta afirmación: Si hemos muerto con él, también viviremos con él; 12 si nos mantenemos firmes, también reinaremos con él;
si le negamos, también él nos negará; 13 si somos infieles, él permanece fiel,
pues no puede negarse a sí mismo.
14 Esto has de enseñar; y conjura en
presencia de Dios que se eviten las discusiones de palabras, que no sirven para
nada, si no es para perdición de los que las oyen.
15 Procura cuidadosamente presentarte ante Dios como hombre probado, como obrero que no tiene por qué avergonzarse, como fiel
distribuidor de la Palabra de la verdad.
16 Evita las palabrerías profanas, pues los
que a ellas se dan crecerán cada vez más en impiedad, 17 y su palabra irá cundiendo como gangrena. Himeneo y Fileto son de
éstos:
18 se han desviado de la verdad al afirmar
que la resurrección ya ha sucedido; y pervierten la fe de algunos.
19 Sin embargo el sólido fundamento puesto
por Dios se mantiene firme, marcado con este sello: El
Señor conoce a los que son suyos; y: Apártese de la iniquidad todo el
que pronuncia el nombre del Señor.
20 En una casa grande no hay solamente
utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son
para usos nobles y otros para usos viles.
21 Si, pues, alguno se mantiene limpio de
estas faltas, será un utensilio para uso noble, santificado
y útil para su Dueño, dispuesto para toda obra
buena.
22 Huye de las pasiones juveniles. Vete al alcance de la justicia, de la fe, de la caridad,
de la paz, en unión de los que invocan al Señor con corazón puro.
23 Evita las discusiones necias y estúpidas; tú
sabes bien que engendran altercados.
24 Y a un siervo del Señor no le conviene
altercar, sino ser amable, con todos, pronto a
enseñar, sufrido, 25 y que corrija con mansedumbre a
los adversarios, por si Dios les otorga la conversión que les haga conocer
plenamente la verdad, 26 y volver al
buen sentido, librándose de los lazos del diablo que los tiene cautivos,
rendidos a su voluntad.
Capítulo 3: 2 Timoteo 3
1 Ten presente que en los últimos días
sobrevendrán momentos difíciles; 2 los
hombres serán egoístas, avaros, fanfarrones, soberbios, difamadores, rebeldes a
los padres, ingratos, irreligiosos, 3
desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, despiadados, enemigos
del bien, 4 traidores, temerarios, infatuados, más amantes de los
placeres que de Dios, 5 que tendrán la
apariencia de piedad, pero desmentirán su eficacia. Guárdate
también de ellos.
6 A éstos pertenecen esos que se introducen
en las casas y conquistan a mujerzuelas cargadas de pecados y agitadas por toda
clase de pasiones, 7 que siempre están
aprendiendo y no son capaces de llegar al pleno conocimiento de la verdad.
8 Del mismo modo que Jannés y Jambrés se
enfrentaron a Moisés, así también estos se oponen a la verdad; son hombres de
mente corrompida, descalificados en la fe.
9 Pero no progresarán más, porque su
insensatez quedará patente a todos, como sucedió con la de aquéllos.
10 Tú, en cambio, me
has seguido asiduamente en mis enseñanzas, conducta, planes, fe, paciencia, caridad, constancia, 11 en mis persecuciones y sufrimientos, como los que
soporté en Antioquía, en Iconio, en Listra. ¡Qué persecuciones hube de
sufrir! Y de todas me libró el Señor.
12 Y todos los
que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones.
13 En cambio los malos y embaucadores irán de mal en peor, serán seductores y a la vez seducidos.
14 Tú, en cambio, persevera
en lo que aprendiste y en lo que creíste, teniendo
presente de quiénes lo aprendiste, 15 y que desde niño conoces las Sagradas Letras, que pueden darte la
sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe
en Cristo Jesús.
16 Toda Escritura es inspirada por Dios y
útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia; 17 así el hombre de Dios se
encuentra perfecto y preparado para toda obra
buena.
Capítulo 4: 2 Timoteo 4
1 Te conjuro en presencia de Dios y de Cristo
Jesús que ha de venir a juzgar a vivos y muertos, por su Manifestación y por su
Reino: 2 Proclama la Palabra, insiste
a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta
con toda paciencia y doctrina.
3 Porque vendrá un tiempo en que los hombres
no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones,
se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; 4 apartarán sus oídos de la verdad y se
volverán a las fábulas.
5 Tú, en cambio, pórtate
en todo con prudencia, soporta los sufrimientos, realiza la función de
evangelizador, desempeña a la perfección tu ministerio.
6 Porque yo estoy
a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente.
7 He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe.
8 Y desde ahora me
aguarda la corona de la justicia que aquel Día me entregará el Señor, el justo
Juez; y no solamente a mí, sino también a
todos los que hayan esperado con amor su Manifestación.
9 Apresúrate a venir a mí cuanto antes, 10 porque me ha abandonado Demás por amor a este mundo y se ha
marchado a Tesalónica; Crescente, a Galacia; Tito, a Dalmacia.
11 El único que está conmigo es
Lucas. Toma a Marcos y tráele contigo, pues me es muy útil para el
ministerio.
12 A Tíquico le he mandado a Éfeso.
13 Cuando vengas, tráeme el abrigo que me
dejé en Tróada, en casa de Carpo, y los libros, en especial los
pergaminos.
14 Alejandro, el herrero, me ha hecho mucho
mal. El Señor le retribuirá según sus obras.
15 Tú también guárdate de él, pues se ha
opuesto tenazmente a nuestra predicación.
16 En mi primera defensa nadie me asistió, antes bien todos
me desampararon. Que no se les tome en cuenta.
17 Pero el Señor me asistió y me dio fuerzas para que, por
mi medio, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todos los gentiles. Y
fui librado de la boca del león.
18 El Señor me librará de toda obra mala y me salvará
guardándome para su Reino celestial. A él la gloria por los siglos de los
siglos. Amén.
19 Saluda a Prisca y Aquila y a la familia
de Onesíforo.
20 Erasto se quedó en Corinto; a Trófimo
le dejé enfermo en Mileto.
21 Date prisa en venir antes del invierno. Te
saludan Eubulo, Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos.
22 El Señor sea con tu espíritu. La gracia sea con
vosotros.
A TITO:
Capítulo 1:
Tito 1
1 Pablo, siervo de Dios, apóstol de Jesucristo para llevar a los escogidos de
Dios a la fe y al pleno conocimiento de la verdad que es conforme a la
piedad, 2 con la esperanza de vida
eterna, prometida desde toda la eternidad por Dios que no miente, 3 y que en el tiempo oportuno ha manifestado su Palabra
por la predicación a mí encomendada según el mandato de Dios nuestro
Salvador, 4 a Tito,
verdadero hijo según la fe común. Gracia y paz de parte de Dios Padre y de
Cristo Jesús, nuestro Salvador.
5 El motivo de haberte dejado en Creta,
fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras
presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené.
6 El candidato debe ser
irreprochable, casado una sola vez, cuyos hijos sean creyentes, no tachados
de libertinaje ni de rebeldía.
7 Porque el epíscopo, como
administrador de Dios, debe ser irreprochable; no arrogante, no colérico, no
bebedor, no violento, no dado a negocios sucios; 8 sino hospitalario, amigo del
bien, sensato, justo, piadoso, dueño de sí.
9 Que esté adherido a la palabra fiel, conforme a
la enseñanza, para que sea capaz de exhortar con la sana doctrina y refutar a
los que contradicen.
10 Porque hay muchos rebeldes, vanos
habladores y embaucadores, sobre todo entre los de la circuncisión, 11 a quienes es menester tapar la boca; hombres que
trastornan familias enteras, enseñando por torpe ganancia lo que no deben.
12 Uno de ellos, profeta suyo, dijo:
"Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, vientres perezosos."
13 Este testimonio es verdadero. Por
tanto repréndeles severamente, a fin de que conserven
sana la fe, 14 y no
den oídos a fábulas judaicas, ni a mandamientos
de hombres que se apartan de la verdad.
15 Para los limpios todo es
limpio; mas para los contaminados e incrédulos nada hay limpio, pues
su mente y conciencia están contaminadas.
16 Profesan conocer a Dios, mas con
sus obras le niegan; son abominables y rebeldes e incapaces de toda obra
buena.
|
Capítulo 2: Tito 2
1 Mas tú enseña lo que es conforme a la sana
doctrina; 2 que
los ancianos sean sobrios, dignos, sensatos, sanos en la fe, en la caridad, en
la paciencia, en el sufrimiento; 3 que las ancianas asimismo sean en su porte cual conviene a los santos: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, maestras del bien, 4 para que enseñen a las jóvenes a ser amantes de sus maridos y de
sus hijos, 5 a ser sensatas, castas,
hacendosas, bondadosas, sumisas a sus maridos, para que no sea injuriada la Palabra de Dios.
6 Exhorta igualmente a los jóvenes para que sean
sensatos en todo.
7 Muéstrate dechado de buenas obras: pureza de
doctrina, dignidad, 8 palabra sana, intachable, para que el adversario
se avergüence, no teniendo nada malo que decir de nosotros.
9 Que los esclavos estén sometidos en todo a
sus dueños, sean complacientes y no les contradigan; 10 que no les defrauden, antes bien muestren una fidelidad perfecta
para honrar en todo la doctrina de Dios nuestro Salvador.
11 Porque se ha
manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres, 12 que nos enseña a que, renunciando a la
impiedad y a las pasiones mundanas, vivamos
con sensatez, justicia y piedad en el siglo presente, 13 aguardando la feliz esperanza y la
Manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo; 14 el cual se entregó por nosotros a fin de
rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo que fuese suyo,
fervoroso en buenas obras.
15 Así has de enseñar, exhortar y reprender
con toda autoridad. Que nadie te desprecie.
Capítulo 3: Tito 3
1 Amonéstales que vivan sumisos a los
magistrados y a las autoridades, que les obedezcan y estén
prontos para toda obra buena; 2 que no injurien a nadie, que no sean
pendencieros sino apacibles, mostrando una perfecta mansedumbre con todos los
hombres.
3 Pues también
nosotros fuimos en algún tiempo insensatos, desobedientes, descarriados,
esclavos de toda suerte de pasiones y placeres, viviendo en malicia y envidia,
aborrecibles y aborreciéndonos unos a otros.
4 Mas cuando se
manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres, 5 él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho
nosotros, sino según su misericordia, por
medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu
Santo, 6 que derramó sobre nosotros con largueza
por medio de Jesucristo nuestro Salvador, 7 para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos
herederos, en esperanza, de vida eterna.
8 Es cierta esta afirmación, y quiero que en
esto te mantengas firme, para que los que creen en Dios traten de sobresalir en
la práctica de las buenas obras. Esto es bueno y
provechoso para los hombres.
9 Evita discusiones necias, genealogías,
contiendas y disputas sobre la Ley, porque son inútiles y vanas.
10 Al sectario, después de una y otra amonestación,
rehúyele; 11 ya sabes que ése está
pervertido y peca, condenado por su propia sentencia.
12 Cuando te envíe a Artemas o a Tíquico,
date prisa en venir donde mí a Nicópolis, porque he pensado pasar allí
el invierno.
13 Cuida de proveer de todo lo necesario para
el viaje a Zenas, el perito en la Ley, y a Apolo, de modo que nada les
falte.
14 Que aprendan también los nuestros a
sobresalir en la práctica de las buenas obras, atendiendo
a las necesidades urgentes, para que no sean unos inútiles.
15 Te saludan todos los que están conmigo.
Saluda a los que nos aman en la fe. La gracia sea con todos vosotros.
A FILEMÓN:
Filemón era un rico ciudadano de Colosas, que Pablo
convirtió a la fe cristiana durante su permanencia en Éfeso. Onésimo, uno de
sus esclavos, huyó de su casa y, para escapar a las severas sanciones que
amenazaban a los esclavos fugitivos, buscó refugio en Roma. Allí se encontró
con Pablo, ya anciano (v. 9), que estaba prisionero en la capital del Imperio.
Después de bautizarlo, este lo devolvió a su dueño con una breve Carta de
recomendación.
Capítulo 1: Filemón 1
1 Pablo, preso de Cristo Jesús, y Timoteo, el
hermano, a nuestro querido amigo y colaborador Filemón, 2 a la hermana Apfia, a nuestro compañero de armas, Arquipo,
y a la Iglesia de tu casa.
3 Gracia y paz a vosotros de parte de Dios,
nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
4 Doy gracias sin cesar a mi Dios, recordándote en mis
oraciones, 5 pues tengo noticia de tu caridad y de
tu fe para con el Señor Jesús y para bien de todos los santos, 6 a fin de que tu participación en la fe se haga eficiente mediante
el conocimiento perfecto de todo el bien que hay en nosotros en orden a Cristo.
7 Pues tuve gran alegría
y consuelo a causa de tu caridad, por el alivio que los corazones de los santos
han recibido de ti, hermano.
8 Por lo cual, aunque tengo en Cristo
bastante libertad para mandarte lo que conviene, 9 prefiero más bien rogarte en nombre de
la caridad, yo, este Pablo ya anciano, y además ahora preso de Cristo Jesús.
10 Te ruego en
favor de mi hijo, a quien engendré entre cadenas, Onésimo, 11 que en otro tiempo te fue inútil, pero ahora
muy útil para ti y para mí.
12 Te lo devuelvo, a éste, mi propio corazón.
13 Yo querría retenerle conmigo, para que me sirviera
en tu lugar, en estas cadenas por el Evangelio; 14 mas, sin consultarte, no he querido
hacer nada, para que esta buena acción tuya no fuera forzada sino voluntaria.
15 Pues tal vez
fue alejado de ti por algún tiempo, precisamente para que lo recuperaras para
siempre, 16 y no como esclavo, sino como algo mejor
que un esclavo, como un hermano querido, que, siéndolo mucho para mí, ¡cuánto
más lo será para ti, no sólo como amo, sino también en el Señor!.
17 Por tanto, si
me tienes como algo unido a ti, acógele como a mí mismo.
18 Y si en algo
te perjudicó, o algo te debe, ponlo a mi cuenta.
19 Yo mismo, Pablo, lo firmo con mi puño; yo
te lo pagaré. Por no recordarte deudas para conmigo, pues tú mismo te me debes.
20 Sí, hermano, hazme
este favor en el Señor. ¡Alivia mi corazón en Cristo!
21 Te escribo confiado en tu docilidad, seguro de que harás
más de lo que te pido.
22 Y al mismo tiempo, prepárame hospedaje;
pues espero que por vuestras oraciones se os
concederá la gracia de mi presencia.
23 Te saludan Epafras, mi compañero de
cautiverio en Cristo Jesús, 24 Marcos, Aristarco, Demás y Lucas, mis colaboradores.
25 Que la gracia del Señor Jesucristo sea con
vuestro espíritu.
A LOS HEBREOS:
Capítulo 1: Hebreos 1
1 Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de
los Profetas; 2 en estos últimos
tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien
instituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos; 3 el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su sustancia,
y el que sostiene todo con su palabra poderosa,
después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,
4 con una superioridad sobre los
ángeles tanto mayor cuanto más les supera en el nombre que ha heredado.
5 En efecto, ¿a qué ángel dijo alguna
vez: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy; y también: Yo
seré para él Padre, y él será para mi Hijo?
6 Y nuevamente al introducir a su Primogénito
en el mundo dice: Y adórenle todos los
ángeles de Dios.
7 Y de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles vientos, y a sus servidores
llamas de fuego.
8 Pero del
Hijo: Tu trono, ¡oh Dios!, por los
siglos de los siglos; y: El cetro de tu realeza, cetro de equidad.
9 Amaste la justicia y aborreciste la iniquidad; por
eso te ungió, ¡oh Dios!, tu Dios con óleo de alegría con preferencia a
tus compañeros.
10 Y también: Tú al comienzo, ¡oh Señor!, pusiste los cimientos de la tierra, y obras de tu mano son los cielos.
11 Ellos perecerán, mas tú permaneces; todos como un vestido
envejecerán; 12 como un
manto los enrollarás, como un vestido, y serán cambiados. Pero tú eres el mismo y tus años no tendrán fin.
13 Y ¿a qué ángel dijo alguna vez: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por
escabel de tus pies?
14 ¿Es que no son todos ellos espíritus
servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?
Capítulo 2: Hebreos 2
1 Por tanto, es preciso que prestemos mayor
atención a lo que hemos oído, para que no nos extraviemos.
2 Pues si la palabra promulgada por medio de
los ángeles obtuvo tal firmeza que toda transgresión y desobediencia recibió
justa retribución, 3 ¿cómo saldremos
absueltos nosotros si descuidamos tan gran salvación? La cual comenzó a ser
anunciada por el Señor, y nos fue luego confirmada por quienes la oyeron,
4 testificando también Dios
con señales y prodigios, con toda suerte de milagros y dones del Espíritu Santo repartidos según su voluntad.
5 En efecto, Dios no sometió a los
ángeles el mundo venidero del cual estamos hablando.
6 Pues atestiguó alguien en algún
lugar: ¿Qué es el hombre, que te acuerdas de él? ¿O el hijo del hombre,
que de él te preocupas?
7 Le hiciste por un poco inferior a los
ángeles; de gloria y honor le coronaste.
8 Todo lo sometiste debajo de sus pies.
Al someterle todo, nada dejó que no le estuviera sometido. Mas al
presente, no vemos todavía que le esté sometido todo.
9 Y a aquel que fue hecho inferior a
los ángeles por un poco, a Jesús, le
vemos coronado de gloria y honor por haber padecido la
muerte, pues por la gracia de Dios gustó la muerte para bien de todos.
10 Convenía, en verdad, que Aquel por quien es todo y para quien es todo, llevara
muchos hijos a la gloria, perfeccionando mediante el sufrimiento al que
iba a guiarlos a la salvación.
11 Pues tanto el santificador como los santificados
tienen todos el mismo origen. Por eso no se avergüenza de llamarles
hermanos 12 cuando dice:
Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la asamblea te cantaré himnos. Y también:
13 Pondré en él mi confianza. Y
nuevamente: Henos aquí, a mí y a los hijos que Dios me dio.
14 Por tanto, así como los hijos
participan de la sangre y de la carne, así también participó él de las mismas,
para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al Diablo, 15 y libertar a cuantos, por temor a la muerte, estaban
de por vida sometidos a esclavitud.
16 Porque, ciertamente, no se ocupa de los
ángeles, sino de la descendencia de Abraham.
17 Por eso tuvo que asemejarse en todo a
sus hermanos, para ser misericordioso y Sumo Sacerdote fiel en lo
que toca a Dios, en orden a expiar los pecados del pueblo.
18 Pues, habiendo
sido probado en el sufrimiento, puede ayudar a los que se ven probados.
Capítulo 3: Hebreos 3
1 Por tanto, hermanos santos, partícipes de
una vocación celestial, considerad al apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe, a
Jesús, 2 que es fiel al que le instituyó, como lo fue
también Moisés en toda su casa.
3 Pues ha sido
juzgado digno de una gloria en tanto superior a la de Moisés, en cuanto
la dignidad del constructor de la casa supera a la casa misma.
4 Porque toda casa tiene su constructor; mas
el constructor del universo es Dios.
5 Ciertamente, Moisés fue fiel en toda su casa, como servidor, para atestiguar
cuanto había de anunciarse, 6 pero Cristo lo fue como
hijo, al frente de su propia casa, que somos nosotros, si es que mantenemos la entereza y la
gozosa satisfacción de la esperanza.
7 Por eso, como
dice el Espíritu Santo: Si oís hoy su voz, 8 no endurezcáis vuestros corazones
como en la Querella, el día de la provocación en el desierto, 9 donde me provocaron vuestros padres y me pusieron a prueba, aun
después de haber visto mis obras 10 durante cuarenta años. Por eso me irrité contra esa
generación y dije: Andan siempre errados en su corazón;
no conocieron mis caminos.
11 Por eso juré en mi cólera: ¡No entrarán en mi descanso!
12 ¡Mirad, hermanos!, que no haya en ninguno de vosotros un corazón maleado por la
incredulidad que le haga apostatar de Dios vivo; 13 antes bien, exhortaos mutuamente cada
día mientras dure este hoy, para que ninguno
de vosotros se endurezca seducido por el pecado.
14 Pues hemos
venido a ser partícipes de Cristo, a condición de que mantengamos firme
hasta el fin la segura confianza del principio.
15 Al decir: Si oís hoy su voz, no
endurezcáis vuestros corazones como en la Querella, 16 ¿quiénes son los que, habiéndole oído, le
movieron querella? ¿Es que no fueron todos los
que salieron de Egipto por medio de Moisés?
17 Y ¿contra quiénes se irritó durante cuarenta años? ¿No fue acaso contra los que
pecaron, cuyos cadáveres cayeron en el
desierto?
18 Y ¿a
quiénes juró que no entrarían en su descanso sino a los que
desobedecieron?
19 Así, vemos que no pudieron entrar a causa
de su incredulidad.
Capítulo 4: Hebreos 4
1 Temamos, pues; no
sea que, permaneciendo aún en vigor la promesa de entrar en su
descanso, alguno de vosotros parezca llegar rezagado.
2 También nosotros hemos
recibido una buena nueva, lo mismo que ellos. Pero
la palabra que oyeron no aprovechó nada a aquellos que no estaban unidos por la
fe a los que escucharon.
3 De hecho, hemos
entrado en el descanso los que hemos creído, según está dicho: Por
eso juré en mi cólera: ¡No entrarán en mi descanso! Y eso que las obras
de Dios estaban terminadas desde la creación del mundo, 4 pues en algún lugar dice acerca del día séptimo: Y descansó
Dios el día séptimo de todas sus obras.
5 Y también en el pasaje citado: ¡No
entrarán en mi descanso!
6 Por tanto, quedando en claro que algunos
han de entrar en él, y que los primeros en recibir la buena nueva no entraron a
causa de su desobediencia, 7 vuelve a
señalar un día, hoy, diciendo por David al cabo de tanto tiempo,
como queda dicho: Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.
8 Porque si Josué les hubiera proporcionado
el descanso, no habría hablado Dios más tarde, de otro día.
9 Por tanto es claro que queda un descanso sabático para el pueblo de Dios.
10 Pues quien
entra en su descanso, también él descansa de sus trabajos, al
igual que Dios de los suyos.
11 Esforcémonos, pues, por entrar en ese descanso,
para que nadie caiga imitando aquella desobediencia.
12 Ciertamente, es
viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de
dos filos. Penetra hasta las fronteras entre
el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y
escruta los sentimientos y pensamientos del corazón.
13 No hay para ella criatura invisible: todo
está desnudo y patente a los ojos de Aquel a quien hemos de dar cuenta.
14 Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote que
penetró los cielos Jesús, el Hijo de Dios mantengamos
firmes la fe que profesamos.
15 Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no
pueda compadecerse de nuestras flaquezas,
sino probado en todo igual que nosotros, excepto en
el pecado.
16 Acerquémonos, por tanto, confiadamente
al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para
una ayuda oportuna.
Capítulo 5: Hebreos 5
1 Porque todo Sumo Sacerdote es tomado de
entre los hombres y está puesto en favor de los
hombres en lo que se refiere a Dios para
ofrecer dones y sacrificios por los pecados; 2 y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza.
3 Y a causa de esa misma flaqueza debe
ofrecer por los pecados propios igual que por los del pueblo.
4 Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón.
5 De igual modo, tampoco
Cristo se apropió la gloria del Sumo Sacerdocio, sino que la tuvo de quien le dijo: Hijo mío eres tú; yo te he
engendrado hoy.
6 Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, a semejanza de
Melquisedec.
7 El cual, habiendo
ofrecido en los días de su vida mortal ruegos
y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la
muerte, fue escuchado por su actitud reverente,
8 y aun siendo Hijo, con lo que
padeció experimentó la obediencia; 9 y
llegado a la perfección, se convirtió en causa de
salvación eterna para todos los que le obedecen, 10 proclamado por Dios Sumo Sacerdote a semejanza de
Melquisedec.
11 Sobre este particular tenemos muchas cosas
que decir, aunque difíciles de explicar, porque os habéis hecho tardos de
entendimiento.
12 Pues debiendo
ser ya maestros en razón del tiempo, volvéis a tener necesidad de ser
instruidos en los primeros rudimentos de los oráculos divinos, y os
habéis hecho tales que tenéis necesidad de leche en
lugar de manjar sólido.
13 Pues todo el que se nutre de leche
desconoce la doctrina de la justicia, porque es
niño.
14 En cambio, el manjar sólido es de adultos;
de aquellos que, por costumbre, tienen las facultades ejercitadas en el
discernimiento del bien y del mal.
Capítulo 6: Hebreos 6
1 Por eso, dejando aparte la enseñanza
elemental acerca de Cristo, elevémonos a lo perfecto, sin reiterar los temas
fundamentales del arrepentimiento de las obras muertas y de la fe en Dios; 2 de la instrucción sobre los bautismos y de la imposición de las
manos; de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.
3 Y así procederemos con el favor de Dios.
4 Porque es imposible que cuantos fueron una vez iluminados, gustaron el don
celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5 saborearon las buenas nuevas de Dios y los prodigios del mundo futuro,
6 y a pesar de todo cayeron, se
renueven otra vez mediante la penitencia, pues crucifican por su parte de nuevo
al Hijo de Dios y le exponen a pública infamia.
7 Porque la
tierra que recibe frecuentes lluvias y produce buena vegetación para los que la
cultivan participa de la bendición de Dios.
8 Por lo contrario, la que produce
espinas y abrojos es desechada, y cerca está de la maldición,
y terminará por ser quemada.
9 Pero de vosotros, queridos, aunque hablemos
así, esperamos cosas mejores y conducentes a la salvación.
10 Porque no es
injusto Dios para olvidarse de vuestra labor y del amor que habéis mostrado
hacia su nombre, con los servicios que habéis prestado y prestáis a los
santos.
11 Deseamos, no obstante, que cada uno de vosotros manifieste hasta el fin la misma
diligencia para la plena realización de la esperanza, 12 de forma que no os hagáis indolentes,
sino más bien imitadores de aquellos que, mediante la fe y la perseverancia,
heredan las promesas.
13 Cuando Dios
hizo la Promesa a Abraham, no teniendo a otro mayor por quien
jurar, juró por sí mismo 14 diciendo: ¡Sí!, te colmaré de
bendiciones y te acrecentaré en gran manera.
15 Y perseverando de esta manera, alcanzó la
Promesa.
16 Pues los hombres juran por uno superior y
entre ellos el juramento es la garantía que pone fin a todo litigio.
17 Por eso Dios, queriendo mostrar más
plenamente a los herederos de la Promesa la inmutabilidad de su decisión,
interpuso el juramento, 18 para que,
mediante dos cosas inmutables por las cuales es imposible que Dios mienta, nos
veamos más poderosamente animados los que buscamos
un refugio asiéndonos a la esperanza propuesta, 19 que nosotros tenemos como segura y
sólida ancla de nuestra alma, y que penetra hasta más allá del
velo, 20 adonde entró por
nosotros como precursor Jesús, hecho, a semejanza de Melquisedec,
Sumo Sacerdote para siempre.
Capítulo 7: Hebreos 7
1 En efecto, este Melquisedec, rey
de Salem, sacerdote de Dios Altísimo, que salió al encuentro de
Abraham cuando regresaba de la derrota de los reyes, y le bendijo, 2 al cual dio Abraham el diezmo de todo, y cuyo nombre
significa, en primer lugar, "rey de justicia" y, además, rey de
Salem, es decir, "rey de paz", 3 sin padre, ni madre, ni genealogía, sin comienzo de días, ni fin de
vida, asemejado al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.
4 Mirad ahora cuán grande es éste, a quien el
mismo Patriarca Abraham dio el diezmo de entre lo mejor del botín.
5 Es cierto que los hijos de Leví que reciben
el sacerdocio tienen orden según la Ley de percibir el diezmo del pueblo, es
decir, de sus hermanos, aunque también proceden éstos de la estirpe de Abraham;
6 mas aquél, sin pertenecer a su
genealogía, recibió el diezmo de Abraham, y bendijo al que tenía las promesas.
7 Pues bien, es incuestionable que el
inferior recibe la bendición del superior.
8 Y aquí,
ciertamente, reciben el diezmo hombres mortales;
pero allí, uno de quien se asegura que vive.
9 Y, en cierto modo, hasta el mismo Leví, que
percibe los diezmos, los pagó por medio de Abraham, 10 pues ya estaba en las entrañas de su padre cuando
Melquisedec le salió al encuentro.
11 Pues bien, si
la perfección estuviera en poder del sacerdocio levítico pues
sobre él descansa la Ley dada al pueblo , ¿qué
necesidad había ya de que surgiera otro sacerdote a semejanza de
Melquisedec, y no "a semejanza de Aarón"?
12 Porque, cambiado el sacerdocio,
necesariamente se cambia la Ley.
13 Pues aquel de quien se dicen estas cosas, pertenecía a otra tribu, de la cual nadie sirvió al
altar.
14 Y es bien manifiesto que nuestro Señor procedía de Judá, y a esa tribu para nada
se refirió Moisés al hablar del sacerdocio.
15 Todo esto es mucho más evidente aún si
surge otro sacerdote a semejanza de Melquisedec,
16 que lo sea, no por ley de
prescripción carnal, sino según la fuerza de una
vida indestructible.
17 De hecho, está atestiguado: Tú eres sacerdote para siempre, a semejanza de
Melquisedec.
18 De este modo queda abrogada la ordenación precedente, por razón de su ineficacia e
inutilidad, 19 ya que la Ley no llevó nada a la perfección, pues no era más que
introducción a una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios.
20 Y por cuanto no fue sin juramento
pues los otros fueron hechos sacerdotes sin juramento, 21 mientras éste lo fue bajo juramento por Aquel que le dijo:
"Juró el Señor y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre"
22 por eso, de
una mejor Alianza resultó fiador Jesús.
23 Además, aquellos sacerdotes fueron muchos,
porque la muerte les impedía perdurar.
24 Pero éste
posee un sacerdocio perpetuo porque permanece para siempre.
25 De ahí que pueda
también salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está
siempre vivo para interceder en su favor.
26 Así es el Sumo Sacerdote que nos convenía:
santo, inocente, incontaminado, apartado de los pecadores, encumbrado por encima de los cielos, 27 que no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada día, primero por
sus pecados propios como aquellos Sumos Sacerdotes, luego por los del pueblo: y
esto lo realizó de una vez para siempre,
ofreciéndose a sí mismo.
28 Es que la Ley
instituye Sumos Sacerdotes a hombres frágiles pero la palabra del juramento, posterior a la Ley, hace
el Hijo perfecto para siempre.
Capítulo 8: Hebreos 8
1 Este es el punto capital de cuanto venimos
diciendo, que tenemos un Sumo Sacerdote tal, que se
sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, 2 al servicio del santuario y de la Tienda verdadera, erigida por el Señor, no por un hombre.
3 Porque todo
Sumo Sacerdote está instituido para ofrecer dones y sacrificios: de ahí que
necesariamente también él tuviera que ofrecer algo.
4 Pues si estuviera en la tierra, ni siquiera
sería sacerdote, habiendo ya quienes ofrezcan dones según la Ley.
5 Estos dan culto en lo que es sombra y
figura de realidades celestiales, según le fue revelado a Moisés al emprender
la construcción de la Tienda. Pues dice: Mira, harás todo conforme al
modelo que te ha sido mostrado en el monte.
6 Mas ahora ha obtenido él un ministerio
tanto mejor cuanto es Mediador de una mejor Alianza,
como fundada en promesas mejores.
7 Pues si aquella primera fuera
irreprochable, no habría lugar para una segunda.
8 Porque les dice en tono de reproche:
He aquí que días vienen, dice el Señor, y concertaré
con la casa de Israel y con la casa de Judá una nueva Alianza, 9 no como la Alianza que hice con sus padres el día en que los
tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto. Como ellos no permanecieron
fieles a mi Alianza, también yo me desentendí de ellos, dice el Señor.
10 Esta es la Alianza que pactaré con la casa de Israel después de aquellos días,
dice el Señor: Pondré mis leyes en su mente, en sus
corazones las grabaré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
11 Y no habrá de instruir cada cual a
su conciudadano ni cada uno a su hermano diciendo: "¡Conoce al
Señor!", pues todos me conocerán, desde el
menor hasta el mayor de ellos.
12 Porque me apiadaré de sus iniquidades y de sus
pecados no me acordaré ya.
13 Al decir nueva, declaró
anticuada la primera; y lo anticuado y viejo está a punto de cesar.
Capítulo 9: Hebreos 9
1 También la primera Alianza tenía sus
ritos litúrgicos y su santuario terreno.
2 Porque se preparó la parte anterior de la
Tienda, donde se hallaban el candelabro y la mesa con los panes de la
presencia, que se llama Santo.
3 Detrás del segundo velo se hallaba la parte
de la Tienda llamada Santo de los Santos, 4 que contenía el altar de oro para el incienso, el arca de la
Alianza, completamente cubierta de oro, y en ella, la urna de oro con el maná,
la vara de Aarón que retoño y las tablas de la Alianza.
5 Encima del arca, los querubines de gloria
que cubrían con su sombra el propiciatorio. Mas no es éste el momento de hablar
de todo ello en detalle.
6 Preparadas así estas cosas, los sacerdotes
entran siempre en la primera parte de la Tienda para desempeñar las funciones
del culto.
7 Pero en la segunda parte entra una vez al
año, y solo, el Sumo Sacerdote, y no sin sangre que ofrecer por sí mismo y por
los pecados del pueblo.
8 De esa manera daba a entender el Espíritu
Santo que aún no estaba abierto el camino del santuario mientras subsistiera la
primera Tienda.
9 Todo ello es una figura del tiempo
presente, en cuanto que allí se ofrecen dones y
sacrificios incapaces de perfeccionar en su conciencia al adorador, 10 y sólo son prescripciones carnales, que versan sobre comidas y
bebidas y sobre abluciones de todo género, impuestas hasta el tiempo de la
reforma.
11 Pero presentóse
Cristo como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a través de una Tienda mayor
y más perfecta, no fabricada por mano de hombre, es decir, no de este
mundo.
12 Y penetró en el santuario una vez para siempre, no con
sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre,
consiguiendo una redención eterna.
13 Pues si la sangre de machos cabríos y de
toros y la ceniza de vaca santifica con su aspersión a los contaminados, en
orden a la purificación de la carne, 14 ¡cuánto más la sangre de Cristo, que
por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios,
purificará de las obras muertas nuestra conciencia para
rendir culto a Dios vivo!
15 Por eso es mediador de una nueva Alianza; para
que, interviniendo su muerte para remisión de las transgresiones de la primera
Alianza, los que han sido llamados reciban la
herencia eterna prometida.
16 Pues donde hay testamento se requiere que
conste la muerte del testador, 17 ya
que el testamento es válido en caso de defunción, no teniendo valor en vida del
testador.
18 Así tampoco la primera Alianza se
inauguró sin sangre.
19 Pues Moisés, después de haber leído
a todo el pueblo todos los preceptos según la Ley, tomó la sangre de los
novillos y machos cabríos con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el
libro mismo y a todo el pueblo
20 diciendo: Esta es la sangre de la
Alianza que Dios ha ordenado para vosotros.
21 Igualmente roció con sangre la Tienda y
todos los objetos del culto; 22 pues
según la Ley, casi todas las cosas han de ser purificadas con sangre, y sin
efusión de sangre no hay remisión.
23 En consecuencia, es necesario, por una
parte, que las figuras de las realidades celestiales sean purificadas de esa
manera; por otra parte, que también lo sean las realidades celestiales, pero
con víctimas más excelentes que aquéllas.
24 Pues no
penetró Cristo en un santuario hecho por mano de hombre, en una
reproducción del verdadero, sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante
el acatamiento de Dios en favor nuestro, 25 y no para ofrecerse a sí mismo repetidas veces al modo como
el Sumo Sacerdote entra cada año en el santuario con sangre ajena.
26 Para ello habría tenido que sufrir muchas
veces desde la creación del mundo. Sino que se ha
manifestado ahora una sola vez, en la plenitud de los tiempos, para la destrucción del pecado mediante su sacrificio.
27 Y del mismo modo que está establecido que
los hombres mueran una sola vez, y luego el juicio, 28 así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez
para quitar los pecados de la multitud, se aparecerá por segunda vez sin
relación ya con el pecado a los que le esperan para su salvación.
Capítulo 10: Hebreos 10
1 No conteniendo, en efecto, la Ley más que
una sombra de los bienes futuros, no la realidad de las cosas, no puede nunca,
mediante unos mismos sacrificios que se ofrecen sin cesar año tras
año, dar la perfección a los que se acercan.
2 De otro modo, ¿no habrían cesado de
ofrecerlos, al no tener ya conciencia de pecado los que ofrecen ese culto, una
vez purificados?
3 Al contrario, con ellos se renueva cada año
el recuerdo de los pecados, 4 pues es
imposible que sangre de toros y machos cabríos borre pecados.
5 Por eso, al entrar en este mundo, dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has
formado un cuerpo.
6 Holocaustos y sacrificios por el
pecado no te agradaron.
7 Entonces dije: ¡He aquí que vengo, pues de mí está escrito en el
rollo del libro, a hacer, oh Dios, tu voluntad!
8 Dice primero: Sacrificios y oblaciones y holocaustos y sacrificios por el
pecado no los quisiste ni te agradaron cosas todas
ofrecidas conforme a la Ley 9 entonces añade: He aquí que vengo a hacer tu
voluntad. Abroga lo primero para establecer el segundo.
10 Y en virtud de esta voluntad somos santificados,
merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo
de Jesucristo.
11 Y, ciertamente, todo sacerdote está
en pie, día tras día, oficiando y ofreciendo reiteradamente los mismos
sacrificios, que nunca pueden borrar pecados.
12 El, por el contrario, habiendo ofrecido por los pecados un solo
sacrificio, se sentó a la diestra de Dios para siempre, 13 esperando desde entonces hasta que sus enemigos
sean puestos por escabel de sus pies.
14 En efecto, mediante una sola oblación ha
llevado a la perfección para siempre a los santificados.
15 También el Espíritu Santo nos da
testimonio de ello. Porque, después de haber dicho:
16 Esta es
la Alianza que pactaré con ellos después de aquellos días, dice el
Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en su
mente las grabaré, 17
añade: Y de sus pecados e
iniquidades no me acordaré ya.
18 Ahora bien, donde
hay remisión de estas cosas, ya no hay más oblación por el pecado.
19 Teniendo, pues, hermanos, plena seguridad
para entrar en el santuario en virtud de la sangre de Jesús, 20 por este camino nuevo y vivo, inaugurado por él para nosotros, a
través del velo, es decir, de su propia carne, 21 y con un Sumo Sacerdote al frente de la casa de
Dios, 22 acerquémonos con sincero corazón , en plenitud de fe, purificados los
corazones de conciencia mala y lavados
los cuerpos con agua pura.
23 Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues
fiel es el autor de la Promesa.
24 Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la
caridad y las buenas obras, 25 sin abandonar vuestra propia asamblea,
como algunos acostumbran hacerlo, antes bien, animándoos: tanto más, cuanto que
veis que se acerca ya el Día.
26 Porque si voluntariamente pecamos después
de haber recibido el pleno conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio
por los pecados, 27 sino la terrible
espera del juicio y la furia del fuego pronto a devorar a los
rebeldes.
28 Si alguno viola la Ley de Moisés es
condenado a muerte sin compasión, por la declaración de dos o tres
testigos.
29 ¿Cuánto más grave castigo pensáis que
merecerá el que pisoteó
al Hijo de Dios, y tuvo como
profana la sangre de la Alianza que le santificó, y ultrajó al
Espíritu de la gracia?
30 Pues conocemos al que dijo: Mía es
la venganza; yo daré lo merecido. Y también: El Señor juzgará a su pueblo.
31 ¡Es tremendo caer en la manos de Dios
vivo!
32 Traed a la memoria los días pasados, en
que después de ser iluminados, hubisteis de
soportar un duro y doloroso combate, 33
unas veces expuestos públicamente a ultrajes
y tribulaciones; otras, haciéndoos
solidarios de los que así eran tratados.
34 Pues compartisteis
los sufrimientos de los encarcelados; y os dejasteis despojar con alegría de
vuestros bienes, conscientes de que poseíais una riqueza mejor y más duradera.
35 No perdáis ahora vuestra confianza, que lleva consigo una gran recompensa.
36 Necesitáis paciencia en el sufrimiento para cumplir la
voluntad de Dios y conseguir así lo prometido.
37 Pues todavía un poco, muy poco
tiempo; y el que ha de venir vendrá sin tardanza.
38 Mi justo vivirá por la fe; mas si es
cobarde, mi alma no se complacerá en él.
39 Pero nosotros no
somos cobardes para perdición, sino creyentes para
salvación del alma.
Capítulo 11: Hebreos 11
1 La fe es garantía de
lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven.
2 Por ella fueron alabados nuestros mayores.
3 Por la fe, sabemos que el universo
fue formado por la palabra de Dios, de manera que lo que se ve resultase de
lo que no aparece.
4 Por la fe, ofreció Abel a Dios un sacrificio más
excelente que Caín, por ella fue declarado justo, con la aprobación
que dio Dios a sus ofrendas; y por ella, aun muerto, habla
todavía.
5 Por la fe, Henoc fue trasladado, de modo que no vio la
muerte y no se le halló, porque le trasladó Dios. Porque antes
de contar su traslado, la Escritura da en su
favor testimonio de haber agradado a Dios.
6 Ahora bien, sin fe es imposible agradarle, pues el que se acerca a
Dios ha de creer que existe y que recompensa a los que le buscan.
7 Por la fe, Noé, advertido por Dios de lo que
aún no se veía, con religioso temor construyó un
arca para salvar a su familia; por la fe, condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia según la
fe.
8 Por la fe, Abraham, al ser llamado por Dios, obedeció
y salió para el lugar que había de recibir en herencia,
y salió sin saber a dónde iba.
9 Por la fe, peregrinó por la Tierra Prometida como en tierra
extraña, habitando en tiendas, lo mismo que Isaac y Jacob, coherederos
de las mismas promesas.
10 Pues esperaba
la ciudad asentada sobre cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
11 Por la fe, también Sara recibió, aun fuera de la edad apropiada,
vigor para ser madre, pues tuvo como digno de fe
al que se lo prometía.
12 Por lo cual también de uno solo y ya gastado nacieron hijos, numerosos como las estrellas del cielo, incontables
como las arenas de las orillas del mar.
13 En la fe murieron todos ellos,
sin haber conseguido el objeto de las promesas:
viéndolas y saludándolas desde lejos y
confesándose extraños y forasteros sobre la tierra.
14 Los que tal dicen, claramente dan
a entender que van
en busca de una patria; 15 pues si hubiesen pensado en la tierra de la que habían
salido, habrían tenido ocasión de retornar a ella.
16 Más bien aspiran a una mejor,
a la celestial. Por eso Dios no se avergüenza de ellos, de ser llamado
Dios suyo, pues les tiene preparada una ciudad.
17 Por la fe, Abraham,
sometido a la prueba, presentó a Isaac
como ofrenda, y el que había recibido las promesas, ofrecía a su unigénito, 18 respecto del cual se le había dicho: Por Isaac
tendrás descendencia.
19 Pensaba que poderoso era Dios aun
para resucitar de entre los muertos. Por eso lo recobró para que Isaac fuera
también figura.
20 Por la fe, bendijo Isaac a Jacob
y Esaú en orden al futuro.
21 Por la fe, Jacob, moribundo,
bendijo a cada uno de los hijos de José, y se inclinó apoyado en la
cabeza de su bastón.
22 Por la fe, José, moribundo,
evocó el éxodo de los hijos de Israel, y dio órdenes respecto de sus huesos.
23 Por la fe, Moisés, recién
nacido, fue durante tres meses ocultado por sus padres,
pues vieron que el niño era hermoso y no temieron el
edicto del rey.
24 Por la fe, Moisés, ya
adulto, rehusó ser llamado hijo de una hija de Faraón, 25 prefiriendo ser maltratado con el pueblo de Dios a
disfrutar el efímero goce del pecado, 26 estimando como riqueza mayor que los tesoros de Egipto
el oprobio de Cristo, porque tenía los ojos puestos en la recompensa.
27 Por la fe, salió de Egipto sin
temer la ira del rey; se mantuvo firme como si viera al invisible.
28 Por la fe, celebró la
Pascua e hizo la aspersión de sangre para que el
Exterminador no tocase a los primogénitos de Israel.
29 Por la fe, atravesaron el mar
Rojo como por una tierra seca; mientras que los egipcios intentando lo
mismo, fueron tragados.
30 Por la fe, se derrumbaron los
muros de Jericó, después de ser rodeados durante siete días.
31 Por la fe, la ramera Rajab no
pereció con los incrédulos, por haber acogido amistosamente a los
exploradores.
32 Y ¿a qué continuar? Pues me
faltaría el tiempo si hubiera de hablar sobre Gedeón,
Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas.
33 Estos, por la fe, sometieron
reinos, hicieron justicia, alcanzaron las
promesas, cerraron la boca a los leones; 34 apagaron la violencia del fuego, escaparon del filo de
la espada, curaron de sus enfermedades, fueron valientes en la guerra,
rechazando ejércitos extranjeros; 35 las mujeres recobraban resucitados a sus muertos. Unos
fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una resurrección
mejor; 36 otros soportaron burlas y azotes, y hasta cadenas y
prisiones; 37 apedreados, torturados,
aserrados, muertos a espada; anduvieron errantes cubiertos de pieles de oveja
y de cabras; faltos de todo; oprimidos y maltratados, 38 ¡hombres de los que no era digno el mundo!,
errantes por desiertos y montañas, por cavernas y antros de la tierra.
39 Y todos ellos, aunque alabados
por su fe, no consiguieron el objeto de las promesas.
40 Dios tenía ya dispuesto algo
mejor para nosotros, de modo que no llegaran ellos sin nosotros a la
perfección. |
Capítulo 12: Hebreos 12
1 Por tanto, también nosotros, teniendo en
torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos
todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que
se nos propone, 2 fijos los ojos en Jesús, el que inicia
y consuma la fe, el cual, en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz
sin miedo a la ignominia y está sentado a la diestra del
trono de Dios.
3 Fijaos en aquel que soportó tal contradicción de parte
de los pecadores, para que no desfallezcáis faltos de ánimo.
4 No habéis resistido todavía hasta llegar a la sangre en
vuestra lucha contra el pecado.
5 Habéis echado en olvido la exhortación que
como a hijos se os dirige: Hijo mío, no
menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por
él.
6 Pues a quien ama el Señor, le
corrige; y azota a todos los hijos que acoge.
7 Sufrís para corrección vuestra. Como a
hijos os trata Dios, y ¿qué hijo hay a quien su padre
no corrige?
8 Mas si quedáis sin corrección, cosa que
todos reciben, señal de que sois bastardos y no hijos.
9 Además, teníamos
a nuestros padres según la carne, que nos corregían, y les respetábamos.
¿No nos someteremos mejor al Padre de los espíritus
para vivir?
10 ¡Eso que ellos nos
corregían según sus luces y para poco tiempo!; mas él, para provecho
nuestro, en orden a hacernos partícipes de su
santidad.
11 Cierto que ninguna corrección es de momento agradable,
sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella.
12 Por tanto, levantad las manos caídas y las rodillas entumecidas 13 y enderezad para vuestros pies los caminos
tortuosos, para que el cojo no se descoyunte, sino que más
bien se cure.
14 Procurad la paz con todos y la santidad,
sin la cual nadie verá al Señor.
15 Poned cuidado en que nadie se vea privado de la gracia de Dios; en
que ninguna raíz amarga retoñe ni os
turbe y por ella llegue a inficionarse la comunidad.
16 Que no haya ningún fornicario o impío como Esaú, que por una comida vendió su
primogenitura.
17 Ya sabéis cómo luego
quiso heredar la bendición; pero fue rechazado y no
logró un cambio de parecer, aunque lo procuró con lágrimas.
18 No os habéis acercado a una realidad
sensible: fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, huracán, 19 sonido de trompeta y a un ruido de palabras
tal, que suplicaron los que lo oyeron no se les hablara más.
20 Es que no podían soportar esta
orden: El que toque el monte, aunque sea un animal, será lapidado.
21 Tan terrible era el espectáculo, que el
mismo Moisés dijo: Espantado estoy y temblando.
22 Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad de Dios
vivo, la Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, reunión solemne 23 y asamblea de los primogénitos inscritos
en los cielos, y a Dios, juez universal, y a los espíritus de los justos
llegados ya a su consumación, 24 y a Jesús, mediador de una nueva Alianza, y a la
aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel.
25 Guardaos de rechazar al que os habla; pues
si los que rechazaron al que promulgaba los
oráculos desde la tierra no escaparon al castigo, mucho menos nosotros, si volvemos la espalda al que nos habla desde el cielo.
26 Su voz conmovió entonces la tierra. Mas
ahora hace esta promesa: Una vez más haré yo que se estremezca no
sólo la tierra, sino también el cielo.
27 Estas palabras, una vez más,
quieren decir que las cosas conmovidas se cambiarán, ya que son realidades creadas, a fin de que permanezcan las
inconmovibles.
28 Por eso, nosotros
que recibimos un reino inconmovible, hemos de mantener la gracia y, mediante
ella, ofrecer a Dios un culto que le sea grato, con religiosa piedad y
reverencia, 29 pues nuestro Dios
es fuego devorador.
Capítulo 13: Hebreos 13
1 Permaneced en el amor fraterno.
2 No os olvidéis de la hospitalidad; gracias
a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles.
3 Acordaos de los presos, como si estuvierais
con ellos encarcelados, y de los maltratados, pensando que también vosotros
tenéis un cuerpo.
4 Tened todos en gran honor el matrimonio, y
el lecho conyugal sea inmaculado; que a los fornicarios y adúlteros los juzgará
Dios.
5 Sea vuestra conducta sin avaricia; contentos con lo que tenéis, pues él ha dicho:
No te dejaré ni te abandonaré; 6 de modo que podamos decir confiados: El
Señor es mi ayuda; no temeré. ¿Qué puede
hacerme el hombre?
7 Acordaos de vuestros dirigentes, que
os anunciaron la Palabra de Dios y, considerando el final de su vida, imitad su
fe.
8 Ayer como hoy, Jesucristo
es el mismo, y lo será siempre.
9 No os dejéis seducir por doctrinas varias y
extrañas. Mejor es fortalecer el corazón con la
gracia que con alimentos que nada aprovecharon a los que siguieron ese
camino.
10 Tenemos nosotros un altar del
cual no tienen derecho a comer los que dan culto en la Tienda.
11 Los cuerpos de los animales, cuya sangre lleva el Sumo Sacerdote al santuario
para la expiación del pecado, son quemados fuera del campamento.
12 Por eso, también Jesús, para santificar al
pueblo con su sangre, padeció fuera de la puerta.
13 Así pues, salgamos donde él fuera
del campamento, cargando con su oprobio; 14 que no tenemos aquí ciudad permanente,
sino que andamos buscando la del futuro.
15 Ofrezcamos sin cesar, por medio de
él, a Dios un sacrificio de alabanza,
es decir, el fruto de los labios que celebran su nombre.
16 No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; ésos son los
sacrificios que agradan a Dios.
17 Obedeced a vuestros dirigentes y someteos a ellos, pues velan sobre vuestras almas como quienes han de dar cuenta
de ellas, para que lo hagan con alegría y no lamentándose, cosa que no
os traería ventaja alguna.
18 Rogad por nosotros, pues estamos
seguros de tener recta conciencia, deseosos de proceder en todo con rectitud.
19 Con la mayor insistencia os pido que lo hagáis, para que
muy pronto os sea yo devuelto.
20 Y el Dios de
la paz que suscitó de entre los muertos a nuestro Señor
Jesús, el gran Pastor de la ovejas en virtud
de la sangre de una Alianza eterna, 21 os disponga con toda clase de bienes para cumplir su
voluntad, realizando él en nosotros lo que es agradable a sus ojos, por mediación de Jesucristo, a quien sea la gloria por
los siglos de los siglos. Amén.
22 Os ruego, hermanos, que aceptéis estas palabras
de exhortación, pues os he escrito brevemente.
23 Sabed que nuestro hermano Timoteo ha
sido liberado. Si viene pronto, iré con él a veros.
24 Saludad a todos vuestros dirigentes
y a todos los santos. Os saludan los de Italia.
25 La gracia sea con vosotros.
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De los evangelios apócrifos, el Apocalipsis de Pablo:
Evangelios apócrifos o extracanónicos es el nombre dado a escritos surgidos en los primeros siglos del cristianismo en torno a la figura de Jesús de Nazaret que no fueron incluidos posteriormente en el canon de la Iglesia católica, ni fueron aceptados tampoco por otras Iglesias cristianas históricas ( Iglesia ortodoxa, Comunión anglicana e Iglesias protestantes). Entre esos escritos se encuentran los Manuscritos de Nag Hammadi.
APOCALIPSIS
DE PABLO
(Texto
copto de Nag Hammadi)
17 La revelación
de Pablo.
[Laguna]
Visión de Pablo
18 [...] en
el camino. Y [se dirigió a él], diciendo: ¿Qué
camino [tomaré] para subir a [Jerusalén]? El niño
[contestó diciendo]: Di tu nombre, a fin de que te [muestre] el
camino. Sabía [quién era Pablo]. Quiso mostrarse afable con
él por medio de sus palabras a fin de hallar excusa para conversar
con él. El niño tomó la palabra y dijo: Sé
quien eres, Pablo, que tú eres el que fue bendecido desde el vientre
de su madre. Ahora bien, yo [he venido] a ti a fin de que [subas a Jerusalén]
hacia tus colegas [apóstoles]. Por esto [has sido llamado]. Yo soy
[el Espíritu que hace camino] contigo. [Alerta]
tu mente, Pablo [...] 19 Pues
[...] todo que [...] en los principados y estas potestades y arcángeles
y poderes y toda clase de demonios [...] aquél que pone al descubierto
cuerpos para ser desparramados entre almas.
Una vez hubo terminado esta alocución siguió hablando
y me dijo: Alerta tu mente, Pablo, y percátate de que la montaña
sobre la que estás es la montaña de Jericó, a fin
de que conozcas las cosas ocultas que yacen bajo las cosas manifiestas.
Sí, irás a los doce apóstoles, pues son espíritus
elegidos, y te recibirán con un saludo.
(Pablo) levantó la vista y vio cómo lo saludaban. Entonces,
el [Espíritu] Santo, que conversaba con él, lo arrebató
hacia lo alto, hasta el tercer cielo. Luego pasó hasta el cuarto
[cielo]. El Espíritu [Santo] se dirigió a él diciendo:
Mira y ve tu semejanza sobre la tierra.
Él [miró] hacia abajo y vio las cosas que estaban sobre
la tierra. Observó [y vio] las cosas que estaban sobre [...] 20
Fijó
la mirada [hacia abajo] y vio a los doce apóstoles a su derecha
y a su izquierda en la creación, y el Espíritu les precedía
en el camino.
Visión de juicio de las almas
Ahora bien, en el cuarto cielo yo vi las cosas según sus clases.
Vi, en efecto, a los ángeles que se asemejaban a dioses, a los ángeles
que transfieren almas de la tierra de los muertos. La depositaron en la
puerta del cuarto cielo, y los ángeles la azotaban. El alma levantó
la voz diciendo: ¿Qué pecado he cometido en el mundo? El
guardián que reside en el cuarto cielo le respondió diciendo:
No era conveniente cometer todas aquellas t ransgresiones a la ley que se
dan en el mundo de los muertos. El alma respondió diciendo: Aporta
testigos y que [muestren] en qué cuerpo cometí transgresión.
[¿Quieres] traer un libro [y leer en] él? Y acudieron tres
testigos. El primero tomó la palabra y dijo: [¿Acaso] no
estuve yo en el cuerpo en la segunda hora? [...] Me levanté contra
ti 21 hasta que
[te sumiste] en ira, en enojo y en envidia. El segundo habló y dijo:
¿Acaso no estaba yo e n el cosmos? Entré en la hora quinta
y te vi y te deseé. Y he aquí que ahora te acuso de los crímenes
que cometiste. El tercero habló diciendo: ¿Acaso no me llegué
a ti en la hora duodécima del día a la puesta del sol? Te
di tinieblas hasta que remataras tus pecados.
Cuando el alma oyó todo esto bajó los ojos con tristeza.
Luego miró hacia arriba y se precipitó hacia abajo. El alma
que fue precipitada hacia abajo [accedió] a un cuerpo que había
sido preparado [para ella]. Y he aquí que se terminaron sus testigos.
Ascensión a través de los
cielos
[Yo, entonces, miré] hacia arriba y vi al Espíritu que
me decía: Pablo, ven, acércate a mí. Y cuando yo [avanzaba],
se abrió la puerta y entré en el quinto [cielo]. Y vi a mis
colegas apóstoles [que me acompañaban] 22
mientras
el Espíritu venía con nosotros. Y en el quinto cielo vi un
gran ángel que enarbolaba en su mano una vara de hierro. Con él
estaban otros tres ángeles y yo levanté la vista hacia ellos.
Pero peleaban entre ellos enarbolando látigos, empujando a las almas
hacia el juicio. Yo, por mi parte, avanzaba con el Espíritu y la
puerta se me abrió. Entonces ascendimos al sexto cielo y vi a mis
colegas apóstoles que me acompañaban, y el Espíritu
Santo me conducía ante ellos. Levanté la mirada y vi una
gran luz que resplandecía sobre el sexto cielo. Hablé y d ije
al guardián que estaba en el sexto cielo: [Abre] para mí
y para el Espíritu [Santo] que me precede. Entonces me abrió
y [ascendimos] al séptimo [cielo. Vi] un anciano [...] de luz cuya
vestidura era blanca. [Su trono], que se halla en el séptimo cielo,
resplandecía más que el sol, [siete] veces más. 23
El
anciano tomó la palabra y me dijo: ¿A dónde vas, Pablo,
el bendecido, el que fue separado desde el vientre de su madre?. Ahora
bien, yo miraba al Espíritu, y él movía la cabeza
diciéndome: Habla con él. Yo hablé y dije al anciano:
Regreso al lugar del cual procedí. El anciano me contestó:
¿De dónde procedes? Yo le respondí diciendo: Desciendo
al mundo de los muertos para llevar cautiva a la cautividad que fue cautivada
en la cautividad de Babilonia. El anciano me contestó diciendo:
¿De qué manera podrás apartarte de mí? Mira
y ve a los principados y a las potestades. El Espíritu intervino
diciendo: Entrégale la señal que está en tu mano,
y te abrirá. Entonces yo le di la señal. Él volvió
el rostro hacia abajo, hacia su creación y los que son sus potestades.
Entonces s e abrió [el séptimo] cielo y ascendimos a la 24
Ogdóada.
Y vi a los doce apóstoles. Me saludaron y ascendimos al noveno cielo.
Yo saludé a todos los que se hallaban en el noveno cielo, y ascendimos
al décimo cielo. Y yo saludé a mis espíritus compañeros.
La revelación de Pablo.
Fuente: Textos Gnósticos
- Biblioteca Nag Hammadi III, por Antonio Piñero. Editorial
Trotta
www.trotta.es
|
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