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martes, 1 de enero de 2013

Cartas de San Pablo (selección): a los romanos, corintios, gálatas, efesios, filipenses, colosenses, tesalonicenses, Timoteo, Tito, Filemón, hebreos





 Propongo leer sólo la selección a color,  puesto que otros temas están superados actualmente.

 

a) A LOS ROMANOS


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Capítulo 1: Romanos 1


1 Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el Evangelio de Dios, 2 que había ya prometido por medio de sus profetas en las Escrituras Sagradas, 3 acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, 4 constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos, Jesucristo Señor nuestro, 5 por quien recibimos la gracia y el apostolado, para predicar la obediencia de la fe a gloria de su nombre entre todos los gentiles, 6 entre los cuales os contáis también vosotros, llamados de Jesucristo, 7 a todos los amados de Dios que estáis en Roma, santos por vocación, a vosotros gracia y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

8 Ante todo, doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo, por todos vosotros, pues vuestra fe es alabada en todo el mundo.

9 Porque Dios, a quien venero en mi espíritu predicando el Evangelio de su Hijo, me es testigo de cuán incesantemente me acuerdo de vosotros, 10 rogándole siempre en mis oraciones, si es de su voluntad, encuentre por fin algún día ocasión favorable de llegarme hasta vosotros, 11 pues ansío veros, a fin de comunicaros algún don espiritual que os fortalezca, 12 o más bien, para sentir entre vosotros el mutuo consuelo de la común fe: la vuestra y la mía.

13 Pues no quiero que ignoréis, hermanos, las muchas veces que me propuse ir a vosotros pero hasta el presente me he visto impedido con la intención de recoger también entre vosotros algún fruto, al igual que entre los demás gentiles.

14 Me debo a los griegos y a los bárbaros; a los sabios y a los ignorantes: 15 de ahí mi ansia por llevaros el Evangelio también a vosotros, habitantes de Roma.

16 Pues no me avergüenzo del Evangelio, que es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío primeramente y también del griego.

17 Porque en él se revela la justicia de Dios, de fe en fe, como dice la Escritura: El justo vivirá por la fe.

18 En efecto, la cólera de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia; 19 pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó.

20 Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables; 21 porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: 22 jactándose de sabios se volvieron estúpidos, 23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles.

24 Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos; 25 a ellos que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en vez del Creador, que es bendito por los siglos. Amén.

26 Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; 27 igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío.

28 Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, entrególos Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene: 29 llenos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad, henchidos de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad, chismosos, 30 detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, 31 insensatos, desleales, desamorados, despiadados, 32 los cuales, aunque conocedores del veredicto de Dios que declara dignos de muerte a los que tales cosas practican, no solamente las practican, sino que aprueban a los que las cometen.


Capítulo 2: Romanos 2

1 Por eso, no tienes excusa quienquiera que seas, tú que juzgas, pues juzgando a otros, a ti mismo te condenas, ya que obras esas mismas cosas tú que juzgas, 2 y sabemos que el juicio de Dios es según verdad contra los que obran semejantes cosas.

3 Y ¿te figuras, tú que juzgas a los que cometen tales cosas y las cometes tú mismo, que escaparás al juicio de Dios?

4 O ¿desprecias, tal vez, sus riquezas de bondad, de paciencia y de longanimidad, sin reconocer que esa bondad de Dios te impulsa a la conversión?

5 Por la dureza y la impenitencia de tu corazón vas atesorando contra ti cólera para el día de la cólera y de la revelación del justo juicio de Dios, 6 el cual dará a cada cual según sus obras: 7 a los que, por la perseverancia en el bien busquen gloria, honor e inmortalidad: vida eterna; 8 mas a los rebeldes, indóciles a la verdad y dóciles a la injusticia: cólera e indignación.

9 Tribulación y angustia sobre toda alma humana que obre el mal: del judío primeramente y también del griego; 10 en cambio, gloria, honor y paz a todo el que obre el bien; al judío primeramente y también al griego; 11 que no hay acepción de personas en Dios.

12 Pues cuantos sin ley pecaron, sin ley también perecerán; y cuantos pecaron bajo la ley, por la ley serán juzgados; 13 que no son justos delante de Dios los que oyen la ley, sino los que la cumplen: ésos serán justificados.

14 En efecto, cuando los gentiles, que no tienen ley, cumplen naturalmente las prescripciones de la ley, sin tener ley, para sí mismos son ley; 15 como quienes muestran tener la realidad de esa ley escrita en su corazón, atestiguándolo su conciencia, y los juicios contrapuestos de condenación o alabanza, 16 en el día en que Dios juzgará las acciones secretas de los hombres, según mi Evangelio, por Cristo Jesús.

17 Pero si tú, que te dices judío y descansas en la ley; que te glorías en Dios; 18 que conoces su voluntad; que disciernes lo mejor, amaestrado por la ley, 19 y te jactas de ser guía de ciegos, luz de los que andan en tinieblas, 20 educador de ignorantes, maestro de niños, porque posees en la ley la expresión misma de la ciencia y de la verdad, 21 pues bien, tú que instruyes a los otros ¡a ti mismo no te instruyes! Predicas: ¡no robar!, y ¡robas!

22 Prohíbes el adulterio, y ¡adulteras! Aborreces los ídolos, y ¡saqueas sus templos!

23 Tú que te glorías en la ley, transgrediéndola deshonras a Dios.

24 Porque, como dice la Escritura, el nombre de Dios, por vuestra causa, es blasfemado entre las naciones.

25 Pues la circuncisión, en verdad, es útil si cumples la ley; pero si eres un transgresor de la ley, tu circuncisión se vuelve incircuncisión.

26 Mas si el incircunciso guarda las prescripciones de la ley ¿no se tendrá su incircuncisión como circuncisión?

27 Y el que, siendo físicamente incircunciso, cumple la ley, te juzgará a ti, que con la letra y la circuncisión eres transgresor de la ley.

28 Pues no está en el exterior el ser judío, ni es circuncisión la externa, la de la carne.

29 El verdadero judío lo es en el interior, y la verdadera circuncisión, la del corazón, según el espíritu y no según la letra. Ese es quien recibe de Dios la gloria y no de los hombres.


Capítulo 3: Romanos 3

1 ¿Cuál es, pues, la ventaja del judío? ¿Cuál la utilidad de la circuncisión?

2 Grande, de todas maneras. Ante todo, a ellos les fueron confiados los oráculos de Dios.

3 Pues ¿qué? Si algunos de ellos fueron infieles ¿frustrará, por ventura, su infidelidad la fidelidad de Dios?

4 ¡De ningún modo! Dios tiene que ser veraz y todo hombre mentiroso, como dice la Escritura: Para que seas justificado en tus palabras y triunfes al ser juzgado.

5 Pero si nuestra injusticia realza la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Será acaso injusto Dios al descargar su cólera? (Hablo en términos humanos.)

6 ¡De ningún modo! Si no, ¿cómo juzgará Dios al mundo?

7 Pero si con mi mentira sale ganando la verdad de Dios para gloria suya ¿por qué razón soy también yo todavía juzgado como pecador?

8 Y ¿por qué no hacer el mal para que venga el bien, como algunos calumniosamente nos acusan que decimos? Esos tales tienen merecida su condenación.

9 Entonces ¿qué? ¿Llevamos ventaja? ¡De ningún modo!

10 Pues ya demostramos que tanto judíos como griegos están bajo el pecado, como dice la Escritura: No hay quien sea justo, ni siquiera uno solo.

11 No hay un sensato, no hay quien busque a Dios.

12 Todos se desviaron, a una se corrompieron; no hay quien obre el bien, no hay siquiera uno.

13 Sepulcro abierto es su garganta, con su lengua urden engaños. Veneno de áspides bajo sus labios; 14 maldición y amargura rebosa su boca.

15 Ligeros sus pies para derramar sangre; 16 ruina y miseria son sus caminos.

17 El camino de la paz no lo conocieron, 18 no hay temor de Dios ante sus ojos.

19 Ahora bien, sabemos que cuanto dice la ley lo dice para los que están bajo la ley, para que toda boca enmudezca y el mundo entero se reconozca reo ante Dios, 20 ya que nadie será justificado ante él por las obras de la ley, pues la ley no da sino el conocimiento del pecado.

21 Pero ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado, atestiguada por la ley y los profetas, 22 justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen pues no hay diferencia alguna; 23 todos pecaron y están privados de la gloria de Dios 24 y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, 25 a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia, habiendo pasado por alto los pecados cometidos anteriormente, 26 en el tiempo de la paciencia de Dios; en orden a mostrar su justicia en el tiempo presente, para ser él justo y justificador del que cree en Jesús.

27 ¿Dónde está, entonces, el derecho a gloriarse? Queda eliminado? Por qué ley? ¿Por la de las obras? No. Por la ley de la fe.

28 Porque pensamos que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley.

29 ¿Acaso Dios lo es únicamente de los judíos y no también de los gentiles? ¡Sí, por cierto!, también de los gentiles; 30 porque no hay más que un solo Dios, que justificará a los circuncisos en virtud de la fe y a los incircuncisos por medio de la fe.

31 Entonces ¿por la fe privamos a la ley de su valor? ¡De ningún modo! Más bien, la consolidamos.



 Capítulo 4: Romanos 4
1 ¿Qué diremos, pues, de Abraham, nuestro padre según la carne?

2 Si Abraham obtuvo la justicia por las obras, tiene de qué gloriarse, mas no delante de Dios.

3 En efecto, ¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham en Dios y le fue reputado como justicia.

4 Al que trabaja no se le cuenta el salario como favor sino como deuda; 5 en cambio, al que, sin trabajar, cree en aquel que justifica al impío, su fe se le reputa como justicia.

6 Como también David proclama bienaventurado al hombre a quien Dios imputa la justicia independientemente de las obras: 7 Bienaventurados aquellos cuyas maldades fueron perdonadas, y cubiertos sus pecados.

8 Dichoso el hombre a quien el Señor no imputa culpa alguna.

9 Entonces, ¿esta dicha recae sólo sobre los circuncisos o también sobre los incircuncisos? Decimos, en efecto, que la fe de Abraham le fue reputada como justicia.

10 Y ¿cómo le fue reputada? ¿siendo él circunciso o antes de serlo? No siendo circunciso sino antes; 11 y recibió la señal de la circuncisión como sello de la justicia de la fe que poseía siendo incircunciso. Así se convertía en padre de todos los creyentes incircuncisos, a fin de que la justicia les fuera igualmente imputada; 12 y en padre también de los circuncisos que no se contentan con la circuncisión, sino que siguen además las huellas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de la circuncisión.

13 En efecto, no por la ley, sino por la justicia de la fe fue hecha a Abraham y su posteridad la promesa de ser heredero del mundo.

14 Porque si son herederos los de la ley, la fe carece de objeto, y la promesa queda abolida; 15 porque la ley produce la cólera; por el contrario, donde no hay ley, no hay transgresión.

16 Por eso depende de la fe, para ser favor gratuito, a fin de que la Promesa quede asegurada para toda la posteridad, no tan sólo para los de la ley, sino también para los de la fe de Abraham, padre de todos nosotros, 17 como dice la Escritura: Te he constituido padre de muchas naciones: padre nuestro delante de Aquel a quien creyó, de Dios que da la vida a los muertos y llama a las cosas que no son para que sean.

18 El cual, esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones según le había sido dicho: Así será tu posteridad.

19 No vaciló en su fe al considerar su cuerpo ya sin vigor tenía unos cien años y el seno de Sara, igualmente estéril.

20 Por el contrario, ante la promesa divina, no cedió a la duda con incredulidad; más bien, fortalecido en su fe, dio gloria a Dios, 21 con el pleno convencimiento de que poderoso es Dios para cumplir lo prometido.

22 Por eso le fue reputado como justicia.

23 Y la Escritura no dice solamente por él que le fue reputado,  sino también por nosotros, 24 a quienes ha de ser imputada la fe, a nosotros que creemos en Aquel que resucitó de entre los muertos a Jesús Señor nuestro, 25 quien fue entregado por nuestros pecados, y fue resucitado para nuestra justificación.


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Capítulo 5: Romanos 5

1 Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo, 2 por quien hemos obtenido también, mediante la fe, el acceso a esta gracia en la cual nos hallamos, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.

3 Más aún; nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; 4 la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, 5 y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.


6 En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; 7 en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; 8 mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.
 
9 ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos de la cólera!

10 Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida!

11 Y no solamente eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.

12 Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron; 13 porque, hasta la ley, había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputa no habiendo ley; 14 con todo, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés aun sobre aquellos que no pecaron con una transgresión semejante a la de Adán, el cual es figura del que había de venir.

15 Pero con el don no sucede como con el delito. Si por el delito de uno solo murieron todos ¡cuánto más la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un solo hombre Jesucristo, se han desbordado sobre todos!

16 Y no sucede con el don como con las consecuencias del pecado de uno solo; porque la sentencia, partiendo de uno solo, lleva a la condenación, mas la obra de la gracia, partiendo de muchos delitos, se resuelve en justificación.

17 En efecto, si por el delito de uno solo reinó la muerte por un solo hombre ¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por un solo, por Jesucristo!

18 Así pues, como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo procura toda la justificación que da la vida.

19 En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos.

20 La ley, en verdad, intervino para que abundara el delito; pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia; 21 así, lo mismo que el pecado reinó en la muerte, así también reinaría la gracia en virtud de la justicia para vida eterna por Jesucristo nuestro Señor.




Capítulo 6: Romanos 6

1 ¿Qué diremos, pues? ¿Que debemos permanecer en el pecado para que la gracia se multiplique? ¡De ningún modo!

2 Los que hemos muerto al pecado ¿cómo seguir viviendo en él?

3 ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte?

4 Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva.

5 Porque si hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante; 6 sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado.

7 Pues el que está muerto, queda librado del pecado.

8 Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, 9 sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre él.

10 Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un vivir para Dios.

11 Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.

12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal de modo que obedezcáis a sus apetencias.

13 Ni hagáis ya de vuestros miembros armas de injusticia al servicio del pecado; sino más bien ofreceos vosotros mismos a Dios como muertos retornados a la vida; y vuestros miembros, como armas de justicia al servicio de Dios.

14 Pues el pecado no dominará ya sobre vosotros, ya que no estáis bajo la ley sino bajo la gracia.

15 Pues ¿qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley sino bajo la gracia? ¡De ningún modo!

16 ¿No sabéis que al ofreceros a alguno como esclavos para obedecerle, os hacéis esclavos de aquel a quien obedecéis: bien del pecado, para la muerte, bien de obediencia, para la justicia?

17 Pero gracias a Dios, vosotros, que erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquel modelo de doctrina al que fuisteis entregados, 18 y liberados del pecado, os habéis hecho esclavos de la justicia.

19 Hablo en términos humanos, en atención a vuestra flaqueza natural. Pues si en otros tiempos ofrecisteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y al desorden hasta desordenaros, ofrecedlos igualmente ahora a la justicia para la santidad.

20 Pues cuando erais esclavos del pecado, erais libres respecto de la justicia.

21 ¿Qué frutos cosechasteis entonces de aquellas cosas que al presente os avergüenzan? Pues su fin es la muerte.

22 Pero al presente, libres del pecado y esclavos de Dios, fructificáis para la santidad; y el fin, la vida eterna.
 
23 Pues el salario del pecado es la muerte; pero el don gratuito de Dios, la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.


Capítulo 7: Romanos 7
1 ¿O es que ignoráis, hermanos, hablo a quienes entienden de leyes que la ley no domina sobre el hombre sino mientras vive?

2 Así, la mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras éste vive; mas, una vez muerto el marido, se ve libre de la ley del marido.

3 Por eso, mientras vive el marido, será llamada adultera si se une a otro hombre; pero si muere el marido, queda libre de la ley, de forma que no es adultera si se casa con otro.

4 Así pues, hermanos míos, también vosotros quedasteis muertos respecto de la ley por el cuerpo de Cristo, para pertenecer a otro: a aquel que fue resucitado de entre los muertos, a fin de que fructificáramos para Dios.

5 Porque, cuando estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas, excitadas por la ley, obraban en nuestros miembros, a fin de que produjéramos frutos de muerte.

6 Mas, al presente, hemos quedado emancipados de la ley, muertos a aquello que nos tenía aprisionados, de modo que sirvamos con un espíritu nuevo y no con la letra vieja.

7 ¿Qué decir, entonces? ¿Que la ley es pecado? ¡De ningún modo! Sin embargo yo no conocí el pecado sino por la ley. De suerte que yo hubiera ignorado la concupiscencia si la ley no dijera: ¡No te des a la concupiscencia!
 
8 Mas el pecado, tomando ocasión por medio del precepto, suscitó en mi toda suerte de concupiscencias; pues sin ley el pecado estaba muerto.

9 ¡Ah! ¡Vivía yo un tiempo sin ley!, pero en cuanto sobrevino el precepto, revivió el pecado, 10 y yo morí; y resultó que el precepto, dado para vida, me fue para muerte.

11 Porque el pecado, tomando ocasión por medio del precepto, me sedujo, y por él, me mató.

12 Así que, la ley es santa, y santo el precepto, y justo y bueno.
 
13 Luego ¿se habrá convertido lo bueno en muerte para mí? ¡De ningún modo! Sino que el pecado, para aparecer como tal, se sirvió de una cosa buena, para procurarme la muerte, a fin de que el pecado ejerciera todo su poder de pecado por medio del precepto.
 
14 Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual, mas yo soy de carne, vendido al poder del pecado.

15 Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco.

16 Y, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la Ley en que es buena; 17 en realidad, ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí.

18 Pues bien sé yo que nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer el bien lo tengo a mi alcance, mas no el realizarlo, 19 puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero.

20 Y, si hago lo que no quiero, no soy yo quien lo obra, sino el pecado que habita en mí.

21 Descubro, pues, esta ley: aun queriendo hacer el bien, es el mal el que se me presenta.

22 Pues me complazco en la ley de Dios según el hombre interior, 23 pero advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razón y me esclaviza a la ley del pecado que está en mis miembros.

24 ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?

25 ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo ºnuestro Señor! Así pues, soy yo mismo quien con la razón sirve a la ley de Dios, mas con la carne, a la ley del pecado.

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Capítulo 8: Romanos 8
1 Por consiguiente, ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús.

2 Porque la ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte.

3 Pues lo que era imposible a la ley, reducida a la impotencia por la carne, Dios, habiendo enviado a su propio Hijo en una carne, semejante a la del pecado, y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne, 4 a fin de que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros que seguimos una conducta, no según la carne, sino según el espíritu.

5 Efectivamente, los que viven según la carne, desean lo carnal; mas los que viven según el espíritu, lo espiritual.

6 Pues las tendencias de la carne son muerte; mas las del espíritu, vida y paz, 7 ya que las tendencias de la carne llevan al odio a Dios: no se someten a la ley de Dios, ni siquiera pueden; 8 así, los que están en la carne, no pueden agradar a Dios.
 
9 Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo, no le pertenece; 10 mas si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo haya muerto ya a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia.

11 Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros.

12 Así que, hermanos míos, no somos deudores de la carne para vivir según la carne, 13 pues, si vivís según la carne, moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis.

14 En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.

15 Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!

16 El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.

17 Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados.

18 Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros.

19 Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios.

20 La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza 21 de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

22 Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto.

23 Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo.

24 Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve?

25 Pero esperar lo que no vemos, es aguardar con paciencia.

26 Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, 27 y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios.

28 Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio.

29 Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos; 30 y a los que predestinó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó.

31 Ante esto ¿qué diremos? Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros?
 
32 El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?

33 ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es quien justifica.
 
34 ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, y que intercede por nosotros?

35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, 36 como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero.
 
37 Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó.

38 Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades 39 ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.

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Capítulo 9: Romanos 9

1 Digo la verdad en Cristo, no miento, mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo, 2 siento una gran tristeza y un dolor incesante en el corazón.

3 Pues desearía ser yo mismo anatema, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza según la carne, 4 los israelitas, de los cuales es la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas, 5 y los patriarcas; de los cuales también procede Cristo según la carne, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén.

6 No es que haya fallado la palabra de Dios. Pues no todos los descendientes de Israel son Israel.

7 Ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos. Sino que "por Isaac llevará tu nombre una descendencia"; 8 es decir: no son hijos de Dios los hijos según la carne, sino que los hijos de la promesa se cuentan como descendencia.

9 Porque éstas son las palabras de la promesa: "Por este tiempo volveré; y Sara tendrá un hijo."
 
10 Y más aún; también Rebeca concibió de un solo hombre, nuestro padre Isaac; 11 ahora bien, antes de haber nacido, y cuando no habían hecho ni bien ni mal para que se mantuviese la libertad de la elección divina, 12 que depende no de las obras sino del que llama le fue dicho a Rebeca: El mayor servirá al menor, 13 como dice la Escritura: Amé a Jacob y odié a Esaú.
 
14 ¿Qué diremos, pues? ¿Que hay injusticia en Dios? ¡De ningún modo!

15 Pues dice él a Moisés: Seré misericordioso con quien lo sea: me apiadaré de quien me apiade.

16 Por tanto, no se trata de querer o de correr, sino de que Dios tenga misericordia.

17 Pues dice la Escritura a Faraón: Te he suscitado precisamente para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea conocido en toda la tierra.
 
18 Así pues, usa de misericordia con quien quiere, y endurece a quien quiere.

19 Pero me dirás: Entonces ¿de qué se enoja? Pues ¿quién puede resistir a su voluntad?

20 ¡Oh hombre! Pero ¿quién eres tú para pedir cuentas a Dios? ¿Acaso la pieza de barro dirá a quien la modeló: "por qué me hiciste así"?

21 O ¿es que el alfarero no es dueño de hacer de una misma masa unas vasijas para usos nobles y otras para usos despreciables?
 
22 Pues bien, si Dios, queriendo manifestar su cólera y dar a conocer su poder, soportó con gran paciencia objetos de cólera preparados para la perdición, 23 a fin de dar a conocer la riqueza de su gloria con los objetos de misericordia que de antemano había preparado para gloria: 24 con nosotros, que hemos sido llamados no sólo de entre los judíos sino también de entre los gentiles.
 
25 Como dice también en Oseas: Llamaré pueblo mío al que no es mi pueblo: y amada mía a la que no es mi amada.

26 Y en el lugar mismo en que se les dijo: No sois mi pueblo, serán llamados: Hijos de Dios vivo.

27 Isaías también clama en favor de Israel: Aunque los hijos de Israel fueran numerosos como las arenas del mar, sólo el resto será salvo.

28 Porque pronta y perfectamente cumplirá el Señor su palabra sobre la tierra.

29 Y como predijo Isaías: Si el Señor de los ejércitos no nos dejara una descendencia, como Sodoma hubiéramos venido a ser, y semejantes a Gomorra.

30 ¿Qué diremos, pues? Que los gentiles, que no buscaban la justicia, han hallado la justicia, la justicia de la fe, 31 mientras Israel, buscando una ley de justicia, no llegó a cumplir la ley.
 
32 ¿Por qué? Porque la buscaba no en la fe sino en las obras.  Tropezaron contra la piedra de tropiezo, 33 como dice la Escritura: He aquí que pongo en Sión piedra de tropiezo y roca de escándalo; mas el que crea en él, no será confundido.




10
1 Hermanos, el anhelo de mi corazón y mi oración a Dios en favor de ellos es que se salven.

2 Testifico en su favor que tienen celo de Dios, pero no conforme a un pleno conocimiento.

3 Pues desconociendo la justicia de Dios y empeñándose en establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios.

4 Porque el fin de la ley es Cristo, para justificación de todo creyente.

5 En efecto, Moisés escribe acerca de la justicia que nace de la ley: Quien la cumpla, vivirá por ella.


6 Mas la justicia que viene de la fe dice así: No digas en tu corazón ¿quién subirá al cielo?, es decir: para hacer bajar a Cristo; 7 o bien: ¿quién bajará al abismo?, es decir: para hacer subir a Cristo de entre los muertos.
 
8 Entonces, ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra: en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de la fe que nosotros proclamamos.
 
9 Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo.
 
10 Pues con el corazón se cree para conseguir la justicia, y con la boca se confiesa para conseguir la salvación.

11 Porque dice la Escritura: Todo el que crea en él no será confundido.

12 Que no hay distinción entre judío y griego, pues uno mismo es el Señor de todos, rico para todos los que le invocan.

13
Pues todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
 
14 Pero ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique?

15 Y ¿cómo predicarán si no son enviados? Como dice la Escritura: ¡Cuán hermosos los pies de los que anuncian el bien!

16 Pero no todos obedecieron a la Buena Nueva. Porque Isaías dice: ¡Señor!, ¿quién ha creído a nuestra predicación?

17 Por tanto, la fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Cristo.

18 Y pregunto yo: ¿Es que no han oído? ¡Cierto que sí! Por toda la tierra se ha difundido su voz y hasta los confines de la tierra sus palabras.
 
19 Pero pregunto: ¿Es que Israel no comprendió? Moisés es el primero en decir: Os volveré celosos de una que no es nación; contra una nación estúpida os enfureceré.
 
20 Isaías, a su vez, se atreve a decir: Fui hallado de quienes no me buscaban; me manifesté a quienes no preguntaban por mi.

21 Mas a Israel dice: Todo el día extendí mis manos hacia un pueblo incrédulo y rebelde.




Capítulo 11: Romanos 11

1 Y pregunto yo:  ¿Es que ha rechazado Dios a su pueblo?  ¡De ningún modo! ¡Que también yo soy israelita, del linaje de Abraham, de la tribu de Benjamín!

2 Dios no ha rechazado a su pueblo, en quien de antemano puso sus ojos. ¿O es que ignoráis lo que dice la Escritura acerca de Elías, cómo se queja ante Dios contra Israel?

3 ¡Señor!, han dado muerte a tus profetas; han derribado tus altares; y he quedado yo solo y acechan contra mi vida.

4 Y ¿qué le responde el oráculo divino?  Me he reservado 7.000 hombres que no han doblado la rodilla ante Baal. 

5 Pues bien, del mismo modo, también en el tiempo presente subsiste un resto elegido por gracia.

6 Y, si es por gracia, ya no lo es por las obras; de otro modo, la gracia no sería ya gracia.

7 Entonces, ¿qué? Que Israel no consiguió lo que buscaba; mientras lo consiguieron los elegidos. Los demás se endurecieron, 8 como dice la Escritura:  Dióles Dios un espíritu de embotamiento: ojos para no ver y oídos para no oír, hasta el día de hoy. 

9 David también dice:  Conviértase su mesa en trampa  y lazo,  en piedra de tropiezo y justo pago, 10  oscurézcanse sus ojos para no ver; agobia sus espaldas sin cesar. 

11 Y pregunto yo: ¿Es que han tropezado para quedar caídos? ¡De ningún modo! Sino que su caída ha traído la salvación a los gentiles, para llenarlos de celos.

12 Y, si su caída ha sido una riqueza para el mundo, y su mengua, riqueza para los gentiles ¡qué no será su plenitud!

13 Os digo, pues, a vosotros, los gentiles: Por ser yo verdaderamente apóstol de los gentiles, hago honor a mi ministerio, 14 pero es con la esperanza de despertar celos en los de mi raza y salvar a alguno de ellos.

15 Porque si su reprobación ha sido la reconciliación del mundo ¿qué será su readmisión sino una resurrección de entre los muertos?

16 Y si las primicias son santas, también la masa; y si la raíz es santa también las ramas.

17 Que si algunas ramas fueron desgajadas, mientras tú olivo silvestre fuiste injertado entre ellas, hecho participe con ellas de la raíz y de la savia del olivo, 18 no te engrías contra las ramas. Y si te engríes, sábete que no eres tú quien sostiene la raíz, sino la raíz que te sostiene.

19 Pero dirás: Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado.
 
20 ¡Muy bien! Por su incredulidad fueron desgajadas, mientras tú, por la fe te mantienes.
¡No te engrías!; más bien, teme.

21 Que si Dios no perdonó a las ramas naturales, no sea que tampoco a ti te perdone.

22 Así pues, considera la bondad y la severidad de Dios: severidad con los que cayeron, bondad contigo, si es que te mantienes en la bondad; que si no, también tú serás desgajado.

23 En cuanto a ellos, si no se obstinan en la incredulidad, serán injertados; que poderoso es Dios para injertarlos de nuevo.

24 Porque si tú fuiste cortado del olivo silvestre que eras por naturaleza, para ser injertado contra tu natural en un olivo cultivado, ¡con cuánta más razón ellos, según su naturaleza, serán injertados en su propio olivo!

25 Pues no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio,  no sea que presumáis de sabios:  el endurecimiento parcial que sobrevino a Israel durará hasta que entre la totalidad de los gentiles, 26 y así, todo Israel será salvo, como dice la Escritura:  Vendrá de Sión el Libertador; alejará de Jacob las impiedades. 

27  Y esta será mi Alianza con ellos, cuando haya borrado sus pecados. 

28 En cuanto al Evangelio, son enemigos para vuestro bien; pero en cuanto a la elección amados en atención a sus padres.

29 Que los dones y la vocación de Dios son irrevocables.

30 En efecto, así como vosotros fuisteis en otro tiempo rebeldes contra Dios, mas al presente habéis conseguido misericordia a causa de su rebeldía, 31 así también, ellos al presente se han rebelado con ocasión de la misericordia otorgada a vosotros, a fin de que también ellos consigan ahora misericordia.

32 Pues Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos de misericordia.

33 ¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos!

34 En efecto,  ¿quién conoció el pensamiento de Señor?  O  ¿quién fue su consejero? 
O  ¿quién le dio primero que tenga derecho a la recompensa?

35 Porque de él, por él y para él son todas las cosas. ¡A él la gloria por los siglos! Amén.




Capítulo 12: Romanos 12

1 Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual.

2 Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto.

3 En virtud de la gracia que me fue dada, os digo a todos y a cada uno de vosotros: No os estiméis en más de lo que conviene; tened más bien una sobria estima según la medida de la fe que otorgó Dios a cada cual.

4 Pues, así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñan todos los miembros la misma función, 5 así también nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno por su parte los unos miembros de los otros.

6 Pero teniendo dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada, si es el don de profecía, ejerzámoslo en la medida de nuestra fe; 7 si es el ministerio, en el ministerio; la enseñanza, enseñando; 8 la exhortación, exhortando. El que da, con sencillez; el que preside, con solicitud; el que ejerce la misericordia, con jovialidad.

9 Vuestra caridad sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien; 10 amándoos cordialmente los unos a los otros; estimando en más cada uno a los otros; 11 con un celo sin negligencia; con espíritu fervoroso; sirviendo al Señor; 12 con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración; 13 compartiendo las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad.

14 Bendecid a los que os persiguen, no maldigáis.

15 Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran.

16 Tened un mismo sentir los unos para con los otros; sin complaceros en la altivez; atraídos más bien por lo humilde;  no os complazcáis en vuestra propia sabiduría.

17 Sin devolver a nadie mal por mal;  procurando el bien  ante  todos los hombres: 18 en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres; 19 no tomando la justicia por cuenta vuestra, queridos míos, dejad lugar a la Cólera, pues dice la Escritura:  Mía es la venganza: yo daré el pago merecido,  dice el Señor.

20 Antes al contrario:  si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así, amontonarás ascuas sobre su cabeza.

21 No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien.





Capítulo 13: Romanos 13

1 Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas.

2 De modo que, quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden divino, y los rebeldes se atraerán sobre sí mismos la condenación.

3 En efecto, los magistrados no son de temer cuando se obra el bien, sino cuando se obra el mal. ¿Quieres no temer la autoridad? Obra el bien, y obtendrás de ella elogios, 4 pues es para ti un servidor de Dios para el bien. Pero, si obras el mal, teme: pues no en vano lleva espada: pues es un servidor de Dios para hacer justicia y castigar al que obra el mal.

5 Por tanto, es preciso someterse, no sólo por temor al castigo, sino también en conciencia.

6 Por eso precisamente pagáis los impuestos, porque son funcionarios de Dios, ocupados asiduamente en ese oficio.

7 Dad a cada cual lo que se debe: a quien impuestos, impuestos; a quien tributo, tributo; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor.

8 Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor. Pues el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.

9 En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

10 La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud.

11 Y esto, teniendo en cuenta el momento en que vivimos. Porque es ya hora de levantaros del sueño; que la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe.

12 La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz.
 
13 Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias.

14 Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias.





Capítulo 14: Romanos 14

1 Acoged bien al que es débil en la fe, sin discutir opiniones.

2 Uno cree poder comer de todo, mientras el débil no come más que verduras.

3 El que come, no desprecie al que no come; y el que no come, tampoco juzgue al que come, pues Dios le ha acogido.

4 ¿Quién eres tú para juzgar al criado ajeno? Que se mantenga en pie o caiga sólo interesa a su amo; pero quedará en pie, pues poderoso es el Señor para sostenerlo.

5 Este da preferencia a un día sobre todo; aquél los considera todos iguales. ¡Aténgase cada cual a su conciencia!

6 El que se preocupa por los días, lo hace por el Señor; el que come, lo hace por el Señor, pues da gracias a Dios: y el que no come, lo hace por el Señor, y da gracias a Dios.

7 Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo.

8 Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos
. Así que, ya vivamos ya muramos, del Señor somos.
 
9 Porque Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos.

10 Pero tú ¿por qué juzgas a tu hermano? Y tú ¿por qué desprecias a tu hermano? En efecto, todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios, 11 pues dice la Escritura: ¡Por mi vida!, dice el Señor, que toda rodilla se doblará ante mí, y toda lengua bendecirá a Dios.

12 Así pues, cada uno de vosotros dará cuenta de sí mismo a Dios.
 
13 Dejemos, por tanto, de juzgarnos los unos a los otros: juzgad más bien que no se debe poner tropiezo o escándalo al hermano.
 
14 Bien sé, y estoy persuadido de ello en el Señor Jesús, que nada hay de suyo impuro; a no ser para el que juzga que algo es impuro, para ése si lo hay.

15 Ahora bien, si por un alimento tu hermano se entristece, tú no procedes ya según la caridad. ¡Que por tu comida no destruyas a aquel por quien murió Cristo!

16 Por tanto, no expongáis a la maledicencia vuestro privilegio.

17 Que el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo.

18 Toda vez que quien así sirve a Cristo, se hace grato a Dios y aprobado por los hombres.

19 Procuremos, por tanto, lo que fomente la paz y la mutua edificación.

20 No vayas a destruir la obra de Dios por un alimento. Todo es puro, ciertamente, pero es malo comer dando escándalo.

21 Lo bueno es no comer carne, ni beber vino, ni hacer cosa que sea para tu hermano ocasión de caída, tropiezo o debilidad.

22 La fe que tú tienes, guárdala para ti delante de Dios. ¡Dichoso aquel que no se juzga culpable a sí mismo al decidirse!

23 Pero el que come dudando, se condena, porque no obra conforme a la fe; pues todo lo que no procede de la buena fe es pecado.



Capítulo 15: Romanos 15

1 Nosotros, los fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no buscar nuestro propio agrado.

2 Que cada uno de nosotros trate de agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación; 3 pues tampoco Cristo buscó su propio agrado, antes bien, como dice la Escritura:  Los ultrajes de los que te ultrajaron cayeron sobre mi. 

4 En efecto todo cuanto fue escrito en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, para que con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza.

5 Y el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener los unos para con los otros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús, 6 para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

7 Por tanto, acogeos mutuamente como os acogió Cristo para gloria de Dios.

8 Pues afirmo que Cristo se puso al servicio de los circuncisos a favor de la veracidad de Dios, para dar cumplimiento a las promesas hechas a los patriarcas, 9 y para que los gentiles glorificasen a Dios por su misericordia, como dice la Escritura:  Por eso te bendeciré entre los gentiles y ensalzaré tu nombre. 
 
10 Y en otro lugar:  Gentiles, regocijaos juntamente con su pueblo; 11 y de nuevo:  Alabad, gentiles todos, al Señor y cántenle himnos todos los pueblos. 

12 Y a su vez Isaías dice:  Aparecerá el retoño de Jesé, el que se levanta para imperar sobre los gentiles. En él pondrán los gentiles su esperanza. 

13 El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo.
 
14 Por mi parte estoy persuadido, hermanos míos, en lo que a vosotros toca, de que también vosotros estáis llenos de buenas disposiciones, henchidos de todo conocimiento y capacitados también para amonestaros mutuamente.
 
15 Sin embargo, en algunos pasajes os he escrito con cierto atrevimiento, como para reavivar vuestros recuerdos, en virtud de la gracia que me ha sido otorgada por Dios, 16 de ser para los gentiles ministro de Cristo Jesús, ejerciendo el sagrado oficio del Evangelio de Dios, para que la oblación de los gentiles sea agradable, santificada por el Espíritu Santo.
 
17 Tengo, pues, de qué gloriarme en Cristo Jesús en lo referente al servicio de Dios.

18 Pues no me atreveré a hablar de cosa alguna que Cristo no haya realizado por medio de mi para conseguir la obediencia de los gentiles, de palabra y de obra, 19 en virtud de señales y prodigios, en virtud del Espíritu de Dios, tanto que desde Jerusalén y en todas direcciones hasta el Ilírico he dado cumplimiento al Evangelio de Cristo; 20 teniendo así, como punto de honra, no anunciar el Evangelio sino allí donde el nombre de Cristo no era aún conocido, para no construir sobre cimientos ya puestos por otros, 21 antes bien, como dice la Escritura:  Los que ningún anuncio recibieron de él, le verán, y los que nada oyeron, comprenderán. 
 
22 Esa era la razón por la cual siempre me veía impedido de llegar hasta vosotros.

23 Mas ahora, no teniendo ya campo de acción en estas regiones, y deseando vivamente desde hace muchos años ir donde vosotros, 24 cuando me dirija a España. Pues espero veros al pasar, y ser encaminado por vosotros hacia allá, después de haber disfrutado un poco de vuestra compañía.

25 Mas, por ahora, voy a Jerusalén para el servicio de los santos, 26 pues Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una colecta en favor de los pobres de entre los santos de Jerusalén.

27 Lo tuvieron a bien, y debían hacérselo; pues si los gentiles han participado en sus bienes espirituales, ellos a su vez deben servirles con sus bienes temporales.
 
28 Así que, una vez terminado este asunto, y entregado oficialmente el fruto de la colecta, partiré para España, pasando por vosotros.

29 Y bien sé que, al ir a vosotros, lo haré con la plenitud de las bendiciones de Cristo.

30 Pero os suplico, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu Santo, que luchéis juntamente conmigo en vuestras oraciones rogando a Dios por mí, 31 para que me vea libre de los incrédulos de Judea, y el socorro que llevo a Jerusalén sea bien recibido por los santos; 32 y pueda también llegar con alegría a vosotros por la voluntad de Dios, y disfrutar de algún reposo entre vosotros.

33 El Dios de la paz sea con todos vosotros. Amén.



Capítulo 16: Romanos 16
1 Os recomiendo a Febe, nuestra hermana, diaconisa de la Iglesia de Cencreas.

2 Recibidla en el Señor de una manera digna de los santos, y asistidla en cualquier cosa que necesite de vosotros, pues ella ha sido protectora de muchos, incluso de mí mismo.
 
3 Saludad a Prisca y Aquila, colaboradores míos en Cristo Jesús.
 
4 Ellos expusieron sus cabezas para salvarme. Y no soy solo en agradecérselo, sino también todas las Iglesias de la gentilidad; 5 saludad también a la Iglesia que se reúne en su casa. Saludad a mi querido Epéneto, primicias del Asia para Cristo.
 
6 Saludad a María, que se ha afanado mucho por vosotros.

7 Saludad a Andrónico y Junia, mis parientes y compañeros de prisión, ilustres entre los apóstoles, que llegaron a Cristo antes que yo.

8 Saludad a Ampliato, mi amado en el Señor.

9 Saludad a Urbano, colaborador nuestro en Cristo; y a mi querido Estaquio.

10 Saludad a Apeles, que ha dado buenas pruebas de sí en Cristo. Saludad a los de la casa de Aristóbulo.

11 Saludad a mi pariente Herodión. Saludad a los de la casa de Narciso, en el Señor.

12 Saludad a Trifena y a Trifosa, que se han fatigado en el Señor. Saludad a la amada Pérside, que trabajó mucho en el Señor.

13 Saludad a Rufo, el escogido del Señor; y a su madre, que lo es también mía.

14 Saludad a Asíncrito y Flegonta, a Hermes, a Patrobas, a Hermas y a los hermanos que están con ellos.

15 Saludad a Filólogo y a Julia, a Nereo y a su hermana, lo mismo que a Olimpas y a todos los santos que están con ellos.

16 Saludaos los unos a los otros con el beso santo. Todas las Iglesias de Cristo os saludan.

17 Os ruego, hermanos, que os guardéis de los que suscitan divisiones y escándalos contra la doctrina que habéis aprendido; apartaos de ellos, 18 pues esos tales no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a su propio vientre, y, por medio de suaves palabras y lisonjas, seducen los corazones de los sencillos.

19 Vuestra obediencia se ha divulgado por todas partes; por lo cual, me alegro de vosotros. Pero quiero que seáis ingeniosos para el bien e inocentes para el mal.

20 Y el Dios de la paz aplastará bien pronto a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros.

21 Os saluda Timoteo, mi colaborador, lo mismo que Lucio, Jasón y Sosípatro, mis parientes.

22 Os saludo en el Señor yo, Tercio, que he escrito esta carta.
 
23 Os saluda Gayo, huésped mío y de toda la Iglesia.

24 La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos ustedes. Amén
 
25 Os saluda Erasto, cuestor de la ciudad, y Cuarto, nuestro hermano. A Aquel que puede consolidaros conforme al Evangelio mío y la predicación de Jesucristo: revelación de un Misterio mantenido en secreto durante siglos eternos, 26 pero manifestado al presente, por la Escrituras que lo predicen, por disposición del Dios eterno, dado a conocer a todos los gentiles para obediencia de la fe, 27 a Dios, el único sabio, por Jesucristo, ¡a él la gloria por los siglos de los siglos! Amén. 


b) A LOS CORINTIOS (1ª carta)

 
Capítulo 1: 1 Corintios 1

1 Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y Sóstenes, el hermano, 2 a la Iglesia de Dios que está en Corinto: a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con cuantos en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor nuestro, de nosotros y de ellos 3 gracia a vosotros y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo.

4 Doy gracias a Dios sin cesar por vosotros, a causa de la gracia de Dios que os ha sido otorgada en Cristo Jesús, 5 pues en él habéis sido enriquecidos en todo, en toda palabra y en todo conocimiento, 6 en la medida en que se ha consolidado entre vosotros el testimonio de Cristo.

7 Así, ya no os falta ningún don de gracia a los que esperáis la Revelación de nuestro Señor Jesucristo.

8 El os fortalecerá hasta el fin para que seáis irreprensibles en el Día de nuestro Señor Jesucristo.

9 Pues fiel es Dios, por quien habéis sido llamados a la comunión con su hijo Jesucristo, Señor nuestro.

10 Os conjuro, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que tengáis todos un mismo hablar, y no haya entre vosotros divisiones; antes bien, estéis unidos en una misma mentalidad y un mismo juicio.

11 Porque, hermanos míos, estoy informado de vosotros, por los de Cloe, que existen discordias entre vosotros.

12 Me refiero a que cada uno de vosotros dice: "Yo soy de Pablo", "Yo de Apolo", "Yo de Cefas", "Yo de Cristo".

13 ¿Esta dividido Cristo?
¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?

14 ¡Doy gracias a Dios por no haber bautizado a ninguno de vosotros fuera de Crispo y Gayo!

15 Así, nadie puede decir que habéis sido bautizados en mi nombre.

16 ¡Ah, sí!, también bauticé a la familia de Estéfanas. Por lo demás, no creo haber bautizado a ningún otro.

17 Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio. Y no con palabras sabias, para no desvirtuar la cruz de Cristo.

18 Pues la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan para nosotros es fuerza de Dios.

19 Porque dice la Escritura:  Destruiré la sabiduría de los sabios, e inutilizaré la inteligencia de los inteligentes.
 
20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el docto?  ¿Dónde el sofista de este mundo? ¿Acaso no entonteció Dios la sabiduría del mundo?

21 De hecho, como el mundo mediante su propia sabiduría no conoció a Dios en su divina sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes mediante la necedad de la predicación.

22 Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, 23 nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; 24 mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.

25 Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres.

26 ¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza.

27 Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte.

28 Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios
; lo que no es, para reducir a la nada lo que es.

29 Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios.

30 De él os viene que estéis en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención, 31 a fin de que, como dice la Escritura:  El que se gloríe, gloríese en el Señor.


Capítulo 2: 1 Corintios 2

1 Pues yo, hermanos, cuando fui a vosotros, no fui con el prestigio de la palabra o de la sabiduría a anunciaros el misterio de Dios, 2 pues no quise saber entre vosotros sino a Jesucristo, y éste crucificado.

3 Y me presenté ante vosotros débil, tímido y tembloroso.

4 Y mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración del Espíritu y del poder 5 para que vuestra fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios.

6 Sin embargo, hablamos de sabiduría entre los perfectos, pero no de sabiduría de este mundo ni de los príncipes de este mundo, abocados a la ruina; 7 sino que hablamos de una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para gloria nuestra, 8 desconocida de todos los príncipes de este mundo pues de haberla conocido no hubieran crucificado al Señor de la Gloria.

9 Más bien, como dice la Escritura, anunciamos:  lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios  preparó  para los que le aman.

10 Porque a nosotros nos lo reveló Dios por medio del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios.

11 En efecto, ¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios.

12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias que Dios nos ha otorgado, 13 de las cuales también hablamos, no con palabras aprendidas de sabiduría humana, sino aprendidas del Espíritu, expresando realidades espirituales.

14 El hombre naturalmente no capta las cosas del Espíritu de Dios; son necedad para él. Y no las puede conocer pues sólo espiritualmente pueden ser juzgadas.

15 En cambio, el hombre de espíritu lo juzga todo; y a él nadie puede juzgarle.

16 Porque ¿quién conoció la mente del Señor para instruirle?  Pero nosotros tenemos la mente de Cristo.


 Capítulo 3: 1 Corintios 3

1 Yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.

2 Os di a beber leche y no alimento sólido, pues todavía no lo podíais soportar. Ni aun lo soportáis al presente; 3 pues todavía sois carnales. Porque, mientras haya entre vosotros envidia y discordia ¿no es verdad que sois carnales y vivís a lo humano?

4 Cuando dice uno "Yo soy de Pablo", y otro "Yo soy de Apolo", ¿no procedéis al modo humano?

5 ¿Qué es, pues Apolo? ¿Qué es Pablo?. ¡Servidores, por medio de los cuales habéis creído!, y cada uno según lo que el Señor le dio.

6 Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien dio el crecimiento.

7 De modo que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace crecer.

8 Y el que planta y el que riega son una misma cosa; si bien cada cual recibirá el salario según su propio trabajo, 9 ya que somos colaboradores de Dios y vosotros, campo de Dios, edificación de Dios.

10 Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, y otro construye encima. ¡Mire cada cual cómo construye!

11 Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo.

12 Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, 13 la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego.

14 Aquél, cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa
.

15 Mas aquél, cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. El, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego.

16 ¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?

17 Si alguno destruye el santuario de Dios, Dios le destruirá a él; porque el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario.

18 ¡Nadie se engañe! Si alguno entre vosotros se cree sabio según este mundo, hágase necio, para llegar a ser sabio; 19 pues la sabiduría de este mundo es necedad a los ojos de Dios. En efecto, dice la Escritura:  El que prende a los sabios en su propia astucia.
 
20 Y también:  El Señor conoce cuán vanos son los pensamientos de los sabios.

21 Así que, no se gloríe nadie en los hombres, pues todo es vuestro: 22 ya sea Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es vuestro; 23 y vosotros, de Cristo y Cristo de Dios.


Capítulo 4: 1 Corintios 4

1 Por tanto, que nos tengan los hombres por servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios.

2 Ahora bien, lo que en fin de cuentas se exige de los administradores es que sean fieles.

3 Aunque a mí lo que menos me importa es ser juzgado por vosotros o por un tribunal humano. ¡Ni siquiera me juzgo a mí mismo!

4 Cierto que mi conciencia nada me reprocha; mas no por eso quedo justificado. Mi juez es el Señor.

5 Así que, no juzguéis nada antes de tiempo hasta que venga el Señor. El iluminará los secretos de las tinieblas y pondrá de manifiesto los designios de los corazones. Entonces recibirá cada cual del Señor la alabanza que le corresponda.

6 En esto, hermanos, me he puesto como ejemplo a mí y a Apolo, en orden a vosotros; para que aprendáis de nosotros aquello de "No propasarse de lo que está escrito" y para que nadie se engría en favor de uno contra otro.

7 Pues ¿quién es el que te distingue? ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿a qué gloriarte cual si no lo hubieras recibido?

8 ¡Ya estáis hartos! ¡Ya sois ricos! ¡Os habéis hecho reyes sin nosotros! ¡Y ojalá reinaseis, para que también nosotros reináramos con vosotros!

9 Porque pienso que a nosotros, los apóstoles, Dios nos ha asignado el último lugar, como condenados a muerte, puestos a modo de espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres.

10 Nosotros, necios por seguir a Cristo; vosotros, sabios en Cristo. Débiles nosotros; mas vosotros, fuertes. Vosotros llenos de gloria; mas nosotros, despreciados.

11 Hasta el presente, pasamos hambre, sed, desnudez. Somos abofeteados, y andamos errantes.

12 Nos fatigamos trabajando con nuestras manos. Si nos insultan, bendecimos. Si nos persiguen, lo soportamos.

13 Si nos difaman, respondemos con bondad.
Hemos venido a ser, hasta ahora, como la basura del mundo y el desecho de todos.

14 No os escribo estas cosas para avergonzaros, sino más bien para amonestaros como a hijos míos queridos.

15 Pues aunque hayáis tenido 10.000 pedagogos en Cristo, no habéis tenido muchos padres. He sido yo quien, por el Evangelio, os engendré en Cristo Jesús.

16 Os ruego, pues, que seáis mis imitadores.

17 Por esto mismo os he enviado a Timoteo, hijo mío querido y fiel en el Señor; él os recordará mis normas de conducta en Cristo, conforme enseño por doquier en todas las Iglesias.

18 Como si yo no hubiera de ir donde vosotros, se han hinchado algunos.

19 Mas iré pronto donde vosotros, si es la voluntad del Señor; entonces conoceré no la palabrería de esos orgullosos, sino su poder, 20 que no está en la palabrería el Reino de Dios, sino en el poder.

21 ¿Qué preferís, que vaya a vosotros con palo o con amor y espíritu de mansedumbre?



Capítulo 5: 1 Corintios 5

1 Sólo se oye hablar de inmoralidad entre vosotros, y una inmoralidad tal, que no se da ni entre los gentiles, hasta el punto de que uno de vosotros vive con la mujer de su padre.

2 Y ¡vosotros andáis tan hinchados! Y no habéis hecho más bien duelo para que fuera expulsado de entre vosotros el autor de semejante acción.

3 Pues bien, yo por mi parte corporalmente ausente, pero presente en espíritu, he juzgado ya, como si me hallara presente, al que así obró: 4 que en nombre del Señor Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de Jesús Señor nuestro, 5 sea entregado ese individuo a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu se salve en el Día del Señor.

6 ¡No es como para gloriaros! ¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa?

7 Purificaos de la levadura vieja, para ser masa nueva; pues sois ázimos
. Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado.

8 Así que, celebremos la fiesta, no con vieja levadura, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de pureza y verdad.

9 Al escribiros en mi carta que no os relacionarais con los impuros, 10 no me refería a los impuros de este mundo en general o a los avaros, a ladrones o idólatras. De ser así, tendríais que salir del mundo.

11 ¡No!, os escribí que no os relacionarais con quien, llamándose hermano, es impuro, avaro, idólatra, ultrajador, borracho o ladrón. Con ésos ¡ni comer!

12 Pues ¿por que voy a juzgar yo a los de fuera? ¿No es a los de dentro a quienes vosotros juzgáis?

13 A los de fuera Dios los juzgará.  ¡Arrojad de entre vosotros al malvado!


Capítulo 6: 1 Corintios 6

1 Cuando alguno de vosotros tiene un pleito con otro, ¿se atreve a llevar la causa ante los injustos, y no ante los santos?

2 ¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si vosotros vais a juzgar al mundo, ¿no sois acaso dignos de juzgar esas naderías?

3 ¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? Y ¡cómo no las cosas de esta vida!

4 Y cuando tenéis pleitos de este género ¡tomáis como jueces a los que la Iglesia tiene en nada!

5 Para vuestra vergüenza lo digo. ¿No hay entre vosotros algún sabio que pueda juzgar entre los hermanos?

6 Sino que vais a pleitear hermano contra hermano, ¡y eso, ante infieles!

7 De todos modos, ya es un fallo en vosotros que haya pleitos entre vosotros. ¿Por qué no preferís soportar la injusticia? ¿Por qué no dejaros más bien despojar?

8 ¡Al contrario! ¡Sois vosotros los que obráis la injusticia y despojáis a los demás! ¡Y esto, a hermanos!

9 ¿No sabéis acaso que los injustos no heredarán el Reino de Dios?
¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios.

11 Y tales fuisteis algunos de vosotros. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.

12 "Todo me es lícito"; mas no todo me conviene. "Todo me es lícito"; mas ¡no me dejaré dominar por nada!

13 La comida para el vientre y el vientre para la comida. Mas lo uno y lo otro destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo.

14 Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder.

15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? Y ¿había de tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de prostituta? ¡De ningún modo!

16 ¿O no sabéis que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues está dicho: Los dos se harán una sola carne.

17 Mas el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él.

18 ¡Huid de la fornicación! Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo.

19 ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis?

20 ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo.



Capítulo 7: 1 Corintios 7

1 En cuanto a lo que me habéis escrito, bien le está al hombre abstenerse de mujer.

2 No obstante, por razón de la impureza, tenga cada hombre su mujer, y cada mujer su marido.

3 Que el marido dé a su mujer lo que debe y la mujer de igual modo a su marido.

4 No dispone la mujer de su cuerpo, sino el marido. Igualmente, el marido no dispone de su cuerpo, sino la mujer.

5 No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto tiempo, para daros a la oración; luego, volved a estar juntos, para que Satanás no os tiente por vuestra incontinencia.

6 Lo que os digo es una concesión, no un mandato.

7 Mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo; mas cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera, otros de otra.

8 No obstante, digo a los célibes y a las viudas: Bien les está quedarse como yo.

9 Pero si no pueden contenerse, que se casen; mejor es casarse que abrasarse.

10 En cuanto a los casados, les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido, 11 mas en el caso de separarse, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su marido, y que el marido no despida a su mujer.

12 En cuanto a los demás, digo yo, no el Señor: Si un hermano tiene una mujer no creyente y ella consiente en vivir con él, no la despida.

13 Y si una mujer tiene un marido no creyente y él consiente en vivir con ella, no le despida.

14 Pues el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada por el marido creyente. De otro modo, vuestros hijos serían impuros, mas ahora son santos.

15 Pero si la parte no creyente quiere separarse, que se separe, en ese caso el hermano o la hermana no están ligados: para vivir en paz os llamó el Señor.

16 Pues ¿qué sabes tú, mujer, si salvarás a tu marido? Y ¿qué sabes tú, marido, si salvarás a tu mujer?

17 Por lo demás, que cada cual viva conforme le ha asignado el Señor, cada cual como le ha llamado Dios. Es lo que ordeno en todas las Iglesias.

18 ¿Que fue uno llamado siendo circunciso? No rehaga su prepucio. ¿Que fue llamado siendo incircunciso? No se circuncide.

19 La circuncisión es nada, y nada la incircuncisión; lo que importa es el cumplimiento de los mandamientos de Dios.

20 Que permanezca cada cual tal como le halló la llamada de Dios.

21 ¿Eras esclavo cuando fuiste llamado? No te preocupes. Y aunque puedas hacerte libre, aprovecha más bien tu condición de esclavo.

22 Pues el que recibió la llamada del Señor siendo esclavo, es un liberto del Señor; igualmente, el que era libre cuando recibió la llamada, es un esclavo de Cristo.

23 ¡Habéis sido bien comprados! No os hagáis esclavos de los hombres.

24 Hermanos, permanezca cada cual ante Dios en el estado en que fue llamado.

25 Acerca de la virginidad no tengo precepto del Señor. Doy, no obstante, un consejo, como quien, por la misericordia de Dios, es digno de crédito.

26 Por tanto, pienso que es cosa buena, a causa de la necesidad presente, quedarse el hombre así.

27 ¿Estás unido a una mujer? No busques la separación. ¿No estás unido a mujer? No la busques.

28
Mas, si te casas, no pecas. Y, si la joven se casa, no peca. Pero todos ellos tendrán su tribulación en la carne, que yo quisiera evitaros.

29 Os digo, pues, hermanos: El tiempo es corto. Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen.

30 Los que lloran, como si no llorasen. Los que están alegres, como si no lo estuviesen. Los que compran, como si no poseyesen.

31 Los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen. Porque la apariencia de este mundo pasa.

32 Yo os quisiera libres de preocupaciones. El no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor.

33 El casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer; 34 está por tanto dividido. La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se preocupa de las cosas del Señor, de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. Mas la casada se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido.

35 Os digo esto para vuestro provecho, no para tenderos un lazo, sino para moveros a lo más digno y al trato asiduo con el Señor, sin división.

36 Pero si alguno teme faltar a la conveniencia respecto de su novia, por estar en la flor de la edad, y conviene actuar en consecuencia, haga lo que quiera: no peca, cásense.

37 Mas el que ha tomado una firme decisión en su corazón, y sin presión alguna, y en pleno uso de su libertad está resuelto en su interior a respetar a su novia, hará bien.

38 Por tanto, el que se casa con su novia, obra bien. Y el que no se casa, obra mejor.

39 La mujer está ligada a su marido mientras él viva; mas una vez muerto el marido, queda libre para casarse con quien quiera, pero sólo en el Señor.

40 Sin embargo, será feliz si permanece así según mi consejo; que también yo creo tener el Espíritu de Dios.



Capítulo 8: 1 Corintios 8

1 Respecto a lo inmolado a los ídolos, es cosa sabida, pues todos tenemos ciencia. Pero la ciencia hincha, el amor en cambio edifica.

2 Si alguien cree conocer algo, aún no lo conoce como se debe conocer.

3 Mas si uno ama a Dios, ése es conocido por él.


4 Ahora bien, respecto del comer lo sacrificado a los ídolos, sabemos que el ídolo no es nada en el mundo y no hay más que un único Dios.

5 Pues aun cuando se les dé el nombre de dioses, bien en el cielo bien en la tierra, de forma que hay multitud de dioses y de señores, 6 para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y para el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y por el cual somos nosotros.

7
Mas no todos tienen este conocimiento. Pues algunos, acostumbrados hasta ahora al ídolo, comen la carne como sacrificada a los ídolos, y su conciencia, que es débil, se mancha.

8 No es ciertamente la comida lo que nos acercará a Dios. Ni somos menos porque no comamos, ni somos más porque comamos.

9 Pero tened cuidado que esa vuestra libertad no sirva de tropiezo a los débiles.

10 En efecto, si alguien te ve a ti, que tienes conocimiento, sentado a la mesa en un templo de ídolos, ¿no se creerá autorizado por su conciencia, que es débil, a comer de lo sacrificado a los ídolos?

11 Y por tu conocimiento se pierde el débil: ¡el hermano por quien murió Cristo!

12 Y pecando así contra vuestros hermanos, hiriendo su conciencia, que es débil, pecáis contra Cristo.

13 Por tanto, si un alimento causa escándalo a mi hermano, nunca comeré carne para no dar escándalo a mi hermano.




Capítulo 9: 1 Corintios 9
1 ¿No soy yo libre? ¿No soy yo apóstol? ¿Acaso no he visto yo a Jesús, Señor nuestro? ¿No sois vosotros mi obra en el Señor?

2 Si para otros no soy yo apóstol, para vosotros sí que lo soy; pues ¡vosotros sois el sello de mi apostolado en el Señor!

3 He aquí mi defensa contra mis acusadores.

4 ¿Por ventura no tenemos derecho a comer y beber?

5 ¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer cristiana, como los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas?

6 ¿Acaso únicamente Bernabé y yo estamos privados del derecho de no trabajar?

7 ¿Quién ha militado alguna vez a cosa propia? ¿Quién planta una viña y no come de sus frutos? ¿Quién apacienta un rebaño y no se alimenta de la leche del rebaño?

8 ¿Hablo acaso al modo humano o no lo dice también la Ley?

9 Porque está escrito en la Ley de Moisés: "No pondrás bozal al buey que trilla." ¿Es que se preocupa Dios de los bueyes?

10 O bien, ¿no lo dice expresamente por nosotros? Por nosotros ciertamente se escribió, pues el que ara, en esperanza debe arar; y el que trilla, con la esperanza de recibir su parte.

11 Si en vosotros hemos sembrado bienes espirituales, ¡qué mucho que recojamos de vosotros bienes materiales!

12 Si otros tienen estos derechos sobre vosotros, ¿no los tenemos más nosotros? Sin embargo, nunca hemos hecho uso de estos derechos. Al contrario, todo lo soportamos para no crear obstáculo alguno al Evangelio de Cristo.

13 ¿No sabéis que los ministros del templo viven del templo? ¿Que los que sirven al altar, del altar participan?

14 Del mismo modo, también el Señor ha ordenado que los que predican el Evangelio vivan del Evangelio.

15 Mas yo, de ninguno de esos derechos he hecho uso. Y no escribo esto para que se haga así conmigo. ¡Antes morir que.! Mi timbre de gloria ¡nadie lo eliminará!

16 Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!

17 Si lo hiciera por propia iniciativa, ciertamente tendría derecho a una recompensa. Mas si lo hago forzado, es una misión que se me ha confiado.

18 Ahora bien, ¿cuál es mi recompensa? Predicar el Evangelio entregándolo gratuitamente, renunciando al derecho que me confiere el Evangelio.

19 Efectivamente, siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda.

20 Con los judíos me he hecho judío para ganar a los judíos; con los que están bajo la Ley, como quien está bajo la Ley aun sin estarlo para ganar a los que están bajo ella.

21 Con los que están sin ley, como quien está sin ley para ganar a los que están sin ley, no estando yo sin ley de Dios sino bajo la ley de Cristo.

22 Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles
. Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos.

23 Y todo esto lo hago por el Evangelio para ser partícipe del mismo.

24 ¿No sabéis que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el premio? ¡Corred de manera que lo consigáis!

25 Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible.

26 Así pues, yo corro, no como a la ventura; y ejerzo el pugilato, no como dando golpes en el vacío, 27 sino que golpeo mi cuerpo y lo esclavizo; no sea que, habiendo proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado.

.

Capítulo 10: 1 Corintios 10

1 No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar; 2 y todos fueron bautizados en Moisés, por la nube y el mar; 3 y todos comieron el mismo alimento espiritual; 4 y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo.

5 Pero la mayoría de ellos no fueron del agrado de Dios, pues sus cuerpos  quedaron tendidos en el desierto.

6 Estas cosas sucedieron en figura para nosotros para que no codiciemos lo malo como ellos lo codiciaron.

7 No os hagáis idólatras al igual de algunos de ellos, como dice la Escritura:  "Sentóse el pueblo a comer y a beber y se levantó a divertirse."

8 Ni forniquemos como algunos de ellos fornicaron y cayeron muertos 23.000 en un solo día.

9 Ni tentemos al Señor como algunos de ellos le tentaron y perecieron víctimas de las serpientes.

10 Ni murmuréis como algunos de ellos murmuraron y perecieron bajo el Exterminador.

11 Todo esto les acontecía en figura, y fue escrito para aviso de los que hemos llegado a la plenitud de los tiempos.

12 Así pues, el que crea estar en pie, mire no caiga.

13 No habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir con éxito.

14 Por eso, queridos, huid de la idolatría.

15 Os hablo como a prudentes. Juzgad vosotros lo que digo.

16 La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?

17 Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan.

18 Fijaos en el Israel según la carne. Los que comen de las víctimas ¿no están acaso en comunión con el altar?

19 ¿Qué digo, pues? ¿Que lo inmolado a los ídolos es algo? O ¿que los ídolos son algo?

20 Pero si lo que inmolan los gentiles,  ¡lo inmolan a los demonios y no a Dios!  Y yo no quiero que entréis en comunión con los demonios.

21 No podéis beber de la copa del Señor y de la copa de los demonios. No podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios.

22 ¿O es que queremos provocar los celos del Señor? ¿Somos acaso más fuertes que él?

23 "Todo es lícito", mas no todo es conveniente. "Todo es lícito", mas no todo edifica.

24 Que nadie procure su propio interés, sino el de los demás.

25 Comed todo lo que se vende en el mercado sin plantearos cuestiones de conciencia; 26 pues  del Señor es la tierra y todo cuanto contiene.

27 Si un infiel os invita y vosotros aceptáis, comed todo lo que os presente sin plantearos cuestiones de conciencia.

28 Mas si alguien os dice: "Esto ha sido ofrecido en sacrificio", no lo comáis, a causa del que lo advirtió y por motivos de conciencia.

29 No me refiero a tu conciencia, sino a la del otro; pues ¿cómo va a ser juzgada la libertad de mi conciencia por una conciencia ajena?

30 Si yo tomo algo dando gracias, ¿por qué voy a ser reprendido por aquello mismo que tomo dando gracias?

31 Por tanto, ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios.

32 No deis escándalo ni a judíos ni a griegos ni a la Iglesia de Dios; 33 lo mismo que yo, que me esfuerzo por agradar a todos en todo, sin procurar mi propio interés, sino el de la mayoría, para que se salven.




Capítulo 11: 1 Corintios 11

1 Sed mis imitadores, como lo soy de Cristo.

2 Os alabo porque en todas las cosas os acordáis de mí y conserváis las tradiciones tal como os las he transmitido.

3 Sin embargo, quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo; y la cabeza de la mujer es el hombre; y la cabeza de Cristo es Dios.

4 Todo hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta a su cabeza.

5 Y toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta a su cabeza; es como si estuviera rapada.

6 Por tanto, si una mujer no se cubre la cabeza, que se corte el pelo. Y si es afrentoso para una mujer cortarse el pelo o raparse, ¡que se cubra!

7 El hombre no debe cubrirse la cabeza, pues es imagen y reflejo de Dios; pero la mujer es reflejo del hombre.

8 En efecto, no procede el hombre de la mujer, sino la mujer del hombre.

9 Ni fue creado el hombre por razón de la mujer, sino la mujer por razón del hombre.

10 He ahí por qué debe llevar la mujer sobre la cabeza una señal de sujeción por razón de los ángeles.

11 Por lo demás, ni la mujer sin el hombre, ni el hombre sin la mujer, en el Señor.

12 Porque si la mujer procede del hombre, el hombre, a su vez, nace mediante la mujer. Y todo proviene de Dios.

13 Juzgad por vosotros mismos. ¿Está bien que la mujer ore a Dios con la cabeza descubierta?

14 ¿No os enseña la misma naturaleza que es una afrenta para el hombre la cabellera, 15 mientras es una gloria para la mujer la cabellera? En efecto, la cabellera le ha sido dada a modo de velo.

16 De todos modos, si alguien quiere discutir, no es ésa nuestra costumbre ni la de las Iglesias de Dios.

17 Y al dar estas disposiciones, no os alabo, porque vuestras reuniones son más para mal que para bien.

18 Pues, ante todo, oigo que, al reuniros en la asamblea, hay entre vosotros divisiones, y lo creo en parte.

19 Desde luego, tiene que haber entre vosotros también disensiones, para que se ponga de manifiesto quiénes son de probada virtud entre vosotros.

20 Cuando os reunís, pues, en común, eso ya no es comer la Cena del Señor; 21 porque cada uno come primero su propia cena, y mientras uno pasa hambre, otro se embriaga.

22 ¿No tenéis casas para comer y beber? ¿O es que despreciáis a la Iglesia de Dios y avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué voy a deciros? ¿Alabaros? ¡En eso no los alabo!

23 Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, 24 y después de dar gracias, lo partió y dijo: "Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío."

25 Asimismo también la copa después de cenar diciendo: "Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío."

26 Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga.

27 Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor.

28 Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa.

29 Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo.

30 Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y muchos débiles, y mueren no pocos.

31 Si nos juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos castigados.

32 Mas, al ser castigados, somos corregidos por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.

33 Así pues, hermanos míos, cuando os reunáis para la Cena, esperaos los unos a los otros.

34 Si alguno tiene hambre, que coma en su casa, a fin de que no os reunáis para castigo vuestro. Lo demás lo dispondré cuando vaya.



Capítulo 12: 1 Corintios 12

1 En cuanto a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que estéis en la ignorancia.

2 Sabéis que cuando erais gentiles, os dejabais arrastrar ciegamente hacia los ídolos mudos.

3 Por eso os hago saber que nadie, hablando con el Espíritu de Dios, puede decir: "¡Anatema es Jesús!"; y nadie puede decir: "¡Jesús es Señor!" sino con el Espíritu Santo.

4 Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; 5 diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; 6 diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos.

7 A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común, 8 Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; 9 a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carismas de curaciones, en el único Espíritu; 10 a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas.

11 Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad.

12 Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo.

13 Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo
, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

14 Así también el cuerpo no se compone de un solo miembro, sino de muchos.

15 Si dijera el pie: "Puesto que no soy mano, yo no soy del cuerpo" ¿dejaría de ser parte del cuerpo por eso?

16 Y si el oído dijera: "Puesto que no soy ojo, no soy del cuerpo" ¿dejaría de ser parte del cuerpo por eso?

17 Si todo el cuerpo fuera ojo ¿dónde quedaría el oído? Y si fuera todo oído ¿donde el olfato?

18 Ahora bien, Dios puso cada uno de los miembros en el cuerpo según su voluntad.

19 Si todo fuera un solo miembro ¿dónde quedaría el cuerpo?

20 Ahora bien, muchos son los miembros, mas uno el cuerpo.

21 Y no puede el ojo decir a la mano: "¡No te necesito!" Ni la cabeza a los pies: "¡No os necesito!"

22 Más bien los miembros del cuerpo que tenemos por más débiles, son indispensables.

23 Y a los que nos parecen los más viles del cuerpo, los rodeamos de mayor honor. Así a nuestras partes deshonestas las vestimos con mayor honestidad.

24 Pues nuestras partes honestas no lo necesitan. Dios ha formado el cuerpo dando más honor a los miembros que carecían de él, 25 para que no hubiera división alguna en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocuparan lo mismo los unos de los otros.

26 Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo.

27 Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte.

28 Y así los puso Dios en la Iglesia, primeramente como apóstoles; en segundo lugar como profetas; en tercer lugar como maestros; luego, los milagros; luego, el don de las curaciones, de asistencia, de gobierno, diversidad de lenguas.

29 ¿Acaso todos son apóstoles?
O ¿todos profetas? ¿Todos maestros? ¿Todos con poder de milagros?

30 ¿Todos con carisma de curaciones? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan todos?

31 ¡Aspirad a los carismas superiores! Y aun os voy a mostrar un camino más excelente.




Capítulo 13: 1 Corintios 13
1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe.

2 Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy.

3 Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha.

4 La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; 5 es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; 6 no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad.

7 Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta.

8 La caridad no acaba nunca. Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la ciencia.

9 Porque parcial es nuestra ciencia y parcial nuestra profecía.

10 Cuando vendrá lo perfecto, desaparecerá lo parcial.

11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño.

12 Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido.

13 Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad.





 Capítulo 14: 1 Corintios 14

1 Buscad la caridad; pero aspirad también a los dones espirituales, especialmente a la profecía.

2 Pues el que habla en lengua no habla a los hombres sino a Dios. En efecto, nadie le entiende: dice en espíritu cosas misteriosas.

3 Por el contrario, el que profetiza, habla a los hombres para su edificación, exhortación y consolación.

4 El que habla en lengua, se edifica a sí mismo; el que profetiza, edifica a toda la asamblea.

5 Deseo que habléis todos en lenguas; prefiero, sin embargo, que profeticéis. Pues el que profetiza, supera al que habla en lenguas, a no ser que también interprete, para que la asamblea reciba edificación.

6 Y ahora, hermanos, supongamos que yo vaya donde vosotros hablándoos en lenguas, ¿qué os aprovecharía yo, si mi palabra no os trajese ni revelación ni ciencia ni profecía ni enseñanza?

7 Así sucede con los instrumentos de música inanimados, tales como la flauta o la cítara. Si no dan distintamente los sonidos, ¿cómo se conocerá lo que toca la flauta o la cítara?

8 Y si la trompeta no da sino un sonido confuso, ¿quién se preparará para la batalla?

9 Así también vosotros: si al hablar no pronunciáis palabras inteligibles, ¿cómo se entenderá lo que decís? Es como si hablarais al viento.

10 Hay en el mundo no sé cuántas variedades de lenguas, y nada hay sin lenguaje.

11 Mas si yo desconozco el valor del lenguaje seré un bárbaro para el que me habla; y el que me habla, un bárbaro para mí.

12 Así pues, ya que aspiráis a los dones espirituales, procurad abundar en ellos para la edificación de la asamblea.

13 Por tanto, el que habla en lengua, pida el don de interpretar.

14 Porque si oro en lengua, mi espíritu ora, pero mi mente queda sin fruto.

15 Entonces, ¿qué hacer? Oraré con el espíritu, pero oraré también con la mente. Cantaré salmos con el espíritu, pero también los cantaré con la mente.

16 Porque si no bendices más que con el espíritu ¿cómo dirá "amén" a tu acción de gracias el que ocupa el lugar del no iniciado, pues no sabe lo que dices?

17 ¡Cierto!, tu acción de gracias es excelente; pero el otro no se edifica.

18 Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos vosotros; 19 pero en la asamblea, prefiero decir cinco palabras con mi mente, para instruir a los demás, que 10.000 en lengua.

20 Hermanos, no seáis niños en juicio. Sed niños en malicia, pero hombres maduros en juicio.

21 Está escrito en la Ley:  Por hombres de lenguas extrañas y por boca de extraños hablaré yo a este pueblo, y ni así me escucharán, dice el Señor.

22 Así pues, las lenguas sirven de señal no para los creyentes, sino para los infieles; en cambio la profecía, no para los infieles, sino para los creyentes.

23 Si, pues, se reúne toda la asamblea y todos hablan en lenguas y entran en ella no iniciados o infieles, ¿no dirán que estáis locos?

24 Por el contrario, si todos profetizan y entra un infiel o un no iniciado, será convencido por todos, juzgado por todos.

25 Los secretos de su corazón quedarán al descubierto y, postrado rostro en tierra, adorará a Dios confesando que Dios está verdaderamente entre vosotros.

26 ¿Qué concluir, hermanos? Cuando os reunís, cada cual puede tener un salmo, una instrucción, una revelación, un discurso en lengua, una interpretación; pero que todo sea para edificación.

27 Si se habla en lengua, que hablen dos, o a lo más, tres, y por turno; y que haya un interprete.

28 Si no hay quien interprete, guárdese silencio en la asamblea; hable cada cual consigo mismo y con Dios.

29 En cuanto a los profetas, hablen dos o tres, y los demás juzguen.

30 Si algún otro que está sentado tiene una revelación, cállese el primero.

31 Pues podéis profetizar todos por turno para que todos aprendan y sean exhortados.

32 Los espíritus de los profetas están sometidos a los profetas, 33 pues Dios no es un Dios de confusión, sino de paz. Como en todas la Iglesias de los santos, 34 las mujeres cállense en las asambleas; que no les está permitido tomar la palabra antes bien, estén sumisas como también la Ley lo dice.

35 Si quieren aprender algo, pregúntenlo a sus propios maridos en casa; pues es indecoroso que la mujer hable en la asamblea.

36 ¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios? O ¿solamente a vosotros ha llegado?

37 Si alguien se cree profeta o inspirado por el Espíritu, reconozca en lo que os escribo un mandato del Señor.

38 Si no lo conoce, tampoco él es conocido.

39 Por tanto, hermanos, aspirad al don de la profecía, y no estorbéis que se hable en lenguas.

40 Pero hágase todo con decoro y orden.




Capítulo 15: 1 Corintios 15

1 Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el cual permanecéis firmes, 2 por el cual también sois salvados, si lo guardáis tal como os lo prediqué. Si no, ¡habríais creído en vano!

3 Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; 4 que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; 5 que se apareció a Cefas y luego a los Doce; 6 después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron.

7 Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles.

8 Y en último término se me apareció también a mí
, como a un abortivo.

9 Pues yo soy el último de los apóstoles: indigno del nombre de apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios.

10 Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Pero no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo.

11 Pues bien, tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.

12 Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos ¿cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de los muertos?

13 Si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó.

14 Y si no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe.

15 Y somos convictos de falsos testigos de Dios porque hemos atestiguado contra Dios que resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si es que los muertos no resucitan.

16 Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó.

17 Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana: estáis todavía en vuestros pecados.

18 Por tanto, también los que durmieron en Cristo perecieron.

19 Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, ¡somos los más dignos de compasión de todos los hombres!

20 ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron.

21 Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos.

22 Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo.

23 Pero cada cual en su rango: Cristo como primicias; luego los de Cristo en su Venida.

24 Luego, el fin, cuando entregue a Dios Padre el Reino, después de haber destruido todo Principado, Dominación y Potestad.

25 Porque debe él reinar  hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies.

26 El último enemigo en ser destruido será la Muerte.

27 Porque  ha sometido todas las cosas bajo sus pies.  Mas cuando diga que "todo está sometido", es evidente que se excluye a Aquel que ha sometido a él todas las cosas.

28 Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo.

29 De no ser así ¿a qué viene el bautizarse por los muertos? Si los muertos no resucitan en manera alguna ¿por qué bautizarse por ellos?

30 Y nosotros mismos ¿por qué nos ponemos en peligro a todas horas?

31 Cada día estoy a la muerte ¡sí hermanos! gloria mía en Cristo Jesús Señor nuestro, que cada día estoy en peligro de muerte.

32 Si por motivos humanos luché en Éfeso contra las bestias ¿qué provecho saqué?
Si los muertos no resucitan,  comamos y bebamos, que mañana moriremos.

33 No os engañéis: "Las malas compañías corrompen las buenas costumbres."

34 Despertaos, como conviene, y no pequéis; que hay entre vosotros quienes desconocen a Dios. Para vergüenza vuestra lo digo.

35 Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo vuelven a la vida?

36 ¡Necio! Lo que tú siembras no revive si no muere.

37 Y lo que tú siembras no es el cuerpo que va a brotar, sino un simple grano, de trigo por ejemplo o de alguna otra planta.

38 Y Dios le da un cuerpo a su voluntad: a cada semilla un cuerpo peculiar.

39 No toda carne es igual, sino que una es la carne de los hombres, otra la de los animales, otra la de las aves, otra la de los peces.

40 Hay cuerpos celestes y cuerpos terrestres; pero uno es el resplandor de los cuerpos celestes y otro el de los cuerpos terrestres.

41 Uno es el resplandor del sol, otro el de la luna, otro el de las estrellas. Y una estrella difiere de otra en resplandor.

42 Así también en la resurrección de los muertos: se siembra corrupción, resucita incorrupción; 43 se siembra vileza, resucita gloria; se siembra debilidad, resucita fortaleza; 44 se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. Pues si hay un cuerpo natural, hay también un cuerpo espiritual.

45 En efecto, así es como dice la Escritura:  Fue hecho el primer hombre,  Adán,  alma viviente; el último Adán, espíritu que da vida.

46 Mas no es lo espiritual lo que primero aparece, sino lo natural; luego, lo espiritual.

47 El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo, viene del cielo.

48 Como el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como el celeste, así serán los celestes.

49 Y del mismo modo que hemos llevado la imagen del hombre terreno, llevaremos también la imagen del celeste.

50 Os digo esto, hermanos: La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de los cielos: ni la corrupción hereda la incorrupción.

51 ¡Mirad! Os revelo un misterio: No moriremos todos, mas todos seremos transformados.

52 En un instante, en un pestañear de ojos, al toque de la trompeta final, pues sonará la trompeta, los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados.

53 En efecto, es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de inmortalidad.

54 Y cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita:  La muerte ha sido devorada en la victoria.

55  ¿Dónde está, oh muerte,  tu victoria?  ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?

56 El aguijón de la muerte es el pecado
; y la fuerza del pecado, la Ley.

57 Pero ¡gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!

58 Así pues, hermanos míos amados, manteneos firmes, inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que vuestro trabajo no es vano el Señor.



Capítulo 16: 1 Corintios 16

1 En cuanto a la colecta en favor de los santos, haced también vosotros tal como mandé a las Iglesias de Galacia.

2 Cada primer día de la semana, cada uno de vosotros reserve en su casa lo que haya podido ahorrar, de modo que no se hagan las colectas cuando llegue yo.

3 Cuando me halle ahí, enviaré a los que hayáis considerado dignos, acompañados de cartas, para que lleven a Jerusalén vuestra liberalidad.

4 Y si vale la pena de que vaya también yo, irán conmigo.

5 Iré donde vosotros después de haber atravesado Macedonia; pues por Macedonia pasaré.

6 Tal vez me detenga entre vosotros y hasta pase ahí el invierno, para que vosotros me encaminéis adonde haya de ir.

7 Pues no quiero ahora veros sólo de paso: espero estar algún tiempo entre vosotros, si así lo permite el Señor.

8 De todos modos, seguiré en Éfeso hasta Pentecostés: 9 porque se me ha abierto una puerta grande y prometedora, y los enemigos son muchos.

10 Si se presenta Timoteo, procurad que esté sin temor entre vosotros, pues trabaja como yo en la obra del Señor.

11 Que nadie le menosprecie. Procurad que vuelva en paz a mí, que le espero con los hermanos.

12 En cuanto a nuestro hermano Apolo, le he insistido mucho para que vaya donde vosotros con los hermanos; pero no tiene intención alguna de ir ahora. Irá cuando tenga oportunidad.

13 Velad, manteneos firmes en la fe, sed hombres, sed fuertes.

14 Haced todo con amor.

15 Os hago una recomendación, hermanos. Sabéis que la familia de Estéfanas son las primicias de Acaya y se han puesto al servicio de los santos.

16 También vosotros mostraos sumisos a ellos y a todo aquel que con ellos trabaja y se afana.

17 Estoy lleno de alegría por la visita de Estéfanas, de Fortunato y de Acaico, que han suplido vuestra ausencia.

18 Ellos han tranquilizado mi espíritu y el vuestro. Sabed apreciar a estos hombres.

19 Las Iglesias de Asia os saludan. Os envían muchos saludos Aquila y Prisca en el Señor, junto con la Iglesia que se reúne en su casa.

20 Os saludan todos los hermanos. Saludaos los unos a los otros con el beso santo.

21 El saludo va de mi mano, Pablo.
22 El que no quiera al Señor, ¡sea anatema! "Maran atha."
23 ¡Que la gracia del Señor Jesús sea con vosotros!
24 Os amo a todos en Cristo Jesús.


 c) SEGUNDA CARTA A LOS CORINTIOS:


Capítulo 1: 2 Corintios 1

1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y Timoteo, el hermano, a la Iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya; 2 a vosotros gracia y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo.

3 ¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, 4 que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios!

5 Pues, así como abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por Cristo nuestra consolación.

6 Si somos atribulados, lo somos para consuelo y salvación vuestra; si somos consolados, lo somos para el consuelo vuestro, que os hace soportar con paciencia los mismos sufrimientos que también nosotros soportamos.

7 Es firme nuestra esperanza respecto de vosotros; pues sabemos que, como sois solidarios con nosotros en los sufrimientos, así lo seréis también en la consolación.

8 Pues no queremos que lo ignoréis, hermanos: la tribulación sufrida en Asia nos abrumó hasta el extremo, por encima de nuestras fuerzas, hasta tal punto que perdimos la esperanza de conservar la vida.

9 Pues hemos tenido sobre nosotros mismos la sentencia de muerte, para que no pongamos nuestra confianza en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos.

10 El nos libró de tan mortal peligro, y nos librará; en él esperamos que nos seguirá librando, 11 si colaboráis también vosotros con la oración en favor nuestro, para que la gracia obtenida por intervención de muchos sea por muchos agradecida en nuestro nombre.

12 El motivo de nuestro orgullo es el testimonio de nuestra conciencia, de que nos hemos conducido en el mundo, y sobre todo respecto de vosotros, con la santidad y la sinceridad que vienen de Dios, y no con la sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios.

13 Pues no os escribimos otra cosa que lo que leéis y comprendéis, y espero comprenderéis plenamente, 14 como ya nos habéis comprendido en parte, que somos nosotros el motivo de vuestro orgullo, lo mismo que vosotros seréis el nuestro en el Día de nuestro Señor Jesús.

15 Con este convencimiento quería yo ir primero donde vosotros a fin de procuraros una segunda gracia, 16 y pasando por vosotros ir a Macedonia y volver nuevamente de Macedonia donde vosotros, y ser encaminado por vosotros hacia Judea.

17 Al proponerme esto ¿obré con ligereza? O ¿se inspiraban mis proyectos en la carne, de forma que se daban en mí el sí y el no?

18 ¡Por la fidelidad de Dios!, que la palabra que os dirigimos no es sí y no.

19 Porque el Hijo de Dios, Cristo Jesús, a quien os predicamos Silvano, Timoteo y yo, no fue sí y no; en él no hubo más que sí.

20 Pues todas las promesas hechas por Dios han tenido su sí en él; y por eso decimos por él "Amén" a la gloria de Dios.

21 Y es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió, 22 y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones.

23 ¡Por mi vida!, testigo me es Dios de que, si todavía no he ido a Corinto, ha sido por miramiento a vosotros.

24 No es que pretendamos dominar sobre vuestra fe, sino que contribuimos a vuestro gozo, pues os mantenéis firmes en la fe.





Capítulo 2: 2 Corintios 2

1 En mi interior tomé la decisión de no ir otra vez con tristeza donde vosotros.

2 Porque si yo os entristezco ¿quién podría alegrarme sino el que se ha entristecido por mi causa?

3 Y si os escribí aquello, fue para no entristecerme a mi ida, a causa de los mismos que deberían procurarme alegría, convencido respecto de todos vosotros de que mi alegría es la alegría de todos vosotros.

4 Efectivamente, os escribí en una gran aflicción y angustia de corazón, con muchas lágrimas, no para entristeceros, sino para que conocierais el amor desbordante que sobre todo a vosotros os tengo.

5 Pues si alguien ha causado tristeza, no es a mí quien se la ha causado; sino en cierto sentido para no exagerar a todos vosotros.

6 Bastante es para ese tal el castigo infligido por la comunidad, 7 por lo que es mejor, por el contrario, que le perdonéis y le animéis no sea que se vea ése hundido en una excesiva tristeza.

8 Os suplico, pues, que reavivéis la caridad para con él.

9 Pues también os escribí con la intención de probaros y ver si vuestra obediencia era perfecta.

10 Y a quien vosotros perdonéis, también yo le perdono. Pues lo que yo perdoné, si algo he perdonado fue por vosotros en presencia de Cristo, 11 para que no seamos engañados por Satanás, pues no ignoramos sus propósitos.

12 Llegué, pues, a Tróada para predicar el Evangelio de Cristo, y aun cuando se me había abierto una gran puerta en el Señor, 13 mi espíritu no tuvo punto de reposo, pues no encontré a mi hermano Tito, y despidiéndome de ellos, salí para Macedonia.

14 ¡Gracias sean dadas a Dios, que nos lleva siempre en su triunfo, en Cristo, y por nuestro medio difunde en todas partes el olor de su conocimiento!

15 Pues nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden: 16 para los unos, olor que de la muerte lleva a la muerte; para los otros, olor que de la vida lleva a la vida. Y ¿quién es capaz para esto?

17 Ciertamente no somos nosotros como la mayoría que negocian con la Palabra de Dios. ¡No!, antes bien, con sinceridad y como de parte de Dios y delante de Dios hablamos en Cristo.





 Capítulo 3: 2 Corintios 3

1 ¿Comenzamos de nuevo a recomendarnos? ¿O es que, como algunos, necesitamos presentaros cartas de recomendación o pedíroslas?

2 Vosotros sois nuestra carta, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres.

3 Evidentemente sois una carta de Cristo, redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones.

4 Esta es la confianza que tenemos delante de Dios por Cristo.

5 No que por nosotros mismos seamos capaces de atribuirnos cosa alguna, como propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios, 6 el cual nos capacitó para ser ministros de una nueva Alianza, no de la letra, sino del Espíritu. Pues la letra mata mas el Espíritu da vida.

7 Que si el ministerio de la muerte, grabado con letras sobre tablas de piedra, resultó glorioso hasta el punto de no poder los hijos de Israel fijar su vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, aunque pasajera, 8 ¡cuánto más glorioso no será el ministerio del Espíritu!

9 Efectivamente, si el ministerio de la condenación fue glorioso, con mucha más razón lo será el ministerio de la justicia.

10 Pues en este aspecto, no era gloria aquella glorificación en comparación de esta gloria sobreeminente.

11 Porque si aquello, que era pasajero, fue glorioso, ¡cuánto más glorioso será lo permanente!

12 Teniendo, pues, esta esperanza, hablamos con toda valentía, 13 y no como Moisés, que se ponía un velo sobre su rostro para impedir que los israelitas vieran el fin de lo que era pasajero.

14 Pero se embotaron sus inteligencias. En efecto, hasta el día de hoy perdura ese mismo velo en la lectura del Antiguo Testamento. El velo no se ha levantado, pues sólo en Cristo desaparece.

15 Hasta el día de hoy, siempre que se lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones.

16 Y cuando se convierte al Señor, se arranca el velo.

17 Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad.

18 Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu.





Capítulo 4: 2 Corintios 4

1 Por esto, misericordiosamente investidos de este ministerio, no desfallecemos.

2 Antes bien, hemos repudiado el silencio vergonzoso no procediendo con astucia, ni falseando la Palabra de Dios; al contrario, mediante la manifestación de la verdad nos recomendamos a nosotros mismos a toda conciencia humana delante de Dios.

3 Y si todavía nuestro Evangelio está velado, lo está para los que se pierden, 4 para los incrédulos, cuyo entendimiento cegó el dios de este mundo para impedir que vean brillar el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios.

5 No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús.

6 Pues el mismo Dios que dijo:  De las tinieblas brille la luz,  ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo.

7 Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros.

8 Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados; 9 perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados.

10 Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

11 Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.

12 De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida.

13 Pero teniendo aquel espíritu de fe conforme a lo que está escrito:  Creí, por eso hablé,  también nosotros creemos, y por eso hablamos, 14 sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará con Jesús y nos presentará ante él juntamente con vosotros.

15 Y todo esto, para vuestro bien a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios.

16
Por eso no desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día.

17 En efecto, la leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna, 18 a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas.



 Capítulo 5: 2 Corintios 5

1 Porque sabemos que si esta tienda, que es nuestra morada terrestre, se desmorona, tenemos un edificio que es de Dios: una morada eterna, no hecha por mano humana, que está en los cielos.

2 Y así gemimos en este estado, deseando ardientemente ser revestidos de nuestra habitación celeste, 3 si es que nos encontramos vestidos, y no desnudos.

4 ¡Sí!, los que estamos en esta tienda gemimos abrumados. No es que queramos ser desvestidos, sino más bien sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.

5 Y el que nos ha destinado a eso es Dios, el cual nos ha dado en arras el Espíritu.

6 Así pues, siempre llenos de buen ánimo, sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, vivimos lejos del Señor, 7 pues caminamos en la fe y no en la visión.

8 Estamos, pues, llenos de buen ánimo y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor.

9 Por eso, bien en nuestro cuerpo, bien fuera de él, nos afanamos por agradarle.

10 Porque es necesario que todos nosotros seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal.

11 Por tanto, conociendo el temor del Señor, tratamos de persuadir a los hombres, pues ante Dios estamos al descubierto, como espero que ante vuestras conciencias también estemos al descubierto.

12 No volvemos a recomendarnos ante vosotros; solamente queremos daros ocasión para gloriaros de nosotros y así tengáis cómo responder a los que se glorían de lo exterior, y no de lo que está en el corazón.

13 En efecto, si hemos perdido el juicio, ha sido por Dios; y si somos sensatos, lo es por vosotros.

14 Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron.

15 Y murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

16 Así que, en adelante, ya no conocemos a nadie según la carne. Y si conocimos a Cristo según la carne, ya no le conocemos así.

17 Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo.

18 Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación.

19 Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación.

20 Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!

21 A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él.






Capítulo 6: 2 Corintios 6

1 Y como cooperadores suyos que somos, os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios.

2 Pues dice él: En el tiempo favorable te escuché y en el día de salvación te ayudé. Mirad ahora el momento favorable; mirad ahora el día de salvación.

3 A nadie damos ocasión alguna de tropiezo, para que no se haga mofa del ministerio, 4 antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios: con mucha constancia en tribulaciones, necesidades, angustias; 5 en azotes, cárceles, sediciones; en fatigas, desvelos, ayunos; 6 en pureza, ciencia, paciencia, bondad; en el Espíritu Santo, en caridad sincera, 7 en la palabra de verdad, en el poder de Dios; mediante las armas de la justicia: las de la derecha y las de la izquierda; 8 en gloria e ignominia, en calumnia y en buena fama; tenidos por impostores, siendo veraces; 9 como desconocidos, aunque bien conocidos; como quienes están a la muerte, pero vivos; como castigados, aunque no condenados a muerte; 10 como tristes, pero siempre alegres; como pobres, aunque enriquecemos a muchos; como quienes nada tienen, aunque todo lo poseemos.

11 ¡Corintios!, os hemos hablado con toda franqueza; nuestro corazón se ha abierto de par en par.

12 No está cerrado nuestro corazón para vosotros; los vuestros sí que lo están para nosotros.

13 Correspondednos; os hablo como a hijos; abríos también vosotros.

14 ¡No unciros en yugo desigual con los infieles! Pues ¿qué relación hay entre la justicia y la iniquidad? ¿Qué unión entre la luz y las tinieblas?

15 ¿Qué armonía entre Cristo y Beliar? ¿Qué participación entre el fiel y el infiel?

16 ¿Qué conformidad entre el santuario de Dios y el de los ídolos? Porque nosotros somos santuario de Dios vivo, como dijo Dios:  Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.

17 Por tanto, salid de entre ellos y apartaos, dice el Señor. No toquéis cosa impura, y yo os acogeré.

18 Yo seré para vosotros padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso.





Capítulo 7: 2 Corintios 7

1 Teniendo, pues, estas promesas, queridos míos, purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu, consumando la santificación en el temor de Dios.

2 Dadnos lugar en vuestros corazones. A nadie hemos ofendido; a nadie hemos arruinado; a nadie hemos explotado.

3 No os digo esto con ánimo de condenaros. Pues acabo de deciros que en vida y muerte estáis unidos en mi corazón.

4 Tengo plena confianza en hablaros; estoy muy orgulloso de vosotros. Estoy lleno de consuelo y sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones.

5 Efectivamente, en llegando a Macedonia, no tuvo sosiego nuestra carne, sino, toda suerte de tribulaciones: por fuera, luchas; por dentro, temores.

6 Pero el Dios que consuela a los humillados, nos consoló con la llegada de Tito, 7 y no sólo con su llegada, sino también con el consuelo que le habíais proporcionado, comunicándonos vuestra añoranza, vuestro pesar, vuestro celo por mí hasta el punto de colmarme de alegría.

8 Porque si os entristecí con mi carta, no me pesa. Y si me pesó pues veo que aquella carta os entristeció, aunque no fuera más que por un momento 9 ahora me alegro. No por haberos entristecido, sino porque aquella tristeza os movió a arrepentimiento. Pues os entristecisteis según Dios, de manera que de nuestra parte no habéis sufrido perjuicio alguno.

10 En efecto, la tristeza según Dios produce firme arrepentimiento para la salvación; mas la tristeza del mundo produce la muerte.

11 Mirad qué ha producido entre vosotros esa tristeza según Dios: ¡qué interés y qué disculpas, qué enojo, qué temor, qué añoranza, qué celo, qué castigo! En todo habéis mostrado que erais inocentes en este asunto.

12 Así pues, si os escribí no fue a causa del que injurió, ni del que recibió la injuria. Fue para que se pusiera de manifiesto entre vosotros ante Dios vuestro interés por nosotros.

13 Eso es lo que nos ha consolado. Y mucho más que por este consuelo, nos hemos alegrado por el gozo de Tito, cuyo espíritu fue tranquilizado por todos vosotros.

14 Y si en algo me he gloriado de vosotros ante él, no he quedado avergonzado. Antes bien, así como os hemos dicho siempre la verdad, así también el motivo de nuestra gloria ante Tito ha resultado verdadero.

15 Y su corazón se inclina todavía más hacia vosotros al recordar la obediencia de todos vosotros y cómo le acogisteis con temor y temblor.

16 Me alegro de poder confiar totalmente en vosotros.



Capítulo 8: 2 Corintios 8
1 Os damos a conocer, hermanos, la gracia que Dios ha otorgado a las Iglesias de Macedonia.

2 Pues, aunque probados por muchas tribulaciones, su rebosante alegría y su extrema pobreza han desbordado en tesoros de generosidad.

3 Porque atestiguo que según sus posibilidades, y aun sobre sus posibilidades, espontáneamente 4 nos pedían con mucha insistencia la gracia de participar en el servicio en bien de los santos.

5 Y superando nuestras esperanzas, se entregaron a sí mismos, primero al Señor, y luego a nosotros, por voluntad de Dios, 6 de forma que rogamos a Tito llevara a buen término entre vosotros esta generosidad, tal como la había comenzado.

7 Y del mismo modo que sobresalís en todo: en fe, en palabra, en ciencia, en todo interés y en la caridad que os hemos comunicado, sobresalid también en esta generosidad.

8 No es una orden; sólo quiero, mediante el interés por los demás, probar la sinceridad de vuestra caridad.

9 Pues
conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza.

10 Os doy un consejo sobre el particular: que es lo que os conviene a vosotros, ya que desde el año pasado habéis sido los primeros no sólo en hacer la colecta, sino también en tomar la iniciativa.

11 Ahora llevadla también a cabo, de forma que a vuestra prontitud en la iniciativa corresponda la realización conforme a vuestras posibilidades.

12 Pues si hay prontitud de voluntad es bien acogida con lo que se tenga, y no importa si nada se tiene.

13 No que paséis apuros para que otros tengan abundancia, sino con igualdad.

14 Al presente, vuestra abundancia remedia su necesidad, para que la abundancia de ellos pueda remediar también vuestra necesidad y reine la igualdad, 15 como dice la Escritura: El que mucho recogió, no tuvo de más; y el que poco, no tuvo de menos.

16 ¡Gracias sean dadas a Dios, que pone en el corazón de Tito el mismo interés por vosotros!, 17 pues aceptó mi ruego y, más solícito que nunca, por propia iniciativa fue donde vosotros.

18 Con él enviamos al hermano, cuyo renombre a causa del Evangelio se ha extendido por todas las Iglesias.

19 Y no sólo eso, sino que fue designado por elección de todas las Iglesias como compañero nuestro de viaje en esta generosidad, en que servimos nosotros para la gloria del mismo Señor, por iniciativa nuestra.

20 Así evitaremos todo motivo de reproche por esta abundante suma que administramos; 21 pues procuramos el bien no sólo ante el Señor sino también ante los hombres.

22 Con ellos os enviamos también al hermano nuestro, cuya solicitud tenemos ya comprobada muchas veces y de muchas maneras; solicitud aún mayor ahora por la gran confianza que tiene en vosotros.

23 En cuanto a Tito, es compañero y colaborador mío cerca de vosotros; en cuanto a los demás hermanos, son los delegados de las Iglesias: la gloria de Cristo.

24 Mostrad, pues, ante la faz de las Iglesias, vuestra caridad y la razón de nuestro orgullo respecto de vosotros.


 
Capítulo 1: 2 Corintios 1

1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y Timoteo, el hermano, a la Iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya; 2 a vosotros gracia y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo.

3 ¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, 4 que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios!

5 Pues, así como abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por Cristo nuestra consolación.

6 Si somos atribulados, lo somos para consuelo y salvación vuestra; si somos consolados, lo somos para el consuelo vuestro, que os hace soportar con paciencia los mismos sufrimientos que también nosotros soportamos.

7 Es firme nuestra esperanza respecto de vosotros; pues sabemos que, como sois solidarios con nosotros en los sufrimientos, así lo seréis también en la consolación.

8 Pues no queremos que lo ignoréis, hermanos: la tribulación sufrida en Asia nos abrumó hasta el extremo, por encima de nuestras fuerzas, hasta tal punto que perdimos la esperanza de conservar la vida.

9 Pues hemos tenido sobre nosotros mismos la sentencia de muerte, para que no pongamos nuestra confianza en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos.

10 El nos libró de tan mortal peligro, y nos librará; en él esperamos que nos seguirá librando, 11 si colaboráis también vosotros con la oración en favor nuestro, para que la gracia obtenida por intervención de muchos sea por muchos agradecida en nuestro nombre.

12 El motivo de nuestro orgullo es el testimonio de nuestra conciencia, de que nos hemos conducido en el mundo, y sobre todo respecto de vosotros, con la santidad y la sinceridad que vienen de Dios, y no con la sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios.

13 Pues no os escribimos otra cosa que lo que leéis y comprendéis, y espero comprenderéis plenamente, 14 como ya nos habéis comprendido en parte, que somos nosotros el motivo de vuestro orgullo, lo mismo que vosotros seréis el nuestro en el Día de nuestro Señor Jesús.

15 Con este convencimiento quería yo ir primero donde vosotros a fin de procuraros una segunda gracia, 16 y pasando por vosotros ir a Macedonia y volver nuevamente de Macedonia donde vosotros, y ser encaminado por vosotros hacia Judea.

17 Al proponerme esto ¿obré con ligereza? O ¿se inspiraban mis proyectos en la carne, de forma que se daban en mí el sí y el no?

18 ¡Por la fidelidad de Dios!, que la palabra que os dirigimos no es sí y no.

19 Porque el Hijo de Dios, Cristo Jesús, a quien os predicamos Silvano, Timoteo y yo, no fue sí y no; en él no hubo más que sí.

20 Pues todas las promesas hechas por Dios han tenido su sí en él; y por eso decimos por él "Amén" a la gloria de Dios.

21 Y es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió, 22 y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones.

23 ¡Por mi vida!, testigo me es Dios de que, si todavía no he ido a Corinto, ha sido por miramiento a vosotros.

24 No es que pretendamos dominar sobre vuestra fe, sino que contribuimos a vuestro gozo, pues os mantenéis firmes en la fe.





Capítulo 2: 2 Corintios 2

1 En mi interior tomé la decisión de no ir otra vez con tristeza donde vosotros.

2 Porque si yo os entristezco ¿quién podría alegrarme sino el que se ha entristecido por mi causa?

3 Y si os escribí aquello, fue para no entristecerme a mi ida, a causa de los mismos que deberían procurarme alegría, convencido respecto de todos vosotros de que mi alegría es la alegría de todos vosotros.

4 Efectivamente, os escribí en una gran aflicción y angustia de corazón, con muchas lágrimas, no para entristeceros, sino para que conocierais el amor desbordante que sobre todo a vosotros os tengo.

5 Pues si alguien ha causado tristeza, no es a mí quien se la ha causado; sino en cierto sentido para no exagerar a todos vosotros.

6 Bastante es para ese tal el castigo infligido por la comunidad, 7 por lo que es mejor, por el contrario, que le perdonéis y le animéis no sea que se vea ése hundido en una excesiva tristeza.

8 Os suplico, pues, que reavivéis la caridad para con él.

9 Pues también os escribí con la intención de probaros y ver si vuestra obediencia era perfecta.

10 Y a quien vosotros perdonéis, también yo le perdono. Pues lo que yo perdoné, si algo he perdonado fue por vosotros en presencia de Cristo, 11 para que no seamos engañados por Satanás, pues no ignoramos sus propósitos.

12 Llegué, pues, a Tróada para predicar el Evangelio de Cristo, y aun cuando se me había abierto una gran puerta en el Señor, 13 mi espíritu no tuvo punto de reposo, pues no encontré a mi hermano Tito, y despidiéndome de ellos, salí para Macedonia.

14 ¡Gracias sean dadas a Dios, que nos lleva siempre en su triunfo, en Cristo, y por nuestro medio difunde en todas partes el olor de su conocimiento!

15 Pues nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden: 16 para los unos, olor que de la muerte lleva a la muerte; para los otros, olor que de la vida lleva a la vida. Y ¿quién es capaz para esto?

17 Ciertamente no somos nosotros como la mayoría que negocian con la Palabra de Dios. ¡No!, antes bien, con sinceridad y como de parte de Dios y delante de Dios hablamos en Cristo.





 Capítulo 3: 2 Corintios 3

1 ¿Comenzamos de nuevo a recomendarnos? ¿O es que, como algunos, necesitamos presentaros cartas de recomendación o pedíroslas?

2 Vosotros sois nuestra carta, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres.

3 Evidentemente sois una carta de Cristo, redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones.

4 Esta es la confianza que tenemos delante de Dios por Cristo.

5 No que por nosotros mismos seamos capaces de atribuirnos cosa alguna, como propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios, 6 el cual nos capacitó para ser ministros de una nueva Alianza, no de la letra, sino del Espíritu. Pues la letra mata mas el Espíritu da vida.

7 Que si el ministerio de la muerte, grabado con letras sobre tablas de piedra, resultó glorioso hasta el punto de no poder los hijos de Israel fijar su vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, aunque pasajera, 8 ¡cuánto más glorioso no será el ministerio del Espíritu!

9 Efectivamente, si el ministerio de la condenación fue glorioso, con mucha más razón lo será el ministerio de la justicia.

10 Pues en este aspecto, no era gloria aquella glorificación en comparación de esta gloria sobreeminente.

11 Porque si aquello, que era pasajero, fue glorioso, ¡cuánto más glorioso será lo permanente!

12 Teniendo, pues, esta esperanza, hablamos con toda valentía, 13 y no como Moisés, que se ponía un velo sobre su rostro para impedir que los israelitas vieran el fin de lo que era pasajero.

14 Pero se embotaron sus inteligencias. En efecto, hasta el día de hoy perdura ese mismo velo en la lectura del Antiguo Testamento. El velo no se ha levantado, pues sólo en Cristo desaparece.

15 Hasta el día de hoy, siempre que se lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones.

16 Y cuando se convierte al Señor, se arranca el velo.

17 Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad.

18 Mas todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu.





Capítulo 4: 2 Corintios 4

1 Por esto, misericordiosamente investidos de este ministerio, no desfallecemos.

2 Antes bien, hemos repudiado el silencio vergonzoso no procediendo con astucia, ni falseando la Palabra de Dios; al contrario, mediante la manifestación de la verdad nos recomendamos a nosotros mismos a toda conciencia humana delante de Dios.

3 Y si todavía nuestro Evangelio está velado, lo está para los que se pierden, 4 para los incrédulos, cuyo entendimiento cegó el dios de este mundo para impedir que vean brillar el resplandor del Evangelio de la gloria de Cristo, que es imagen de Dios.

5 No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús.

6 Pues el mismo Dios que dijo:  De las tinieblas brille la luz,  ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo.

7 Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros.

8 Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados; 9 perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados.

10 Llevamos siempre en nuestros cuerpos por todas partes el morir de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.

11 Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.

12 De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida.

13 Pero teniendo aquel espíritu de fe conforme a lo que está escrito:  Creí, por eso hablé,  también nosotros creemos, y por eso hablamos, 14 sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará con Jesús y nos presentará ante él juntamente con vosotros.

15 Y todo esto, para vuestro bien a fin de que cuantos más reciban la gracia, mayor sea el agradecimiento, para gloria de Dios.

16
Por eso no desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día.

17 En efecto, la leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna, 18 a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas.



 Capítulo 5: 2 Corintios 5

1 Porque sabemos que si esta tienda, que es nuestra morada terrestre, se desmorona, tenemos un edificio que es de Dios: una morada eterna, no hecha por mano humana, que está en los cielos.

2 Y así gemimos en este estado, deseando ardientemente ser revestidos de nuestra habitación celeste, 3 si es que nos encontramos vestidos, y no desnudos.

4 ¡Sí!, los que estamos en esta tienda gemimos abrumados. No es que queramos ser desvestidos, sino más bien sobrevestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.

5 Y el que nos ha destinado a eso es Dios, el cual nos ha dado en arras el Espíritu.

6 Así pues, siempre llenos de buen ánimo, sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, vivimos lejos del Señor, 7 pues caminamos en la fe y no en la visión.

8 Estamos, pues, llenos de buen ánimo y preferimos salir de este cuerpo para vivir con el Señor.

9 Por eso, bien en nuestro cuerpo, bien fuera de él, nos afanamos por agradarle.

10 Porque es necesario que todos nosotros seamos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida mortal, el bien o el mal.

11 Por tanto, conociendo el temor del Señor, tratamos de persuadir a los hombres, pues ante Dios estamos al descubierto, como espero que ante vuestras conciencias también estemos al descubierto.

12 No volvemos a recomendarnos ante vosotros; solamente queremos daros ocasión para gloriaros de nosotros y así tengáis cómo responder a los que se glorían de lo exterior, y no de lo que está en el corazón.

13 En efecto, si hemos perdido el juicio, ha sido por Dios; y si somos sensatos, lo es por vosotros.

14 Porque el amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron.

15 Y murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.

16 Así que, en adelante, ya no conocemos a nadie según la carne. Y si conocimos a Cristo según la carne, ya no le conocemos así.

17 Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo.

18 Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación.

19 Porque en Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación.

20 Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!

21 A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él.






Capítulo 6: 2 Corintios 6

1 Y como cooperadores suyos que somos, os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios.

2 Pues dice él: En el tiempo favorable te escuché y en el día de salvación te ayudé. Mirad ahora el momento favorable; mirad ahora el día de salvación.

3 A nadie damos ocasión alguna de tropiezo, para que no se haga mofa del ministerio, 4 antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios: con mucha constancia en tribulaciones, necesidades, angustias; 5 en azotes, cárceles, sediciones; en fatigas, desvelos, ayunos; 6 en pureza, ciencia, paciencia, bondad; en el Espíritu Santo, en caridad sincera, 7 en la palabra de verdad, en el poder de Dios; mediante las armas de la justicia: las de la derecha y las de la izquierda; 8 en gloria e ignominia, en calumnia y en buena fama; tenidos por impostores, siendo veraces; 9 como desconocidos, aunque bien conocidos; como quienes están a la muerte, pero vivos; como castigados, aunque no condenados a muerte; 10 como tristes, pero siempre alegres; como pobres, aunque enriquecemos a muchos; como quienes nada tienen, aunque todo lo poseemos.

11 ¡Corintios!, os hemos hablado con toda franqueza; nuestro corazón se ha abierto de par en par.

12 No está cerrado nuestro corazón para vosotros; los vuestros sí que lo están para nosotros.

13 Correspondednos; os hablo como a hijos; abríos también vosotros.

14 ¡No unciros en yugo desigual con los infieles! Pues ¿qué relación hay entre la justicia y la iniquidad? ¿Qué unión entre la luz y las tinieblas?

15 ¿Qué armonía entre Cristo y Beliar? ¿Qué participación entre el fiel y el infiel?

16 ¿Qué conformidad entre el santuario de Dios y el de los ídolos? Porque nosotros somos santuario de Dios vivo, como dijo Dios:  Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.

17 Por tanto, salid de entre ellos y apartaos, dice el Señor. No toquéis cosa impura, y yo os acogeré.

18 Yo seré para vosotros padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor todopoderoso.





Capítulo 7: 2 Corintios 7

1 Teniendo, pues, estas promesas, queridos míos, purifiquémonos de toda mancha de la carne y del espíritu, consumando la santificación en el temor de Dios.

2 Dadnos lugar en vuestros corazones. A nadie hemos ofendido; a nadie hemos arruinado; a nadie hemos explotado.

3 No os digo esto con ánimo de condenaros. Pues acabo de deciros que en vida y muerte estáis unidos en mi corazón.

4 Tengo plena confianza en hablaros; estoy muy orgulloso de vosotros. Estoy lleno de consuelo y sobreabundo de gozo en todas nuestras tribulaciones.

5 Efectivamente, en llegando a Macedonia, no tuvo sosiego nuestra carne, sino, toda suerte de tribulaciones: por fuera, luchas; por dentro, temores.

6 Pero el Dios que consuela a los humillados, nos consoló con la llegada de Tito, 7 y no sólo con su llegada, sino también con el consuelo que le habíais proporcionado, comunicándonos vuestra añoranza, vuestro pesar, vuestro celo por mí hasta el punto de colmarme de alegría.

8 Porque si os entristecí con mi carta, no me pesa. Y si me pesó pues veo que aquella carta os entristeció, aunque no fuera más que por un momento 9 ahora me alegro. No por haberos entristecido, sino porque aquella tristeza os movió a arrepentimiento. Pues os entristecisteis según Dios, de manera que de nuestra parte no habéis sufrido perjuicio alguno.

10 En efecto, la tristeza según Dios produce firme arrepentimiento para la salvación; mas la tristeza del mundo produce la muerte.

11 Mirad qué ha producido entre vosotros esa tristeza según Dios: ¡qué interés y qué disculpas, qué enojo, qué temor, qué añoranza, qué celo, qué castigo! En todo habéis mostrado que erais inocentes en este asunto.

12 Así pues, si os escribí no fue a causa del que injurió, ni del que recibió la injuria. Fue para que se pusiera de manifiesto entre vosotros ante Dios vuestro interés por nosotros.

13 Eso es lo que nos ha consolado. Y mucho más que por este consuelo, nos hemos alegrado por el gozo de Tito, cuyo espíritu fue tranquilizado por todos vosotros.

14 Y si en algo me he gloriado de vosotros ante él, no he quedado avergonzado. Antes bien, así como os hemos dicho siempre la verdad, así también el motivo de nuestra gloria ante Tito ha resultado verdadero.

15 Y su corazón se inclina todavía más hacia vosotros al recordar la obediencia de todos vosotros y cómo le acogisteis con temor y temblor.

16 Me alegro de poder confiar totalmente en vosotros.



Capítulo 8: 2 Corintios 8
1 Os damos a conocer, hermanos, la gracia que Dios ha otorgado a las Iglesias de Macedonia.

2 Pues, aunque probados por muchas tribulaciones, su rebosante alegría y su extrema pobreza han desbordado en tesoros de generosidad.

3 Porque atestiguo que según sus posibilidades, y aun sobre sus posibilidades, espontáneamente 4 nos pedían con mucha insistencia la gracia de participar en el servicio en bien de los santos.

5 Y superando nuestras esperanzas, se entregaron a sí mismos, primero al Señor, y luego a nosotros, por voluntad de Dios, 6 de forma que rogamos a Tito llevara a buen término entre vosotros esta generosidad, tal como la había comenzado.

7 Y del mismo modo que sobresalís en todo: en fe, en palabra, en ciencia, en todo interés y en la caridad que os hemos comunicado, sobresalid también en esta generosidad.

8 No es una orden; sólo quiero, mediante el interés por los demás, probar la sinceridad de vuestra caridad.

9 Pues
conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza.

10 Os doy un consejo sobre el particular: que es lo que os conviene a vosotros, ya que desde el año pasado habéis sido los primeros no sólo en hacer la colecta, sino también en tomar la iniciativa.

11 Ahora llevadla también a cabo, de forma que a vuestra prontitud en la iniciativa corresponda la realización conforme a vuestras posibilidades.

12 Pues si hay prontitud de voluntad es bien acogida con lo que se tenga, y no importa si nada se tiene.

13 No que paséis apuros para que otros tengan abundancia, sino con igualdad.

14 Al presente, vuestra abundancia remedia su necesidad, para que la abundancia de ellos pueda remediar también vuestra necesidad y reine la igualdad, 15 como dice la Escritura: El que mucho recogió, no tuvo de más; y el que poco, no tuvo de menos.

16 ¡Gracias sean dadas a Dios, que pone en el corazón de Tito el mismo interés por vosotros!, 17 pues aceptó mi ruego y, más solícito que nunca, por propia iniciativa fue donde vosotros.

18 Con él enviamos al hermano, cuyo renombre a causa del Evangelio se ha extendido por todas las Iglesias.

19 Y no sólo eso, sino que fue designado por elección de todas las Iglesias como compañero nuestro de viaje en esta generosidad, en que servimos nosotros para la gloria del mismo Señor, por iniciativa nuestra.

20 Así evitaremos todo motivo de reproche por esta abundante suma que administramos; 21 pues procuramos el bien no sólo ante el Señor sino también ante los hombres.

22 Con ellos os enviamos también al hermano nuestro, cuya solicitud tenemos ya comprobada muchas veces y de muchas maneras; solicitud aún mayor ahora por la gran confianza que tiene en vosotros.

23 En cuanto a Tito, es compañero y colaborador mío cerca de vosotros; en cuanto a los demás hermanos, son los delegados de las Iglesias: la gloria de Cristo.

24 Mostrad, pues, ante la faz de las Iglesias, vuestra caridad y la razón de nuestro orgullo respecto de vosotros.

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Capítulo 9: 2 Corintios 9

1 En cuanto a este servicio en favor de los santos, me es superfluo escribiros.

2 Conozco, en efecto, vuestra prontitud de ánimo, de la que me glorío ante los macedonios diciéndoles que Acaya está preparada desde el año pasado. Y vuestro celo ha estimulado a muchísimos.

3 No obstante, os envío a los hermanos para que nuestro motivo de gloria respecto de vosotros no se desvanezca en este particular y estéis preparados como os decía.

4 No sea que vayan los macedonios conmigo y os encuentren sin prepararos, y nuestra gran confianza se torne en confusión nuestra, por no decir vuestra.

5 Por tanto, he creído necesario rogar a los hermanos que vayan antes donde vosotros y preparen de antemano vuestros ya anunciados generosos dones, a fin de que sean preparados como dones generosos y no como una tacañería.

6 Mirad:
el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia.

7 Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría.

8 Y poderoso es Dios para colmaros de toda gracia a fin de que teniendo, siempre y en todo, todo lo necesario, tengáis aún sobrante para toda obra buena.

9 Como está escrito:  Repartió a manos llenas; dio a los pobres; su justicia permanece eternamente.

10 Aquel que provee  de simiente al sembrador y de pan para su alimento, proveerá y multiplicará vuestra sementera y aumentará los frutos de vuestra justicia.

11 Sois ricos en todo para toda largueza, la cual provocará por nuestro medio acciones de gracias a Dios.

12 Porque el servicio de esta ofrenda no sólo provee a las necesidades de los santos, sino que redunda también en abundantes acciones de gracias a Dios.

13 Experimentando este servicio, glorifican a Dios por vuestra obediencia en la profesión del Evangelio de Cristo y por la generosidad de vuestra comunión con ellos y con todos.

14 Y con su oración por vosotros, manifiestan su gran afecto hacia vosotros a causa de la gracia sobreabundante que en vosotros ha derramado Dios.

15 ¡Gracias sean dadas a Dios por su don inefable!



Capítulo 10: 2 Corintios 10

1 Soy yo, Pablo en persona, quien os suplica por la mansedumbre y la benignidad de Cristo, yo tan humilde cara a cara entre vosotros, y tan atrevido con vosotros desde lejos.

2 Os ruego que no tenga que mostrarme atrevido en presencia vuestra, con esa audacia con que pienso atreverme contra algunos que consideran procedemos según la carne.

3 Pues aunque vivimos en la carne no combatimos según la carne.

4 ¡No!, las armas de nuestro combate no son carnales, antes bien, para la causa de Dios, son capaces de arrasar fortalezas. Deshacemos sofismas 5 y toda altanería que se subleva contra el conocimiento de Dios y reducimos a cautiverio todo entendimiento para obediencia de Cristo.

6 Y estamos dispuestos a castigar toda desobediencia cuando vuestra obediencia sea perfecta.

7 ¡Mirad cara a cara! Si alguien cree ser de Cristo, considere una vez más dentro de sí mismo esto: si él es de Cristo, también lo somos nosotros.

8 Y aun cuando me gloriara excediéndome algo, respecto de ese poder nuestro que el Señor nos dio para edificación vuestra y no para ruina, no me avergonzaría.

9 Pues no quiero aparecer como que os atemorizo con mis cartas.

10 Porque se dice que las cartas son severas y fuertes, mientras que la presencia del cuerpo es pobre y la palabra despreciable.

11 Piense ese tal que lo que somos a distancia y de palabra por carta, lo seremos también de cerca y de obra.

12 Ciertamente no osamos igualarnos ni compararnos a algunos que se recomiendan a sí mismos. Midiéndose a sí mismos según su opinión y comparándose consigo mismos, obran sin sentido.

13 Nosotros, en cambio, no nos gloriaremos desmesuradamente; antes bien, nos mediremos a nosotros mismos por la norma que Dios mismo nos ha asignado como medida al hacernos llegar también hasta vosotros.

14 Porque no traspasamos los límites debidos, como sería si no hubiéramos llegado hasta vosotros; hasta vosotros hemos llegado con el Evangelio de Cristo.

15 No nos gloriamos desmesuradamente a costa de los trabajos de los demás; sino que esperamos, mediante el progreso de vuestra fe, engrandecernos cada vez más en vosotros conforme a nuestra norma, 16 extendiendo el Evangelio más allá de vosotros en lugar de gloriarnos en territorio ajeno por trabajos ya realizados.

17  El que se gloríe, gloríese en el Señor.

18 Que no es hombre de probada virtud el que a sí mismo se recomienda
, sino aquel a quien el Señor recomienda.




Capítulo 11: 2 Corintios 11

1 ¡Ojalá pudierais soportar un poco mi necedad! ¡Sí que me la soportáis!

2 Celoso estoy de vosotros con celos de Dios. Pues os tengo desposados con un solo esposo para presentaros cual casta virgen a Cristo.

3 Pero temo que, al igual que la serpiente engañó a Eva con su astucia, se perviertan vuestras mentes apartándose de la sinceridad con Cristo.

4 Pues, cualquiera que se presenta predicando otro Jesús del que os prediqué, y os proponga recibir un Espíritu diferente del que recibisteis, y un Evangelio diferente del que abrazasteis ¡lo toleráis tan bien!

5 Sin embargo, no me juzgo en nada inferior a esos "superapóstoles".

6 Pues si carezco de elocuencia, no así de ciencia; que en todo y en presencia de todos os lo hemos demostrado.

7 ¿Acaso tendré yo culpa porque me abajé a mí mismo para ensalzaros a vosotros anunciándoos gratuitamente el Evangelio de Dios?

8 A otras Iglesias despojé, recibiendo de ellas con qué vivir para serviros.

9 Y estando entre vosotros y necesitado, no fui gravoso a nadie; fueron los hermanos llegados de Macedonia los que remediaron mi necesidad. En todo evité el seros gravoso, y lo seguiré evitando.

10 ¡Por la verdad de Cristo que está en mí!, que esta gloria no me será arrebatada en las regiones de Acaya.

11 ¿Por qué? ¿Porque no os amo? ¡Dios lo sabe!

12 Y lo que hago, continuaré haciéndolo para quitar todo pretexto a los que lo buscan con el fin de ser iguales a nosotros en lo que se glorían.

13 Porque esos tales son unos falsos apóstoles, unos trabajadores engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo.

14 Y nada tiene de extraño: que el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz.

15 Por tanto, no es mucho que sus ministros se disfracen también de ministros de justicia. Pero su fin será conforme a sus obras.

16 Digo una vez más que nadie me tome por fatuo; pero, aunque sea como fatuo, permitidme que también me gloríe yo un poco.

17 Lo que os voy a decir, no lo diré según el Señor, sino como en un acceso de locura, en la seguridad de tener algo de qué gloriarme.

18 Ya que tantos otros se glorían según la carne, también yo me voy a gloriar.

19 Gustosos soportáis a los fatuos, ¡vosotros que sois sensatos!

20 Soportáis que os esclavicen, que os devoren, que os roben, que se engrían, que os abofeteen.

21 Para vergüenza vuestra lo digo; ¡como si nos hubiéramos mostrado débiles! En cualquier cosa en que alguien presumiere es una locura lo que digo también presumo yo.

22 ¿Que son hebreos? También yo lo soy. ¿Que son israelitas? ¡También yo! ¿Son descendencia de Abraham? ¡También yo!

23 ¿Ministros de Cristo? ¡Digo una locura! ¡Yo más que ellos! Más en trabajos; más en cárceles; muchísimo más en azotes; en peligros de muerte, muchas veces.

24 Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno.

25 Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres veces naufragué; un día y una noche pasé en el abismo.


26 Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en ciudad; peligros en despoblado; peligros por mar; peligros entre falsos hermanos; 27 trabajo y fatiga; noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez.

28 Y aparte de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la preocupación por todas las Iglesias.

29 ¿Quién desfallece sin que desfallezca yo? ¿Quién sufre escándalo sin que yo me abrase?

30
Si hay que gloriarse, en mi flaqueza me gloriaré.

31 El Dios y Padre del Señor Jesús, ¡bendito sea por todos los siglos!, sabe que no miento.

32 En Damasco, el etnarca del rey Aretas tenía puesta guardia en la ciudad de los damascenos con el fin de prenderme.

33 Por una ventana y en una espuerta fui descolgado muro abajo. Así escapé de sus manos.



Capítulo 12: 2 Corintios 12

1 ¿Que hay que gloriarse? aunque no trae ninguna utilidad; pues vendré a las visiones y revelaciones del Señor.

2 Sé de un hombre en Cristo, el cual hace catorce años si en el cuerpo o fuera del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe fue arrebatado hasta el tercer cielo.

3 Y sé que este hombre en el cuerpo o fuera del cuerpo del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe 4 fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede pronunciar.

5 De ese tal me gloriaré; pero en cuanto a mí, sólo me gloriaré en mis flaquezas.

6 Si pretendiera gloriarme no haría el fatuo, diría la verdad. Pero me abstengo de ello. No sea que alguien se forme de mí una idea superior a lo que en mí ve u oye de mí.

7 Y por eso, para que no me engría con la sublimidad de esas revelaciones, fue dado un aguijón a mi carne, un ángel de Satanás que me abofetea para que no me engría.

8 Por este motivo tres veces rogué al Señor que se alejase de mí.


9 Pero él me dijo:
"Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza". Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo.

10 Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues,
cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte.

11 ¡Vedme aquí hecho un loco! Vosotros me habéis obligado. Pues vosotros debíais recomendarme, porque en nada he sido inferior a esos "superapóstoles", aunque nada soy.

12 Las características del apóstol se vieron cumplidas entre vosotros: paciencia perfecta en los sufrimientos y también señales, prodigios y milagros.

13 Pues ¿en qué habéis sido inferiores a las demás Iglesias, excepto en no haberos sido yo gravoso? ¡Perdonadme este agravio!

14 Mirad, es la tercera vez que estoy a punto de ir a vosotros, y no os seré gravoso, pues no busco vuestras cosas sino a vosotros. Efectivamente, no corresponde a los hijos atesorar para los padres, sino a los padres atesorar para los hijos.

15 Por mi parte, muy gustosamente gastaré y me desgastaré totalmente por vuestras almas. Amándoos más
¿seré yo menos amado?

16 Es verdad, en nada os fui gravoso; pero en mi astucia, os capturé con dolo.

17 ¿Acaso os exploté por alguno de los que os envié?

18 Invité a Tito y mandé con él al hermano. ¿Os ha explotado acaso Tito? ¿No hemos obrado según el mismo espíritu? ¿No hemos seguido las mismas huellas?

19 Hace tiempo, pensáis, que nos estamos justificando delante de vosotros. Delante de Dios, en Cristo, estamos hablando. Y todo esto, queridos míos, para edificación vuestra.

20 En efecto, temo que a mi llegada no os encuentre como yo querría; ni me encontréis como querríais: que haya discordias, envidias, iras, disputas, calumnias, murmuraciones, insolencias, desórdenes.

21 Temo que en mi próxima visita el Señor me humille por causa vuestra y tenga que llorar por muchos que anteriormente pecaron y no se convirtieron de sus actos de impureza, fornicación y libertinaje.





 Capítulo 13: 2 Corintios 13

1 Por tercera vez voy a vosotros. Por la palabra de dos o tres testigos se zanjará todo asunto.

2 Ya lo tengo dicho a los que anteriormente pecaron y a todos los demás, y vuelvo a decirlo de antemano ahora que estoy ausente, lo mismo que la segunda vez estando presente: Si vuelvo otra vez, obraré sin miramientos, 3 ya que queréis una prueba de que habla en mí Cristo, el cual no es débil para con vosotros, sino poderoso entre vosotros.

4 Pues, ciertamente, fue crucificado en razón de su flaqueza, pero está vivo por la fuerza de Dios. Así también nosotros: somos débiles en él, pero viviremos con él por la fuerza de Dios sobre vosotros.

5 Examinaos vosotros mismos si estáis en la fe. Probaos a vosotros mismos. ¿No reconocéis que Jesucristo está en vosotros? ¡A no ser que os encontréis ya reprobados!

6 Espero que reconoceréis que nosotros no estamos reprobados.

7 Rogamos a Dios que no hagáis mal alguno. No para que nosotros aparezcamos probados, sino para que obréis el bien, aun cuando quedáramos nosotros reprobados.

8 Pues
nada podemos contra la verdad, sino sólo a favor de la verdad.

9 Ciertamente, nos alegramos cuando somos nosotros débiles y vosotros fuertes. Lo que pedimos es vuestro perfeccionamiento.

10 Por eso os escribo esto ausente, para que, presente, no tenga que obrar con severidad conforme al poder que me otorgó el Señor para edificar y no para destruir.

11 Por lo demás, hermanos, alegraos; sed perfectos; animaos; tened un mismo sentir; vivid en paz, y el Dios de la caridad y de la paz estará con vosotros.

12 Saludaos mutuamente con el beso santo.
Todos los santos os saludan.

13 La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros.




d) A LOS GÁLATAS:

Capítulo 1: Gálatas 1

1 Pablo, apóstol, no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y Dios Padre, que le resucitó de entre los muertos, 2 y todos los hermanos que conmigo están, a las Iglesias de Galacia.

3 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo, 4 que se entregó a sí mismo por nuestros pecados, para librarnos de este mundo perverso, según la voluntad de nuestro Dios y Padre, 5 a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

6 Me maravillo de que abandonando al que os llamó por la gracia de Cristo, os paséis tan pronto a otro evangelio 7 no que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren deformar el Evangelio de Cristo.

8 Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!

9 Como lo tenemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea anatema!
 
10 Porque ¿busco yo ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O es que intento agradar a los hombres? Si todavía tratara de agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo.

11 Porque os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí, no es de orden humano, 12 pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.

13 Pues ya estáis enterados de mi conducta anterior en el Judaísmo, cuán encarnizadamente perseguía a la Iglesia de Dios y la devastaba, 14 y cómo sobrepasaba en el Judaísmo a muchos de mis compatriotas contemporáneos, superándoles en el celo por las tradiciones de mis padres.

15 Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre  y me  llamó por su gracia, tuvo a bien 16 revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles, al punto, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre, 17 sin subir a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, de donde nuevamente volví a Damasco.

18 Luego, de allí a tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y permanecí quince días en su compañía.

19 Y no vi a ningún otro apóstol, y sí a Santiago
, el hermano del Señor.

20 Y en lo que os escribo, Dios me es testigo de que no miento.

21 Luego me fui a las regiones de Siria y Cilicia; 22 pero personalmente no me conocían las Iglesias de Judea que están en Cristo.

23 Solamente habían oído decir: "El que antes nos perseguía ahora anuncia la buena nueva de la fe que entonces quería destruir".

24 Y glorificaban a Dios a causa de mí.




Capítulo 2: Gálatas 2
1 Luego, al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo también a Tito.

2 Subí movido por una revelación y les expuse el Evangelio que proclamo entre los gentiles tomando aparte a los notables para saber si corría o había corrido en vano.

3 Pues bien, ni siquiera Tito que estaba conmigo, con ser griego, fue obligado a circuncidarse.

4 Pero, a causa de los intrusos, los falsos hermanos que solapadamente se infiltraron para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, con el fin de reducirnos a esclavitud, 5 a quienes ni por un instante cedimos, sometiéndonos, a fin de salvaguardar para vosotros la verdad del Evangelio.

6 Y de parte de los que eran tenidos por notables ¡qué me importa lo que fuesen!: en Dios no hay acepción de personas en todo caso, los notables nada nuevo me impusieron.

7 Antes al contrario, viendo que me había sido confiada la evangelización de los incircuncisos, al igual que a Pedro la de los circuncisos, 8 pues el que actuó en Pedro para hacer de él un apóstol de los circuncisos, actuó también en mí para hacerme apóstol de los gentiles 9 y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: nosotros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos; 10 sólo que nosotros debíamos tener presentes a los pobres, cosa que he procurado cumplir con todo esmero.

11 Mas, cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté con él cara a cara, porque era digno de reprensión.

12 Pues antes que llegaran algunos del grupo de Santiago, comía en compañía de los gentiles; pero una vez que aquéllos llegaron, se le vio recatarse y separarse por temor de los circuncisos.

13 Y los demás judíos le imitaron en su simulación, hasta el punto de que el mismo Bernabé se vio arrastrado por la simulación de ellos.
 
14 Pero en cuanto vi que no procedían con rectitud, según la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: "Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?"

15 Nosotros somos judíos de nacimiento y no gentiles pecadores; a pesar de todo, 16 conscientes de que el hombre no se justifica por las obras de la ley sino sólo por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús a fin de conseguir la justificación por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley, pues por las obras de la ley nadie será justificado.
 
17 Ahora bien, si buscando nuestra justificación en Cristo, resulta que también nosotros somos pecadores, ¿estará Cristo al servicio del pecado? ¡De ningún modo!

18 Pues si vuelvo a edificar lo que una vez destruí, a mí mismo me declaro transgresor.

19 En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado: 20 y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí.

21 No tengo por inútil la gracia de Dios, pues si por la ley se obtuviera la justificación, entonces hubiese muerto Cristo en vano.





 Capítulo 3: Gálatas 3

1 ¡Oh insensatos gálatas! ¿Quién os fascinó a vosotros, a cuyos ojos fue presentado Jesucristo crucificado?

2 Quiero saber de vosotros una sola cosa: ¿recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por la fe en la predicación?

3 ¿Tan insensatos sois? Comenzando por espíritu, ¿termináis ahora en carne?

4 ¿Habéis pasado en vano por tales experiencias? ¡Pues bien en vano sería!

5 El que os otorga, pues, el Espíritu y obra milagros entre vosotros, ¿lo hace porque observáis la ley o porque tenéis fe en la predicación?

6 Así Abraham creyó en Dios y le fue reputado como justicia.

7 Tened, pues, entendido que los que viven de la fe, ésos son los hijos de Abraham.

8 La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció con antelación a Abraham esta buena nueva:  En ti serán bendecidas todas las naciones. 

9 Así pues, los que viven de la fe son bendecidos con Abraham el creyente.

10 Porque todos los que viven de las obras de la ley incurren en maldición. Pues dice la Escritura:  Maldito todo el que no se mantenga en la práctica de todos los preceptos escritos en el libro de la Ley. 

11 Y que la ley no justifica a nadie ante Dios es cosa evidente, pues  el justo vivirá por la fe;  12 pero la ley no procede de la fe, sino que  quien practique sus preceptos, vivirá por ellos.

13 Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: Maldito todo el que está colgado de un madero, 14 a fin de que llegara a los gentiles, en Cristo Jesús, la bendición de Abraham, y por la fe recibiéramos el Espíritu de la Promesa.

15 Hermanos, voy a explicarme al modo humano: aun entre los hombres, nadie anula ni añade nada a un testamento hecho en regla.

16 Pues bien, las promesas fueron dirigidas a Abraham y a su  descendencia. No dice: "y a los descendientes", como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo.

17 Y digo yo: Un testamento ya hecho por Dios en debida forma, no puede ser anulado por la ley, que llega 430 años más tarde, de tal modo que la promesa quede anulada.

18 Pues si la herencia dependiera de la ley, ya no procedería de la promesa, y sin embargo, Dios otorgó a Abraham su favor en forma de promesa.

19 Entonces, ¿para qué la ley? Fue añadida en razón de las transgresiones hasta que llegase la descendencia, a quien iba destinada la promesa, ley que fue promulgada por los ángeles y con la intervención de un mediador.

20 Ahora bien, cuando hay uno solo no hay mediador, y Dios es uno solo.

21 Según eso, ¿la ley se opone a las promesas de Dios? ¡De ningún modo! Si de hecho se nos hubiera otorgado una ley capaz de vivificar, en ese caso la justicia vendría realmente de la ley.

22 Pero, de hecho, la Escritura encerró todo bajo el pecado, a fin de que la Promesa fuera otorgada a los creyentes mediante la fe en Jesucristo.

23 Y así, antes de que llegara la fe, estábamos encerrados bajo la vigilancia de la ley, en espera de la fe que debía manifestarse.

24 De manera que la ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo, para ser justificados por la fe.

25 Mas, una vez llegada la fe, ya no estamos bajo el pedagogo.

26 Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
 
27 En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: 28 ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.

29 Y si sois de Cristo, ya sois descendencia de Abraham, herederos según la Promesa.


 Capítulo 4: Gálatas 4

1 Pues yo digo: Mientras el heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo, con ser dueño de todo; 2 sino que está bajo tutores y administradores hasta el tiempo fijado por el padre.
 
3 De igual manera, también nosotros, cuando éramos menores de edad, vivíamos como esclavos bajo los elementos del mundo.

4 Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, 5 para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva.
 
6 La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!

7 De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios.

8 Pero en otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, servíais a los que en realidad no son dioses.

9 Mas, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor, que él os ha conocido, ¿cómo retornáis a esos elementos sin fuerza ni valor, a los cuales queréis volver a servir de nuevo?

10 Andáis observando los días, los meses, las estaciones, los años.

11 Me hacéis temer no haya sido en vano todo mi afán por vosotros.

12 Os ruego que os hagáis como yo, pues yo me hice como vosotros. Ningún agravio me hicisteis.

13 Pero bien sabéis que una enfermedad me dio ocasión para evangelizaros por primera vez; 14 y, no obstante la prueba que suponía para vosotros mi cuerpo, no me mostrasteis desprecio ni repulsa, sino que me recibisteis como a un ángel de Dios: como a Cristo Jesús.

15 ¿Dónde están ahora los parabienes que os dabais? Pues yo mismo puedo atestiguaros que os hubierais arrancado los ojos, de haber sido posible, para dármelos.

16 ¿Es que me he vuelto enemigo vuestro diciéndoos la verdad?

17 El celo que ésos muestran por vosotros no es bueno; quieren alejaros de mí para que mostréis celo por ellos.

18 Bien está procurarse el celo de otros para el bien, siempre, y no sólo cuando yo estoy entre vosotros, 19 ¡hijos míos!, por quienes sufro de nuevo dolores de parto, hasta ver a Cristo formado en vosotros.

20 Quisiera hallarme ahora en medio de vosotros para poder acomodar el tono de mi voz, pues no sé cómo habérmelas con vosotros.

21 Decidme vosotros, los que queréis estar sometidos a la ley: ¿No oís la ley?.

22 Pues dice la Escritura que Abraham tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre.

23 Pero el de la esclava nació según la naturaleza; el de la libre, en virtud de la Promesa.

24 Hay en ello una alegoría: estas mujeres representan dos alianzas; la primera, la del monte Sinaí, madre de los esclavos, es Agar, 25 (pues el monte Sinaí está en Arabia) y corresponde a la Jerusalén actual, que es esclava, y lo mismo sus hijos.

26 Pero la Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre, 27 pues dice la Escritura:  Regocíjate estéril, la que no das hijos; rompe en gritos de júbilo, la que no conoces los dolores de parto, que más son los hijos de la abandonada que los de la casada. 
 
28 Y vosotros, hermanos, a la manera de Isaac, sois hijos de la Promesa.

29 Pero, así como entonces el nacido según la naturaleza perseguía al nacido según el espíritu, así también ahora.

30 Pero ¿qué dice la Escritura?  Despide a la esclava y a su hijo, pues no ha de heredar el hijo de la esclava juntamente con el hijo  de la libre.

31 Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre.


Capítulo 5: Gálatas 5
1 Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud.

2 Soy yo, Pablo, quien os lo dice: Si os dejáis circuncidar, Cristo no os aprovechará nada.

3 De nuevo declaro a todo hombre que se circuncida que queda obligado a practicar toda la ley.

4 Habéis roto con Cristo todos cuantos buscáis la justicia en la ley. Os habéis apartado de la gracia.

5 Pues a nosotros nos mueve el Espíritu a aguardar por la fe los bienes esperados por la justicia.

6 Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen valor, sino solamente la fe que actúa por la caridad.

7 Comenzasteis bien vuestra carrera, ¿quién os puso obstáculo para no seguir a la verdad?

8 Semejante persuasión no proviene de Aquel que os llama.

9 Un poco de levadura fermenta toda la masa.

10 Por mi parte, confío en el Señor que vosotros no pensaréis de otra manera; pero el que os perturba llevará su castigo, quienquiera que sea.

11 En cuanto a mí, hermanos, si aún predico la circuncisión, ¿por qué soy todavía perseguido? ¡Pues se acabó ya el escándalo de la cruz!

12 ¡Ojalá que se mutilaran los que os perturban!

13 Porque, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; sólo que no toméis de esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos por amor los unos a los otros.

14 Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
 
15 Pero si os mordéis y os devoráis mutuamente, ¡mirad no vayáis mutuamente a destruiros!

16 Por mi parte os digo: Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne.

17 Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais.

18 Pero, si sois conducidos por el Espíritu, no estáis bajo la ley.

19 Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, 20 idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, 21 envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.

22 En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, 23 mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley.

24 Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias.

25 Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu.
 
26 No busquemos la gloria vana provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente.

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Capítulo 6: Gálatas 6
1 Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado.

2 Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo.

3 Porque si alguno se imagina ser algo, no siendo nada, se engaña a sí mismo.

4 Examine cada cual su propia conducta y entonces tendrá en sí solo, y no en otros, motivo para glorificarse, 5 pues cada uno tiene que llevar su propia carga.

6 Que el discípulo haga partícipe en toda suerte de bienes al que le instruye en la Palabra.

7 No os engañéis; de Dios nadie se burla. Pues lo que uno siembre, eso cosechará: 8 el que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna.

9 No nos cansemos de obrar el bien; que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos.

10 Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe.

11 Mirad con qué letras tan grandes os escribo de mi propio puño.

12 Los que quieren ser bien vistos en lo humano, ésos os fuerzan a circuncidaros, con el único fin de evitar la persecución por la cruz de Cristo.

13 Pues ni siquiera esos mismos que se circuncidan cumplen la ley; sólo desean veros circuncidados para gloriarse en vuestra carne.
 
14 En cuanto a mí ¡Dios me libre gloriarme si nos es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!

15 Porque nada cuenta ni la circuncisión, ni la incircuncisión, sino la creación nueva.

16 Y para todos los que se sometan a esta regla, paz y misericordia, lo mismo que para el Israel de Dios.

17 En adelante nadie me moleste, pues llevo sobre mi cuerpo las señales de Jesús.

18 Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.





A LOS EFESIOS
Capítulo 1: Efesios 1

1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús.

2 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; 4 por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; 5 eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado.

7 En él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia 8 que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e inteligencia, 9 dándonos a conocer el Misterio de su voluntad según el benévolo designio que en él se propuso de antemano, 10 para realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra.

11 A él, por quien entramos en herencia, elegidos de antemano según el previo designio del que realiza todo conforme a la decisión de su voluntad, 12 para ser nosotros alabanza de su gloria, los que ya antes esperábamos en Cristo.

13 En él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, el Evangelio de vuestra salvación, y creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la Promesa, 14 que es prenda de nuestra herencia, para redención del Pueblo de su posesión, para alabanza de su gloria.

15 Por eso, también yo, al tener noticia de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestra caridad para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros recordándoos en mis oraciones, 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente; 18 iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos, 19 y cuál la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza poderosa, 20 que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos, 21 por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino también en el venidero.

22 Bajo sus pies sometió todas la cosas y le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, 23 que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en todo.


 Capítulo 2: Efesios 2

1 Y a vosotros que estabais muertos en vuestros delitos y pecados,
2 en los cuales vivisteis en otro tiempo según el proceder de este mundo, según el Príncipe del imperio del aire, el Espíritu que actúa en los rebeldes, 3 entre ellos vivíamos también todos nosotros en otro tiempo en medio de las concupiscencias de nuestra carne, siguiendo las apetencias de la carne y de los malos pensamientos, destinados por naturaleza, como los demás, a la Cólera, 4 Pero Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amo, 5 estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo, por gracia habéis sido salvados, 6 y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús, 7 a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.

8 Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios; 9 tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe.

10 En efecto, hechura suya somos: creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras que de antemano dispuso Dios que practicáramos.

11 Así que, recordad cómo en otro tiempo vosotros, los gentiles según la carne, llamados incircuncisos por la que se llama circuncisión, por una operación practicada en la carne, 12 estabais a la sazón lejos de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel y extraños a las alianzas de la Promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.

13 Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo.
 
14
Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad, 15 anulando en su carne la Ley de los mandamientos con sus preceptos, para crear en sí mismo, de los dos, un solo Hombre Nuevo, haciendo la paz, 16 y reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la Enemistad.

17 Vino a anunciar la paz: paz a vosotros que estabais lejos, y paz a los que estaban cerca.

18 Pues por él, unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu.

19 Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, 20 edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas,
siendo la piedra angular Cristo mismo, 21 en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor, 22 en quien también vosotros estáis siendo juntamente edificados, hasta ser morada de Dios en el Espíritu.

Capítulo 3: Efesios 3

1 Por lo cual yo, Pablo, el prisionero de Cristo por vosotros los gentiles, 2 si es que conocéis la misión de la gracia que Dios me concedió en orden a vosotros: 3 cómo me fue comunicado por una revelación el conocimiento del Misterio, tal como brevemente acabo de exponeros.

4 Según esto, leyéndolo podéis entender mi conocimiento del Misterio de Cristo; 5 Misterio que en generaciones pasadas no fue dado a conocer a los hombres, como ha sido ahora revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: 6 que los gentiles sois coherederos, miembros del mismo Cuerpo y partícipes de la misma Promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio, 7 del cual he llegado a ser ministro, conforme al don de la gracia de Dios a mí concedida por la fuerza de su poder.

8 A mí, el menor de todos los santos, me fue concedida esta gracia: la de anunciar a los gentiles la inescrutable riqueza de Cristo, 9 y esclarecer cómo se ha dispensado el Misterio escondido desde siglos en Dios, Creador de todas las cosas, 10 para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora manifestada a los Principados y a las Potestades en los cielos, mediante la Iglesia, 11 conforme al previo designio eterno que realizó en Cristo Jesús, Señor nuestro, 12 quien, mediante la fe en él, nos da valor para llegarnos confiadamente a Dios.

13 Por lo cual os ruego no os desaniméis a causa de las tribulaciones que por vosotros padezco, pues ellas son vuestra gloria.

14 Por eso doblo mis rodillas ante
el Padre, 15 de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, 16 para que os conceda, según la riqueza de su gloria, que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior, 17 que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, 18 podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, 19 y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios.

20 A Aquel que tiene poder para realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar, conforme al poder que actúa en nosotros, 21 a él la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones y todos los tiempos. Amén.


Capítulo 4: Efesios 4
1 Os exhorto, pues, yo, preso por el Señor, a que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, 2 con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, 3 poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz.

4 Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados.

5 Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, 6 un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos.

7 A cada uno de nosotros le ha sido concedido el favor divino a la medida de los dones de Cristo.

8 Por eso dice: Subiendo a la altura, llevó cautivos y dio dones a los hombres.

9 ¿Qué quiere decir "subió" sino que también bajó a las regiones inferiores de la tierra?

10 Este que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo.

11 El mismo "dio" a unos el ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros, 12 para el recto ordenamiento de los santos en orden a las funciones del ministerio, para edificación del Cuerpo de Cristo, 13 hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo.

14 Para que no seamos ya niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y de la astucia que conduce engañosamente al error, 15 antes bien, siendo sinceros en el amor, crezcamos en todo hasta Aquel que es la Cabeza, Cristo, 16 de quien todo el Cuerpo recibe trabazón y cohesión por medio de toda clase de junturas que llevan la nutrición según la actividad propia de cada una de las partes, realizando así el crecimiento del cuerpo para su edificación en el amor.

17 Os digo, pues, esto y os conjuro en el Señor, que no viváis ya como viven los gentiles, según la vaciedad de su mente, 18 sumergido su pensamiento en las tinieblas y excluidos de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su cabeza 19 los cuales, habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al libertinaje, hasta practicar con desenfreno toda suerte de impurezas.

20 Pero no es éste el Cristo que vosotros habéis aprendido, 21 si es que habéis oído hablar de él y en él habéis sido enseñados conforme a la verdad de Jesús 22 a despojaros, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias, 23 a renovar el espíritu de vuestra mente, 24 y a revestiros del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad.

25 Por tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros.

26 Si os airáis, no pequéis;  no se ponga el sol mientras estéis airados, 27 ni deis ocasión al Diablo.

28 El que robaba, que ya no robe, sino que trabaje con sus manos, haciendo algo útil para que pueda hacer partícipe al que se halle en necesidad.

29 No salga de vuestra boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el bien a los que os escuchen.

30 No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención.

31 Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca de entre vosotros.

32 Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo.


Capítulo 5: Efesios 5

1 Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos queridos, 2 y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma. 

3 La fornicación, y toda impureza o codicia, ni siquiera se mencione entre vosotros, como conviene a los santos.

4 Lo mismo de la grosería, las necedades o las chocarrerías, cosas que no están bien; sino más bien, acciones de gracias.
 
5 Porque tened entendido que ningún fornicario o impuro o codicioso que es ser idólatra participará en la herencia del Reino de Cristo y de Dios.

6 Que nadie os engañe con vanas razones, pues por eso viene le cólera de Dios sobre los rebeldes.

7 No tengáis parte con ellos.

8 Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz; 9 pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad.

10 Examinad qué es lo que agrada al Señor, 11 y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, antes bien, denunciadlas.
 
12 Cierto que ya sólo el mencionar las cosas que hacen ocultamente da vergüenza; 13 pero, al ser denunciadas, se manifiestan a la luz.

14 Pues todo lo que queda manifiesto es luz. Por eso se dice: Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo.

15 Así pues, mirad atentamente cómo vivís; que no sea como imprudentes, sino como prudentes; 16 aprovechando bien el tiempo presente, porque los días son malos.

17 Por tanto, no seáis insensatos, sino comprended cuál es la voluntad de Señor.

18 No os embriaguéis con vino,  que es causa de libertinaje; llenaos más bien del Espíritu.

19 Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor, 20 dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.

21 Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo.
 
22 Las mujeres a sus maridos, como al Señor, 23 porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo.

24 Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo.

25 Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, 27 y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada.

28 Así deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer se ama a sí mismo.

29 Porque nadie aborreció jamás su propia carne; antes bien, la alimenta y la cuida con cariño, lo mismo que Cristo a la Iglesia, 30 pues somos miembros de su Cuerpo.

31 Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne.

32 Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia.
 
33 En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete al marido.




Capítulo 6: Efesios 6

1 Hijos, obedeced a vuestros padres en el Señor; porque esto es justo.
 
2 Honra a tu padre y a tu madre, tal es el primer mandamiento que lleva consigo una promesa: 3 Para que seas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra.

4 Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor.

5 Esclavos, obedeced a vuestros amos de este mundo con respeto y temor, con sencillez de corazón, como a Cristo, 6 no por ser vistos, como quien busca agradar a los hombres, sino como esclavos de Cristo que cumplen de corazón la voluntad de Dios; 7 de buena gana, como quien sirve al Señor y no a los hombres; 8 conscientes de que cada cual será recompensado por el Señor según el bien que hiciere: sea esclavo, sea libre.

9 Amos, obrad de la misma manera con ellos, dejando las amenazas; teniendo presente que está en los cielos el Amo vuestro y de ellos, y que en él no hay acepción de personas.

10 Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder.
 
11 Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo.

12 Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas.

13 Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes.

14 ¡En pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza,  15 calzados los pies con el Celo por el Evangelio de la paz, 16 embrazando siempre el escudo de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno.

17 Tomad, también,  el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; 18 siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos, 19 y también por mí, para que me sea dada la Palabra al abrir mi boca y pueda dar a conocer con valentía el Misterio del Evangelio, 20 del cual soy embajador entre cadenas, y pueda hablar de él valientemente como conviene.

21 Para que también vosotros sepáis cómo me va y qué hago, os informará de todo Tíquico, el hermano querido y fiel ministro en el Señor, 22 a quien envío donde vosotros expresamente para que sepáis de nosotros y consuele vuestros corazones.

23 Paz a los hermanos, y caridad con fe de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo.

24 La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo en la vida incorruptible.






A LOS FILIPENSES
Capítulo 1: Filipenses 1

1 Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús, que están en Filipos, con los epíscopos y diáconos.

2 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

3 Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de vosotros, 4 rogando siempre y en todas mis oraciones con alegría por todos vosotros 5 a causa de la colaboración que habéis prestado al Evangelio, desde el primer día hasta hoy; 6 firmemente convencido de que, quien inició en vosotros la buena obra, la irá consumando hasta el Día de Cristo Jesús.

7
Y es justo que yo sienta así de todos vosotros, pues os llevo en mi corazón, partícipes como sois todos de mi gracia, tanto en mis cadenas como en la defensa y consolidación del Evangelio.

8 Pues testigo me es Dios de cuánto os quiero a todos vosotros en el corazón de Cristo Jesús.

9 Y lo que pido en mi oración es que vuestro amor siga creciendo cada vez más en conocimiento perfecto y todo discernimiento, 10 con que podáis aquilatar lo mejor para ser puros y sin tacha para el Día de Cristo, 11 llenos de los frutos de justicia que vienen por Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.

12 Quiero que sepáis, hermanos, que lo que me ha sucedido ha contribuido más bien al progreso del Evangelio; 13 de tal forma que se ha hecho público en todo el Pretorio y entre todos los demás, que me hallo en cadenas por Cristo.

14 Y la mayor parte de los hermanos, alentados en el Señor por mis cadenas, tienen mayor intrepidez en anunciar sin temor la Palabra.
 
15 Es cierto que algunos predican a Cristo por envidia y rivalidad; mas hay también otros que lo hacen con buena intención; 16 éstos, por amor, conscientes de que yo estoy puesto para defender el Evangelio; 17 aquellos, por rivalidad, no con puras intenciones, creyendo que aumentan la tribulación de mis cadenas.
 
18 Pero ¿y qué? Al fin y al cabo, hipócrita o sinceramente, Cristo es anunciado, y esto me alegra y seguirá alegrándome.

19 Pues yo sé que esto servirá para mi salvación  gracias a vuestras oraciones y a la ayuda prestada por el Espíritu de Jesucristo, 20 conforme a lo que aguardo y espero, que en modo alguno seré confundido; antes bien, que con plena seguridad, ahora como siempre, Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte, 21 pues para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia.

22 Pero si el vivir en la carne significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger.

23 Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; 24 mas, por otra parte, quedarme en la carne es más necesario para vosotros.

25 Y, persuadido de esto, sé que me quedaré y permaneceré con todos vosotros para progreso y gozo de vuestra fe, 26 a fin de que tengáis por mi causa un nuevo motivo de orgullo en Cristo Jesús cuando yo vuelva a estar entre vosotros.

27 Lo que importa es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo, para que tanto si voy a veros como si estoy ausente, oiga de vosotros que os mantenéis firmes en un mismo espíritu y lucháis acordes por la fe del Evangelio, 28 sin dejaros intimidar en nada por los adversarios, lo cual es para ellos señal de perdición, y para vosotros de salvación. Todo esto viene de Dios.

29 Pues a vosotros se os ha concedido la gracia de que por Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él, 30 sosteniendo el mismo combate en que antes me visteis y en el que ahora sabéis que me encuentro.



Capítulo 2: Filipenses 2

1 Así, pues, os conjuro en virtud de toda exhortación en Cristo, de toda persuasión de amor, de toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable compasión, 2 que colméis mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos.

3 Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, 4 buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás.

5 Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo:
 
6 El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios.

7 Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; 8 y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz.

9 Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre.

10 Para que al nombre de Jesús  toda rodilla se doble  en los cielos, en la tierra y en los abismos, 11  y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre.

12 Así pues, queridos míos, de la misma manera que habéis obedecido siempre, no sólo cuando estaba presente sino mucho más ahora que estoy ausente, trabajad con temor y temblor por vuestra salvación, 13 pues Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece.

14 Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones 15 para que seáis irreprochables e inocentes,  hijos de Dios sin tacha en medio de una generación tortuosa y perversa, en medio de la cual brilláis como antorchas en el mundo, 16 presentándole la Palabra de vida para orgullo mío en el Día de Cristo, ya que no habré corrido ni me habré fatigado en vano.

17 Y aun cuando mi sangre fuera derramada como libación sobre el sacrificio y la ofrenda de vuestra fe, me alegraría y congratularía con vosotros.

18 De igual manera también vosotros alegraos y congratulaos conmigo.

19 Espero en el Señor Jesús poder enviaros pronto a Timoteo, para quedar también yo animado con vuestras noticias.

20 Pues a nadie tengo de tan iguales sentimientos que se preocupe sinceramente de vuestros intereses, 21 ya que todos buscan sus propios intereses y no los de Cristo Jesús.

22 Pero vosotros conocéis su probada virtud, pues como un hijo junto a su padre ha servido conmigo en favor del Evangelio.
 
23 A él, pues, espero enviaros tan pronto como vea clara mi situación.

24 Y aun confío en el Señor que yo mismo podré ir pronto.

25 Entretanto, he juzgado necesario devolveros a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de armas, enviado por vosotros con el encargo de servirme en mi necesidad, 26 porque os está añorando a todos vosotros y anda angustiado porque sabe que ha llegado a vosotros la noticia de su enfermedad.

27 Es cierto que estuvo enfermo y a punto de morir. Pero Dios se compadeció de él; y no sólo de él, sino también de mí, para que no tuviese yo tristeza sobre tristeza.

28 Así pues, me apresuro a enviarle para que viéndole de nuevo os llenéis de alegría y yo quede aliviado en mi tristeza.

29 Recibidle, pues, en el Señor con toda alegría, y tened en estima a los hombres como él, 30 ya que por la obra de Cristo ha estado a punto de morir, arriesgando su vida para supliros en el servicio que no podíais prestarme vosotros mismos.

Capítulo 3: Filipenses 3

1 Por lo demás, hermanos míos, alegraos en el Señor. Volver a escribiros las mismas cosas, a mí no me es molestia, y a vosotros os da seguridad.

2 Atención a los perros; atención a los obreros malos; atención a los falsos circuncisos.

3 Pues los verdaderos circuncisos somos nosotros, los que damos culto según el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús sin poner nuestra confianza en la carne, 4 aunque yo tengo motivos para confiar también en la carne. Si algún otro cree poder confiar en la carne, más yo.

5 Circuncidado el octavo día; del linaje de Israel; de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, fariseo; 6 en cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia de la Ley, intachable.

7 Pero lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo.

8 Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo, 9 y ser hallado en él, no con la justicia mía, la que viene de la Ley, sino la que viene por la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe, 10 y conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, 11 tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos.

12 No que lo tenga ya conseguido o que sea ya perfecto, sino que continúo mi carrera por si consigo alcanzarlo, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús.

13 Yo, hermanos, no creo haberlo alcanzado todavía. Pero una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, 14 corriendo hacia la meta, para alcanzar el premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús.
 
15 Así pues, todos los perfectos tengamos estos sentimientos, y si en algo sentís de otra manera, también eso os lo declarará Dios.
 
16 Por lo demás, desde el punto a donde hayamos llegado, sigamos adelante.

17 Hermanos, sed imitadores míos, y fijaos en los que viven según el modelo que tenéis en nosotros.

18 Porque muchos viven según os dije tantas veces, y ahora os lo repito con lágrimas, como enemigos de la cruz de Cristo, 19 cuyo final es la perdición, cuyo Dios es el vientre, y cuya gloria está en su vergüenza, que no piensan más que en las cosas de la tierra.

20 Pero nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al Señor Jesucristo, 21 el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas.



Capítulo 4: Filipenses 4
1 Por tanto, hermanos míos queridos y añorados, mi gozo y mi corona, manteneos así firmes en el Señor, queridos.

2 Ruego a Evodia, lo mismo que a Síntique, tengan un mismo sentir en el Señor.

3 También te ruego a ti, Sícigo, verdadero "compañero", que las ayudes, ya que lucharon por el Evangelio a mi lado, lo mismo que Clemente y demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida.

4 Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres.
 
5 Que vuestra mesura sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca.

6 No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias.

7 Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

8 Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta.

9 Todo cuanto habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí, ponedlo por obra y el Dios de la paz estará con vosotros.

10 Me alegré mucho en el Señor de que ya al fin hayan florecido vuestros buenos sentimientos para conmigo. Ya los teníais, sólo que os faltaba ocasión de manifestarlos.

11 No lo digo movido por la necesidad, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo.

12 Sé andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre; a la abundancia y a la privación.

13 Todo lo puedo en Aquel que me conforta.

14 En todo caso, hicisteis bien en compartir mi tribulación.

15 Y sabéis también vosotros, filipenses, que en el comienzo de la evangelización, cuando salí de Macedonia, ninguna Iglesia me abrió cuentas de "haber y debe", sino vosotros solos.

16 Pues incluso cuando estaba yo en Tesalónica enviasteis por dos veces con que atender a mi necesidad.

17 No es que yo busque el don; sino que busco que aumenten los intereses en vuestra cuenta.

18 Tengo cuanto necesito, y me sobra; nado en la abundancia después de haber recibido de Epafrodito lo que me habéis enviado,  suave aroma, sacrificio que Dios acepta con agrado.

19 Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza, en Cristo Jesús.

20 Y a Dios, nuestro Padre, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

21 Saludad a todos los santos en Cristo Jesús. Os saludan los hermanos que están conmigo.

22 Os saludan todos los Santos, especialmente los de la Casa del César.

23 La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu.



A LOS COLOSENSES:


Capítulo 1: Colosenses 1
1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, y Timoteo el hermano, 2 a los santos de Colosas, hermanos fieles en Cristo. Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, nuestro Padre.

3 Damos gracias sin cesar a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, por vosotros en nuestras oraciones, 4 al tener noticia de vuestra fe en Cristo Jesús y de la caridad que tenéis con todos los santos, 5 a causa de la esperanza que os está reservada en los cielos y acerca de la cual fuisteis ya instruidos por la Palabra de la verdad, el Evangelio, 6 que llegó hasta vosotros, y fructifica y crece entre vosotros lo mismo que en todo el mundo, desde el día en que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en la verdad: 7 tal como os la enseñó Epafras, nuestro querido consiervo y fiel ministro de Cristo, en lugar nuestro, 8 el cual nos informó también de vuestro amor en el Espíritu.

9 Por eso, tampoco nosotros dejamos de rogar por vosotros desde el día que lo oímos, y de pedir que lleguéis al pleno conocimiento de su voluntad con toda sabiduría e inteligencia espiritual, 10 para que viváis de una manera digna del Señor, agradándole en todo, fructificando en toda obra buena y creciendo en el conocimiento de Dios; 11 confortados con toda fortaleza por el poder de su gloria, para toda constancia en el sufrimiento y paciencia; dando con alegría 12 gracias al Padre que os ha hecho aptos para participar en la herencia de los santos en la luz.

13 El nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor, 14 en quien tenemos la redención: el perdón de los pecados.

15 El es Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, 16 porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él, 17 él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia.

18 El es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia: El es el Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea él el primero en todo, 19 pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la Plenitud, 20 y reconciliar por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos.

21 Y a vosotros, que en otro tiempo fuisteis extraños y enemigos, por vuestros pensamientos y malas obras, 22 os ha reconciliado ahora, por medio de la muerte en su cuerpo de carne, para presentaros santos, inmaculados e irreprensibles delante de El; 23 con tal que permanezcáis sólidamente cimentados en la fe, firmes e inconmovibles en la esperanza del Evangelio que oísteis, que ha sido proclamado a toda criatura bajo el cielo y del que yo, Pablo, he llegado a ser ministro.

24 Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia, 25 de la cual he llegado a ser ministro, conforme a la misión que Dios me concedió en orden a vosotros para dar cumplimiento a la Palabra de Dios, 26 al Misterio escondido desde siglos y generaciones, y manifestado ahora a sus santos, 27 a quienes Dios quiso dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo entre vosotros, la esperanza de la gloria, 28 al cual nosotros anunciamos, amonestando e instruyendo a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de presentarlos a todos perfectos en Cristo.

29 Por esto precisamente me afano, luchando con la fuerza de Cristo que actúa poderosamente en mí.

Capítulo 2: Colosenses 2

1 Quiero que sepáis qué dura lucha estoy sosteniendo por vosotros y por los de Laodicea, y por todos los que no me han visto personalmente, 2 para que sus corazones reciban ánimo y, unidos íntimamente en el amor, alcancen en toda su riqueza la plena inteligencia y perfecto conocimiento del Misterio de Dios, 3 en el cual están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia.
 
4 Os digo esto para que nadie os seduzca con discursos capciosos.
 
5 Pues, si bien estoy corporalmente ausente, en espíritu me hallo con vosotros, alegrándome de ver vuestra armonía y la firmeza de vuestra fe en Cristo.

6 Vivid, pues, según Cristo Jesús, el Señor, tal como le habéis recibido; 7 enraizados y edificados en él; apoyados en la fe, tal como se os enseñó, rebosando en acción de gracias.

8 Mirad que nadie os esclavice mediante la vana falacia de una filosofía, fundada en tradiciones humanas, según los elementos del mundo y no según Cristo.

9 Porque en él reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente,
10 y vosotros alcanzáis la plenitud en él, que es la Cabeza de todo Principado y de toda Potestad; 11 en él también fuisteis circuncidados con la circuncisión no quirúrgica, sino mediante el despojo de vuestro cuerpo mortal, por la circuncisión en Cristo.

12 Sepultados con él en el bautismo, con él también habéis resucitado por la fe en la acción de Dios, que resucitó de entre los muertos.

13 Y a vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y en vuestra carne incircuncisa, os vivificó juntamente con él y nos perdonó todos nuestros delitos.

14 Canceló la nota de cargo que había contra nosotros, la de las prescripciones con sus cláusulas desfavorables, y la suprimió clavándola en la cruz.

15 Y, una vez despojados los Principados y las Potestades, los exhibió públicamente, incorporándolos a su cortejo triunfal.

16 Por tanto, que nadie os critique por cuestiones de comida o bebida, o a propósito de fiestas, de novilunios o sábados.

17 Todo esto es sombra de lo venidero; pero la realidad es el cuerpo de Cristo.

18 Que nadie os prive del premio a causa del gusto por ruines prácticas, del culto de los ángeles, obsesionado por lo que vio, vanamente hinchado por su mente carnal, 19 en lugar de mantenerse unido a la Cabeza, de la cual todo el Cuerpo, por medio de junturas y ligamentos, recibe nutrición y cohesión, para realizar su crecimiento en Dios.

20 Una vez que habéis muerto con Cristo a los elementos del mundo ¿por qué sujetaros, como si aún vivierais en el mundo, a preceptos como 21 "no tomes", "no gustes", "no toques", 22 cosas todas destinadas a perecer con el uso y debidas a  preceptos y doctrinas puramente humanos?

23 Tales cosas tienen una apariencia de sabiduría por su piedad afectada, sus mortificaciones y su rigor con el cuerpo; pero sin valor alguno contra la insolencia de la carne.


Capítulo 3: Colosenses 3

1 Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.

2 Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra.

3 Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios.

4 Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él.

5 Por tanto, mortificad vuestros miembros terrenos: fornicación, impureza, pasiones, malos deseos y la codicia, que es una idolatría, 6 todo lo cual atrae la cólera de Dios sobre los rebeldes, 7 y que también vosotros practicasteis en otro tiempo, cuando vivíais entre ellas.

8 Mas ahora, desechad también vosotros todo esto: cólera, ira, maldad, maledicencia y palabras groseras, lejos de vuestra boca.
 
9 No os mintáis unos a otros. Despojaos del hombre viejo con sus obras, 10 y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador, 11 donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos.
 
12 Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, 13 soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros.

14 Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección.

15 Y que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos.
 
16 La palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza; instruíos y amonestaos con toda sabiduría, cantad agradecidos, himnos y cánticos inspirados, 17 y todo cuanto hagáis, de palabra y de boca, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre.

18 Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos, como conviene en el Señor.

19 Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.
 
20 Hijos, obedeced en todo a vuestros padres, porque esto es grato a Dios en el Señor.

21 Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que se vuelvan apocados.

22 Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos de este mundo, no porque os vean, como quien busca agradar a los hombres; sino con sencillez de corazón, en el temor del Señor.

23 Todo cuanto hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres, 24 conscientes de que el Señor os dará la herencia en recompensa. El Amo a quien servís es Cristo.
 
25 El que obre la injusticia, recibirá conforme a esa injusticia; que no hay acepción de personas.


Capítulo 4: Colosenses 4

1 Amos, dad a vuestros esclavos lo que es justo y equitativo, teniendo presente que también vosotros tenéis un Amo en el cielo.

2 Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias; 3 orad al mismo tiempo también por nosotros para que Dios nos abra una puerta a la Palabra, y podamos anunciar el Misterio de Cristo, por cuya causa estoy yo encarcelado, 4 para darlo a conocer anunciándolo como debo hacerlo.
 
5 Portaos prudentemente con los de fuera, aprovechando bien el tiempo presente.

6 Que vuestra conversación sea siempre amena, sazonada con sal, sabiendo responder a cada cual como conviene.

7 En cuanto a mí, de todo os informará Tíquico, el hermano querido, fiel ministro y consiervo en el Señor, 8 a quien os envío expresamente para que sepáis de nosotros y consuele vuestros corazones.

9 Y con él a Onésimo, el hermano fiel y querido compatriota vuestro. Ellos os informarán de todo cuanto aquí sucede.

10 Os saludan Aristarco, mi compañero de cautiverio, y Marcos, primo de Bernabé, acerca del cual recibisteis ya instrucciones. Si va a vosotros, dadle buena acogida.

11 Os saluda también Jesús, llamado Justo; son los únicos de la circuncisión que colaboran conmigo por el Reino de Dios y que han sido para mí un consuelo.

12 Os saluda Epafras, vuestro compatriota, siervo de Cristo Jesús, que se esfuerza siempre a favor vuestro en sus oraciones, para que os mantengáis perfectos cumplidores de toda voluntad divina.
 
13 Yo soy testigo de lo mucho que se afana por vosotros, por los de Laodicea y por los de Hierápolis.

14 Os saluda Lucas, el médico querido, y Demás.

15 Saludad a los hermanos de Laodicea, a Ninfas y la Iglesia de su casa.

16 Una vez que hayáis leído esta carta entre vosotros, procurad que sea también leída en la Iglesia de Laodicea. Y por vuestra parte leed vosotros la que os venga de Laodicea.

17 Decid a Arquipo: "Considera el ministerio que recibiste en el Señor, para que lo cumplas".

18 El saludo va de mi mano, Pablo. Acordaos de mis cadenas. La gracia sea con vosotros.



A LOS TESALONICENSES (1ª carta)
Capítulo 1: 1 Tesalonicences 1

1 Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los Tesalonicenses, en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. A vosotros gracia y paz.

2 En todo momento damos gracia a Dios por todos vosotros, recordándoos sin cesar en nuestras oraciones.

3 Tenemos presente ante nuestro Dios y Padre la obra de vuestra fe, los trabajos de vuestra caridad, y la tenacidad de vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor.

4 Conocemos, hermanos queridos de Dios, vuestra elección; 5 ya que os fue predicado nuestro Evangelio no sólo con palabras sino también con poder y con el Espíritu Santo, con plena persuasión. Sabéis cómo nos portamos entre vosotros en atención a vosotros.

6 Por vuestra parte, os hicisteis imitadores nuestros y del Señor, abrazando la Palabra con gozo del Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones.

7 De esta manera os habéis convertido en modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya.

8 Partiendo de vosotros, en efecto, ha resonado la Palabra del Señor y vuestra fe en Dios se ha difundido no sólo en Macedonia y en Acaya, sino por todas partes, de manera que nada nos queda por decir.

9 Ellos mismos cuentan de nosotros cuál fue nuestra entrada a vosotros, y cómo os convertisteis a Dios, tras haber abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero, 10 y esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos y que nos salva de la Cólera venidera.


Capítulo 2: 1 Tesalonicences 2

1 Bien sabéis vosotros, hermanos, que nuestra ida a vosotros no fue estéril, 2 sino que, después de haber padecido sufrimientos e injurias en Filipos, como sabéis, confiados en nuestro Dios, tuvimos la valentía de predicaros el Evangelio de Dios entre frecuentes luchas.

3 Nuestra exhortación no procede del error, ni de la impureza ni con engaño, 4 sino que así como hemos sido juzgados aptos por Dios para confiarnos el Evangelio, así lo predicamos, no buscando agradar a los hombres, sino a Dios que  examina  nuestros  corazones.

5 Nunca nos presentamos, bien lo sabéis, con palabras aduladoras, ni con pretextos de codicia, Dios es testigo, 6 ni buscando gloria humana, ni de vosotros ni de nadie.

7 Aunque pudimos imponer nuestra autoridad por ser apóstoles de Cristo, nos mostramos amables con vosotros, como una madre cuida con cariño de sus hijos.

8 De esta manera, amándoos a vosotros, queríamos daros no sólo el Evangelio de Dios, sino incluso nuestro propio ser, porque habíais llegado a sernos muy queridos.

9 Pues recordáis, hermanos, nuestros trabajos y fatigas. Trabajando día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os proclamamos el Evangelio de Dios.

10 Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprochablemente nos comportamos con vosotros, los creyentes.

11 Como un padre a sus hijos, lo sabéis bien, a cada uno de vosotros 12 os exhortábamos y alentábamos, conjurándoos a que vivieseis de una manera digna de Dios, que os ha llamado a su Reino y gloria.

13 De ahí que también por nuestra parte no cesemos de dar gracias a Dios porque, al recibir la Palabra de Dios que os predicamos, la acogisteis, no como palabra de hombre, sino cual es en verdad, como Palabra de Dios, que permanece operante en vosotros, los creyentes.

14 Porque vosotros, hermanos, habéis seguido el ejemplo de las Iglesias de Dios que están en Judea, en Cristo Jesús, pues también vosotros habéis sufrido de vuestros compatriotas las mismas cosas que ellos de parte de los judíos; 15 éstos son los que dieron muerte al Señor y a los profetas y los que nos han perseguido a nosotros; no agradan a Dios y son enemigos de todos los hombres, 16 impidiéndonos predicar a los gentiles para que se salven; así  van colmando  constantemente  la medida de sus pecados;  pero la Cólera irrumpe sobre ellos con vehemencia.

17 Mas nosotros, hermanos, separados de vosotros por breve tiempo  físicamente, mas no con el corazón  ansiábamos con ardiente deseo ver vuestro rostro.

18 Por eso quisimos ir a vosotros  yo mismo, Pablo, lo intenté una y otra vez  pero Satanás nos lo impidió.

19 Pues ¿cuál es nuestra esperanza, nuestro gozo, la  corona  de la que nos  sentiremos orgullosos,  ante nuestro Señor Jesús en su Venida, sino vosotros?

20 Sí, vosotros sois nuestra gloria y nuestro gozo.


Capítulo 3: 1 Tesalonicences 3

1 Por lo cual, no pudiendo soportar más, decidimos quedarnos solos en Atenas 2 y os enviamos a Timoteo, hermano nuestro y colaborador de Dios en el Evangelio de Cristo, para afianzaros y daros ánimos en vuestra fe, 3 para que nadie vacile en esas tribulaciones. Bien sabéis que este es nuestro destino: 4 ya cuando estábamos con vosotros os predecíamos que íbamos a sufrir tribulaciones, y es lo que ha sucedido, como sabéis.

5 Por lo cual también yo, no pudiendo soportar ya más, le envié para tener noticias de vuestra fe, no fuera que el Tentador os hubiera tentado y que nuestro trabajo quedara reducido a nada.

6 Nos acaba de llegar de ahí Timoteo y nos ha traído buenas noticias de vuestra fe y vuestra caridad; y dice que conserváis siempre buen recuerdo de nosotros y que deseáis vernos, así como nosotros a vosotros.

7 Así pues, hermanos, hemos recibido de vosotros un gran consuelo, motivado por vuestra fe, en medio de todas nuestras congojas y tribulaciones.

8 Ahora sí que vivimos, pues permanecéis firmes en el Señor.

9 Y ¿cómo podremos agradecer a Dios por vosotros, por todo el gozo que, por causa vuestra, experimentamos ante nuestro Dios?

10 Noche y día le pedimos insistentemente poder ver vuestro rostro y completar lo que falta a vuestra fe.

11 Que Dios mismo, nuestro Padre y nuestro Señor Jesús orienten nuestros pasos hacia vosotros.

12 En cuanto a vosotros, que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos, como es nuestro amor para con vosotros, 13 para que se consoliden vuestros corazones con santidad irreprochable ante Dios, nuestro Padre, en la Venida de nuestro Señor Jesucristo,  con todos sus santos.



Capítulo 4: 1 Tesalonicences 4

1 Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús a que viváis como conviene que viváis para agradar a Dios, según aprendisteis de nosotros, y a que progreséis más.

2 Sabéis, en efecto, las instrucciones que os dimos de parte del Señor Jesús.

3 Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os alejéis de la fornicación, 4 que cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad y honor, 5 y no dominado por la pasión, como hacen  los gentiles que no conocen a Dios.

6 Que nadie falte a su hermano ni se aproveche de él en este punto, pues el Señor  se vengará  de todo esto, como os lo dijimos ya y lo atestiguamos, 7 pues no nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad.

8 Así pues, el que esto deprecia, no desprecia a un hombre, sino a Dios,  que os hace don de su Espíritu  Santo.

9 En cuanto al amor mutuo, no necesitáis que os escriba, ya que vosotros habéis sido instruidos por Dios para amaros mutuamente.

10 Y lo practicáis bien con los hermanos de toda Macedonia. Pero os exhortamos, hermanos, a que continuéis practicándolo más y más, 11 y a que ambicionéis vivir en tranquilidad, ocupándoos en vuestros asuntos, y trabajando con vuestras manos, como os lo tenemos ordenado, 12 a fin de que viváis dignamente ante los de fuera, y no necesitéis de nadie.

13 Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que no os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza.

14 Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús.

15 Os decimos eso como Palabra del Señor: Nosotros, los que vivamos, los que quedemos hasta la Venida del Señor no nos adelantaremos a los que murieron.

16 El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar.

17 Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor.

18 Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras.



Capítulo 5: 1 Tesalonicences 5

1 En lo que se refiere al tiempo y al momento, hermanos, no tenéis necesidad que os escriba.

2 Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche.

3 Cuando digan: "Paz y seguridad", entonces mismo, de repente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta; y no escaparán.

4 Pero vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad, para que ese Día os sorprenda como ladrón, 5 pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas.

6 Así pues, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.

7 Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan.

8 Nosotros, por el contrario, que somos del día, seamos sobrios; revistamos la coraza  de la fe y de la caridad,  con el yelmo  de la esperanza  de salvación.

9 Dios no nos ha destinado para la cólera, sino para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, 10 que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos juntos con él.

11 Por esto, confortaos mutuamente y edificaos los unos a los otros, como ya lo hacéis.

12 Os pedimos, hermanos, que tengáis en consideración a los que trabajan entre vosotros, os presiden en el Señor y os amonestan.

13 Tenedles en la mayor estima con amor por su labor. Vivid en paz unos con otros.

14 Os exhortamos, asimismo, hermanos, a que amonestéis a los que viven desconcertados, animéis a los pusilánimes, sostengáis a los débiles y seáis pacientes con todos.

15 Mirad que nadie devuelva a otro mal por mal, antes bien, procurad siempre el bien mutuo y el de todos.

16 Estad siempre alegres.

17 Orad constantemente.

18 En todo dad gracias
, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros.

19 No extingáis el Espíritu; 20 no despreciéis las profecías; 21 examinadlo todo y quedaos con lo bueno.

22 Absteneos de todo genero de mal.

23 Que El, el Dios de la paz, os santifique plenamente, y que todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo.

24 Fiel es el que os llama y es él quien lo hará.

25 Hermanos, orad también por nosotros.

26 Saludad a todos los hermanos con el beso santo.

27 Os conjuro por el Señor que esta carta sea leída a todos los hermanos.

28 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros.



A LOS TESALONICENSES (2ª carta)
Capítulo 1: 2 Tesalonicences 1

1 Pablo, Silvano y Timoteo a la Iglesia de los Tesalonicenses, en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo.

2 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo.

3 Tenemos que dar en todo tiempo gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es justo, porque vuestra fe está progresando mucho y se acrecienta la mutua caridad de todos y cada uno de vosotros, 4 hasta tal punto que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las Iglesias de Dios por la tenacidad y la fe en todas las persecuciones y tribulaciones que estáis pasando.

5 Esto es señal del justo juicio de Dios, en el que seréis declarados dignos del Reino de Dios, por cuya causa padecéis.

6 Porque es propio de la justicia de Dios el pagar con tribulación a los que os atribulan, 7 y a vosotros, los atribulados, con el descanso junto con nosotros, cuando el Señor Jesús se revele desde el cielo con sus poderosos ángeles, 8 en medio de  una llama de fuego, y tome venganza  de los que  no conocen a Dios  y de los que  no obedecen  al Evangelio de nuestro Señor Jesús.

9 Estos sufrirán la pena de una ruina eterna, alejados  de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, 10  cuando  venga  en aquel Día a ser glorificado en sus santos y admirado  en todos los que hayan creído  pues nuestro testimonio ha sido creído por vosotros.

11 Con este objeto rogamos en todo tiempo por vosotros: que nuestro Dios os haga dignos de la vocación y lleve a término con su poder todo vuestro deseo de hacer el bien y la actividad de la fe, 12 para que así  el nombre  de nuestro  Señor  Jesús  sea glorificado  en vosotros, y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.


Capítulo 2: 2 Tesalonicences 2
1 Por lo que respecta a la Venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, 2 que no os dejéis alterar tan fácilmente en vuestro ánimo, ni os alarméis por alguna manifestación del Espíritu, por algunas palabras o por alguna carta presentada como nuestra, que os haga suponer que está inminente el Día del Señor.

3 Que nadie os engañe de ninguna manera. Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de perdición, 4 el Adversario que  se eleva sobre todo  lo que lleva el nombre de Dios  o es objeto de culto, hasta el extremo de  sentarse  él mismo en el Santuario de  Dios  y proclamar que él mismo es Dios.

5 ¿No os acordáis que ya os dije esto cuando estuve entre vosotros?

6 Vosotros sabéis qué es lo que ahora le retiene, para que se manifieste en su momento oportuno.

7 Porque el ministerio de la impiedad ya está actuando. Tan sólo con que sea quitado de en medio el que ahora le retiene, 8 entonces se manifestará el Impío, a quien el Señor  destruirá con el soplo de su boca,  y aniquilará con la Manifestación de su Venida.

9 La venida del Impío estará señalada por el influjo de Satanás, con toda clase de milagros, señales, prodigios engañosos, 10 y todo tipo de maldades que seducirán a los que se han de condenar por no haber aceptado el amor de la verdad que les hubiera salvado.

11 Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la mentira, 12 para que sean condenados todos cuantos no creyeron en la verdad y prefirieron la iniquidad.

13 Nosotros, en cambio, debemos dar gracias en todo tiempo a Dios por vosotros, hermanos, amados del Señor, porque Dios os ha escogido desde el principio para la salvación mediante la acción santificadora del Espíritu y la fe en la verdad.

14 Para esto os ha llamado por medio de nuestro Evangelio, para que consigáis la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

15 Así pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta.

16 Que el mismo Señor nuestro Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y que nos ha dado gratuitamente una consolación eterna y una esperanza dichosa, 17 consuele vuestros corazones y los afiance en toda obra y palabra buena.


Capítulo 3: 2 Tesalonicences 3
1 Finalmente, hermanos, orad por nosotros para que la Palabra del Señor siga propagándose y adquiriendo gloria, como entre vosotros, 2 y para que nos veamos libres de los hombres perversos y malignos; porque la fe no es de todos.

3 Fiel es el Señor; él os afianzará y os guardará del Maligno.

4 En cuanto a vosotros tenemos plena confianza en el Señor de que cumplís y cumpliréis cuanto os mandamos.

5 Que el Señor guíe vuestros corazones hacia el amor de Dios y la tenacidad de Cristo.

6 Hermanos, os mandamos en nombre del Señor Jesucristo que os apartéis de todo hermano que viva desordenadamente y no según la tradición que de nosotros recibisteis.

7 Ya sabéis vosotros cómo debéis imitarnos, pues estando entre vosotros no vivimos desordenadamente, 8 ni comimos de balde el pan de nadie, sino que día y noche con fatiga y cansancio trabajamos para no ser una carga a ninguno de vosotros.

9 No porque no tengamos derecho, sino por daros en nosotros un modelo que imitar.

10 Además, cuando estábamos entre vosotros os mandábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma.

11 Porque nos hemos enterado que hay entre vosotros algunos que viven desordenadamente, sin trabajar nada, pero metiéndose en todo.

12 A ésos les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen con sosiego para comer su propio pan.

13 Vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien.

14 Si alguno no obedece a lo que os decimos en esta carta, a ése señaladle y no tratéis con él, para que se avergüence.

15 Pero no lo miréis como a enemigo, sino amonestadle como a hermano.

16 Que El, el Señor de la paz, os conceda la paz siempre y en todos los órdenes. El Señor sea con todos vosotros.

17 El saludo va de mi mano, Pablo. Esta es la firma en todas mis cartas; así escribo.

18 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros.

A TIMOTEO (1ª carta):
Capítulo 1: 1 Timoteo 1

1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús, por mandato de Dios nuestro Salvador y de Cristo Jesús nuestra esperanza, 2 a Timoteo, verdadero hijo mío en la fe. Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro.

3 Al partir yo para Macedonia te rogué que permanecieras en Éfeso para que mandaras a algunos que no enseñasen doctrinas extrañas, 4 ni dedicasen su atención a fábulas y genealogías interminables, que son más a propósito para promover disputas que para realizar el plan de Dios, fundado en la fe.

5 El fin de este mandato es la caridad que procede de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera.

6 Algunos, desviados de esta línea de conducta, han venido a caer en una vana palabrería; 7 pretenden ser maestros de la Ley sin entender lo que dicen ni lo que tan rotundamente afirman.

8 Sí, ya sabemos que la Ley es buena, con tal que se la tome como ley, 9 teniendo bien presente que la ley no ha sido instituida para el justo, sino para los prevaricadores y rebeldes, para los impíos y pecadores, para los irreligiosos y profanadores, para los parricidas y matricidas, para los asesinos, 10 adúlteros, homosexuales, traficantes de seres humanos, mentirosos, perjuros y para todo lo que se opone a la sana doctrina, 11 según el Evangelio de la gloria de Dios bienaventurado, que se me ha confiado.

12 Doy gracias a aquel que me revistió de fortaleza, a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me consideró digno de confianza al colocarme en el ministerio, 13 a mí, que antes fui un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero encontré misericordia porque obré por ignorancia en mi infidelidad.

14 Y la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí, juntamente con la fe y la caridad en Cristo Jesús.

15 Es cierta y digna de ser aceptada por todos esta afirmación: Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo.

16 Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna.

17 Al Rey de los siglos, al Dios inmortal, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

18 Esta es la recomendación, hijo mío Timoteo, que yo te hago, de acuerdo con las profecías pronunciadas sobre ti anteriormente. Combate, penetrado de ellas, el buen combate, 19 conservando la fe y la conciencia recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron en la fe; 20 entre éstos están Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendiesen a no blasfemar.


Capítulo 2: 1 Timoteo 2

1 Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; 2 por los reyes y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad.

3 Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, 4 que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad.

5 Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, 6 que se entregó a sí mismo como rescate por todos. Este es el testimonio dado en el tiempo oportuno, 7 y de este testimonio digo la verdad, no miento yo he sido constituido heraldo y apóstol, maestro de los gentiles en la fe y en la verdad.

8 Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar elevando hacia el cielo unas manos piadosas, sin ira ni discusiones.

9 Así mismo que las mujeres, vestidas decorosamente, se adornen con pudor y modestia, no con trenzas ni con oro o perlas o vestidos costosos, 10 sino con buenas obras, como conviene a mujeres que hacen profesión de piedad.

11 La mujer oiga la instrucción en silencio, con toda sumisión.

12 No permito que la mujer enseñe ni que domine al hombre. Que se mantenga en silencio.

13 Porque Adán fue formado primero y Eva en segundo lugar.

14 Y el engañado no fue Adán, sino la mujer que, seducida, incurrió en la transgresión.

15 Con todo, se salvará por su maternidad mientras persevere con modestia en la fe, en la caridad y en la santidad.


Capítulo 3: 1 Timoteo 3

1 Es cierta esta afirmación: Si alguno aspira al cargo de epíscopo, desea una noble función.

2 Es, pues, necesario que el epíscopo sea irreprensible, casado una sola vez, sobrio, sensato, educado, hospitalario, apto para enseñar, 3 ni bebedor ni violento, sino moderado, enemigo de pendencias, desprendido del dinero, 4 que gobierne bien su propia casa y mantenga sumisos a sus hijos con toda dignidad; 5 pues si alguno no es capaz de gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios?

6 Que no sea neófito, no sea que, llevado por la soberbia, caiga en la misma condenación del Diablo.

7 Es necesario también que tenga buena fama entre los de fuera, para que no caiga en descrédito y en las redes del Diablo.

8 También los diáconos deben ser dignos, sin doblez, no dados a beber mucho vino ni a negocios sucios; 9 que guarden el Misterio de la fe con una conciencia pura.

10 Primero se les someterá a prueba y después, si fuesen irreprensibles, serán diáconos.

11 Las mujeres igualmente deben ser dignas, no calumniadoras, sobrias, fieles en todo.

12 Los diáconos sean casados una sola vez y gobiernen bien a sus hijos y su propia casa.

13 Porque los que ejercen bien el diaconado alcanzan un puesto honroso y grande entereza en la fe de Cristo Jesús.

14 Te escribo estas cosas con la esperanza de ir pronto donde ti; 15 pero si tardo, para que sepas cómo hay que portarse en la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad.

16 Y sin duda alguna, grande es el Misterio de la piedad: El ha sido manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, visto de los Ángeles, proclamado a los gentiles, creído en el mundo, levantado a la gloria.




Capítulo 4: 1 Timoteo 4

1 El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe entregándose a espíritus engañadores y a doctrinas diabólicas, 2 por la hipocresía de embaucadores que tienen marcada a fuego su propia conciencia; 3 éstos prohíben el matrimonio y el uso de alimentos que Dios creó para que fueran comidos con acción de gracias por los creyentes y por los que han conocido la verdad.

4 Porque todo lo que Dios ha creado es bueno y no se ha de rechazar ningún alimento que se coma con acción de gracias; 5 pues queda santificado por la Palabra de Dios y por la oración.

6 Si tú enseñas estas cosas a los hermanos, serás un buen ministro de Cristo Jesús, alimentado con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido fielmente.

7 Rechaza, en cambio, las fábulas profanas y los cuentos de viejas. Ejercítate en la piedad.

8 Los ejercicios corporales sirven para poco; en cambio la piedad es provechosa para todo, pues tiene la promesa de la vida, de la presente y de la futura.

9 Es cierta y digna de ser aceptada por todos esta afirmación:

10 Si nos fatigamos y luchamos es porque tenemos puesta la esperanza en Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, principalmente de los creyentes.

11 Predica y enseña estas cosas.

12 Que nadie menosprecie tu juventud. Procura, en cambio, ser para los creyentes modelo en la palabra, en el comportamiento, en la caridad, en la fe, en la pureza.

13 Hasta que yo llegue, dedícate a la lectura, a la exhortación, a la enseñanza.

14 No descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del colegio de presbíteros.

15 Ocúpate en estas cosas; vive entregado a ellas para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos.

16 Vela por ti mismo y por la enseñanza; persevera en estas disposiciones, pues obrando así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchen.


Capítulo 5: 1 Timoteo 5

1 Al anciano no le reprendas con dureza, sino exhórtale como a un padre; a los jóvenes, como a hermanos; 2 a las ancianas, como a madres; a las jóvenes, como a hermanas, con toda pureza.

3 Honra a las viudas, a las que son verdaderamente viudas.

4 Si una viuda tiene hijos o nietos, que aprendan éstos primero a practicar los deberes de piedad para con los de su propia familia y a corresponder a sus progenitores, porque esto es agradable a Dios.

5 Pero la que de verdad es viuda y ha quedado enteramente sola, tiene puesta su esperanza en el Señor y persevera en sus plegarias y oraciones noche y día.

6 La que, en cambio, está entregada a los placeres aunque viva, está muerta.

7 Todo esto incúlcalo también, para que sean irreprensibles.

8 Si alguien no tiene cuidado de los suyos, principalmente de sus familiares, ha renegado de la fe y es peor que un infiel.

9 Que la viuda que sea inscrita en el catálogo de las viudas no tenga menos de sesenta años, haya estado casada una sola vez, 10 y tenga el testimonio de sus buenas obras: haber educado bien a los hijos, practicado la hospitalidad, lavado los pies de los santos, socorrido a los atribulados, y haberse ejercitado en toda clase de buenas obras.

11 Descarta, en cambio, a las viudas jóvenes, porque cuando les asaltan los placeres contrarios a Cristo, quieren casarse 12 e incurren así en condenación por haber faltado a su compromiso anterior.

13 Y además, estando ociosas, aprenden a ir de casa en casa; y no sólo están ociosas, sino que se vuelven también charlatanas y entrometidas, hablando de lo que no deben.

14 Quiero, pues, que las jóvenes se casen, que tengan hijos y que gobiernen la propia casa y no den al adversario ningún motivo de hablar mal; 15 pues ya algunas se han extraviado yendo en pos de Satanás.

16 Si alguna creyente tiene viudas, atiéndalas ella misma y no las cargue a la Iglesia, a fin de que ésta pueda atender a las que sean verdaderamente viudas.

17 Los presbíteros que ejercen bien su cargo merecen doble remuneración, principalmente los que se afanan en la predicación y en la enseñanza.

18 La Escritura, en efecto, dice:  No pondrás bozal al buey que trilla,  y también:  El obrero tiene derecho a su salario.

19 No admitas ninguna acusación contra un presbítero si no viene con  el testimonio de dos o tres.

20 A los culpables, repréndeles delante de todos, para que los demás cobren temor.

21 Yo te conjuro en presencia de Dios, de Cristo Jesús y de los ángeles escogidos, que observes estas recomendaciones sin dejarte llevar de prejuicios ni favoritismos.

22 No te precipites en imponer a nadie las manos, no te hagas partícipe de los pecados ajenos. Consérvate puro.

23 No bebas ya agua sola. Toma un poco de vino a causa de tu estómago y de tus frecuentes indisposiciones.

24 Los pecados de algunas personas son notorios aun antes de que sean investigados; en cambio los de otras, lo son solamente después.

25 Del mismo modo las obras buenas son manifiestas; y las que no lo son, no pueden quedar ocultas.


capítulo 6: 1 Timoteo 6

1 Todos los que estén como esclavos bajo el yugo de la servidumbre consideren a sus dueños como dignos de todo respeto, para que no se blasfeme del nombre de Dios y de la doctrina.

2 Los que tengan dueños creyentes no les falten al respeto por ser hermanos, sino al contrario, que les sirvan todavía mejor por ser creyentes y amigos de Dios los que reciben sus servicios. Esto debes enseñar y recomendar.

3 Si alguno enseña otra cosa y no se atiene a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que es conforme a la piedad, 4 está cegado por el orgullo y no sabe nada; sino que padece la enfermedad de las disputas y contiendas de palabras, de donde proceden las envidias, discordias, maledicencias, sospechas malignas, 5 discusiones sin fin propias de gentes que tienen la inteligencia corrompida, que están privados de la verdad y que piensan que la piedad es un negocio.

6 Y ciertamente es un gran negocio la piedad, con tal de que se contente con lo que tiene.

7 Porque nosotros no hemos traído nada al mundo y nada podemos llevarnos de él.

8 Mientras tengamos comida y vestido, estemos contentos con eso.

9 Los que quieren enriquecerse caen en la tentación, en el lazo y en muchas codicias insensatas y perniciosas que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición.

10 Porque la raíz de todos los males es el afán de dinero, y algunos, por dejarse llevar de él, se extraviaron en la fe y se atormentaron con muchos dolores.

11 Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de estas cosas; corre al alcance de la justicia, de la piedad, de la fe, de la caridad, de la paciencia en el sufrimiento, de la dulzura.

12 Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado y de la que hiciste aquella solemne profesión delante de muchos testigos.

13 Te recomiendo en la presencia de Dios que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que ante Poncio Pilato rindió tan solemne testimonio, 14 que conserves el mandato sin tacha ni culpa hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo, 15 Manifestación que a su debido tiempo hará ostensible el Bienaventurado y único Soberano, el Rey de los reyes y el Señor de los señores, 16 el único que posee Inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien no ha visto ningún ser humano ni le puede ver. A él el honor y el poder por siempre. Amén.

17 A los ricos de este mundo recomiéndales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en lo inseguro de las riquezas sino en Dios, que nos provee espléndidamente de todo para que lo disfrutemos; 18 que practiquen el bien, que se enriquezcan de buenas obras, que den con generosidad y con liberalidad; 19 de esta forma irán atesorando para el futuro un excelente fondo con el que podrán adquirir la vida verdadera.

20 Timoteo, guarda el depósito. Evita las palabrerías profanas, y también las objeciones de la falsa ciencia; 21 algunos que la profesaban se han apartado de la fe. La gracia sea con vosotros.


A TIMOTEO (2ª carta):

Capítulo 1: 2 Timoteo 1

1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios para anunciar la Promesa de vida que está en Cristo Jesús, 2 a Timoteo, hijo querido.
Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús Señor nuestro.

3 Doy gracias a Dios, a quien, como mis antepasados, rindo culto con una conciencia pura, cuando continuamente, noche y día, me acuerdo de ti en mis oraciones.

4 Tengo vivos deseos de verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de alegría.

5 Pues evoco el recuerdo de la fe sincera que tú tienes, fe que arraigó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y sé que también ha arraigado en ti.

6 Por esto te recomiendo que reavives el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos.

7 Porque no nos dio el Señor a nosotros un espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza.

8 No te avergüences, pues, ni del testimonio que has de dar de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; sino, al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios, 9 que nos ha salvado y nos ha llamado con una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús, 10 y que se ha manifestado ahora con la Manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar vida e inmortalidad por medio del Evangelio

11 para cuyo servicio he sido yo constituido heraldo, apóstol y maestro.

12 Por este motivo estoy soportando estos sufrimientos; pero no me avergüenzo, porque yo sé bien en quién tengo puesta mi fe, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel Día.

13 Ten por norma las palabras sanas que oíste de mí en la fe y en la caridad de Cristo Jesús.

14 Conserva el buen depósito mediante el Espíritu Santo que habita en nosotros.

15 Ya sabes tú que todos los de Asia me han abandonado, y entre ellos Figelo y Hermógenes.

16 Que el Señor conceda misericordia a la familia de Onesíforo, pues me alivió muchas veces y no se avergonzó de mis cadenas, 17 sino que, en cuanto llegó a Roma, me buscó solícitamente y me encontró.

18 Concédale el Señor encontrar misericordia ante el Señor aquel Día. Además, cuántos buenos servicios me prestó en Éfeso, tú lo sabes mejor.


Capítulo 2: 2 Timoteo 2

1 Tú, pues, hijo mío, manténte fuerte en la gracia de Cristo Jesús; 2 y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros.

3 Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús.

4 Nadie que se dedica a la milicia se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado.

5 Y lo mismo el atleta; no recibe la corona si no ha competido según el reglamento.

6 Y el labrador que trabaja es el primero que tiene derecho a percibir los frutos.

7 Entiende lo que quiero decirte, pues el Señor te dará la inteligencia de todo.

8 Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, descendiente de David, según mi Evangelio; 9 por él estoy sufriendo hasta llevar cadenas como un malhechor; pero la Palabra de Dios no está encadenada.

10 Por esto todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que está en Cristo Jesús con la gloria eterna.

11 Es cierta esta afirmación: Si hemos muerto con él, también viviremos con él; 12 si nos mantenemos firmes, también reinaremos con él; si le negamos, también él nos negará; 13 si somos infieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo.

14 Esto has de enseñar; y conjura en presencia de Dios que se eviten las discusiones de palabras, que no sirven para nada, si no es para perdición de los que las oyen.

15 Procura cuidadosamente presentarte ante Dios como hombre probado, como obrero que no tiene por qué avergonzarse, como fiel distribuidor de la Palabra de la verdad.

16 Evita las palabrerías profanas, pues los que a ellas se dan crecerán cada vez más en impiedad, 17 y su palabra irá cundiendo como gangrena. Himeneo y Fileto son de éstos:

18 se han desviado de la verdad al afirmar que la resurrección ya ha sucedido; y pervierten la fe de algunos.

19 Sin embargo el sólido fundamento puesto por Dios se mantiene firme, marcado con este sello: El Señor conoce a los que son suyos; y: Apártese de la iniquidad todo el que pronuncia el nombre del Señor.

20 En una casa grande no hay solamente utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos nobles y otros para usos viles.

21 Si, pues, alguno se mantiene limpio de estas faltas, será un utensilio para uso noble, santificado y útil para su Dueño, dispuesto para toda obra buena.

22 Huye de las pasiones juveniles. Vete al alcance de la justicia, de la fe, de la caridad, de la paz, en unión de los que invocan al Señor con corazón puro.

23 Evita las discusiones necias y estúpidas; tú sabes bien que engendran altercados.

24 Y a un siervo del Señor no le conviene altercar, sino ser amable, con todos, pronto a enseñar, sufrido, 25 y que corrija con mansedumbre a los adversarios, por si Dios les otorga la conversión que les haga conocer plenamente la verdad, 26 y volver al buen sentido, librándose de los lazos del diablo que los tiene cautivos, rendidos a su voluntad.


Capítulo 3: 2 Timoteo 3

1 Ten presente que en los últimos días sobrevendrán momentos difíciles; 2 los hombres serán egoístas, avaros, fanfarrones, soberbios, difamadores, rebeldes a los padres, ingratos, irreligiosos, 3 desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, despiadados, enemigos del bien, 4 traidores, temerarios, infatuados, más amantes de los placeres que de Dios, 5 que tendrán la apariencia de piedad, pero desmentirán su eficacia. Guárdate también de ellos.

6 A éstos pertenecen esos que se introducen en las casas y conquistan a mujerzuelas cargadas de pecados y agitadas por toda clase de pasiones, 7 que siempre están aprendiendo y no son capaces de llegar al pleno conocimiento de la verdad.

8 Del mismo modo que Jannés y Jambrés se enfrentaron a Moisés, así también estos se oponen a la verdad; son hombres de mente corrompida, descalificados en la fe.

9 Pero no progresarán más, porque su insensatez quedará patente a todos, como sucedió con la de aquéllos.

10 Tú, en cambio, me has seguido asiduamente en mis enseñanzas, conducta, planes, fe, paciencia, caridad, constancia, 11 en mis persecuciones y sufrimientos, como los que soporté en Antioquía, en Iconio, en Listra. ¡Qué persecuciones hube de sufrir! Y de todas me libró el Señor.

12 Y todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones.

13 En cambio los malos y embaucadores irán de mal en peor, serán seductores y a la vez seducidos.

14 Tú, en cambio, persevera en lo que aprendiste y en lo que creíste, teniendo presente de quiénes lo aprendiste, 15 y que desde niño conoces las Sagradas Letras, que pueden darte la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús.

16 Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia; 17 así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena.


Capítulo 4: 2 Timoteo 4

1 Te conjuro en presencia de Dios y de Cristo Jesús que ha de venir a juzgar a vivos y muertos, por su Manifestación y por su Reino: 2 Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina.

3 Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; 4 apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas.

5 Tú, en cambio, pórtate en todo con prudencia, soporta los sufrimientos, realiza la función de evangelizador, desempeña a la perfección tu ministerio.

6 Porque yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente.

7 He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe.

8 Y desde ahora me aguarda la corona de la justicia que aquel Día me entregará el Señor, el justo Juez; y no solamente a mí, sino también a todos los que hayan esperado con amor su Manifestación.

9 Apresúrate a venir a mí cuanto antes, 10 porque me ha abandonado Demás por amor a este mundo y se ha marchado a Tesalónica; Crescente, a Galacia; Tito, a Dalmacia.

11 El único que está conmigo es Lucas. Toma a Marcos y tráele contigo, pues me es muy útil para el ministerio.

12 A Tíquico le he mandado a Éfeso.

13 Cuando vengas, tráeme el abrigo que me dejé en Tróada, en casa de Carpo, y los libros, en especial los pergaminos.

14 Alejandro, el herrero, me ha hecho mucho mal.  El Señor le retribuirá según sus obras.

15 Tú también guárdate de él, pues se ha opuesto tenazmente a nuestra predicación.

16 En mi primera defensa nadie me asistió, antes bien todos me desampararon. Que no se les tome en cuenta.

17 Pero el Señor me asistió y me dio fuerzas para que, por mi medio, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todos los gentiles. Y fui  librado de la boca del león.

18 El Señor me librará de toda obra mala y me salvará guardándome para su Reino celestial. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

19 Saluda a Prisca y Aquila y a la familia de Onesíforo.

20 Erasto se quedó en Corinto; a Trófimo le dejé enfermo en Mileto.

21 Date prisa en venir antes del invierno. Te saludan Eubulo, Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos.

22 El Señor sea con tu espíritu. La gracia sea con vosotros.





A TITO:
Capítulo 1: Tito 1
1 Pablo, siervo de Dios, apóstol de Jesucristo para llevar a los escogidos de Dios a la fe y al pleno conocimiento de la verdad que es conforme a la piedad, 2 con la esperanza de vida eterna, prometida desde toda la eternidad por Dios que no miente, 3 y que en el tiempo oportuno ha manifestado su Palabra por la predicación a mí encomendada según el mandato de Dios nuestro Salvador, 4 a Tito, verdadero hijo según la fe común. Gracia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, nuestro Salvador.

5 El motivo de haberte dejado en Creta, fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené.

6 El candidato debe ser irreprochable, casado una sola vez, cuyos hijos sean creyentes, no tachados de libertinaje ni de rebeldía.
 
7 Porque el epíscopo, como administrador de Dios, debe ser irreprochable; no arrogante, no colérico, no bebedor, no violento, no dado a negocios sucios; 8 sino hospitalario, amigo del bien, sensato, justo, piadoso, dueño de sí.

9 Que esté adherido a la palabra fiel, conforme a la enseñanza, para que sea capaz de exhortar con la sana doctrina y refutar a los que contradicen.

10 Porque hay muchos rebeldes, vanos habladores y embaucadores, sobre todo entre los de la circuncisión,  11 a quienes es menester tapar la boca; hombres que trastornan familias enteras, enseñando por torpe ganancia lo que no deben.

12 Uno de ellos, profeta suyo, dijo: "Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, vientres perezosos."

13 Este testimonio es verdadero. Por tanto repréndeles severamente, a fin de que conserven sana la fe, 14 y no den oídos a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad.

15 Para los limpios todo es limpio; mas para los contaminados e incrédulos nada hay limpio, pues su mente y conciencia están contaminadas.

16 Profesan conocer a Dios, mas con sus obras le niegan; son abominables y rebeldes e incapaces de toda obra buena.


Capítulo 2: Tito 2

1 Mas tú enseña lo que es conforme a la sana doctrina; 2 que los ancianos sean sobrios, dignos, sensatos, sanos en la fe, en la caridad, en la paciencia, en el sufrimiento; 3 que las ancianas asimismo sean en su porte cual conviene a los santos: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, maestras del bien, 4 para que enseñen a las jóvenes a ser amantes de sus maridos y de sus hijos, 5 a ser sensatas, castas, hacendosas, bondadosas, sumisas a sus maridos, para que no sea injuriada la Palabra de Dios.

6 Exhorta igualmente a los jóvenes para que sean sensatos en todo.

7 Muéstrate dechado de buenas obras: pureza de doctrina, dignidad, 8 palabra sana, intachable, para que el adversario se avergüence, no teniendo nada malo que decir de nosotros.

9 Que los esclavos estén sometidos en todo a sus dueños, sean complacientes y no les contradigan; 10 que no les defrauden, antes bien muestren una fidelidad perfecta para honrar en todo la doctrina de Dios nuestro Salvador.

11 Porque se ha manifestado la gracia salvadora de Dios a todos los hombres, 12 que nos enseña a que, renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, vivamos con sensatez, justicia y piedad en el siglo presente, 13 aguardando la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo; 14 el cual se entregó por nosotros a fin de  rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo que fuese suyo, fervoroso en buenas obras.

15 Así has de enseñar, exhortar y reprender con toda autoridad. Que nadie te desprecie.

Capítulo 3: Tito 3

1 Amonéstales que vivan sumisos a los magistrados y a las autoridades, que les obedezcan y estén prontos para toda obra buena; 2 que no injurien a nadie, que no sean pendencieros sino apacibles, mostrando una perfecta mansedumbre con todos los hombres.

3 Pues también nosotros fuimos en algún tiempo insensatos, desobedientes, descarriados, esclavos de toda suerte de pasiones y placeres, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y aborreciéndonos unos a otros.

4 Mas cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres, 5 él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, 6 que derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador, 7 para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna.

8 Es cierta esta afirmación, y quiero que en esto te mantengas firme, para que los que creen en Dios traten de sobresalir en la práctica de las buenas obras. Esto es bueno y provechoso para los hombres.

9 Evita discusiones necias, genealogías, contiendas y disputas sobre la Ley, porque son inútiles y vanas.

10 Al sectario, después de una y otra amonestación, rehúyele; 11 ya sabes que ése está pervertido y peca, condenado por su propia sentencia.

12 Cuando te envíe a Artemas o a Tíquico, date prisa en venir donde mí a Nicópolis, porque he pensado pasar allí el invierno.
 
13 Cuida de proveer de todo lo necesario para el viaje a Zenas, el perito en la Ley, y a Apolo, de modo que nada les falte.
 
14 Que aprendan también los nuestros a sobresalir en la práctica de las buenas obras, atendiendo a las necesidades urgentes, para que no sean unos inútiles.

15 Te saludan todos los que están conmigo. Saluda a los que nos aman en la fe. La gracia sea con todos vosotros.


A FILEMÓN:
Filemón era un rico ciudadano de Colosas, que Pablo convirtió a la fe cristiana durante su permanencia en Éfeso. Onésimo, uno de sus esclavos, huyó de su casa y, para escapar a las severas sanciones que amenazaban a los esclavos fugitivos, buscó refugio en Roma. Allí se encontró con Pablo, ya anciano (v. 9), que estaba prisionero en la capital del Imperio. Después de bautizarlo, este lo devolvió a su dueño con una breve Carta de recomendación.



Capítulo 1: Filemón 1

1 Pablo, preso de Cristo Jesús, y Timoteo, el hermano, a nuestro querido amigo y colaborador Filemón, 2 a la hermana Apfia, a nuestro compañero de armas, Arquipo, y a la Iglesia de tu casa.

3 Gracia y paz a vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
 
4 Doy gracias sin cesar a mi Dios, recordándote en mis oraciones, 5 pues tengo noticia de tu caridad y de tu fe para con el Señor Jesús y para bien de todos los santos, 6 a fin de que tu participación en la fe se haga eficiente mediante el conocimiento perfecto de todo el bien que hay en nosotros en orden a Cristo.

7 Pues tuve gran alegría y consuelo a causa de tu caridad, por el alivio que los corazones de los santos han recibido de ti, hermano.
 
8 Por lo cual, aunque tengo en Cristo bastante libertad para mandarte lo que conviene, 9 prefiero más bien rogarte en nombre de la caridad, yo, este Pablo ya anciano, y además ahora preso de Cristo Jesús.

10 Te ruego en favor de mi hijo, a quien engendré entre cadenas, Onésimo, 11 que en otro tiempo te fue inútil, pero ahora muy útil para ti y para mí.

12 Te lo devuelvo, a éste, mi propio corazón.

13 Yo querría retenerle conmigo, para que me sirviera en tu lugar, en estas cadenas por el Evangelio; 14 mas, sin consultarte, no he querido hacer nada, para que esta buena acción tuya no fuera forzada sino voluntaria.

15 Pues tal vez fue alejado de ti por algún tiempo, precisamente para que lo recuperaras para siempre, 16 y no como esclavo, sino como algo mejor que un esclavo, como un hermano querido, que, siéndolo mucho para mí, ¡cuánto más lo será para ti, no sólo como amo, sino también en el Señor!.

17 Por tanto, si me tienes como algo unido a ti, acógele como a mí mismo.

18 Y si en algo te perjudicó, o algo te debe, ponlo a mi cuenta.

19 Yo mismo, Pablo, lo firmo con mi puño; yo te lo pagaré. Por no recordarte deudas para conmigo, pues tú mismo te me debes.

20 Sí, hermano, hazme este favor en el Señor. ¡Alivia mi corazón en Cristo!

21 Te escribo confiado en tu docilidad, seguro de que harás más de lo que te pido.

22 Y al mismo tiempo, prepárame hospedaje; pues espero que por vuestras oraciones se os concederá la gracia de mi presencia.
 
23 Te saludan Epafras, mi compañero de cautiverio en Cristo Jesús, 24 Marcos, Aristarco, Demás y Lucas, mis colaboradores.

25 Que la gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu.



A LOS HEBREOS:


Capítulo 1: Hebreos 1

1 Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; 2 en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos; 3 el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa, después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, 4 con una superioridad sobre los ángeles tanto mayor cuanto más les supera en el nombre que ha heredado.
 
5 En efecto, ¿a qué ángel dijo alguna vez:  Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy;  y también:  Yo seré para él Padre, y él será para mi Hijo? 

6 Y nuevamente al introducir a su Primogénito en el mundo dice:  Y adórenle todos los ángeles de Dios. 

7 Y de los ángeles dice:  El que hace a sus ángeles vientos, y a sus servidores llamas de fuego.

8 Pero del Hijo:  Tu trono, ¡oh Dios!, por los siglos de los siglos;  y: El cetro de tu realeza, cetro de equidad. 

9  Amaste la justicia y aborreciste la iniquidad; por eso te ungió, ¡oh Dios!, tu Dios con óleo de alegría con preferencia a tus compañeros.
 
10 Y también:  Tú al comienzo, ¡oh Señor!, pusiste los cimientos de la tierra, y obras de tu mano son los cielos. 

11  Ellos perecerán, mas tú permaneces; todos como un vestido envejecerán;  12  como un manto los enrollarás,  como un vestido, y serán cambiados. Pero tú eres el mismo y tus años no tendrán fin.
 
13 Y ¿a qué ángel dijo alguna vez:  Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies?

14 ¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?


 Capítulo 2: Hebreos 2

1 Por tanto, es preciso que prestemos mayor atención a lo que hemos oído, para que no nos extraviemos.

2 Pues si la palabra promulgada por medio de los ángeles obtuvo tal firmeza que toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, 3 ¿cómo saldremos absueltos nosotros si descuidamos tan gran salvación? La cual comenzó a ser anunciada por el Señor, y nos fue luego confirmada por quienes la oyeron, 4 testificando también Dios con señales y prodigios, con toda suerte de milagros y dones del Espíritu Santo repartidos según su voluntad.

5 En efecto, Dios no sometió a los ángeles el mundo venidero del cual estamos hablando.

6 Pues atestiguó alguien en algún lugar:  ¿Qué es el hombre, que te acuerdas de él? ¿O el hijo del hombre, que de él te preocupas? 

7  Le hiciste por un poco inferior a los ángeles; de gloria y honor le coronaste. 

Todo lo sometiste debajo de sus pies.  Al  someterle todo,  nada dejó que no le estuviera sometido. Mas al presente, no vemos todavía que  le esté sometido todo. 
 
9 Y a aquel que  fue hecho inferior a los ángeles por un poco,  a Jesús, le vemos  coronado de gloria y honor  por haber padecido la muerte, pues por la gracia de Dios gustó la muerte para bien de todos.

10 Convenía, en verdad, que Aquel por quien es todo y para quien es todo, llevara muchos hijos a la gloria, perfeccionando mediante el sufrimiento al que iba a guiarlos a la salvación.

11 Pues tanto el santificador como los santificados tienen todos el mismo origen. Por eso no se avergüenza de llamarles  hermanos 12 cuando dice:  Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la asamblea te cantaré himnos.  Y también:

13  Pondré en él mi confianza.  Y nuevamente:  Henos aquí, a mí y a los hijos que Dios me dio.

14 Por tanto, así como los  hijos  participan de la sangre y de la carne, así también participó él de las mismas, para aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al Diablo, 15 y libertar a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud.

16 Porque, ciertamente, no se ocupa de los ángeles, sino de la  descendencia de Abraham. 

17 Por eso tuvo que asemejarse en todo a sus  hermanos,  para ser misericordioso y Sumo Sacerdote fiel en lo que toca a Dios, en orden a expiar los pecados del pueblo.

18 Pues, habiendo sido probado en el sufrimiento, puede ayudar a los que se ven probados.


Capítulo 3: Hebreos 3

1 Por tanto, hermanos santos, partícipes de una vocación celestial, considerad al apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe, a Jesús, 2 que es  fiel  al que le instituyó, como lo fue también  Moisés en toda su casa. 

3 Pues ha sido juzgado digno de una gloria en tanto superior a la de Moisés, en cuanto la dignidad del constructor de la casa supera a la casa misma.

4 Porque toda casa tiene su constructor; mas el constructor del universo es Dios.

5 Ciertamente, Moisés fue fiel  en toda su casa, como servidor, para atestiguar cuanto había de anunciarse, 6 pero Cristo lo fue como hijo, al frente de su propia casa, que somos nosotros, si es que mantenemos la entereza y la gozosa satisfacción de la esperanza.

7 Por eso, como dice el Espíritu Santo:  Si oís hoy su voz,  8  no endurezcáis vuestros corazones como en la Querella, el día de la provocación en el desierto,  donde me provocaron vuestros padres y me pusieron a prueba, aun después de haber visto mis obras  10 durante cuarenta años.  Por eso  me irrité contra esa generación y dije: Andan siempre errados en su corazón; no conocieron mis caminos. 

11  Por eso juré en mi cólera: ¡No entrarán en mi descanso! 

12 ¡Mirad, hermanos!, que no haya en ninguno de vosotros un corazón maleado por la incredulidad que le haga apostatar de Dios vivo; 13 antes bien, exhortaos mutuamente cada día mientras dure este  hoy, para que ninguno de vosotros se  endurezca  seducido por el pecado.

14 Pues hemos venido a ser partícipes de Cristo, a condición de que mantengamos firme hasta el fin la segura confianza del principio.

15 Al decir:  Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones como en la Querella,  16 ¿quiénes son los que,  habiéndole oído,  le movieron  querella?  ¿Es que no fueron todos los que salieron de Egipto por medio de Moisés?

17 Y ¿contra quiénes  se irritó durante cuarenta años?  ¿No fue acaso contra los que pecaron, cuyos  cadáveres cayeron en el desierto

18 Y ¿a quiénes  juró que no entrarían en su descanso  sino a los que desobedecieron?

19 Así, vemos que no pudieron entrar a causa de su incredulidad.



Capítulo 4: Hebreos 4

1 Temamos, pues; no sea que, permaneciendo aún en vigor la promesa de  entrar en su descanso,  alguno de vosotros parezca llegar rezagado.

2 También nosotros hemos recibido una buena nueva, lo mismo que ellos. Pero la palabra que oyeron no aprovechó nada a aquellos que no estaban unidos por la fe a los que escucharon.

3 De hecho, hemos entrado en el descanso los que hemos creído, según está dicho:  Por eso juré en mi cólera: ¡No entrarán en mi descanso!  Y eso que las obras de Dios estaban terminadas desde la creación del mundo, 4 pues en algún lugar dice acerca del día séptimo: Y  descansó Dios el día séptimo de todas sus obras. 
 
5 Y también en el pasaje citado:  ¡No entrarán en mi descanso! 

6 Por tanto, quedando en claro que algunos han de entrar en él, y que los primeros en recibir la buena nueva no entraron a causa de su desobediencia, 7 vuelve a señalar un día,  hoy,  diciendo por David al cabo de tanto tiempo, como queda dicho:  Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.

8 Porque si Josué les hubiera proporcionado el descanso, no habría hablado Dios más tarde, de otro día.

9 Por tanto es claro que queda un descanso sabático para el pueblo de Dios.

10 Pues quien  entra en su descanso,  también él  descansa de sus trabajos,  al igual que Dios de los suyos.

11 Esforcémonos, pues, por  entrar en ese descanso,  para que nadie caiga imitando aquella desobediencia.

12 Ciertamente, es viva la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón.

13 No hay para ella criatura invisible: todo está desnudo y patente a los ojos de Aquel a quien hemos de dar cuenta.


14 Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos Jesús, el Hijo de Dios mantengamos firmes la fe que profesamos.

15 Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado.

16 Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna.


Capítulo 5: Hebreos 5

1 Porque todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados; 2 y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza.

3 Y a causa de esa misma flaqueza debe ofrecer por los pecados propios igual que por los del pueblo.

4 Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón.

5 De igual modo, tampoco Cristo se apropió la gloria del Sumo Sacerdocio, sino que la tuvo de quien le dijo: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy. 

6 Como también dice en otro lugar:  Tú eres sacerdote para siempre, a semejanza de Melquisedec. 

7 El cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, 8 y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; 9 y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, 10 proclamado por Dios Sumo Sacerdote  a semejanza de Melquisedec. 

11 Sobre este particular tenemos muchas cosas que decir, aunque difíciles de explicar, porque os habéis hecho tardos de entendimiento.

12 Pues debiendo ser ya maestros en razón del tiempo, volvéis a tener necesidad de ser instruidos en los primeros rudimentos de los oráculos divinos, y os habéis hecho tales que tenéis necesidad de leche en lugar de manjar sólido.

13 Pues todo el que se nutre de leche desconoce la doctrina de la justicia, porque es niño.

14 En cambio, el manjar sólido es de adultos; de aquellos que, por costumbre, tienen las facultades ejercitadas en el discernimiento del bien y del mal.


 Capítulo 6: Hebreos 6

1 Por eso, dejando aparte la enseñanza elemental acerca de Cristo, elevémonos a lo perfecto, sin reiterar los temas fundamentales del arrepentimiento de las obras muertas y de la fe en Dios; 2 de la instrucción sobre los bautismos y de la imposición de las manos; de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.

3 Y así procederemos con el favor de Dios.

4 Porque es imposible que cuantos fueron una vez iluminados, gustaron el don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5 saborearon las buenas nuevas de Dios y los prodigios del mundo futuro, 6 y a pesar de todo cayeron, se renueven otra vez mediante la penitencia, pues crucifican por su parte de nuevo al Hijo de Dios y le exponen a pública infamia.

7 Porque la tierra que recibe frecuentes lluvias y produce buena vegetación para los que la cultivan participa de la bendición de Dios.
 
8 Por lo contrario, la que produce  espinas y abrojos  es desechada, y cerca está de la  maldición,  y terminará por ser quemada.

9 Pero de vosotros, queridos, aunque hablemos así, esperamos cosas mejores y conducentes a la salvación.

10 Porque no es injusto Dios para olvidarse de vuestra labor y del amor que habéis mostrado hacia su nombre, con los servicios que habéis prestado y prestáis a los santos.

11 Deseamos, no obstante, que cada uno de vosotros manifieste hasta el fin la misma diligencia para la plena realización de la esperanza, 12 de forma que no os hagáis indolentes, sino más bien imitadores de aquellos que, mediante la fe y la perseverancia, heredan las promesas.

13 Cuando Dios hizo la Promesa a Abraham, no teniendo a otro mayor por quien jurar,  juró por sí mismo  14 diciendo:  ¡Sí!, te colmaré de bendiciones y te acrecentaré en gran manera. 

15 Y perseverando de esta manera, alcanzó la Promesa.

16 Pues los hombres juran por uno superior y entre ellos el juramento es la garantía que pone fin a todo litigio.

17 Por eso Dios, queriendo mostrar más plenamente a los herederos de la Promesa la inmutabilidad de su decisión, interpuso el juramento, 18 para que, mediante dos cosas inmutables por las cuales es imposible que Dios mienta, nos veamos más poderosamente animados los que buscamos un refugio asiéndonos a la esperanza propuesta, 19 que nosotros tenemos como segura y sólida ancla de nuestra alma, y  que penetra hasta más allá del velo,  20 adonde entró por nosotros como precursor Jesús, hecho, a  semejanza de Melquisedec,  Sumo  Sacerdote para siempre.


Capítulo 7: Hebreos 7

1 En efecto, este  Melquisedec, rey de Salem, sacerdote de Dios Altísimo,  que  salió al encuentro de Abraham cuando regresaba de la derrota de los reyes, y le bendijo, 2 al cual dio Abraham el  diezmo de todo,  y cuyo nombre significa, en primer lugar, "rey de justicia" y, además,  rey de Salem,  es decir, "rey de paz", 3 sin padre, ni madre, ni genealogía, sin comienzo de días, ni fin de vida, asemejado al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.

4 Mirad ahora cuán grande es éste, a quien el mismo Patriarca  Abraham dio el diezmo  de entre lo mejor del botín.

5 Es cierto que los hijos de Leví que reciben el sacerdocio tienen orden según la Ley de percibir el diezmo del pueblo, es decir, de sus hermanos, aunque también proceden éstos de la estirpe de Abraham; 6 mas aquél, sin pertenecer a su genealogía, recibió el diezmo de Abraham, y bendijo al que tenía las promesas.

7 Pues bien, es incuestionable que el inferior recibe la bendición del superior.

8 Y aquí, ciertamente, reciben el diezmo hombres mortales; pero allí, uno de quien se asegura que vive.

9 Y, en cierto modo, hasta el mismo Leví, que percibe los diezmos, los pagó por medio de Abraham, 10 pues ya estaba en las entrañas de su padre cuando  Melquisedec le salió al encuentro
 
11 Pues bien, si la perfección estuviera en poder del sacerdocio levítico  pues sobre él descansa la Ley dada al pueblo , ¿qué necesidad había ya de que surgiera otro sacerdote a  semejanza de Melquisedec,  y no "a semejanza de Aarón"?
 
12 Porque, cambiado el sacerdocio, necesariamente se cambia la Ley.

13 Pues aquel de quien se dicen estas cosas, pertenecía a otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar.

14 Y es bien manifiesto que nuestro Señor procedía de Judá, y a esa tribu para nada se refirió Moisés al hablar del sacerdocio.

15 Todo esto es mucho más evidente aún si surge otro sacerdote a semejanza de Melquisedec, 16 que lo sea, no por ley de prescripción carnal, sino según la fuerza de una vida indestructible.
 
17 De hecho, está atestiguado:  Tú eres sacerdote para siempre, a semejanza de Melquisedec. 

18 De este modo queda abrogada la ordenación precedente, por razón de su ineficacia e inutilidad, 19 ya que la Ley no llevó nada a la perfección, pues no era más que introducción a una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios.

20 Y por cuanto no fue sin juramento  pues los otros fueron hechos sacerdotes sin juramento, 21 mientras éste lo fue bajo juramento por Aquel que le dijo:  "Juró el Señor y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre"

22 por eso, de una mejor Alianza resultó fiador Jesús.

23 Además, aquellos sacerdotes fueron muchos, porque la muerte les impedía perdurar.

24 Pero éste posee un sacerdocio perpetuo porque permanece  para siempre. 

25
De ahí que pueda también salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor.

26 Así es el Sumo Sacerdote que nos convenía: santo, inocente, incontaminado, apartado de los pecadores, encumbrado por encima de los cielos, 27 que no tiene necesidad de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados propios como aquellos Sumos Sacerdotes, luego por los del pueblo: y esto lo realizó de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.

 

28 Es que la Ley instituye Sumos Sacerdotes a hombres frágiles pero la palabra del juramento, posterior a la Ley, hace el Hijo perfecto  para siempre. 


Capítulo 8: Hebreos 8

1 Este es el punto capital de cuanto venimos diciendo, que tenemos un Sumo Sacerdote tal, que se  sentó a la diestra  del trono de la Majestad en los cielos, 2 al servicio del santuario y de la Tienda verdadera,  erigida por el Señor,  no por un hombre.

3 Porque todo Sumo Sacerdote está instituido para ofrecer dones y sacrificios: de ahí que necesariamente también él tuviera que ofrecer algo.

4 Pues si estuviera en la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo ya quienes ofrezcan dones según la Ley.

5 Estos dan culto en lo que es sombra y figura de realidades celestiales, según le fue revelado a Moisés al emprender la construcción de la Tienda. Pues dice:  Mira, harás todo conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte. 

6 Mas ahora ha obtenido él un ministerio tanto mejor cuanto es Mediador de una mejor Alianza, como fundada en promesas mejores.
 
7 Pues si aquella primera fuera irreprochable, no habría lugar para una segunda.

8 Porque les dice en tono de reproche:  He aquí que días vienen, dice el Señor, y concertaré con la casa de Israel y con la casa de Judá una nueva Alianza9  no como la Alianza que hice con sus padres el día en que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto. Como ellos no permanecieron fieles a mi Alianza, también yo me desentendí de ellos, dice el Señor. 

10  Esta es la Alianza que pactaré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en su mente, en sus corazones las grabaré; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 

11  Y no habrá de instruir cada cual a su conciudadano ni cada uno a su hermano diciendo: "¡Conoce al Señor!", pues todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos. 

12  Porque me apiadaré de sus iniquidades y de sus pecados no me acordaré ya. 

13 Al decir  nueva,  declaró anticuada la primera; y lo anticuado y viejo está a punto de cesar.


Capítulo 9: Hebreos 9

1 También la primera Alianza tenía sus ritos litúrgicos y su santuario terreno.

2 Porque se preparó la parte anterior de la Tienda, donde se hallaban el candelabro y la mesa con los panes de la presencia, que se llama Santo.

3 Detrás del segundo velo se hallaba la parte de la Tienda llamada Santo de los Santos, 4 que contenía el altar de oro para el incienso, el arca de la Alianza, completamente cubierta de oro, y en ella, la urna de oro con el maná, la vara de Aarón que retoño y las tablas de la Alianza.

5 Encima del arca, los querubines de gloria que cubrían con su sombra el propiciatorio. Mas no es éste el momento de hablar de todo ello en detalle.

6 Preparadas así estas cosas, los sacerdotes entran siempre en la primera parte de la Tienda para desempeñar las funciones del culto.
 
7 Pero en la segunda parte entra una vez al año, y solo, el Sumo Sacerdote, y no sin sangre que ofrecer por sí mismo y por los pecados del pueblo.

8 De esa manera daba a entender el Espíritu Santo que aún no estaba abierto el camino del santuario mientras subsistiera la primera Tienda.

9 Todo ello es una figura del tiempo presente, en cuanto que allí se ofrecen dones y sacrificios incapaces de perfeccionar en su conciencia al adorador, 10 y sólo son prescripciones carnales, que versan sobre comidas y bebidas y sobre abluciones de todo género, impuestas hasta el tiempo de la reforma.
 
11 Pero presentóse Cristo como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a través de una Tienda mayor y más perfecta, no fabricada por mano de hombre, es decir, no de este mundo.

12 Y penetró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna.

13 Pues si la sangre de machos cabríos y de toros y la ceniza de vaca santifica con su aspersión a los contaminados, en orden a la purificación de la carne, 14 ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para rendir culto a Dios vivo!

15 Por eso es mediador de una nueva Alianza; para que, interviniendo su muerte para remisión de las transgresiones de la primera Alianza, los que han sido llamados reciban la herencia eterna prometida.

16 Pues donde hay testamento se requiere que conste la muerte del testador, 17 ya que el testamento es válido en caso de defunción, no teniendo valor en vida del testador.

18 Así tampoco la primera Alianza se inauguró sin sangre.

19 Pues Moisés, después de haber leído a todo el pueblo todos los preceptos según la Ley, tomó la sangre de los novillos y machos cabríos con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el libro mismo y a todo el pueblo

20 diciendo:  Esta es la sangre de la Alianza que Dios ha ordenado para vosotros.
 
21 Igualmente roció con sangre la Tienda y todos los objetos del culto; 22 pues según la Ley, casi todas las cosas han de ser purificadas con sangre, y sin efusión de sangre no hay remisión.

23 En consecuencia, es necesario, por una parte, que las figuras de las realidades celestiales sean purificadas de esa manera; por otra parte, que también lo sean las realidades celestiales, pero con víctimas más excelentes que aquéllas.

24 Pues no penetró Cristo en un santuario hecho por mano de hombre, en una reproducción del verdadero, sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios en favor nuestro, 25 y no para ofrecerse a sí mismo repetidas veces al modo como el Sumo Sacerdote entra cada año en el santuario con sangre ajena.

26 Para ello habría tenido que sufrir muchas veces desde la creación del mundo. Sino que se ha manifestado ahora una sola vez, en la plenitud de los tiempos, para la destrucción del pecado mediante su sacrificio.

27 Y del mismo modo que está establecido que los hombres mueran una sola vez, y luego el juicio, 28 así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez  para quitar los pecados de la multitud,  se aparecerá por segunda vez sin relación ya con el pecado a los que le esperan para su salvación.


Capítulo 10: Hebreos 10

1 No conteniendo, en efecto, la Ley más que una sombra de los bienes futuros, no la realidad de las cosas, no puede nunca, mediante unos mismos sacrificios que se ofrecen sin cesar año tras año, dar la perfección a los que se acercan.

2 De otro modo, ¿no habrían cesado de ofrecerlos, al no tener ya conciencia de pecado los que ofrecen ese culto, una vez purificados?

3 Al contrario, con ellos se renueva cada año el recuerdo de los pecados, 4 pues es imposible que sangre de toros y machos cabríos borre pecados.

5 Por eso, al entrar en este mundo, dice:  Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. 

6  Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. 

7  Entonces dije: ¡He aquí que vengo,  pues de mí está escrito en el rollo del libro,  a hacer, oh Dios, tu voluntad! 

8 Dice primero:  Sacrificios y oblaciones y holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni te agradaron cosas todas ofrecidas conforme a la Ley  9  entonces  añade:  He aquí que vengo a hacer tu voluntad.  Abroga lo primero para establecer el segundo.

10 Y en virtud de esta  voluntad  somos santificados, merced a la  oblación  de una vez para siempre del  cuerpo  de Jesucristo.

11 Y, ciertamente, todo sacerdote está en pie, día tras día, oficiando y ofreciendo reiteradamente los mismos sacrificios, que nunca pueden borrar pecados.

12 El, por el contrario, habiendo ofrecido por los pecados un solo sacrificio,  se sentó a la diestra de Dios para siempre,  13 esperando desde entonces  hasta que sus enemigos sean puestos por escabel de sus pies. 

14 En efecto, mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados.

15 También el Espíritu Santo nos da testimonio de ello. Porque, después de haber dicho:

16  Esta es la Alianza que pactaré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en su mente las grabaré17 añade:  Y de sus pecados  e iniquidades  no me acordaré ya. 

18 Ahora bien, donde hay remisión de estas cosas, ya no hay más oblación por el pecado.

19 Teniendo, pues, hermanos, plena seguridad para entrar en el santuario en virtud de la sangre de Jesús, 20 por este camino nuevo y vivo, inaugurado por él para nosotros, a través del velo, es decir, de su propia carne, 21 y con un  Sumo Sacerdote  al frente de la  casa de Dios,  22 acerquémonos con sincero corazón , en plenitud de fe, purificados los corazones de conciencia mala y lavados los cuerpos con agua pura.

23 Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la Promesa.

24 Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras, 25 sin abandonar vuestra propia asamblea, como algunos acostumbran hacerlo, antes bien, animándoos: tanto más, cuanto que veis que se acerca ya el Día.

26 Porque si voluntariamente pecamos después de haber recibido el pleno conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio por los pecados, 27 sino la terrible espera del juicio y la  furia del fuego  pronto a  devorar a los rebeldes. 

28 Si alguno viola la Ley de Moisés es  condenado a muerte  sin compasión,  por la declaración de dos o tres testigos. 

29 ¿Cuánto más grave castigo pensáis que merecerá el que pisoteó al Hijo de Dios, y tuvo como profana  la sangre de la Alianza  que le santificó, y ultrajó al Espíritu de la gracia?

30 Pues conocemos al que dijo:  Mía es la venganza; yo daré lo merecido.  Y también:  El Señor juzgará a su pueblo. 

31 ¡Es tremendo caer en la manos de Dios vivo!

32 Traed a la memoria los días pasados, en que después de ser iluminados, hubisteis de soportar un duro y doloroso combate, 33 unas veces expuestos públicamente a ultrajes y tribulaciones; otras, haciéndoos solidarios de los que así eran tratados.

34 Pues compartisteis los sufrimientos de los encarcelados; y os dejasteis despojar con alegría de vuestros bienes, conscientes de que poseíais una riqueza mejor y más duradera.

35 No perdáis ahora vuestra confianza
, que lleva consigo una gran recompensa.

36 Necesitáis paciencia en el sufrimiento para cumplir la voluntad de Dios y conseguir así lo prometido.

37 Pues todavía  un poco, muy poco tiempo; y el que ha de venir vendrá sin tardanza. 

38  Mi justo vivirá por la fe; mas si es cobarde, mi alma no se complacerá en él. 

39 Pero nosotros no somos  cobardes  para perdición, sino  creyentes  para salvación del alma.


Capítulo 11: Hebreos 11
1 La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven.

2 Por ella fueron alabados nuestros mayores.

3 Por la fe, sabemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de manera que lo que se ve resultase de lo que no aparece.

4 Por la fe, ofreció Abel a Dios un sacrificio más excelente que Caín, por ella fue declarado justo, con la aprobación que dio  Dios a sus ofrendas;  y por ella, aun muerto, habla todavía.

5 Por la fe, Henoc fue trasladado, de modo que no vio la muerte y no se le halló, porque le trasladó Dios.  Porque antes de contar su traslado, la Escritura da en su favor testimonio  de haber agradado a Dios. 

6 Ahora bien, sin fe es imposible agradarle, pues el que se acerca a Dios ha de creer que existe y que recompensa a los que le buscan.

7 Por la fe, Noé, advertido por Dios de lo que aún no se veía, con religioso temor construyó un arca para salvar a su familia; por la fe, condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia según la fe.

8 Por la fe, Abraham, al ser llamado por Dios, obedeció y  salió  para el lugar que había de recibir en herencia, y  salió sin saber a dónde iba.

9 Por la fe,  peregrinó  por la Tierra Prometida como en tierra extraña, habitando en tiendas, lo mismo que Isaac y Jacob, coherederos de las mismas promesas.

10 Pues esperaba la ciudad asentada sobre cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.

11 Por la fe, también Sara recibió, aun fuera de la edad apropiada, vigor para ser madre, pues tuvo como digno de fe al que se lo prometía.

12 Por lo cual también de uno solo y ya gastado nacieron hijos, numerosos como las estrellas del cielo, incontables como las arenas de las orillas del mar. 

13 En la fe murieron todos ellos, sin haber conseguido el objeto de las promesas: viéndolas y saludándolas desde lejos y confesándose  extraños y forasteros sobre la tierra. 

14 Los que tal dicen, claramente dan a entender que van en busca de una patria; 15 pues si hubiesen pensado en la tierra de la que habían salido, habrían tenido ocasión de retornar a ella.

16 Más bien aspiran a una mejor, a la celestial. Por eso Dios no se avergüenza de ellos, de ser llamado Dios suyo, pues les tiene preparada una ciudad.

17 Por la fe, Abraham,  sometido a la prueba, presentó a Isaac  como ofrenda, y el que había recibido las promesas, ofrecía a su  unigénito, 18 respecto del cual se le había dicho:  Por Isaac tendrás descendencia. 

19 Pensaba que poderoso era Dios aun para resucitar de entre los muertos. Por eso lo recobró para que Isaac fuera también figura.

20 Por la fe, bendijo Isaac a Jacob y Esaú en orden al futuro.

21 Por la fe, Jacob, moribundo, bendijo a cada uno de los hijos de José, y  se inclinó apoyado en la cabeza de su bastón. 

22 Por la fe, José, moribundo, evocó el éxodo de los hijos de Israel, y dio órdenes respecto de sus huesos.

23 Por la fe, Moisés, recién nacido,  fue durante tres meses ocultado por sus padres,  pues  vieron  que el niño era  hermoso  y no temieron el edicto del rey.

24 Por la fe,  Moisés, ya adulto,  rehusó ser llamado hijo de una hija de Faraón, 25 prefiriendo ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar el efímero goce del pecado, 26 estimando como riqueza mayor que los tesoros de Egipto  el oprobio de Cristo,  porque tenía los ojos puestos en la recompensa.

27 Por la fe, salió de Egipto sin temer la ira del rey; se mantuvo firme como si viera al invisible.

28 Por la fe, celebró la  Pascua  e hizo la aspersión de  sangre  para que el  Exterminador  no tocase a los primogénitos de Israel.

29 Por la fe, atravesaron el mar Rojo como por una tierra seca; mientras que los egipcios intentando lo mismo, fueron tragados.
 
30 Por la fe, se derrumbaron los muros de Jericó, después de ser rodeados durante siete días.

31 Por la fe, la ramera Rajab no pereció con los incrédulos, por haber acogido amistosamente a los exploradores.

32 Y ¿a qué continuar? Pues me faltaría el tiempo si hubiera de hablar sobre Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas.

33 Estos, por la fe, sometieron reinos, hicieron justicia, alcanzaron las promesas, cerraron la boca a los leones; 34 apagaron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada, curaron de sus enfermedades, fueron valientes en la guerra, rechazando ejércitos extranjeros; 35 las mujeres recobraban resucitados a sus muertos. Unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una resurrección mejor; 36 otros soportaron burlas y azotes, y hasta cadenas y prisiones; 37 apedreados, torturados, aserrados, muertos a espada; anduvieron errantes cubiertos de pieles de oveja y de cabras; faltos de todo; oprimidos y maltratados, 38 ¡hombres de los que no era digno el mundo!, errantes por desiertos y montañas, por cavernas y antros de la tierra.

39 Y todos ellos, aunque alabados por su fe, no consiguieron el objeto de las promesas.

40 Dios tenía ya dispuesto algo mejor para nosotros, de modo que no llegaran ellos sin nosotros a la perfección.

Capítulo 12: Hebreos 12

1 Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, 2 fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe, el cual, en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia y  está sentado a la diestra  del trono de Dios.

3 Fijaos en aquel que soportó tal contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcáis faltos de ánimo.

4 No habéis resistido todavía hasta llegar a la sangre en vuestra lucha contra el pecado.

5 Habéis echado en olvido la exhortación que como a hijos se os dirige:  Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él. 

Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge.

7 Sufrís para  corrección  vuestra. Como a  hijos  os trata Dios, y ¿qué  hijo  hay a quien su padre no  corrige? 

8 Mas si quedáis sin corrección, cosa que todos reciben, señal de que sois bastardos y no  hijos.

9 Además, teníamos a nuestros padres según la carne, que nos corregían, y les respetábamos. ¿No nos someteremos mejor al Padre de los espíritus para vivir?

10 ¡Eso que ellos nos corregían según sus luces y para poco tiempo!; mas él, para provecho nuestro, en orden a hacernos partícipes de su santidad.

11 Cierto que ninguna corrección es de momento agradable, sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia
a los ejercitados en ella.

12 Por tanto,  levantad las manos caídas y las rodillas entumecidas 13  y enderezad para vuestros pies los caminos tortuosos,  para que el cojo no se descoyunte, sino que más bien se cure.
 
14  Procurad la paz  con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.

15 Poned cuidado en que nadie se vea privado de la gracia de Dios; en que  ninguna raíz amarga retoñe ni os turbe  y por ella llegue a inficionarse la comunidad.

16 Que no haya ningún fornicario o impío como Esaú, que por una comida  vendió su primogenitura. 

17 Ya sabéis cómo luego quiso heredar la bendición; pero fue rechazado y no logró un cambio de parecer, aunque lo procuró con lágrimas.

18 No os habéis acercado a una realidad sensible:  fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, huracán, 19  sonido de trompeta  y  a un ruido de palabras  tal, que suplicaron los que lo oyeron no se les hablara más.

20 Es que no podían soportar esta orden:  El que toque el monte, aunque sea un animal, será lapidado. 

21 Tan terrible era el espectáculo, que el mismo Moisés dijo: Espantado estoy  y temblando.

22 Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad de Dios vivo, la Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, reunión solemne 23 y asamblea de los primogénitos inscritos en los cielos, y a Dios, juez universal, y a los espíritus de los justos llegados ya a su consumación, 24 y a Jesús, mediador de una nueva Alianza, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel.

25 Guardaos de rechazar al que os habla; pues si los que rechazaron al que promulgaba los oráculos desde la tierra no escaparon al castigo, mucho menos nosotros, si volvemos la espalda al que nos habla desde el cielo.

26 Su voz conmovió entonces la tierra. Mas ahora hace esta promesa:  Una vez más haré yo que se estremezca  no sólo  la tierra,  sino también  el cielo. 

27 Estas palabras,  una vez más,  quieren decir que las cosas conmovidas se cambiarán, ya que son realidades creadas, a fin de que permanezcan las inconmovibles.

28 Por eso, nosotros que recibimos un reino inconmovible, hemos de mantener la gracia y, mediante ella, ofrecer a Dios un culto que le sea grato, con religiosa piedad y reverencia, 29 pues nuestro  Dios es fuego devorador.



Capítulo 13: Hebreos 13

1 Permaneced en el amor fraterno.

2 No os olvidéis de la hospitalidad; gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles.

3 Acordaos de los presos, como si estuvierais con ellos encarcelados, y de los maltratados, pensando que también vosotros tenéis un cuerpo.

4 Tened todos en gran honor el matrimonio, y el lecho conyugal sea inmaculado; que a los fornicarios y adúlteros los juzgará Dios.

5 Sea vuestra conducta sin avaricia; contentos con lo que tenéis, pues él ha dicho:  No te dejaré ni te abandonaré; 6 de modo que podamos decir confiados:  El Señor es mi ayuda; no temeré. ¿Qué puede hacerme el hombre? 

7 Acordaos de vuestros dirigentes, que os anunciaron la Palabra de Dios y, considerando el final de su vida, imitad su fe.

8 Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, y lo será siempre.

9 No os dejéis seducir por doctrinas varias y extrañas. Mejor es fortalecer el corazón con la gracia que con alimentos que nada aprovecharon a los que siguieron ese camino.

10 Tenemos nosotros un altar del cual no tienen derecho a comer los que dan culto en la Tienda.

11 Los cuerpos de los animales
, cuya  sangre lleva  el Sumo Sacerdote  al santuario para la expiación del pecado, son quemados fuera del campamento. 

12 Por eso, también Jesús, para santificar al pueblo con su sangre, padeció fuera de la puerta.

13 Así pues, salgamos donde él  fuera del campamento,  cargando con su oprobio; 14 que no tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos buscando la del futuro.

15  Ofrezcamos sin cesar,  por medio de él,  a Dios un sacrificio de alabanza,  es decir,  el fruto de los labios  que celebran su nombre.

16 No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; ésos son los sacrificios que agradan a Dios.

17 Obedeced a vuestros dirigentes y someteos a ellos, pues velan sobre vuestras almas como quienes han de dar cuenta de ellas, para que lo hagan con alegría y no lamentándose, cosa que no os traería ventaja alguna.

18 Rogad por nosotros, pues estamos seguros de tener recta conciencia, deseosos de proceder en todo con rectitud.

19 Con la mayor insistencia os pido que lo hagáis, para que muy pronto os sea yo devuelto.

20 Y el Dios de la paz que  suscitó  de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran  Pastor de la ovejas en virtud de la sangre de una Alianza eterna, 21 os disponga con toda clase de bienes para cumplir su voluntad, realizando él en nosotros lo que es agradable a sus ojos, por mediación de Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

22 Os ruego, hermanos, que aceptéis estas palabras de exhortación, pues os he escrito brevemente.

23 Sabed que nuestro hermano Timoteo ha sido liberado.
Si viene pronto, iré con él a veros.

24 Saludad a todos vuestros dirigentes y a todos los santos. Os saludan los de Italia.

25 La gracia sea con vosotros.


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 De los evangelios apócrifos, el Apocalipsis de Pablo:
 
Evangelios apócrifos o extracanónicos es el nombre dado a escritos surgidos en los primeros siglos del cristianismo en torno a la figura de Jesús de Nazaret que no fueron incluidos posteriormente en el canon de la Iglesia católica, ni fueron aceptados tampoco por otras Iglesias cristianas históricas (Iglesia ortodoxa, Comunión anglicana e Iglesias protestantes). Entre esos escritos se encuentran los Manuscritos de Nag Hammadi.


APOCALIPSIS DE PABLO (Texto copto de Nag Hammadi)
17 La revelación de Pablo.
[Laguna]
Visión de Pablo
18 [...] en el camino. Y [se dirigió a él], diciendo: ¿Qué camino [tomaré] para subir a [Jerusalén]? El niño [contestó diciendo]: Di tu nombre, a fin de que te [muestre] el camino. Sabía [quién era Pablo]. Quiso mostrarse afable con él por medio de sus palabras a fin de hallar excusa para conversar con él. El niño tomó la palabra y dijo: Sé quien eres, Pablo, que tú eres el que fue bendecido desde el vientre de su madre. Ahora bien, yo [he venido] a ti a fin de que [subas a Jerusalén] hacia tus colegas [apóstoles]. Por esto [has sido llamado]. Yo soy [el Espíritu que hace camino] contigo. [Alerta] tu mente, Pablo [...] 19 Pues [...] todo que [...] en los principados y estas potestades y arcángeles y poderes y toda clase de demonios [...] aquél que pone al descubierto cuerpos para ser desparramados entre almas.
Una vez hubo terminado esta alocución siguió hablando y me dijo: Alerta tu mente, Pablo, y percátate de que la montaña sobre la que estás es la montaña de Jericó, a fin de que conozcas las cosas ocultas que yacen bajo las cosas manifiestas. Sí, irás a los doce apóstoles, pues son espíritus elegidos, y te recibirán con un saludo.
(Pablo) levantó la vista y vio cómo lo saludaban. Entonces, el [Espíritu] Santo, que conversaba con él, lo arrebató hacia lo alto, hasta el tercer cielo. Luego pasó hasta el cuarto [cielo]. El Espíritu [Santo] se dirigió a él diciendo: Mira y ve tu semejanza sobre la tierra.
Él [miró] hacia abajo y vio las cosas que estaban sobre la tierra. Observó [y vio] las cosas que estaban sobre [...] 20 Fijó la mirada [hacia abajo] y vio a los doce apóstoles a su derecha y a su izquierda en la creación, y el Espíritu les precedía en el camino.
Visión de juicio de las almas
Ahora bien, en el cuarto cielo yo vi las cosas según sus clases. Vi, en efecto, a los ángeles que se asemejaban a dioses, a los ángeles que transfieren almas de la tierra de los muertos. La depositaron en la puerta del cuarto cielo, y los ángeles la azotaban. El alma levantó la voz diciendo: ¿Qué pecado he cometido en el mundo? El guardián que reside en el cuarto cielo le respondió diciendo: No era conveniente cometer todas aquellas transgresiones a la ley que se dan en el mundo de los muertos. El alma respondió diciendo: Aporta testigos y que [muestren] en qué cuerpo cometí transgresión. [¿Quieres] traer un libro [y leer en] él? Y acudieron tres testigos. El primero tomó la palabra y dijo: [¿Acaso] no estuve yo en el cuerpo en la segunda hora? [...] Me levanté contra ti 21 hasta que [te sumiste] en ira, en enojo y en envidia. El segundo habló y dijo: ¿Acaso no estaba yo en el cosmos? Entré en la hora quinta y te vi y te deseé. Y he aquí que ahora te acuso de los crímenes que cometiste. El tercero habló diciendo: ¿Acaso no me llegué a ti en la hora duodécima del día a la puesta del sol? Te di tinieblas hasta que remataras tus pecados.
Cuando el alma oyó todo esto bajó los ojos con tristeza. Luego miró hacia arriba y se precipitó hacia abajo. El alma que fue precipitada hacia abajo [accedió] a un cuerpo que había sido preparado [para ella]. Y he aquí que se terminaron sus testigos.
Ascensión a través de los cielos
[Yo, entonces, miré] hacia arriba y vi al Espíritu que me decía: Pablo, ven, acércate a mí. Y cuando yo [avanzaba], se abrió la puerta y entré en el quinto [cielo]. Y vi a mis colegas apóstoles [que me acompañaban] 22 mientras el Espíritu venía con nosotros. Y en el quinto cielo vi un gran ángel que enarbolaba en su mano una vara de hierro. Con él estaban otros tres ángeles y yo levanté la vista hacia ellos. Pero peleaban entre ellos enarbolando látigos, empujando a las almas hacia el juicio. Yo, por mi parte, avanzaba con el Espíritu y la puerta se me abrió. Entonces ascendimos al sexto cielo y vi a mis colegas apóstoles que me acompañaban, y el Espíritu Santo me conducía ante ellos. Levanté la mirada y vi una gran luz que resplandecía sobre el sexto cielo. Hablé y dije al guardián que estaba en el sexto cielo: [Abre] para mí y para el Espíritu [Santo] que me precede. Entonces me abrió y [ascendimos] al séptimo [cielo. Vi] un anciano [...] de luz cuya vestidura era blanca. [Su trono], que se halla en el séptimo cielo, resplandecía más que el sol, [siete] veces más. 23 El anciano tomó la palabra y me dijo: ¿A dónde vas, Pablo, el bendecido, el que fue separado desde el vientre de su madre?. Ahora bien, yo miraba al Espíritu, y él movía la cabeza diciéndome: Habla con él. Yo hablé y dije al anciano: Regreso al lugar del cual procedí. El anciano me contestó: ¿De dónde procedes? Yo le respondí diciendo: Desciendo al mundo de los muertos para llevar cautiva a la cautividad que fue cautivada en la cautividad de Babilonia. El anciano me contestó diciendo: ¿De qué manera podrás apartarte de mí? Mira y ve a los principados y a las potestades. El Espíritu intervino diciendo: Entrégale la señal que está en tu mano, y te abrirá. Entonces yo le di la señal. Él volvió el rostro hacia abajo, hacia su creación y los que son sus potestades. Entonces se abrió [el séptimo] cielo y ascendimos a la 24 Ogdóada. Y vi a los doce apóstoles. Me saludaron y ascendimos al noveno cielo. Yo saludé a todos los que se hallaban en el noveno cielo, y ascendimos al décimo cielo. Y yo saludé a mis espíritus compañeros.
La revelación de Pablo.
 
Fuente: Textos Gnósticos - Biblioteca Nag Hammadi III, por Antonio Piñero. Editorial Trotta www.trotta.es















































































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